Contra la dictadura violeta - Alegato antifeminista

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Cierre y dedicatoria su evocación. Como el vivido aquel día en que Trini se pegó un zamarrazo en el pasillo de la casa, con una bandeja de pestiños recién fritos en la mano. O la primera vez que, cogidos cual dos monitos a Rosa, entramos, mi hermano y yo, como en santuario, en una elegante cafetería burgalesa. Y la visita junto a ella al museo tinerfeño en que se conservan momias guanches. Y las reverencias de Trini a Don Emilio, el párroco gamonalero al cuidado de aquella preciosa iglesia que, muchos años después, en 2014, presidía las airadas reivindicaciones de los vecinos del barrio, tan imperturbable desde sus cimientos románicos como mucho atrás, en 1808, ante el cruento encuentro, en la batalla de Gamonal, de los españoles con las tropas napoleónicas que, por cierto, destrozaron, por no podérselo llevar, el impresionante túmulo funerario de Juan II e Isabel de Portugal en la vecina Cartuja de Miraflores. A aquella iglesia de Gamonal me hizo ir Trini, durante todo un año y cada domingo, a rezar el rosario, en vez de al cine en el colegio de los maristas como castigo por haber entrado en la casa de una vecina y haberle birlado… un llavero de plástico que hacía aguas, maldito llavero, nunca lo olvidaré: y cómo me hizo pedirle perdón, de rodillas y con las manos en posición de plegaria, a la buena mujer. Duro, pero justo.

A la mujer, a las mujeres de mi vida

Como sobre cada hombre, querida, mi querida amiga, mi ansiada, buscada y no hallada compañera de fatigas, mi mujer, sobre mí y sobre mi vida ha planeado siempre la benévola sombra de la mujer: Al contrario que tantos que no han conocido a sus madres, yo tuve la suerte de contar con dos, la que me parió, Rosa, y la que se ocupó de mí hasta los 10 años, Trini. Ni forzando las cosas he conseguido recordar un incidente, uno solo, que oscureciera, ni un poco, el inmejorable trato que siempre recibí de ambas, la educación que me dieron, los principios que me infundieron y el cariño que pervivió hasta su muerte: me quisieron y las quise y las quiero. Mucho. Aunque alguien de mi familia me reprochara que me haya desentendido de sus respectivas tumbas, la primera en La Coruña, la segunda en Burgos. Soy ateo, no me mueve esperanza alguna de otra vida y entiendo que, con los huesos, se disuelve la persona: en las tumbas de Rosa y de Trini no queda nada que valga la pena visitar ni despojo alguno que merezca flores u oraciones. Pero el recuerdo de ambas… ésa es otra historia: porque más viejo me hago, con más agrado recuerdo episodios de mi vida a su sombra, tontos episodios la mayoría, tan tontos como feliz me hace 208


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