Antologia gomez arzapalo sl 2

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Selección de textos de Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes

en la actualidad, tienen los cristos –en sus más variadas advocaciones- y todas las festividades que rodean a la Semana Santa. Así pues, resulta evidente el culto a los Cristos, a una distancia considerable de lo que el cristianismo pretendiera desde su posición doctrinal. En este sentido, son interesantes las palabras del Obispo de San Cristóbal de Las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel, responsable de la Dimensión de Pastoral Indígena de la Conferencia del Episcopado Mexicano cuando dice: Estoy preocupado por ciertas actitudes que, después de recorrer varios países de América Latina, he visto en algunos agentes de pastoral […] algunos, quizá deslumbrados por los elementos de espiritualidad que descubren en comunidades indígenas, sobre todo en las personas mayores de edad, se apasionan por sus símbolos, mitos y ritos, y los quieren no sólo conservar y defender, sino también difundir, incluso en las culturas mestizas. Esto es muy laudable, pero advierto que casi no mencionan a Jesucristo. No afirmo que no creen en Él, o que no son cristianos ni católicos, sino que no aparece explícitamente su fe en Jesucristo. (Arizmendi, 2008: sección “Ver”, no. 1).

En este sentido, conviene traer aquí a colación la respuesta del P. Eleazar López del Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas (CENAMI), quien responde a lo anteriormente citado en los siguientes términos que el propio Arizmendi incluye en la nota de su ponencia: Jesucristo es central en la experiencia religiosa indígena actual y Él ha entrado a este mundo cultural de una manera profunda y seria. Para quienes ya somos discípulos de Jesucristo, Él ya está en nuestros símbolos, mitos y ritos indígenas. El problema es cómo dar razón de este modo de tener a Jesucristo en nuestra experiencia religiosa, sin traicionar nuestros esquemas ni ofender a la integridad de la fe celosamente cuidada por la Iglesia de la que somos parte importante… Existe un serio problema cristológico con los pueblos indígenas, no porque Cristo esté ausente o se le esté negando su lugar, sino por la manera en que los indígenas hemos incluido a Jesucristo en nuestras vidas, es decir, envuelto en los pañales de nuestra cultura e identidad particular. Y es precisamente esto lo que a algunos miembros directivos de la Iglesia no les satisface todavía. Quisieran vernos más apegados a las categorías establecidos en la Iglesia que a nuestras creencias ancestrales, que forman parte de nuestra identidad-alteridad. Y ahí está el impase actual: ni nosotros hemos podido explicar nuestra experiencia cristológica, ni nos han convencido de nuestros supuestos errores cristológicos. (Arizmendi, 2008: sección “Ver”, nota al pie num. 1).

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