La Dama del Amanecer •
Javier Pulido Biosca
Esa madrugada, antes de las tres, Antonio su-
bió al autobús urbano que manejaba desde hacía años para salir a buscar ruta. Temprano para que le asignaran una ruta larga, que son las que más rendimiento dejan.
Salía de Olmeca en esa época cuando la carreterita era angosta y pasaba por innumerables agostaderos antes de llegar a las curvas antes del panteón de Lomas de Barrillas. Cuando llegó a las curvas eran como las tres y media de la madrugada, frenó para entrar con seguridad a las curvas y, cuando paso bajo las ramas de aquel añoso árbol, vio a aquélla figura espantable de quien muchos le habían hablado. No pudo acelerar, ni hubiera tenido caso, pues cuando se dio cuenta ya estaba esa dama parada junto a él en el interior del vehículo, como esperando pagar su boleto. Después pasó al interior del vehículo y la vio, por el espejo, estar parada al fondo hasta que, al pasar el panteón, desapareció.
Algunos de sus compañeros choferes, le habían advertido de esa aparición y explicaron que ya que comienzan las primeras luces del alba deja de aparecerse, pero nunca lo creyó y pensó que
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era una astucia para que se atrasara y le dieran una ruta menos jugosa que las que toman quienes llegan primero. Después de haber visto a la dama, Antonio siguió yendo temprano al buscar ruta, pero ya no salía antes de las tres y media de la madrugada.