Del encintado al esgrafiado

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Rafael Ruiz Alonso Real Academia de Historia y Arte de San Quirce

DEL ENCINTADO AL ESGRAFIADO: UNA HIPÓTESIS SOBRE EL ORIGEN Y DESARROLLO DEL ESGRAFIADO A TRAVÉS DE LA ARQUITECTURA ISLÁMICA Y MUDÉJAR


Rafael ruiz alonso Doctor en Historia del Arte Real Academia de Historia y Arte de San Quirce ruiz.rafael188@gmail.com

DEL ENCINTADO AL ESGRAFIADO: UNA HIPÓTESIS SOBRE EL ORIGEN Y DESARROLLO DEL ESGRAFIADO A TRAVÉS DE LA ARQUITECTURA ISLÁMICA Y MUDÉJAR Resumen: A nivel internacional se considera, mayoritariamente, que el esgrafiado es una invención italiana que se difunde por casi toda Europa en el siglo XVI. Sin embargo, países como España, Portugal o Marruecos conservan esgrafiados mucho más antiguos, que se van a desarrollar en los contextos del arte islámico y mudéjar, con una evolución técnica que permite observar su desarrollo desde el llagueado de los muros al esgrafiado propiamente dicho. La arquitectura de Segovia constituye uno de los ejemplos más claros. Palabras clave: encintado, esgrafiado, mampostería, ladrillo, mudéjar. Abstract: Globally, the Sgraffito is mainly deemed an italian invention that spreads almost throughout Europe in the 16th century. However, countries like Spain, Portugal and Morocco preserved sgraffitoes much older, will develop in the context of Islamic and Mudejar arts, with a technical evolution that allows to observe its development from the joints of the walls to sgraffito. The architecture of Segovia is one of the clearest examples. Key words: joints, Sgraffito, masonry, brick, mudéjar. Recibido el 6/03/2014 Aceptado el 6/03/2014

ESTUDIOS SEGOVIANOS (2014) Tomo LVI, nº 113, pp. 105-165 107


En septiembre del año 2000 se celebró en Spoleto (Italia) el primer encuentro internacional en torno a la técnica del esgrafiado, contemplada desde la doble perspectiva de su evolución histórica y su conservación. Bajo el lema «Le facciate a sgraffito in Europa e il restauro della facciata del palazzo Racani-Arroni in Spoleto»1, se impartieron ponencias sobre numerosas manifestaciones que aún perviven en Italia, Austria, República Checa, Suiza, Bélgica y Alemania, abarcando en su cronología artística desde el Renacimiento hasta el Modernismo. La Península Ibérica fue la más notable ausente en aquel foro, puesto que España y Portugal pueden presumir de contar aún con un magnífico repertorio de esgrafiados que no sólo participan de la corriente renacentista que desde Italia se difundió por buena parte del continente durante el siglo XVI, sino que además suman un nutrido corpus de ejemplares islámicos y mudéjares, notablemente anteriores, configurando en nuestro suelo un panorama único en el mundo, desgraciadamente ignorado por extraños, pero también por propios. En buena medida, entiendo que el mundo científico es responsable de este desdén, al haberlo relegado a un plano secundario, negando así la atención e importancia que merece. Esta situación no se corresponde en absoluto con la destacada presencia de esgrafiados en numerosos edificios fundamentales para la Historia del Arte, ni con su implicación en significativos fenómenos urbanos, sociales y políticos. El problema es de otra índole, y éste tiene que ver –a mi juicio- con las consideraciones triviales que han recaído sobre las artes decorativas y con el miedo a profundizar sobre un tema lleno de particularidades que exige una preparación bastante específica; de hecho, la principal carencia de que adolecen los investigadores que afrontan el estudio 1  Le facciate a sgraffito in Europa e il restauro della facciata del palazzo Racani-Arroni in Spoleto, Atti della giornata di studio, Spoleto, 23 settembre 2000, Spoleto, Centro italiano di studi sull’alto medioevo, 2000. Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014

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del esgrafiado es el desconocimiento de sus diferentes técnicas2, capaces de alumbrar realizaciones tan distintas que han llevado a numerosas omisiones y equívocos. El arquitecto francés Albert Laprade (1883-1978), probablemente acostumbrado a la visión de los esgrafiados ultrapirenaicos, no tuvo ningún problema en identificar como tales a los que adornan la Puerta Real o de la Asunción en el Monasterio de Santes Creus (Tarragona). Este notable ejemplar barroco, aunque responda a las peculiaridades del área catalana del setecientos, puede alinearse con manifestaciones de otros países europeos, cuya génesis arranca de la Italia renacentista; sus motivos ornamentales son igualmente concordantes con esta tradición: arquitecturas fingidas, guirnaldas de hojas y frutos, querubines, jarrones y otros adornos, plasmados con tímido relieve sobre la fachada. Pero cuando Laprade llega a Segovia y se sitúa delante del Torreón de Lozoya, describe lo que ve como «paredes decoradas con argamasa rascada», sin percatarse de que se trata en realidad de otra modalidad de esgrafiado, quizá menos sofisticada que la tarraconense, pero tres siglos más antigua y sin conexión alguna con Italia: circunferencias irregulares, de tamaños dispares, avanzan con rotundidad sobre el muro de mampostería dejando ver en ocasiones el material pétreo, adornándose el encuentro de los anillos con trocitos de escoria que el arquitecto llama «pedazos de lava o de porfirio dispuestos en M»3. Seguramente, si hubiera traspasado el umbral del edificio y recorrido sus estancias hasta alcanzar la galería del jardín, hubiera vuelto a constatar la presencia de esgrafiados, puesto que allí se realizó «a la italiana» todo un programa ornamental y simbólico en el siglo XVI. Fue debido a estas circunstancias que Laprade no se percató de que se hallaba ante un monumento que, en lo concerniente a sus revestimientos, ostenta la singularidad de haber sido decorado empleando las dos corrientes técnicas y estéticas del esgrafiado europeo. La confusión de Laprade no es por desgracia un hecho aislado y fruto de ello es la notable falta de rigor que reina en la bibliografía, sobre todo cuando se trata del esgrafiado islámico y mudéjar. Se habla absolutamente a la ligera de los materiales y se emplea de modo arbitrario la terminología propia de este oficio; se desconocen o describen erróneamente las diferentes vertientes técnicas que se agrupan bajo el nombre genérico de «esgrafiado»; se llega incluso a obviar su presencia a la hora de estudiar numerosos edificios, esquivando así tan espinoso asunto. Para colmo, la mayor parte de la bibliografía especializada que ha estudiado estas manifestaciones no ha utilizado el término «esgrafiado» en ninguna ocasión, apelando a expresiones del 2  En su día ofrecimos una clasificación y descripción de los principales procedimientos técnicos que agrupa el esgrafiado. RUIZ ALONSO, R. (1998): El esgrafiado. Un revestimiento mural en la provincia de Segovia, Segovia, Caja Segovia, 40 y ss. 3  LAPRADE, A. (1981): Apuntes de viaje por España, Portugal y Marruecos (1916-1958), Barcelona, Gustavo Gili, láms. 24 ESP y 51 ESP. 110

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tipo «falso despiece de sillería», «recurso del encintado», «fajas enlucidas», «estuco de cal tipo relieve», «fingido despiezo hecho con fajas de mortero», etc.4, para salir del paso ante unas evidencias cuya técnica ignora; si además falla la prudencia, podemos llegar a leer que se trata de una pintura «a la cal»5. La necesidad de una sólida base de investigación se impone por tanto, para favorecer el conocimiento de uno de los aspectos más singulares de nuestra arquitectura. No debe aceptarse para el esgrafiado –lo mismo que para el resto de revestimientos murales- una consideración menospreciativa, puesto que atañe al aspecto original con el que los edificios fueron concebidos, siendo su auténtica «piel». Por ello mismo, es obligado propiciar una amplia divulgación que ponga en valor un patrimonio que, hoy por hoy, se subestima, se considera prescindible o se trata con una inapropiada despreocupación por parte de instituciones y profesionales, redundando habitualmente en terribles destrucciones, restauraciones o restituciones que desfiguran para siempre nuestros monumentos. Este desalentador panorama no deja de ser paradójico si observamos el enorme interés que el esgrafiado está despertando por todo el mundo. A cursos, conferencias, visitas guiadas, protecciones específicas para fachadas esgrafiadas, planes y proyectos de restauración, etc., se añade un creciente corpus bibliográfico dominado por estudios locales o regionales de un valor absolutamente estimable, pero falto de una visión global, tan necesaria. De esta reflexión nace el presente artículo, fruto de un trabajo de investigación que no hubiera podido llevar a cabo sin los apoyos del Instituto de la Cultura Tradicional Segoviana «Manuel González Herrero» y de la Diputación Provincial de Segovia, instituciones que están trabajando en la divulgación del esgrafiado por toda nuestra provincia, cometido al que se ha unido la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce. En estas páginas quiero abordar monográficamente una de las hipótesis más aceptadas a la hora de explicar el origen del esgrafiado. Dentro de un marco tecnológico, el descubrimiento de este procedimiento artístico ha sido entendido por la investigación como fruto de tres posibles alternativas. Vicente Lampérez6 entendió la génesis de nuestra técnica desde dos perspectivas, bien como una derivación práctica u ornamental de las «yeserías mudéjares», bien como una consecuencia de la 4  CÓRDOBA DE LA LLAVE, R. (2004): «Fortificaciones Almohades de la provincia de Córdoba». En VALOR PIECHOTTA, M.; VILLAR IGLESIAS, J.L.; RAMÍREZ DEL RÍO, J.: Los Almohades, su patrimonio arquitectónico y arqueológico en el sur de al-Andalus, Sevilla, Universidad de Sevilla, 125. 5  MACIAS, S. (1993): «Moura na baixa idade média: elementos para um estudo histórico e arqueológico», Arqueologia Medieval, 2, Porto, 129. 6  LAMPÉREZ Y ROMEA, V.(1922): Arquitectura civil española de los siglos I al XVIII, I, Madrid, Saturnino Calleja, 164.

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evolución que experimenta el llagueado en relieve sobre muros de mampostería. Por mi parte7, ya sugerí la importancia que pudo tener el grafito inciso en el desarrollo de este sistema ornamental, puesto que el paso del fino rayado de una línea, a su plasmación a través de un raspado más grueso y amplio es realmente un tránsito fácil de suponer, con solo pensar en un simple cambio de instrumental. Vistas en su conjunto y teniendo en cuenta las evidencias que nos han llegado, creo que no se trata de hipótesis excluyentes, sino de diferentes caminos que factiblemente condujeron a definir al esgrafiado. Ahora bien, la simultaneidad y perseverancia en el tiempo de todos y cada uno de los pasos y avances que por lógica debieron llevar a la configuración técnica del esgrafiado, invalida por el momento cualquier intento de progresión en etapas sucesivas que caractericen periodos concretos, dado que cada nuevo hallazgo técnico u ornamental nunca vino a anular las anteriores experiencias: llagueados idénticos se ejecutan entre los siglos XII y XV, momento este último en el que la decoración esgrafiada había llegado a su madurez y gozaba de una considerable difusión; la derivación del encintado hacia el motivo de la burbuja se mantiene vigente durante casi seiscientos años sin apenas modificaciones y sin que ello suponga la suplantación o sustitución del añejo procedimiento del rejuntado; pero para complicar aún más este panorama, ya desde el siglo X tenemos constancia de que el esgrafiado está técnicamente configurado (aunque con ciertas peculiaridades), ofreciendo una ornamentación geométrica trazada a regla y compás, como aún se sigue haciendo en la segunda mitad del siglo XV. Aunque pueda parecer una vaguedad, lo cierto es que la sencillez técnica de estos procesos, así como la persecución de unos mismos fines por parte de la arquitectura (protección y embellecimiento de los muros mediante unos sencillos materiales al alcance de casi todos) debieron determinar que en distintos lugares se llegara a conclusiones similares, a veces con siglos de diferencia. Lo mejor para entender este confuso panorama es tratar por separado cada una de las alternativas que, en su desarrollo, culminaron por caracterizar técnica y ornamentalmente al esgrafiado. Comenzaremos en este artículo por estudiar la vía que llevó desde el llagueado al esgrafiado, dejando para otra ocasión la implicación en este mismo objetivo de las yeserías y del grafito inciso. Esta línea de trabajo nos irá conduciendo paulatinamente hacia los ámbitos islámico y mudéjar, dado que a ellos corresponden la inmensa mayoría de los ejemplares que nos han llegado del medievo. Dentro de este marco, existen algunos núcleos locales o regionales donde el proceso se desarrolla íntegro y coherentemente desde sus inicios. El caso de Segovia es el más completo: entre los siglos XIII y XVI, casi pueden seguirse paso a paso los avances 7  RUIZ ALONSO, R.(1998): El esgrafiado. Un revestimiento…, op. cit., 87-88. 112

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que, desde el encintado irregular de las piedras y el trazado a mano alzada de ciertos motivos circulares, concluirán con la aplicación de patrones geométricos que tapizan por completo los muros, mediante el empleo de plantillas; antes de esta última etapa, algunos esgrafiados, integrados por formas regulares, delatan el uso de reglas y compases, como en ejemplares califales. Una evolución similar se plantea en el norte de la provincia de Huelva, observada por J. A. Morales Martínez: «Cuando la fábrica es incierta, el mortero embadurna las llagas adoptando diversas disposiciones: a) En una primera época, fines del XIII y comienzos del XIV, el mortero casi llega a tapar las piedras totalmente, como en el Castillo de Cumbres Mayores, siendo la mezcla de cal, notablemente blanca. b) A lo largo del siglo XIV se inicia y desarrolla una fuerte tendencia a regularizar el rejuntado dejando la piedra libre en ventanillas circulares, adoptando el paramento el aspecto de una red o panal. c) Durante el siglo XIV aparece una curiosa costumbre decorativa: los albañiles diseñaron estrellas, círculos, cruces, cuadrados, svásticas, dameros, animales, etc., sobre la mezcla que rebosa las llagas»8 . José Augusto Correia de Campos buscó evidencias de este proceso en Portugal, llegando a afirmar rotundamente que nuestra técnica es «de origen árabe», importada de oriente en todas sus fases evolutivas9, pero sin aportar pruebas concluyentes que avalaran tales suposiciones. En su investigación mencionó los envitolados cuadrangulares y romboidales de las murallas de Vila Viçosa y Serpa; los esgrafiados tendentes al círculo en el templo del castelo dos Mouros en Sintra y los plenamente circulares de una torre en las defensas de Moura; los diseños en damero, espina-pez y rosetones con burbujas de la ermita de San Blás en Évora, etc. Ante evidencias como éstas era lógico que buena parte de la bibliografía se adhiriera a la hipótesis de Vicente Lampérez10, pero ello se hizo sin aportar nada significativo, llegándose al extremo de que los términos «encintado» y «esgrafiado» se confundieran11 o se emplearan como sinónimos. Por otro lado, este fenómeno evolutivo nunca se ha contemplado de una forma contrastada, asumiéndose que en todos los lugares se produjo de la misma manera. Tampoco se han tenido en cuenta los diferentes modos de realizar encintados y sus distintas consecuencias. Por último, rara vez se ha observado la implicación que, en las formas y desarrollos de los llagueados, 8  MORALES MARTINEZ, J.A.(1976): Arquitectura medieval en la Sierra de Aracena, Sevilla, Diputación Provincial, 39. 9  CORREIA DE CAMPOS, [J. A.] (1965): Arqueologia árabe em Portugal, Lisboa, edição do autor, 129130. 10  Uno de los primeros en hacerlo fue: LOZOYA, JUAN DE CONTRERAS Y LÓPEZ DE AYALA, MARQUÉS DE [1921]: La Casa Segoviana, Madrid, Hauser y Menet, s.p., pero sería Leopoldo Torres Balbás en varias publicaciones, su principal difusor. 11  PAVÓN MALDONADO, B.(2005): Tratado de arquitectura hispanomusulmana, III, Madrid, CSIC, 721: «Volviendo al esgrafiado, consiste en aplicar a las piedras de paramentos exteriores cintas de yeso en relieve».

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han tenido los aparejos que protegen, dando por hecho su genérica aplicación a la mampostería. Carencias como éstas han sido los estímulos para el presente trabajo. Definición de encintado El encintado, rejuntado, llaga, retundido, tendel o envitolado, es aquella porción de argamasa que rellena el espacio o «junta» que dejan entre sí las piedras o los ladrillos de una fábrica; su objetivo prioritario es proteger al muro de los agentes atmosféricos, allí donde es más vulnerable. Propiamente, se emplea el término «tendel» para definir a las juntas horizontales, en tanto que «llaga» viene a dar nombre a las verticales, aunque no es raro observar a ambos sustantivos tratados como sinónimos y ajustados a la definición anterior. También es posible encontrar las expresiones «llaga abierta», para nombrar a las juntas sin mortero, y «llaga cerrada», aplicada a las que se colmatan con argamasa12 . Respecto al término «encintado», debe tenerse cuidado con la expresión «mampostería encintada», ya que es empleada para designar dos aparejos diferentes: por un lado, con ella se define al muro de mampuestos, organizado en cajas entre verdugadas o cintas de ladrillo y machones o «rafas» de este mismo material o de piedra; por otro, la acepción que emplearemos en este trabajo es aquella que define a la mampostería rodeada por un rejuntado de mortero que normalmente sobresale por encina de las superficies pétreas. No sabemos cuándo comienza esta práctica y ni siquiera, como reconocía Basilio Pavón Maldonado, contamos con «argumentos de peso que nos lleven a adjudicar al Arte Hispanomusulmán la invención de las mamposterías encintadas medievales»13. Luis Felipe de Peñalosa, por su parte, especuló con la posibilidad de que fuera un sistema «de origen cristiano»14. Ninguno de ellos se hizo eco de las noticias que entre 1968 y 1970 publicaban Antonio García y Bellido y Theodor Hauschild referidas a dos monumentos leoneses. El primero describe en el recinto más antiguo de la muralla romana, un encintado en saliente sobre fábrica de sillería que quizá pudo recibir pintura; hoy día se datan estos muros en el último cuarto del siglo I d.C. El segundo localiza un acabado similar en el yacimiento arqueológico correspondiente a la basílica paleocristiana de Marialba de la Ribera en Villaturiel (s. IV), donde alcanzó a observar que «las juntas aparecen en los muros exteriores como bandas 12  MARTÍN CRIADO, A.(2008): La ornamentación en la arquitectura tradicional de la Ribera del Duero, Ávila, Junta de Castilla y León, 76-77. 13  PAVÓN MALDONADO, B.(1970): «Arte hispanomusulmán en Ceuta y Tetuán», Cuadernos de la Alhambra, 6, 81. 14  DE PEÑALOSA Y CONTRERAS, L.F.(1942): «Los esgrafiados segovianos». En ALCÁNTARA, F., DE PEÑALOSA Y CONTRERAS, L.F. , BERNAL MARTIN, S. (1971): Los esgrafiados segovianos, Segovia, Cámara de la Propiedad Urbana, [s.p.]. 114

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algo resaltadas que forman pequeños rectángulos y conservan aún restos de pintura roja»15. Tales coincidencias no pasaron desapercibidas para ninguno de estos dos investigadores, concluyendo el último de ellos que quizá se trate de una «peculiaridad local». A partir de entonces, la disparidad geográfica y cultural es evidente. Llagueado en realce, muestran por ejemplo, los mampuestos del castillo de Huete (Cuenca), del siglo X, lo mismo que ciertas zonas de la muralla de Toledo –cuya datación es difícil de establecer- en el sector del postigo de los «Doce Cantos». Nos compensa de estas dudas cronológicas la mezquita de Bāb al-Mardūm o ermita del Cristo de la Luz, mandada construir en el año 999/1000, y reformada a partir de 1187. De ella, ha escrito Teresa Pérez Higuera, que «señala el nacimiento del mudéjar toledano. Lo que imprime ese carácter mudéjar a las formas califales es el empleo de unos materiales –mampostería y ladrillo-, y de un aparejo –mampostería encintada16-, que parecen proceder de una tradición local, empleados ya en época romana»17; sobre la cara vista de sus mampuestos se observa con claridad el ligero avance de un cordón de argamasa que va a mantenerse durante siglos en las fábricas de esta ciudad. Antonio Viñayo González, cuando habla de la primitiva construcción de San Isidoro de León18, afirma que los restos allí aparecidos son anteriores a la segunda mitad del siglo XI; seguramente de entonces puedan datar ciertos fragmentos que alumbró una campaña arqueológica en la iglesia de la Santísima Trinidad de Segovia, sobre la cabecera de un templo románico anterior19. A finales del XII o principios del XIII correspondían los restos que adornaban la fachada de la torre o palacio de Doña Berenguela en León, conocidos a través de fotografías antiguas20 . Constructores almorávides y almohades llevarán también este acabado a sus edificios, al tiempo que su empleo cuajará ampliamente en la arquitectura mudéjar. Desde el siglo XIII, la ciudad del Acueducto cuenta con numerosos ejemplos tanto en edificios civiles y militares -Torre de Hércules, Alcázar o ciertos sectores de la muralla- como religiosos 15  GARCÍA Y BELLIDO, A. (1968): Nueve Estudios sobre la Legio VII Gemina y su campamento en León, León, 11-16. HAUSCHILD, T.(1968): «La iglesia martirial de Marialba (León)», Tierras de León, 9, 23. MORILLO CERDÁN, A.; GARCÍA MARCOS, V. (2006), «Legio (León). Introducción histórica y arqueológica». En GARCÍA-BELLIDO, Mª P.: Los campamentos romanos en Hispania (27 a.C.-192 d.C.). El abastecimiento de moneda (volumen I), Madrid, CSIC, 237. 16  Con este término la autora se refiere a la disposición de las cajas de mampostería entre cintas o verdugadas de ladrillo. 17  PÉREZ HIGUERA, T. (1984): Paseos por el Toledo del siglo XIII, Madrid, Ministerio de Cultura, 22. 18  VIÑAYO GONZÁLEZ, A.(1982): León y Asturias, La España Románica 5, Madrid, Encuentro, 66. 19  LÓPEZ AMBITE, F., DEL BARRIO ÁLVAREZ, Y. (1995): Excavaciones en la iglesia de La Santísima Trinidad (Segovia), Arqueología en Castilla y León 1, Valladolid, Junta de Castilla y León, 64 y ss. 20  V.V.A.A. (2002): «Un asunto superficial: el revoco decorativo del recinto amurallado romano-medieval de León», De Arte, 1, 17.

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–iglesias de San Andrés y de San Justo, a las que pueden añadirse algunas más en la provincia como la torre de Santa Marina en Cuéllar-. El reino de Granada adoptará igualmente el encintado, descrito en fortalezas como las de El Burgo y Archidona a modo de «un enfoscado exterior [que] dejaba la piedra vista y un llagueado en forma de vitola en torno a ella»21; también se ha observado en construcciones habitacionales nazaríes, donde se refiere en los términos de un «envitolado sobre la piedra, que la deja en un plano rehundido pero visible, formando una decoración muy singular». A juicio de Antonio Malpica Cuello tal sistema cuenta con antecedentes «en el mundo norteafricano (Zagura) [y] en la Península (murallas de Valencia, que parecen documentarse en el siglo XI, casas almohades de Cieza, en Murcia, y muros de la necrópolis de Gibralfaro, en Málaga)»22 . Este mismo autor argumenta que la expansión de la mampostería encintada –en unión de otras fábricas que se reiteran en este territorio, caso de la mampostería enripiada- pudo beneficiarse de un plan defensivo llevado a cabo sobre la frontera del reino nazarí en los años centrales del siglo XIV, pergeñado seguramente por «Muhammad V, tal vez su antecesor y alguno de sus sucesores […]. Se puede pensar que desarrollaron un programa constructivo de las características ya descritas, con claros fines propagandísticos, sin excluir los cada vez más necesarios mecanismos de protección»23; en otras palabras, según esta hipótesis se habría empleado el encintado como sello característico de la arquitectura del emirato. El plan de defensa contempló no sólo murallas y reformas de fortalezas, sino también torres para alquerías y atalayas, llegando también a ellas los envitolados24. En consecuencia, estamos ante un fenómeno de enorme difusión, rastreable desde la antigüedad, que va a desarrollarse tanto en medios cristianos como islámicos, sin que pueda adscribirse a una estética concreta, quizá porque responde a una necesidad práctica de fácil solución puesto que optimiza los recursos que el constructor tiene a su alcance a la hora de construir los muros. Desde esta perspectiva no es tan sorprendente que ejemplares tan alejados en tiempo y en espacio, como los muy tempranos del monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí (quizá del siglo VI), los medievales de Segovia, los barrocos de Alcalá de Henares, algunos ejemplos de art déco francés o los contemporáneos de la ciudad armenia de Goris, sean en todo semejantes. 21  ACIÉN ALMANSA, M.(1992): «Los tugûr del reino nazarí. Ensayo de identificación», Castrum, Murcia, apud MALPICA CUELLO, A. (1996): «Las técnicas constructivas en Al-Andalus. Un debate entre la arqueología y la arquitectura». En VAQUERO, B., PÉREZ, F., DURANY CASTRILLO, M.: Tecnicas Agrícolas, Industriais e Constructivas na Idade Media: curso de verán, Celanova, 8-12 de xullo de 1996, La Coruña, 333. 22  MALPICA CUELLO, A.(1996): «Las técnicas constructivas…», op. cit., 334. 23  MALPICA CUELLO, A.(1998): «Los castillos en época nazarí. Una primera aproximación», en MALPICA CUELLO, A. (coord.), Castillos y territorio en Al-Andalus, Granada, Universidad, 271-273. 24  MALPICA CUELLO, A.(1998): «Los castillos…», op. cit., 278 y 290. 116

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Ello supone la existencia de una amplia y continuada sensibilidad que gusta de la piedra irregular y del ladrillo vistos, guarnecidos por un cordón de mortero protector. En el ámbito de la arquitectura islámica, estas evidencias vienen a poner en entredicho uno de los convencionalismos más comúnmente admitidos sobre su ornamentación, caracterizada por la inequívoca vocación de enmascarar los elementos propiamente constructivos, ocultando fábricas y estructuras detrás de revestimientos cuya decoración modular, reiterada hasta el infinito, crea esa típica sensación de horror al vacío. La alternativa del llagueado, además de permitir la visión de materiales y aparejos, implica un ahorro de material –y por tanto de costes- frente al revestimiento continuo, pero la elección de una u otra opción no siempre ha debido estar condicionada por razones de economía. Algunas iglesias cuellaranas superponen en sus ábsides distintos niveles de arquerías y paneles rectangulares construidos en ladrillo, usanza habitual –con múltiples variantes- en la arquitectura mudéjar castellana hasta los inicios del siglo XIV; pero a la hora de rematar la superficie interior de los mismos, se combinaron los dos acabados que venimos comentando, solución que distingue a estos templos: la mampostería vista y encintada aparece en los arcos ciegos más bajos de San Martín, Santiago y San Esteban (fig. 1), siendo el resto de alturas terreno para el revoco; en la de El Salvador, el encintado aparece en parte de la arquería intermedia, aunque debe tratarse de una intervención posterior. Respecto a los materiales que se emplearon en la confección de los encintados y esgrafiados que vamos a ver en estas páginas, el más usual fue el mortero de cal y arena, aunque también se recurrió al yeso, como ha demostrado el análisis de los revestimientos del castillo de Coca25. Se mencionarán igualmente los esgrafiados mauritanos de la ciudad de Walata, realizados con «una capa de revoco elaborado ancestralmente a base de excremento de vaca, agua y pigmento de oligisto»26 . Variantes del encintado A pesar de las similitudes apuntadas, no todos los encintados se confeccionaron del mismo modo. Sobre varios lienzos y torres del castillo y muralla de Benisanó (Valencia)27 vemos un grueso llagueado que arroja una potente sombra sobre los mampuestos, con muchos paralelos en Castilla, Andalucía, Extremadura, etc.; la anchura de esta vitola es completamente irregular, condicionada por las formas y dimensiones de los mampuestos. Nada tiene que ver con el fino y elegante encin25  RALLO GRUSS, C.(1996): «El castillo de Coca y su ornamentación», Anales de Historia del Arte 6, Madrid, UCM, 26. 26  RODRÍGUEZ, A.(2008): Walata i Tichitt. Cor i ànima del desert maurità, Barcelona, MON-3, 273. Walata, la ciutat de les caravanes, [Barcelona], Món-3, 2005, 27. 27  Ahora muy restituidos. Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014

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tado que aún se conserva en algunas zonas del castillo de Puente del Congosto (Salamanca); aquí se ha impuesto un desarrollo más uniforme, con una anchura y relieve igualados y realmente sutiles (su minuciosidad llega al punto de bordear las pequeñas piedras que acuñan los bloques más grandes), e incluso se ha buscado deliberadamente dotar a todo el conjunto de un sentido curvilíneo, huyendo de las angulaciones, lo que ocasionalmente deriva hacia formas redondeadas o de burbuja. Muchos llagueados ofrecen ciertas peculiaridades que pueden ponerse en conexión con el desarrollo técnico de diferentes procedimientos de esgrafiado. Sin embargo, la constatación de estos vínculos entre encintado y esgrafiado no deben llevarnos al error de pensar que el fin último de la experimentación con el llagueado fue el «descubrimiento» del esgrafiado, dado que, como venimos apuntando, ambos van a convivir a lo largo del tiempo, intercambiarán algunos de sus hallazgos e incluso se conjugarán en ocasiones dentro de un mismo paramento mural. El ejemplo más antiguo de esta combinación lo encuentro en el cuerpo bajo del alminar de la mezquita Kutubiya en Marrakech (fig. 2), cuya fecha de inicio, aunque con reservas, se sitúa en torno al año 1147. Fue entonces cuando el califa almohade Abd Al-Mumin decidió levantar una mezquita que poco después sería reemplazada por otra, subsistiendo de la primera los cimientos y tal vez el minarete. De acuerdo con la información que aparece en «Sa ‘adat al- Abadiya», la primitiva torre se transformaría posteriormente con la adición de una linterna coronada por yamur28 . El cuerpo cúbico del alminar tiene en el eje de cada una de sus fachadas varios pisos de ventanas y nichos ciegos, cobijados, mayoritariamente, por arcos de herradura redonda o apuntada, que a su vez son enmarcados por otros de lambrequín, de herradura, lobulados y entrelazados, todo ello bajo alfices. Se da la circunstancia de que cada fachada es diferente, sometiéndose la distribución de los vanos al desarrollo de una rampa interior que conduce a la linterna. La única decoración que es igual en todas las fachadas es la del último piso, donde se abren dos ventanas, flanqueadas por nichos ciegos, cuyos arcos entrecruzados forman una red de sebka; corre por encima, la primera banda conocida de alicatado cerámico en blanco y azul turquesa, rematándose el conjunto con un almenado. El principal material empleado en su construcción fue un esquisto de gran dureza, cuya labra es muy difícil. De ello se derivó un aparejo irregular, donde la talla en piedra ofrece muy diversos grados de acabado, desde sillares más o menos escuadrados a mampostería apenas desbastada, un efecto que desde el principio quiso enmascararse; el mortero vino en su auxilio, dando un aspecto liso y regular a Figura 1 - Ábside de la iglesia de San Esteban de Cuéllar

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28  «En 591 (1195)... el célebre sultán Yaqb al-Mansur sobreelevó el minarete». Apud BASSET, H., TERRASSE, H. (1932): Sanctuaires et forteresses almohades, Paris, Larose, 312.

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Figura 2 - Alminar de la Kutubiya en Marrakech. Detalle del encintado

Figura 3 - Pinturas y esgrafiados en el alminar de la Kutubiya

arcos, molduras, albanegas y otras superficies. Henri Basset y Henri Terrasse dedicaron varios estudios a este alminar, analizando pormenorizadamente su decoración pintada pero describiendo en términos un tanto vagos los otros revestimientos que integraron la ornamentación, sin entrar en detalles técnicos. El más básico fue un llagueado realzado que, sobre todo en las secciones angulares del muro, trató de dotar a la piedra de un perfil regular, fingiendo una fábrica de sillería; según Basset y Terrasse el encintado resaltaba aún más en origen al haber recibido pintura de color claro29. Además de participar en el acabado de estos envitolados, la pintura, esta vez realizada mayoritariamente en color almagre, ornamentó buena parte de los nichos ciegos, albanegas, fondos de las redes de sebka y arquerías ciegas, así como las superficies de algunas de las bandas lisas que conforman alfices; con ella se realizaron motivos epigráficos, geométricos y vegetales. La pintura también se combinó con grafito inciso para fingir paramentos de ladrillo (sobre muros realizados en este mismo material) o configurar decoraciones geométricas. En esta línea asociativa de técnicas encontramos igualmente la simbiosis entre pintura y esgrafiado, en la que aquélla coloreó los fondos de algunas formas realizadas con nuestro

procedimiento. La decoración esgrafiada –que no fue señalada ni singularizada por Basset y Terrasse, quienes integraron sus evidencias con partes de la ornamentación «modeladas» en estuco30 - participó también para simular sillares en esquinas e interiores de algunos nichos, así como dovelas de arcos. Fue igualmente empleado para reforzar exteriormente la silueta de los vanos, fingir dinteles adovelados -con distintos engatillados (fig. 3)- y configurar alguna pequeña arquería. Además de a la imitación de elementos arquitectónicos, el esgrafiado se aplicó igualmente a la decoración de albanegas y claves de arcos, donde se ubicaron frisos de pequeños arcos, medallones y nudos lobulados, así como bandas de entrelazo. Por último, configuró paños de decoración seriada que se anticipan en muchos siglos a las características fachadas segovianas: algunos nichos ciegos recibieron tramas de octógonos entrelazados que contienen cuadrados en su interior, repitiendo el esquema geométrico del alicatado. En la segunda fase de construcción, el esgrafiado tapizó casi enteramente la linterna con motivos estrellados de ocho puntas, mientras una cenefa de cuadrados encadenados bordeaba la parte inferior de los vanos en cada fachada (fig. 4); hoy todo ello es bien perceptible tras su restitución. 30  Ibid., 110.

29  Ibid., 109 y ss. 120

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Figura 4 - Esgrafiado sobre la linterna de la Kutubiya

De los llagueados que nos interesan en este artículo, el más rudimentario consiste simplemente en rellenar con argamasa la junta entre piedras o ladrillos, hasta que el mortero quede más o menos enrasado con ellos. En su consecución se aprovechan todas las posibilidades que ofrece una herramienta como la paleta. Es ella la encargada de recoger de los recipientes las porciones de argamasa que deposita en el esparavel31, utensilio que el operario sujeta con la otra mano. De allí, el albañil tomará con la paleta aquella cantidad que considere y con ella la lanzará fuertemente contra las superficies a cubrir. Con su base plana arrimará y apretará la pasta contra las piedras, sirviendo su canto para retirar el exceso de material donde sobra y compensar donde falta. Se puede acrecentar la efectividad de este acabado si, con la misma paleta, se alisa el rejuntado, repretándolo aún más contra el muro y las siluetas de las piedras; la presión determinará que una parte importante de la mezcla de agua y cal ascienda hacia la superficie, dotándola de una textura fina, más rica en cal y por tanto más resistente. Este mismo principio está presente en la confección de los esgrafiados. 31  Es una tabla de madera con un mango en uno de sus lados, que sirve para tener a mano una porción de la mezcla que se ha de gastar con la llana o la paleta. Frecuentemente se utiliza también para este mismo cometido la llana o el fratás. 122

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Un desarrollo de este sistema resalta la llaga por encima de ladrillos y piedras, describiendo un «cordón» de sección trapezoidal irregular, dado que es una labor que se hace a ojo. Nuevamente, la paleta es imprescindible en estas labores, cumpliendo aquí con una tarea adicional y esencial, puesto que es la encargada de modelar las siluetas y los planos del llagueado. Las ventajas que el rejuntado en realce ofrece al muro son múltiples. Para empezar, la fábrica queda aún más protegida en este punto sensible32 . Los planos inclinados de la llaga sirven para desalojar cómodamente, con la ayuda de una brocha, los restos de argamasa que hayan quedado sueltos sobre las diferentes superficies. Pero sobre todo, una de sus mayores excelencias es proporcionar una rápida vía de escape al agua de lluvia que pueda caer sobre las paredes. Como en el caso anterior, estas propiedades se multiplican si se pulen las superficies del llagueado. A su misión, eminentemente práctica, pronto se asociará también la ornamental, puesto que cuidados encintados van a aparecer al interior de algunos edificios segovianos, donde no es necesaria una salvaguarda contra los agentes atmosféricos, caso de la iglesia de San Justo33, el interior de la Puerta de Santiago o de ciertos muros del Alcázar. Por otro lado, en las fábricas medievales, donde frecuentemente se combinaron elementos de diversa índole (sillares y material de acarreo, mampostería, ladrillo, sillarejo, cantos rodados, etc.), el encintado contribuía claramente a dar una imagen homogénea al conjunto. Los cometidos de los encintados -proteger y decorar- recaerán también sobre los esgrafiados, siendo especialmente llamativo el hecho de que en la modalidad denominada de «a dos tendidos», la conexión entre cada capa de revoco se haga a través de cortes a bisel que realzan la ornamentación con una sección igualmente trapezoidal; esgrafiados y llagueados se benefician así de la solidez que proporciona contar una amplia base de sujeción. El complemento de escoria o guijarros Otro elemento que emparenta a encintados y esgrafiados es un aditamento que se aplica en origen a los primeros. Se trata de pequeños trozos de escoria que se adhieren sobre el rejuntado cuando aún está tierno, quedando notoriamente a la vista al resaltar por encima de él (fig. 5). Las escorias procedían de las fraguas, fundiciones y hogares en los que se consumía carbón, originándose durante la 32  A pesar de ello, conocemos muros de ladrillo en los que el material cerámico se ha disgregado, sujetándose inverosímilmente en el aire su llagueado –ahora hueco- unido a la argamasa que se utilizó en la confección de la fábrica. Una parte importante de la bibliografía defiende esta función práctica del encintado, entre ella: ALLAIN, Ch., MEUNIÉ, J.(1951): «Recherches archéologiques au Tasghimout des Mesfouia», Hespéris, XXXVIII, 386. 33  RUIZ HERNANDO, J.A. (1988): La arquitectura de ladrillo en la provincia de Segovia. Siglos XII y XIII, Segovia, Diputación Provincial de Segovia, 145.

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Figura 5 - Llagueado con escorias sobre la Torre de Hércules

combustión del mismo; el fuego determinaba que aquellas partículas ignífugas o minerales que contuviera el carbón se fundieran y quedaran junto a las cenizas con su característico aspecto de pequeña roca volcánica, granulosa, áspera y alveolada, de color terroso muy oscuro. Sobre los encintados, suelen colocarse en los puntos de encuentro entre las siluetas de las piedras, aunque pueden aparecer en cualquier lugar, al libre albedrío de sus realizadores. Tales fragmentos cumplen además una importante función técnica, puesto que disminuyen los riesgos de agrietamiento al fragmentar las superficies en pequeños segmentos, sometidos así a una menor tensión durante el proceso de retracción que afecta al mortero tras su puesta en obra. Se dice que algunos edificios segovianos sustituyeron los trozos de escoria por pequeños pedazos de hierro34; esta alternativa fue sin duda peor, dado que la aparición del óxido provocaría tensiones en el llagueado, por no hablar de los huecos y manchas que dejaría la desintegración del metal. Hace bastantes años, si la memoria no me falla, pude ver algunos fragmentos en el ábside de la iglesia de San Justo, de los que no ha quedado rastro. 34  BERNAL MARTÍN, S.(1971): «Notas para la historia del revoco segoviano». En ALCÁNTARA, F., DE PEÑALOSA Y CONTRERAS, L.F. , BERNAL MARTIN, S. (1971): op. cit., 29. 124

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En numerosos lugares de Castilla, Andalucía o Extremadura, e incluso en Francia, la escoria es sustituida por ripio, fragmentos de cerámica o diminutas lajas de pizarra, empleados con tal profusión que llegan a formar una sucesión de pequeños elementos en hilera sobre la superficie de la llaga (fig. 6). Esta superabundancia añade a los encintados nuevas ventajas, dado que se refuerza su cometido protector, al tiempo que se potencia su efecto ornamental, capaz de seducir, muchos siglos después de estos incipientes ejemplos, al mismo Antoni Gaudí, quien aplicará el «trencadís»35 a los encintados de la Casa del Guarda en la Finca Güel de Barcelona. Pavón Maldonado ha constatado en al-Andalus la presencia de los que él denomina «llagueados en forma de vitola sobre la piedra con guijarros o escorias incrustados» durante los siglos X y XI, ofreciendo un listado de edificios que va creciendo con el tiempo: puente califal de Membezar (Córdoba), mezquita aljama de Córdoba, torre albarrana de la Puerta de Sevilla en Córdoba, muralla califal de Tánger, castillo de Tarifa, castillo de Medellín (Badajoz), muralla de Alcántara de Toledo, ciudad-fortaleza de Vascos (Navalmoralejo, Toledo), muralla de Coria, puerta del castillo de Trujillo (aunque presenta reformas recientes en su llagueado; fig. 7), castillo de Zafra (Guadalajara), torre de la muralla mudéjar del Arrabal de Toledo, una torre muy anterior a la obra gótica del castillo de Manzanares el Real (Madrid) 36 ... Los muros de la fortaleza de Medellín, en su sector norte, han sido objeto de estudio por parte de Pedro Gurriarán Daza y Samuel Márquez Bueno37; a la hora de acometer su cronología y paralelos en otros edificios prefieren emplear el término poco preciso de «omeya», en sustitución del más concreto «califal». Esta cautela es lógica ante ejemplares como el castillo de Trujillo (tan semejante en esta cuestión al de Medellín), sobre cuya pertenencia al periodo emiral se han manifestado ya otros investigadores, lo que puede suponer una antigüedad mayor para esta tecnología constructiva en al-Andalus. De otro lado, estos autores añaden al corpus propuesto por Pavón Maldonado nuevas obras de enorme interés, tales como la puerta del Cambrón en Toledo, la ya mencionada mezquita del Cristo de la Luz en la misma ciudad, la alcazaba de Talavera de la Reina, etc. 35  La palabra catalana «trencadís» –en castellano «roto»- designa a una especie de mosaico realizado con fragmentos de azulejos y objetos de loza. Su invención se viene atribuyendo al arquitecto Josep Mª Jujol en los años en los que trabajaba a las órdenes de Antoni Gaudí. 36  PAVÓN MALDONADO, B.(2002): Murallas de tapial, mampostería, sillarejo y ladrillo en el Islam Occidental (los despojos arquitectónicos de la Reconquista. Inventario y clasificaciones), trabajo inédito, en www. basiliopavonmaldonado.es, s.p 37  GURRIARÁN DAZA, P., MÁRQUEZ BUENO, S. (2005): «Sobre nuevas fábricas omeyas en el castillo de Medellín y otras similares de la arquitectura andalusí», Arqueología y Territorio Medieval, 12, 1, 55-56.

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Figura 6 - Llagueado con escorias en un muro de la fortaleza de El Barco (Ávila)

La bibliografía aporta algunos ejemplos más en Marruecos, datados a finales del siglo XI o principios del XII. Jacques Meunié y Charles Allain38 describieron en un sector de la muralla de Zagura, una junta plana en mortero de cal que avanzaba en ligero relieve sobre los mampuestos, definiendo formas que tendían hacia la circunferencia, pero no mencionan el adorno de escoria o de pequeñas lajas pétreas. Algo parecido ocurre con la fortaleza de Amergo, cuyos dibujos trazados a punta de paleta observó Henri Terrasse39. Estas obras almorávides preludian, en opinión de Antonio Malpica Cuello, las decoraciones similares que ofrecerán muros almohades y nazaríes, aunque duda de su origen netamente islámico al encontrar paralelos en las fortalezas de Loarre o Ávila40 . El complemento de pequeños guijarros se ha señalado en la fortificación almorávide de Tâsgîmût (conquistada por los almohades hacia 1132), cuya presencia ha sido interpretada en clave simbólica, al haberse seleccionado específicamente para esta decoración piedras negras, color de esta dinastía africana41; pudiera pensarse incluso en un simbolismo más amplio, si las relacionamos con la piedra negra que acoge la Kaaba, objeto de veneración y de peregrinación a La Meca, a la que algunos atribuyen el poder de limpiar los pecados. En la puerta principal de algunas viviendas de la localidad mauritana de Walata, aparecen a ambos lados unos llamativos medallones esgrafiados, cuya decoración protagonizan motivos cruciformes de extremos redondeados denominados «musemma’at», que antaño albergaban en su centro una piedra de ablución cuyo tacto purificaba a los musulmanes antes de los rezos, si éstos no tenían a su alcance agua o arena limpia a tal efecto; la roca solía ser de pizarra o esquisto azul, siendo hoy un simple recuadro pintado en este color42 . Autores como Jean-Loïc Le Quellec consideran que el arte parietal walatí es la última evidencia «viva» de la decoración arquitectónica almorávide43, pero sobre el posible sentido trascendente de los aditamentos pétreos de encintados y esgrafiados sólo podemos especular. 38  39  40  41

Figura 7 - Encintado del castillo de Trujillo, Cáceres

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MEUNIÉ, J., ALLAIN, Ch.(1956): «La forteresse almoravide de Zagora», Hesperis, XLIII, 311. TERRASSE, H. (1953): «La forteresse d’Amergo», Al-Andalus, XVII, 395. MALPICA CUELLO, A. (1996): «Las técnicas…», op. cit., 327-328. ACIÉN, M.; CRESSIER, P.(2009): «Fortalezas dinásticas del Marruecos Medieval: aspectos constructivos». En SUÁREZ MÁRQUEZ, A. (coord..): Construir en Al-Andalus, Monografías del Conjunto Monumental de la Alcazaba, 2, Almería, Junta de Andalucía, 185. 42  Esta costumbre recuerda poderosamente a la «Mezuzá» que los hebreos colocaban junto a sus puertas. En el momento de la gran circulación caravanera transahariana se sabe que había un gran número de judíos dedicados al comercio; sin embargo, no hay registro de su existencia en Walata. En otras ciudades mauritanas como Wadan y Tichit estos talismanes se colocan sobre la puerta y se tocan al entrar o salir de la casa para recibir una bendición. SHOUP, J.A. (2001): «Traditional Wall Art in Walata: Caravan City in the Eastern Hawdh», Anaquel de Estudios Árabes, 22, 188. 43  LE QUELLEC, J.-L.(2004): Impressions of the Sahara, Paris, Editions Flammarion. Apud SHOUP, J.A.(2001): op. cit., p. 187.

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De finales del siglo XII o principios del XIII debe datar44 la torre albarrana que todavía se mantiene en pie en el castillo de Alcalá la Vieja, situado frente a Alcalá de Henares (Madrid). Su fábrica tiene distinto tratamiento en altura y no todas las fachadas se organizan igual, por lo que quizá se recurrió a un encintado de este tipo para homogeneizar las superficies. En Segovia hemos mencionado edificios así decorados en el siglo XIII, como la Torre de Hércules o algunos muros del Alcázar. Ambos son ejemplos destacados de la receptividad que se detecta en el ámbito palatino cristiano de este momento hacia las fórmulas de la arquitectura andalusí; de ello dan fe también varias miniaturas (fig. 8) de las Cantigas de Alfonso X el Sabio (cantigas LI, LXXXIX, XCIX, CXI, CLI y CLXXIII del Códice Rico45). En los restos del castillo de Torre Pesquera en Algarinarejo (Granada) se ven labores de este tipo, aunque conviviendo con «un paño decorado con figuras incisas y con pequeñas piedrecitas incrustadas en el enfoscado, lo que ha servido, por comparación con los que se hallan en Vélez Benaudalla, en la costa de Granada, para considerarlos una reparación cristiana de finales del siglo XV»46 . También es observable en otras latitudes y con una cronología muy diversa: monasterio de Yuste (Cáceres), diversos puntos de las murallas de Albarracín (Teruel) y Requena (Valencia), Torre de Huérmeces (Burgos), murallas de Ávila, castillos de Montalbán (Toledo), de El Barco (Ávila), Pedraza (Segovia)… Todavía en el siglo XVIII se emplean escorias en el encintado de la iglesia de Vadocontes (Burgos), mientras que en Segovia –sin que sepamos la razón- se dejan de emplear tan asiduamente y se sustituyen por puntos pintados de negro (muros externos del claustro de la enfermería en el monasterio de Santa María del Parral), aunque más adelante volverán a sus esgrafiados. El encintado enrasado y el esgrafiado a un tendido Observemos ahora cómo el encintado pudo evolucionar hacia diferentes fórmulas técnicas de esgrafiado. En algunos muros que emplearon el llagueado más básico es visible la gran confianza que depositaban en este refuerzo sus constructores, puesto que llegaron a ocultar casi por completo los mampuestos –sobre todo los de tamaño más menudo-, dejando asomar muy parcialmente las superficies pétreas más salientes con un perfil

Figura 8 - Cantiga CLI de Las Cantigas de Santa María. Detalle

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44  PAVÓN MALDONADO, B.(1982): Alcalá de Henares medieval. Arte islâmico y mudéjar, Madrid, CSIC, Instituto de Estudios Árabes «Miguel Asin», 37-38, 55, 69, 85-87. 45  Ms. T-I-1. Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. 46  MALPICA CUELLO, A.(1998): «Los castillos…», op. cit., 278 y 290. Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014

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Figura 10 - Castillo de Niebla (Huelva)

Figura 9 - Castillo de Cumbres de San Bartolomé (Huelva)

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más o menos redondeado, entre anchas juntas. Claros ejemplos los encontramos en los castillos de Cumbres Mayores y Cumbres de San Bartolomé (Huelva), edificios de los últimos años del siglo XIII o primeros del siguiente (fig. 9); también en el de Leiria (Portugal), correspondiendo probablemente a las reformas y construcciones que se emprendieron durante el siglo XIV. En ellos se advierte que el deseo de armonizar el conjunto, dotándolo de un ritmo alterno de piedra y argamasa, llevó en ocasiones a excavar la llaga en busca de la roca, cuando ésta quedaba oculta bajo el mortero. En el castillo de Niebla (Huelva), sobre varios lienzos que deben datar ya del siglo XV, y en el templo del castelo dos Mouros de Sintra, de cronología más incierta, aparece bien definida la intención de organizar el muro en base a un encintado que deja en profundidad círculos trazados a mano alzada y dispuestos a tresbolillo, al interior de los cuales asoma la menuda mampostería (fig. 10). El castillo portugués de Portel, que recurre a este mismo esquema ornamental, dio prioridad en una de sus torres al contraste de texturas. Un revoco enlucido, realizado presumiblemente con llana, cubre la casi totalidad del aparejo y sólo de cuando en cuando se ve parcialmente alguna piedra. El artífice recurrió entonces a dibujar círculos incisos a mano alzada, conjugándolos rítmicamente con los elementos pétreos; alumbró así un Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014

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conjunto sujeto a esa cadencia que, en hiladas paralelas, dispone los discos sobre los espacios vacíos que dejan entre sí los de la fila inmediata, formando rombos. Para que estos redondeles se percibieran mejor, el artífice rellenó su superficie con líneas incisas o rascó someramente el revestimiento, creando una superficie rugosa que contrastaba con el pulimento que ofrecía el revoco en torno suyo. Este último recurso rige la modalidad del esgrafiado «a un tendido», aquí ya plenamente definido. Sólo quedaba perfeccionar la decoración, paso que, curiosamente, ha dejado evidencias con una cronología anterior, prueba de esa permanencia en el tiempo que hemos advertido para todos y cada uno de los pasos evolutivos del encintado y del esgrafiado; debemos suponer igualmente que muchos ejemplares han debido desaparecer, impidiendo establecer secuencias temporales más coherentes. El ábside de la ermita de San Pedro de la Zarza o de San Mamés en Aroche (Huelva) -construido entre el último tercio del siglo XIII y la primera mitad del XIV47 - y varios muros del castillo portugués de Moura (fig. 11), adoptaron los círculos esgrafiados a tresbolillo, pero dibujados a compás y con un diámetro semejante, dejando ver la piedra al interior de algunos. Es necesario puntualizar que estos esgrafiados no guardan relación con los que veremos en Segovia, aunque ambos participen de las formas circulares. Si en Aroche y Moura el protagonista de la decoración es el círculo, al excavarse toda su superficie, en Segovia se dará preferencia a la circunferencia que lo rodea, manifestándose con abultado relieve. Estos anillos segovianos se suceden con un ritmo constante y ordenado como si hubieran sido trazados sobre una trama oculta de cuadrados; en el resultado final, las circunferencias quedan alineadas tanto horizontal como verticalmente. En la ermita onubense y en el castillo portugués, por el contrario, la trama oculta sobre la que se ordenan los círculos es la red de rombos, por lo que se presentan a tresbolillo. A mi entender, esta práctica se deriva de la disposición de los mampuestos sobre el muro, puesto que cada nueva piedra que se incorpora, busca apoyarse al menos sobre otras dos de la hilada anterior; la costumbre de simular aquellos elementos que el mortero dejaba ocultos llevó de una forma natural a incorporar esta ordenación a la decoración esgrafiada. Por último, los círculos segovianos cuentan con circunferencias tangentes, mientras que los arochenos y portugueses no llegan a tocarse –reflejo de la ancha llaga que en origen quedaba entre las piedras-, conjugándose rítmicamente en el resultado final espacios vacíos y llenos. A medio

Figura 11 - Castillo de Moura (Portugal) 132

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47  En origen existieron dos ermitas separadas por unos cien metros: la que aquí tratamos es la de San Pedro; de la de San Mamés, nos dice Alfonso Jiménez que fue transformada en casa de labor; a la primera hoy se la conoce popularmente por esta segunda advocación. JIMÉNEZ, A. (1981): «Arquitectura mudéjar y repoblación: el modelo onubense». En Actas del I Simposio Internacional de Mudejarismo, 15-17 de septiembre de 1975, Madrid-Teruel, CSIC, Diputación Provincial de Teruel, 244. Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014

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camino entre ambos extremos, aunque mucho más tardíos (finales del siglo XV) están los revestimientos de la iglesia de Santa Olalla en Puebla de la Reina (Badajoz), donde circunferencias esgrafiadas a un tendido adornan cajas de mampostería entre rafas y verdugadas de ladrillo; aquí los anillos fueron trazados a tresbolillo, son tangentes y fueron dibujados con compás. Esa correspondencia entre el esgrafiado y la mampostería es perceptible a otro nivel. Por mucho que pueda sorprendernos, algunas fábricas pobres se revocaron enteramente y se fingieron con esgrafiado, no buenos y bien trazados sillares, sino humildes mampuestos. Así se ornamentó la Torre de Santa María en Badajoz48 –vestigio de la primitiva catedral-, algunas zonas de la muralla de esta ciudad y de sus antiguas casas consistoriales, así como varias fachadas del Palacio de los Condes de la Roca. En estos edificios convive el llagueado con el esgrafiado a un tendido simulando piedras y encintados. Su sencillez y cierta tosquedad no han de ser motivo para infravalorar la mano de obra que los llevó a cabo, ya que era capaz de enfrentarse a realizaciones más ambiciosas. En ese palacio se han hecho muy populares últimamente algunas figuras que creo recientes, muy restauradas o completamente restituidas: un dragón devorando a un hombre y un cangrejo; no es un hecho excepcional y menos aún en tierras pacenses. La amplia restitución del esgrafiado y del encintado que cubrían la llamada «Torre abarlongada», ha respetado algunas zonas originales entre las que destaca la representación de un castillo al interior de un medallón polilobulado. El revestimiento que todavía puede verse con cierto esfuerzo sobre el castillo de Feria, complementa la imitación esgrafiada de los mampuestos con una cenefa vegetal, inspirada en la ornamentación manuelina portuguesa. Sus ramas arbóreas se cruzan rítmicamente formando entrelazos que dejan espacios fusiformes para albergar una hoja de higuera, símbolo heráldico de los Suárez de Figueroa; junto a ella figuran también las armas que pertenecieron a los clanes con los que entroncaron los primeros condes: un lobo de los Osorio, el alón armado de los Manuel y una estrella de ocho puntas de los Rojas (fig. 12)49. Por último, tenemos que mencionar la simulación de sillería a través del esgrafiado a un tendido. Algunos restos dispersos al exterior de la iglesia prerrománica ovetense de San Julián de los Prados (en sus fachadas norte y este) sugieren que se hubiera empleando este procedimiento con tal fin en el primer tercio del siglo IX, complementando su efecto con pintura ocre y roja; ambos colores –a juicio de Etelvina Fernández González y Fernando Galván Freile- se habrían utilizado con 48  En diciembre del año pasado se ha picado buena parte de este esgrafiado por riesgo de desprendimiento. 49  COOPER, E.(1991): Castillos Señoriales en la Corona de Castilla, 1, Salamanca, Junta de Castilla y León, 240.

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Figura 12 - Castillo de Feria (Badajoz)

anterioridad en la mencionada basílica de Marialba de la Ribera50, suponiendo por ello que se trata de una tradición muy antigua y arraigada. Esta conclusión se contradice con la hipótesis lanzada por Helmut Schlunk, quien consideraba que este revestimiento, junto con las celosías de estuco del mismo templo, fueron aportaciones foráneas51. En cualquier caso, si estos autores están en lo cierto, se trataría de una evidencia anterior incluso a los ejemplos califales. Los sillares fingidos con esgrafiado vuelven a aparecer sobre el alminar de Marrakech, pero va a ser a finales del XV cuando se prodigan en edificios segovianos como la Casa de Aguilar o la llamada «Casa de los Peces», para guarnecer ventanas o simular cadenas en las esquinas, así 50  FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, E., GALVÁN FREILE, F.(2008): «Pintando arquitecturas/arquitecturas pintadas: las construcciones figuradas en el Códice Albeldense», De Arte, 7, 57 y lám. 4. SCHLUNK, H.; BERENGUER, M.(1957): La pintura mural asturiana de los siglos IX y X, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 103-105. PURAS HIGUERAS, Mª.J.(1996-1997): Estudio y proyecto de conservación de las pinturas murales de San Julián de los Prados, Oviedo, I, 31 y III, 368. ARIAS PÁRAMO, L.(1999): La pintura mural prerrománica en el reino de Asturias (siglos IX y X), Oviedo, Cervantes, 41. 51  En el caso de las celosías de estuco afirma que esta técnica «era propia del Oriente del Imperio y que se empleó poco después del año 800 en las grandes basílicas romanas». SCHLUNK, H.; BERENGUER, M.: op. cit., 103. Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014

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tendidos, quedó configurada en sendos planos. Se creó así un efecto deliberado de suave transición desde los muros desornamentados de la cerca hacia la muy decorada entrada, focalizándola como elemento representativo y altamente simbólico; no en vano estos espacios han sido utilizados como lugar de audiencias o punto de partida de cortejos y desfiles. Patrice Cressier ha llamado la atención sobre la presencia de falsos aparejos en obras posteriores meriníes (Šalla) y nazaríes, aplicados precisamente a puertas de murallas52 .

Figura 13 - Encintado de la Bab Rouah en Rabat

como en iglesias de la provincia de Badajoz, rellenando cajas de mampostería o cubriendo por entero los muros (Santa Olalla en Puebla de la Reina y Nuestra Señora de Gracia en Palomas). El encintado realzado y el esgrafiado a dos tendidos La vía que desde el encintado en realce condujo al esgrafiado necesitó de un cambio de concepto, cuya motivación fue enteramente ornamental, puesto que suponía un encarecimiento de la obra. Bab Rouah o «Puerta de los Vientos», perteneciente al cordón de murallas almohades de Rabat, es una de sus más antiguas evidencias (fig. 13). Terminada en 1197, utilizó como aparejo la piedra, reservando la de mejor talla a la entrada, donde se superpusieron distintos tipos de arcos bajo alfiz, todo ello sembrado de decoración epigráfica, vegetal y geométrica de muy poco relieve, salvo las dos potentes veneras que se ubican sobre las albanegas. A ambos lados de la puerta avanzan sendos torreones construidos con sillarejo en las esquinas y mampostería en el resto. La apariencia de esta fábrica se mejoró y unificó incorporando un llagueado más o menos homogéneo que se ajustó en sus dimensiones a las piedras más regulares de los ángulos. Pero lo que más nos interesa es que en diversos puntos el encintado se apartó de la juntura de las piedras, irrumpiendo directamente sobre su superficie para formar entrelazos; esta decoración, como en el esgrafiado a dos 136

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La simulación de fábrica de sillería En Portugal, y en menor medida en España, son varias las cercas de ciudades o los muros de castillos construidos en mampostería cuyo encintado adoptó formas tendentes al cuadrado y al rectángulo. La inercia se observa, de una forma un tanto desmañada, en el castillo de Leiria, donde sobre un grueso llagueado se recortaron estas formas para dejar ver las superficies pétreas. Sin embargo, la enorme disparidad de las mismas determinó que los rectángulos convivieran con trapecios, triángulos, pentágonos, formas redondeadas y otros polígonos irregulares de múltiples lados, alejándose de la intención que perseguirá este sistema y que necesariamente ha de ser la simulación de un muro integrado por sillares. Anárquica es igualmente la aparición de este tipo especial de llagueado en la parte intermedia del llamado muro Alafia en el conjunto fortificado de Xivert (Castellón): junto a amplias zonas e hiladas sueltas en las que se tiende a cuadrangular la silueta de los encintados, aparecen otros envitolados que se ajustan a la irregularidad de los mampuestos. Se configura así una «faja» que debe obedecer a una segunda campaña en la construcción de este muro, ejecutada sobre una primera fase de nivelación, integrada por ripio y pequeñas piedras. Una tercera etapa constructiva corresponde a un muro sobre el que se simuló con esgrafiado un aparejo isódomo ciclópeo. De todo ello se deriva una pared sin homogeneidad, de mal y confuso aspecto, en el que la lógica constructiva falla, puesto que los grandes sillares fingidos se suponen soportados por menudos bloques y mampuestos. En las murallas de Vila Viçosa (fig. 14) y Serpa se dio un paso importante: las hiladas se organizaron y sus componentes se transformaron en cuadriláteros dibujados y recortados a mano alzada que dejan ver la piedra al interior. La anchura de los encintados es enorme, minimizando la superficie pétrea que enmarcan. Sin llegar a 52  CRESSIER, P.(2005): «Les portes monumentales urbaines almohades: symboles et fonctions». En CRESSIER, P., FIERRO, M., MOLINA, L. (ed.): Los almohades: problemas y perspectivas, Estudios Árabes e Islámicos: m. 11, v. 1, Madrid, CSIC, 170-171. Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014

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Figura 14 - Encintado formando rectángulos en el castillo de Vila Viçosa (Portugal)

estos extremos, un tramo de la muralla de la alcazaba de Almería, reforzado en época de los Reyes Católicos con sillarejo, trata de regularizar su aspecto recurriendo también a un ancho llagueado53. La muralla y el castillo de Moura perfeccionan el sistema, homogeneizando sus muros retundidos con el empleo de reglas que igualan las anchuras de llagas y tendeles, como se hará comúnmente en el esgrafiado. Una solución similar al encintado en realce se llevó a cabo sobre muros de tapia, cuyo origen, en opinión de Ascensión Ferrer Morales, quizá pueda ser prerromano54. El término «tapial» designa coloquialmente a una pared de tierra compactada, aunque en puridad –según defendía Leopoldo Torres Balbás y recientemente varios autores55 - debe aplicarse al molde con que se fabrica, siendo la «tapia» el muro así construido, pudiendo emplearse en su confección, además de tierra, también argamasa, 53  GURRIARÁN, P.; MÁRQUEZ, S.(2009): Aparejos constructivos de la Alcazaba de Almería, lectura, análisis, interpretaciones. En SUÁREZ MÁRQUEZ, A. (coord..): Construir en Al-Andalus, Monografías del Conjunto Monumental de la Alcazaba, 2, Almería, Junta de Andalucía, 251 y lám. 11. 54  FERRER MORALES, A. (1996): «Decoración de muros en castillos califales de Andalucía Oriental», Atrio nº 8-9, 3. 55  GURRIARÁN DAZA, P., SÁEZ RODRÍGUEZ, A.J.(2002): «Tapial o fábricas encofradas en recintos urbanos andalusíes». En TORREMOCHA SILVA, A., MARTÍNEZ ENAMORADO, V. (coords.): Actas del II Congreso Internacional La ciudad en al-Andalus y el Magreb (Algeciras), Granada, El Legado Andalusí, 563. 138

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hormigón, etc.56 . Este encofrado es del tipo denominado «deslizante», caracterizado porque puede desmontarse y reutilizarse en la confección del muro, que quedará así configurado por la unión de segmentos con unas dimensiones constantes. Las tapias que nos interesan corresponden a las que usan básicamente una mezcla de tierra arcillosa (a la que se pueden añadir cantos, cascotes, etc.) y mortero de cal y arena, en unión de aquellas otras que emplean hormigón de cal, arena y grava, denominadas «de calicanto». Estos muros tienen el inconveniente de su debilidad ante los agentes atmosféricos, de ahí que se haya recurrido a protegerlos mediante revocos57 que se aplicaban posteriormente o a través de un ingenioso sistema, el «tapial calicostrado», «calicastrado» o «acerado»58, que permitía construir el revestimiento a la vez que la propia pared. Para ello, en cada capa o «tongada» que iba a realizarse, antes de depositar el mortero de arcilla, se lanzaban paletadas de argamasa de cal y arena contra los tablones de la horma hasta configurar unas cuñas que entraban y se iban adelgazando hacia el interior del muro; se conformaba así una especie de cama en la que se vertía el barro. Un apisonado posterior favorecía que la mayor parte de cal y agua exudara hacia la cara externa de la tapia, aumentando su resistencia. Un fenómeno similar se producía en la tapia de calicanto, en cuyo proceso el hormigón se vaciaba igualmente en el molde, incorporándose allí piedras de diferentes tamaños; la presión de los elementos pétreos contribuía al flujo de la cal líquida hacia las paredes. La diferencia entre las tapias revocadas y aquellas otras que han recibido su enlucido en el encofrado es fácilmente observable dado que en estas últimas ha quedado la impronta de la tablazón a través de bandas horizontales. Empleando cualquiera de estas opciones quedaba configurado el revestimiento de las tapias con una primera capa que era complementada con nuevas adiciones de mortero para ocultar las oquedades producidas al retirar o serrar ciertos elementos del encofrado59, los mechinales en los que se había apoyado el andamio, así como los 56  ALGORRI GARCÍA, E., VÁZQUEZ ESPÍ, M. (1996): «Enmienda a dos de los errores más comunes sobre el tapial». En DE LAS CASAS GÓMEZ, A. (coord.), Actas del Primer Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Madrid, 19-21 de septiembre 1996, Ministerio de Fomento, Centro de Estudios y Experimentación Obras Públicas, CEDEX, 19-24. ESPINAR MORENO, M. (2000): «Materiales y sistemas constructivos en la provincia de Granada en los siglos XV y XVI», Gazeta de Antropología, 16, art. 20, s.p. SOLER ESTRELA, A.(2009): «La técnica del tapial en las fortificaciones y despoblados de Sharq al-Andalus. Un estudio arquitectónico constructivo», Actas del Sexto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Valencia, 21-24 octubre 2009, Madrid, Instituto Juan de Herrera, 1362 y ss. 57  GURRIARÁN DAZA, P., SÁEZ RODRÍGUEZ, A.J. (2002): «Tapial o …», op. cit., 571 y ss. 58  GRACIANI GARCÍA, A., TABALES RODRÍGUEZ, M. Á. (2008): «El tapial en el área sevillana. Avance cronotipológico estructural», Arqueología de la arquitectura, 5, 22. 59  Son las denominadas «agujas» o «cárceles», elementos que madera que arriostraban el molde por la parte inferior. Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014

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empalmes entre cada etapa, enrasándose todo ello. Sobre estas zonas -por lógica alineadas horizontalmente y con un cierto ritmo en sus empalmes verticales- se aplicaba a llana o con una paleta una segunda capa de mortero, de un color por lo general muy blanco, rico en cal y con un árido muy fino. Tras repretar y enlucir el mortero, una vez que había adquirido un grado suficiente de consistencia, se procedía entonces a marcar una faja regular que, en los ejemplos más sencillos, definía solamente líneas horizontales paralelas (Cáceres, Alcácer do Sal o Sevilla). Más abundantes son las que se complementan con líneas verticales, simulando despieces de grandes sillares, correspondiéndose sus dimensiones con las del tapial: entre 75 y 90 cm. de altura por una longitud que no parece atenerse a ninguna norma, fluctuando entre los 200 y 250 cm.60; puede aparecer también una línea diagonal al interior de algunos sillares, respondiendo al hecho de que los empalmes entre distintas fases de la construcción podían ofrecer un plano inclinado61. En cualquier caso, tras marcar las diversas líneas, se procedía a realizar un corte a bisel y a retirar aquella parte de mortero sobrante, descubriendo la capa inicial. El relieve de las cintas puede ir desde unos milímetros hasta los dos o tres centímetros, con una anchura de entre siete y doce centímetros62 . Estamos por tanto ante un claro ejemplo de esgrafiado a dos tendidos; curiosamente, a pesar de la legión de arquitectos, arqueólogos, restauradores e historiadores que han estudiado estas fábricas, nunca hasta ahora se había asociado con ellas nuestro procedimiento en una publicación. El cometido inicial de estos esgrafiados fue proteger al muro que revestían, pero el cuidado y pulcritud con que están realizados, a pesar de emplear en sus inicios tan básicas formas, ha hecho pensar en otras funciones. Una hipótesis especula con su posible utilidad poliorcética, al dotar a castillos, alcazabas y murallas de una superficie plana que hacía más difícil la escalada63; de esa naturaleza pudo ser la idea de fingir sobre estos muros una poderosa sillería ciclópea, por más que los muros de tapia eran admirados por su buena resistencia en los asaltos a fortalezas y ciudades. Aún así, Pavón Maldonado considera que su apariencia consiguió traicionar al ojo de algunos viajeros, dejando constancia por escrito del engaño del que fueron víctimas; 60  V.V.A.A, (1996): «El falso despiece de sillería en las fortificaciones de tapial de época almohade en Al-Andalus», Estudios de Historia y Arqueología Medievales, XI, 245-246. 61  MÁRQUEZ BUENO, S.; GURRIARÁN DAZA, P. (2008), «Recursos formales y constructivos de la arquitectura militar almohade de al-Andalus», Arqueología de la Arquitectura, 5, 118. GRACIANI GARCÍA, A. (2009): «Fábricas islámicas del mirador almohade de la muralla de Marchena (Sevilla). Tramos de la Alcazaba y el Parque», Laboratorio de Arte, 21, 33. DAZA GURRIARÁN, P., SÁEZ RODRÍGUEZ, A.J. (2002): «Tapial o…», op. cit., 574. 62  MÁRQUEZ BUENO, S., GURRIARÁN DAZA, P.(2008): «Recursos formales…», op. cit., 117. 63  MALPICA CUELLO, A. (1996): «Las técnicas constructivas…», op. cit., 304 y 311. GÓMEZ, R. (2001): Los constructores de la España medieval, 2ª ed., Sevilla, Universidad de Sevilla, 48. 140

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al-Himyari dice de Salobreña (Granada) que su alcazaba cuenta con muros de piedra y lo mismo ocurre con otros escritos referidos a la ciudad de Guadalajara en el siglo X y a Guadix (Granada)64 . La cuestión estética no debió de ser ajena a estas obras, a juzgar por las evidencias que constataremos más adelante, pero su ubicación no ayuda a posicionarse sobre ello, dado que es posible hallarlos tanto al interior como al exterior de algunas tapias (Cáceres, Játiva), únicamente al exterior (quizá, como apuntan Samuel Márquez Bueno y Pedro Gurriarán Daza, por haberse perdido la costra decorativa interna) o sólo al interior (Chella meriní de Rabat)65. Por último, para Rafael Azuar Ruiz y otros autores, la «amplia dispersión geográfica por todo el territorio de al-Andalus, así como la coincidencia en la cronología de la mayoría […] plantea la posibilidad de hallarnos ante el posible fósil director de un programa estructural de fortificaciones urbanas y rurales desarrollado por el estado almohade a finales del siglo XII»66; en otras palabras, se trataría de un aparejo y una decoración característicos de esta dinastía africana, siendo por tanto un elemento propagandístico del poder y la fuerza de «los Unitarios». Casi sin querer, hemos entrado así en la cuestión cronológica que atañe a estos aparejos, que incluyen también labores incisas o pintadas, en menor cantidad. Manuel Gómez Moreno, Torres Balbás67, Pavón Maldonado68 o Antonio Almagro Gorbea69 ven sus inicios en las obras califales de los castillos de Baños de la Encina, Calatrava la Vieja y el Vacar (fig. 15), entre otros, continuando después por esta misma senda Ferrer Morales, Amador Ruibal, Manuel Retuerce70 (estos dos últimos retrotrayendo su cronología a la etapa emiral) o Virgilio Martínez Enamorado (quien se ha centrado en el castillo de Álora, en la provincia de Málaga71). Henri Terrasse 64  PAVÓN MALDONADO, B. (1993): Ciudades y fortalezas lusomusulmanas. Crónicas de viajes por el sur de Portugal, Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional, 15-16. PAVÓN MALDONADO, B. (2002): Murallas de tapial…, op. cit., s.p. 65  MÁRQUEZ BUENO, S.; GURRIARÁN DAZA, P.(2008): «Recursos formales…», op. cit., 118. 66  V.V.A.A (1996): «El falso despiece de sillería…», op. cit., 245. 67  TORRES BALBÁS, L. (1957): «Arte Hispanomusulmán hasta la caída del califato de Córdoba». En MENÉNDEZ PIDAL, R. (dir.): Historia de España, vol. V, Madrid, Espasa-Calpe, 647. 68  PAVÓN MALDONADO, B.(2005), Tratado de arquitectura…, op. cit., III, 615. 69  ALMAGRO GORBEA, A. (1991): «La Torre de Romilla. Una torre nazarí en la vega de Granada», Al-Qantara, vol. XII, fasc. 1, 242-243. ALMAGRO GORBEA, A., ORIHUELA, A., VÍLCHEZ, C.(1992): «La Puerta de Elvira en Granada y su reciente restauración», Al-Qantara, vol. XIII, fasc. 2, Madrid, 522. 70  RUIBAL, A.(1984): Calatrava la Vieja, Estudio de una fortaleza medieval, Ciudad Real, Instituto de Estudios Manchegos, 136-139. RETUERCE, M.; ZOZAYA, J.(1992): «Un sistema defensivo hidráulico autosuficiente. Calatrava la Vieja», en Actas del III Congreso de Arquitectura Medieval Española (Oviedo, 1989), Tomo II, Oviedo, 354. Apud DAZA GURRIARÁN, P., SÁEZ RODRÍGUEZ, A.J. (2002): «Tapial o fábricas…», op. cit., 593-594. 71  MARTÍNEZ ENAMORADO, V. (1998): «Una dar al-da wà de los omeyas en las inmediaciones de Bobastro: El castillo de Alora (Málaga)», Actas del I Congreso de Castellología Ibérica, 17-17 septiembre 1994, Diputación

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Figura 15 - Sillares fingidos sobre el castillo de El Vacar (Córdoba)

consideraba a este tipo de simulaciones como propia del siglo X, aunque después fuera retomada ampliamente por lo almohade72 . Juan Eslava Galán o André Bazzana han señalado una autoría almorávide para algunos ejemplares73. Sin embargo, otro nutrido sector de la bibliografía, ejemplificada a través de los trabajos publicados por Azuar Ruiz –en ocasiones acompañado por un equipo en el que figuran José L. Menéndez, Francisco J. Lozano y Mª Teresa Llopis–, Ricardo Córdoba de la Llave, Márquez Bueno o Gurriarán Daza, entre otros, considera que estos revestimientos pertenecen al periodo de dominación almohade, por más que la utilización del tapial

Provincial de Palencia, 465. Joaquín López Baldán retrasa la simulación de sillares de este castillo hasta el periodo nazarí, lo que da idea de la disparidad de opiniones que existen a este respecto. LÓPEZ BALDÁN, J. (2008): Recuperación del castillo de Álora y su entorno. Proyecto básico y de ejecución de consolidación y restauración de elementos puntuales en el castillo de Álora. Informe arqueológico y fotográfico», Málaga, en www.diariolatorre.es 72  TERRASSE, H.(1954): «Les forteresses de l’Espagne musulmane», Boletín de la Real Academia de la Historia, CXXXIV, 463. 73  ESLAVA GALÁN, J. (1988): «Las defensas almorávides de Jaén», Boletín del Instituto de Estudios Jienenses, nº133, 29. Otros estudios de este autor en los que hace referencia a las fábricas de que tratamos son «Materiales y técnicas constructivas en la fortificación bajomedieval», «Fortificaciones de tapial en Al-Andalus y Al-Magreb», «Los castillos de la Sierra del Segura». BAZZANA, A.(1992): Maisons d’Al-Andalus. Habitat médiéval et structures du peuplement dans l’Espagne orientale», Collection de la casa de Velázquez nº 37, vol. 1, Madrid, Casa de Velázquez, 98 y ss.

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esté suficientemente constatada en obras civiles y militares desde el periodo emiral; los dos últimos dejan abierta la duda de si las obras consideradas emirales o califales hayan podido responder a un recurso local, no generalizado74. Por último, otros investigadores hacen continuar este sistema hasta el periodo nazarí75. Con todo y ello, el momento de mayor auge de estas fábricas se corresponde con el periodo de las dinastías africanas, especialmente con el del dominio almohade, afectando no sólo a Andalucía, Extremadura y Portugal (fig. 16), sino también a Levante y el Magreb. Se adelanta así notablemente la cronología en lo que respecta a la aparición del esgrafiado en algunos lugares como Portugal, donde reiteradamente la bibliografía insiste en fijar sus inicios a finales del siglo XV76 . Azuar Ruiz ha intentado establecer los parámetros temporales de estas construcciones, «las cuales debían ser en general posteriores a 1172, horizonte cronológico de la expansión almohade, coincidiendo con la muerte de Ibn Mardanis, y fecha ante-quem para la torres y construcciones documentadas en Sarq al-Andalus. Esta cronología supondría que estas fortificaciones o torres no pudieron levantarse en época del segundo califa almohade, el cual no llegó a conquistar al-Andalus hasta después de esta fecha. Igualmente, las plazas portuguesas sólo fueron reconquistadas por el tercer califa en la campaña de 1192 […] y por tanto, es fácil de suponer que las albarranas de Silves, Alcázar do Sal, Paderne, y de Cáceres y Badajoz, se levantaron en este momento con la intención clara del califa de reforzar las defensas de estas fortificaciones. A la cronología de reconquista de las ciudades del occidente de al-Andalus hay que añadir 74  «Es interesantes constatar como en la segunda mitad del siglo IX y con el fin de atajar o someter a los disidentes muladíes de las fronteras, el Emir Muhammad desarrolló un programa de alianzas con las familias pro-omeyas de los distritos, mediante el cual les ayudaba con medios económicos, técnicos y humanos, a fundar o refortificar ciudades, para cuya construcción se usó de forma general la técnica de la fábrica de tapial de tierra…» AZUAR RUIZ, R.(2005): «Las técnicas constructivas en la formación de Al-Andalus», Arqueología de la Arquitectura, 4, 158. Otras obras de este autor relacionadas con el tema de que tratamos con «Castellología Medieval Alicantina. Área Mericional», «Rutes d’aproximació al Patrimoni Cultural Valencià: Els Castells del Vinalopó», «Denia islámica. Arqueología y poblamiento», (et alii) «Excavaciones arqueológicas en el castillo de la Mola (Novelda, Alicante». CÓRDOBA DE LA LLAVE, R. (2004): op. cit., 123-124. La cimentación en tapia es otro dato a tener en cuenta. DAZA GURRIARÁN, P., SÁEZ RODRÍGUEZ, A.J.(2002): «Tapial o fábricas…», op. cit., 603. 75  GURRIARÁN DAZA, P., SÁEZ RODRÍGUEZ, A.J.(2002): «Tapial o fábricas…», op. cit., 619-620. LÓPEZ BALDÁN, J., op. cit., 22. ALMAGRO GORBEA, A., ORIHUELA, A., VÍLCHEZ, C.(1992): op. cit., 522. 76  Uno de los últimos en reiterar tal creencia ha sido José Aguiar: «entre os mais antigos esgrafitos que ainda hoje existem, encontram-se alguns ejemplos dos finais do século XV, com influência das artes decorativas de inspiraçâo islâmica, e respectiva repercussão na estética Manuelina». AGUIAR, J. (1999): «Estudos cromáticos nas intervenções de conservação em centros históricos. Bases para a sua aplicação à realidade portuguesa, (dissertação de doutoramento apresentada à Universidade de Évora), Évora, UE-LNEC, 343. Apud SALEMA, S. (2005): As superfícies arquitectónicas de Évora. O esgrafito: contributos para a sua salvaguarda, Universidade de Évora, Maestrado em recuperação do Patrimônio Arquitectónico e Paisagístico, 42.

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Figura 16 - Sillares fingidos en la fortaleza de Paderne (Portugal)

la construcción llevada a cabo por los almohades de la fortificación de Aznalfarache en el año 1193, como ya publicó L. Torres Balbás […] en la que se documenta la presencia de esta técnica en varios paramentos de lo que queda de la cerca. Igualmente, la cronología de estas construcciones con esta decoración coincide con la establecida por M. Valor para la torre Blanca de la cerca de Sevilla […] y con la construcción de Ribat al-Fath en Marruecos […], en donde encontramos esta misma decoración, como en la medina de Fez»77. Concreta este mismo autor en otro lugar, que la datación ha de corresponder fundamentalmente al reinado de Abū Yūsuf Ya’qūb alMansūr (1184-99), siendo su límite temporal, lógicamente, la batalla de las Navas de Tolosa (1212)78. El listado de construcciones que se acogen a esta fórmula, aunque impreciso, es enorme, puesto que supera el medio centenar79; además de las mencionadas, se citan entre otras, la fortaleza de Alcalá de Chivert (Castellón), Torre Bufilla 77  AZUAR RUIZ, R.(2004): «Técnicas constructivas y fortificación almohade en al-Andalus». En VALOR PIECHOTTA, M., VILLAR IGLESIAS, J.L., RAMÍREZ DEL RÍO, J.: Los Almohades, su patrimonio arquitectónico y arqueológico en el sur de al-Andalus, Sevilla, Universidad de Sevilla, 68-69. 78  AZUAR RUIZ, R.(2005): «Aspectos simbólicos de la arquitectura militar almohade. El falso despiece de sillería y las bóvedas de arcos entrecruzados». En CRESSIER, P., FIERRO, M., MOLINA, L.: Los almohades: problemas y perspectivas, Estudios Árabes e Islámicos: monografía 11, vol. 1, Madrid, CSIC, 129. 79  Buena parte del mérito por haberlos registrado corresponde a Rafael Azuar Ruiz. 144

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(Bétera, Valencia), murallas de Bétera, Torre de Cabas (Millares, Valencia), Torre de los Borja (Canals, Valencia), parte de la muralla de Xátiva (Valencia), castillo de La Atalaya (Villena, Alicante), fortaleza de La Mola (Novelda, Alicante), castillo de Miraflores (Piedrabuena, Ciudad Real), segundo recinto de la alcazaba de Almería, castillos de Cazorla y de Iruela (Jaén), zonas de la muralla de Jaén y algunas de sus fortificaciones periféricas (Peñas de Castro), defensas de Andújar y Segura de la Sierra (Jaén), castillejo de los Guájares (Granada), alcazaba de Guadix y castillo de Orgiva (Granada), Puerta de Elvira (Granada), castillo de Murchas (Lecrín, Granada), muro principal de Gibraltar, muralla de la ciudad de Sevilla y castillo de Aznalfarache, torre albarrana de Écija (Sevilla), parte de la muralla de Córdoba, Torre del Oro en Niebla, castillo de Bentomiz (Málaga), fortalezas de Magacela, Benquerencia de la Serena y Hornachos (Badajoz), murallas de Reina (Badajoz), Moura, Tavira (Portugal), de la Rawda de los Saadíes (Marrakech) y de la Madinat Fas al-Yadida (Fez)… De ser cierta la hipótesis de Azuar Ruiz, hay una importantísima conclusión, de alcance internacional, que la investigación no ha sabido observar: la empresa de Abū Yūsuf Ya’qūb al-Mansūr (o si se prefiere, la actividad constructiva del imperio almohade) habría sido el mayor y más antiguo fenómeno de difusión del esgrafiado hasta el Renacimiento, dejando en entredicho todo lo escrito y asumido hasta ahora por la mayor parte de la bibliografía en torno a nuestra técnica. El caso particular del encintado de ladrillo El encintado sobre ladrillo ofrece en algunos ejemplares una curiosa singularidad, dado que tendió a desdibujar su silueta buscando otros efectos decorativos. El procedimiento de rejuntado es semejante en su consecución al de la piedra, aunque para una mejor trabazón entre la argamasa que se empleó en el momento de la construcción y aquella otra del recrecido, el «Manual del albañil» recomienda que previamente se rebajen «las juntas de las hiladas, extrayendo con el palustrillo el mortero hasta cierta profundidad, para rellenar después este hueco con mortero más fino ó hidráulico, recortando por igual los tendeles y llagas, á fin de que á la vista presenten el mismo ancho y hagan más regulares las hiladas, cuya operación constituye el retundido»80 . Probablemente, el pequeño tamaño de este material y su forma estandarizada, favorecedora por lógica de encintados rectangulares homogéneos, debió parecer en algunos casos monótona, buscándose alternativas que dinamizaran los muros. Muchos edificios marroquíes anulan la llaga (adosando unas testas a otras), pero dejan espacio para un grueso tendel, a veces del ancho del ladrillo, dando como re80  MARCOS Y BAUSÁ, R. (1879): Manual del albañil, 3ª ed., Madrid, Dirección y Administración, 217.

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sultado una decoración de bandas salientes -realizadas con la argamasa- y rehundidas –correspondientes a las superficies latericias-; es posible que esta forma de trabajar remita en origen a construcciones almohades. Su consecuencia para el esgrafiado son las bandas paralelas –alternando las lisas y rugosas- que decoran muchos edificios en Marruecos, en los que se emplea la técnica de un solo tendido. Dentro de lo nazarí, la casa que después ocuparía el Convento de Santa Catalina de Siena en Granada (también conocido como «de Zafra») enriqueció el aspecto de algunos de sus muros de ladrillo sustituyendo la línea vertical de las llagas por un aspa; este juego tan simple dotó a los ladrillos de una apariencia estrellada. A mayores, la superficie del encintado fue dividida en dos por una línea incisa en toda su longitud para crear efectos visuales de entrelazo, como es frecuente en los trabajos de talla en yesería y madera. Muy de lejos aquí, en Sultaniya (Irán), se construía entre 1307 y 1313-14 el mausoleo del ilkan Ulyaitu, todo un alarde constructivo pero también decorativo, en el que destacan, entre sus muchos atractivos, las fantásticas bóvedas de sus galerías, donde se mezclaron las simulaciones de ladrillo con complejos trazados geométricos, vegetales y epigráficos, todo ello realizado con algez y pintura. Para mayor artificio, se conjugó el ladrillo real –a veces coloreado a posteriori- con el fingido, recibiendo ambos un tratamiento similar: los tendeles casi quedaron anulados, mientras que las llagas dispusieron de un espacio mayor, que puede ser cuadrado o adoptar otras formas, puesto que algunos ladrillos contaron con una terminación triangular. En ese espacio se tallaron sobre yeso diferentes elementos geométricos –entre ellos un aspa- y vegetales, colocados rítmicamente. Sólo algunos tendeles pudieron recibir una especie de pequeño cordón perlado que simula anudarse. La decoración no se destacó en relieve, sino que quedó enrasada con el material cerámico, recortando sus motivos en profundidad y a dos planos. Volviendo a España, a principios del siglo XV se debió construir el claustro de un monasterio-fortaleza en el norte de la provincia de Cáceres; un siglo más tarde, la Casa de Alba transforma este cenobio en un palacio que contará con un célebre jardín manierista. El claustro pasa a ser entonces el patio del Palacio de Abadía, recibiendo una segunda altura; nuestro interés se centra en la obra primitiva, la arquería inferior, donde la rosca de los arcos y la superficie de los alfices presenta un aparejo fingido de ladrillo con la llaga blanca en resalto, combinando muy bien con la superficie enjalbegada de las albanegas. Como ha apuntado Pilar Mogollón, las llagas presentan «en los extremos forma apuntada, a modo de flecha, contribuyendo, de este modo al mayor apuntamiento de los arcos»81. 81  MOGOLLÓN CANO-CORTÉS, P.(1987): El mudéjar en Extremadura, Salamanca, Instituto Cultural 146

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En las postrimerías del siglo XV o los inicios del XVI, se ornamentó el castillo de Coca, peculiar ejemplo integrador de técnicas decorativas, entre las que no falta, en palabras de Carmen Rallo Gruss, «la ornamentación por medio de la llaga»82 . La diversidad de acabados que encontramos en este castillo estuvo favorecida por la anchura de la junta, equivaliendo la del tendel a la del ladrillo. La fórmula decorativa más simple es la de llagas y tendeles en relieve, a veces enriquecidos con una línea incisa sobre la mitad del retundido y pintada de rojo; ocasionalmente, esta línea puede dejar de describir rectángulos para dar lugar a sencillos juegos de entrelazo. Las llagas, en otros puntos, adoptan la forma de aspa, pudiendo ser sus lados rectos o, más frecuentemente, curvos (cuando los ladrillos se colocan en vertical, la terminación curva sólo afecta al extremo superior); en estos casos, otra línea incisa bordea por fuera cada ladrillo. En varios puntos –sobre todo en las escaragüitas- el protagonismo se concede al tendel, que sobresale del muro formando bandas horizontales, mientas que la llaga queda rehundida. Cuando los ladrillos adoptan otras disposiciones, el encintado se acomoda a ellas, caso de las garitas en las que se conforma un esquema de líneas en espina-pez; algunos de estos tendeles en relieve pueden adornarse con líneas incisas oblicuas, sencillas o dobles, que van cambiando de dirección. Por último, en el arco de entrada al recinto exterior, las llagas incorporan, como en el claustro de Abadía, la forma triangular, quedando los tendeles rectos; la particularidad de Coca es que estas formas en flecha alternan de dirección en cada hilera, apuntando unas hacia abajo y otras hacia arriba (fig. 17). Los diseños circulares Otra derivación del retundido en relieve, desarrollada a lo largo del siglo XV, lo lleva hacia formas cada vez más cercanas a la circunferencia, al ir redondeando las siluetas de los mampuestos; sin embargo, una sensibilidad abierta a lo decorativo conducirá al encintado a prescindir de la servidumbre que le imponía sujetarse a las juntas. Ya desde sus primeras evidencias segovianas, el Torreón de Lozoya83 y una segunda intervención en el Alcázar, está clara la intención de ordenar el conjunto alineando las circunferencias en horizontal y en vertical, reforzándose este ritmo con el adorno de escoria; ahora este aditamento se destina específicamente para marcar los «El Brocense», Universidad de Extremadura, 113-114. 82  RALLO GRUSS, C., op. cit., 25. 83  El Torreón de Lozoya es un edificio de cronología discutida. Teresa Pérez Higuera lo sitúa a comienzos del siglo XIV (PÉREZ HIGUERA, Mª. T.(1993): Arquitectura mudéjar en Castilla y León, Valladolid, Junta de Castilla y León, 115); también es partidario de este siglo Rafael López Guzmán (LÓPEZ GUZMÁN, R.(2005): Arquitectura mudéjar. Del sincretismo medieval a las alternativas hispanoamericanas, 2ª ed., Madrid, Cátedra, 183). La mayor parte de la bibliografía lo sitúa en el XV.

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Figura 17 - Arco de entrada al recinto exterior del castillo de Coca. Detalle de su retundido.

Figura 18 - Muro del Alcázar de Segovia.

encuentros entre las células ornamentales, quedando por ello igualmente ordenadas. Algunas circunferencias van a encajar con la llaga, quedando la piedra vista al interior, pero irremediablemente, algunos de los anillos que las rodean tienen que invadir las superficies pétreas, dejando a la junta expuesta. Ello debió plantear la cuestión de cómo favorecer el aspecto decorativo del muro sin que supusiera una merma para su protección y conservación. El propósito ornamental es irrebatible en los fragmentos que se conservan en el Alcázar, puesto que esta nueva decoración tuvo la precaución de mantener el llagueado en realce que se había hecho con anterioridad, e incluso cubrió algunas piedras con mortero; resuelto así el problema técnico, pudo acometerse sin más complicaciones la labor ornamental aunque, lógicamente, el efecto de conjunto quedó un tanto confuso, agravado al haber sido trazadas las circunferencias a mano alzada (fig. 18). El Torreón de Lozoya solucionó mejor el conflicto «protección» versus «decoración». En sus muros más resguardados (fig. 19) puede observarse como el mortero, antes de crecer en altura para configurar las circunferencias, fue precedido por un revoco que llegó a ocultar de forma casi sistemática la mayor parte de las superficies pétreas con un acabado bastante basto, realizado con movimientos de paleta, cuya huella ha quedado en varios lugares. En claro contraste con esta desmañada base (seguramente intencionada para favorecer la traba entre las dos capas), las superficies de

las circunferencias que se esgrafiaron encima fueron dotadas de un cuidadoso pulimentado, procedimiento que va a mantenerse en los ejemplares segovianos a lo largo del siglo XV, tal vez una lejana supervivencia de las expolitiones o pulimentados que se aplicaban sobre las pinturas romanas84. La fachada principal, muy degradada por los agentes atmosféricos, no deja observar todas estas sutilezas, pero a cambio permite advertir que los motivos circulares, aunque se desliguen de las llagas, tratan de adaptar sus diámetros a la altura o «galga» de los mampuestos. El lado negativo de tal dependencia salta a la vista en el resultado final, puesto que entran en colisión los diferentes tamaños de los aros –de nuevo trazados a ojo- con la intención de someterlos a una disposición regularizada. Algo parecido ocurrió en la fachada principal del recinto interior del castillo de Pedraza; allí los anillos irregulares, de tamaños dispares, tienden a disponerse a tresbolillo como consecuencia de su sometimiento a la lógica constructiva del muro, un hecho –como decimos- bastante raro en las latitudes segovianas. Sin embargo, en una porción de muro, fronteriza con la torre del homenaje, se esgrafiaron sobre dos capas de revoco circunferencias de radios

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84  V.V.A.A.(2000): «Estudio de materiales y técnica de ejecución de los restos de pintura mural romana hallados en una excavación arqueológica en Guadix (Granada)», Espacio, tiempo y forma, Serie 1, Prehistoria y Arqueología, t. 13, 277. Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014

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Figura 19 - Muro del Torreón de Lozoya

Figura 20 - Esgrafiado en el castillo de Cuéllar

más aproximados, alineadas y superpuestas, que contaron con trozos de escorias en sus tangencias. Unas líneas verticales incisas, más o menos paralelas, guiaron la fase previa de dibujo. Un paso importante en la perfección del sistema de circunferencias se dio en la torre del homenaje del castillo de Arcos del Jalón (Soria). Para sus muros se empleó la mampostería organizada en cajas separadas por verdugadas de ladrillo y flanqueadas por bloques de sillería en las esquinas. El decorador hizo uso del compás para el trazado de las circunferencias, buscando en su disposición una cierta correspondencia con el tamaño y ubicación de las piedras. La disparidad de éstas redundó en un efecto de desorden, habiéndose empleado tantos radios diferentes que muchos anillos no llegan a tocarse, ocupándose los espacios vacíos con líneas rectas o formas almendradas. Avance igualmente destacado supone la aparición en este castillo de los escudos esgrafiados que pertenecieron a las familias de los Albornoz y de los Luna; se dispusieron éstos al interior de estrellas de ocho puntas que fueron dibujadas in situ con ayuda de regla y compás. Otra alternativa se explayó sobre la gran fachada sur del castillo de Cuéllar. Antes de dibujar y esgrafiar las circunferencias, allí se revocó completamente el muro, configurando una base continua que no dejaba ver su fábrica; es por ello que hablamos aquí ya, con toda propiedad, de un esgrafiado a dos tendidos. Libre de los

condicionantes que imponían el tamaño y la disposición de los mampuestos, el esgrafiador podía haber alcanzado sin ningún problema la supuestamente «canónica» ordenación de ruedas del mismo tamaño en hiladas superpuestas, pero no fue así (fig. 20). Las circunferencias fueron trazadas a compás con el mismo radio, pero no fueron sometidas intencionadamente a ordenación alguna y sus puntos de tangencia se establecieron sobre la marcha, en función del hueco disponible, incorporando en ellas el adorno de escoria. Al existir muchos puntos de contacto entre los anillos, las escorias se multiplicaron y no pudieron quedar alineadas. El efecto de caos que el conjunto produce se ha acrecentado modernamente tras haberse rehecho parte de la decoración85 con una rigurosa ordenación a tresbolillo, nada segoviana. El Marqués de Lozoya consideraba que el paso hacia la ordenación definitiva de circunferencias de igual diámetro, tangentes y superpuestas se dio en el Alcázar86;

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85  Tal vez a finales de los años setenta del pasado siglo, con la reconversión del edificio en un centro se enseñanza. 86  «Su origen lo vemos, como el señor Lampérez, en el resalto de yeso que marca las junturas de las piedras en las obras de mampostería o sillarejo. Así se ve en ciertos antiguos muros del Alcázar, de la Casa de Segovia y Torre de Hércules, el gusto mudéjar, por el ornato a base de repetición de un motivo, se apoderó del procedimiento, sujetándolo ya a un dibujo simétrico, pero de círculos tangentes, que en el siglo XIV todavía se adaptan algo a la disposición de las piedras, recordando su origen, como aparece en la torre de Lozoya, y que en el siglo XV se hacen completamente independientes de ella, como en el Alcázar». LOZOYA, JUAN DE CONTRERAS Y LÓPEZ DE

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la ampliación de fotografías antiguas demuestra que toda la torre de Juan II estuvo adornada por circunferencias irregulares, en tanto que el resto de los muros contaba con círculos de igual tamaño y disposición rítmica, sin que sepamos el momento de esta tercera campaña de revestimiento, si es que no hubo más. El aspecto unificado que hoy ofrecen las fachadas del Alcázar responde intervenciones recientes en las que se ha utilizado una plantilla, en claro contraste con la documentación gráfica. Seduce pensar que la segunda fase que hemos descrito se llevara a cabo dentro del programa de «refortificación» del edificio en la segunda mitad del siglo XV, consecuencia de su protagonismo en la turbulenta historia de Castilla en aquellos años. A pesar de que el nombre popular de la mencionada torre y algún que otro autor atribuyen a Juan II su construcción, María López se inclina –ante la ausencia de evidencias documentales- por adjudicarle al entonces príncipe don Enrique la transformación de la misma dentro de un programa de intervenciones en el Alcázar. El futuro Enrique IV debió empezar a acometerlas tras recibir de su padre el señorío de la ciudad en 1440, pero en lo concerniente a sus defensas debió ser la guerra civil contra su hermanastro Alfonso el verdadero leitmotiv que llevó a la reconstrucción de las torres, el ahondamiento del foso y la metamorfosis de la torre de Juan II o torre de Naciente87. Tal vez el esgrafiado cumpliera entonces el cometido de dar un aspecto unitario a las fachadas, disimulando bajo él las sucesivas empresas constructivas, y no debe descartarse que el uso del esgrafiado al exterior de una de las fortalezas más prestigiosas de la monarquía castellana fuera el desencadenante de que edificios castrenses de la nobleza, como los que estamos citando, lo adoptaran en su aspecto externo. La falta de restos originales en el Alcázar que puedan testimoniar la llegada a la ornamentación esgrafiada de los anillos regulares, dispuestos reticularmente, se compensa con el castillo de Arroyomolinos (Madrid), una construcción de finales del siglo XV, quizás levantada por Gonzalo Chacón, secretario de los Reyes Católicos88. Deliberadamente, la decoración se ha relegado a una humilde faja que todavía rodea la base de su torre, en claro contraste con la fábrica de ladrillo visto del resto de la construcción (fig. 21). Tres hileras superpuestas de circunferencias homólogas dan fe de la culminación de este proceso e incluso de su superación. Algunos anillos externos arrancan de los límites de esta franja con forma de burbuja para después transformarse en perfectas ruedas a lo largo de la serie, dotando de dinamismo al conjunto. Por su parte, los aros, en sus encuentros, montan unos sobre otros com-

AYALA, MARQUÉS DE [1921]: op. cit., s.p. 87  LÓPEZ DÍEZ, M.(2006): Los Trastámara en Segovia. Juan Guas, maestro de obras reales, Segovia, Caja Segovia. Obra Social y Cultural, 260-261 y 273. 88  LÓPEZ GUZMÁN, R., op. cit., 183.

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Figura 21 - Cinta esgrafiada en el castillo de Arroyomolinos (Madrid)

partiendo en estos puntos la misma anchura; tal vez llegaron a simular allí efectos de entrelazo. La sucesión de circunferencias aún será capaz de derivar hacia un medallón mixtilíneo, cuadrilobulado, que incluye un escudo en su interior del que han desaparecido las señas de su linaje. El decorativismo de esta faja, situada a tan poca altura, no deja de recordar a la cenefa heráldica descrita en el castillo de Feria, también esgrafiada en su base; poco elevado se colocó igualmente uno de los escudos esgrafiados en el castillo de Arcos del Jalón. Quizá no sea mera coincidencia. Vemos igualmente los círculos ordenados y de igual tamaño sobre las albardillas piramidales que coronan los merlones de la torre del castillo de Nogales (Badajoz). El uso de la decoración esgrafiada sobre estas superficies tan expuestas a los agentes atmosféricos va a tener un gran desarrollo en Portugal, ofreciendo muy diversos patrones decorativos al exterior de cúpulas, bóvedas, pináculos, etc., que son observables en edificios góticos, renacentistas, barrocos, etc. Con anterioridad a estos ejemplos, en las defensas de Cáceres, Badajoz, Mértola, Silves, La Iruela, Bentomiz, Gibraltar o Niebla se ha constatado que merlones y pretiles se hallaban completamente enlucidos, argumentándose que pudiera ser un recurso habitual de los alarifes almohades89. 89  MÁRQUEZ BUENO, S., GURRIARÁN DAZA, P.(2003): «La muralla almohade de Cáceres: aspectos Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014

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La culminación técnica y ornamental Ya desde sus inicios, la costumbre de fingir sillares sobre muros de tapia da indicios de un afán decorativo, desligándose algunos trazados de las líneas de mechinales y demás oquedades que en teoría debían proteger. Junto a estos testimonios, van apareciendo también formas meramente decorativas sobre las tapias. En el castillo de La Mola, el encintado rectangular se complementaba al interior de un sillar con sus dos diagonales90 y en otras fortalezas estos esgrafiados incluyen o son sustituidos por decoración incisa para adornar diferentes superficies, artificio que ya está presente en la de Baños de la Encina. Cáceres cuenta en su cerca con abundantes y diversificados testimonios de las posibilidades decorativas de este sistema, aunque haya sufrido, como la de Badajoz, diversas intervenciones poco afortunadas91. En ella se singulariza la Torre de los Pozos, que ha sido estudiada por Márquez Bueno y Gurriarán Daza. El volumen troncoprismático de esta construcción muestra una base de mampostería que nivela el desigual terreno sobre el que se asienta, por encima de la cual se construyó el muro de tapia, recorrido por encintados horizontales mayoritariamente. Sin embargo, en los ángulos externos se observa que los mampuestos trepan, formando ahora cajas rectangulares que alternan en su longitud como si fueran sillares de esquina. Al interior de estas formaciones destaca un abultado encintado que deja vistas las irregulares superficies pétreas. Para complicar aún más el efecto, en los lugares inmediatos a los ángulos se simularon cadenas de sillares más pequeños. A partir de un determinado punto bastante alto, las piedras desaparecen y dejan sitio a una mampostería fingida con esgrafiado a dos tendidos; algo parecido a esta extraña mezcla de soluciones decorativas aparece en las ruinas del castillo de Montalbán (Toledo). Junto a los diseños derivados de elementos constructivos, esta torre suma otros de diversa índole. Los entrantes y salientes de las cadenas de sillares se aprovecharon para hacer surgir de ellos la que puede considerarse como primera aparición de grupos de burbujas sobre un esgrafiado, presentes también en Montalbán, pero al interior de los sillares. Del contorno redondeado de estas formas nacieron en dos ocasiones sendas estrellas de ocho puntas perfectamente regulares, que fueron construidas in situ mediante reglas. En la configuración de sus lados participa el juego visual del entrelazo (presente también en un cordón decorativo), simulando que algunas de sus partes pasan por encima de otras (fig. 22). La cronología que Márquez Bueno y Gurriarán Daza

constructivos, formales y funcionales», Arqueología y Territorio Medieval, nº 10, 1, 96-97. MÁRQUEZ BUENO, S., GURRIARÁN DAZA, P. (2008): op. cit., 118. 90  AZUAR RUIZ, R. (2005): «Aspectos …», op. cit., 124. V.V.A.A. (1996): «El falso despiece…», op. cit., 245. 91  MÁRQUEZ BUENO, S., GURRIARÁN DAZA, P. (2003): «La muralla…», op. cit., 89.

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Figura 22 - Estrella y burbujas esgrafiadas sobre la Torre de los Pozos (Cáceres)

proponen para esta torre, a finales del siglo XII, es posterior pero no muy alejada del paralelo que señalan en el castillejo de Monteagudo (Murcia), donde sobre el enlucido que cubría los tapiales se esgrafiaron sendos motivos estrellados; Julio Navarro Palazón y Pedro Jiménez Castillo, estudiosos de la fortaleza murciana, entienden que estas estrellas debieron cumplir una función profiláctica92 . También apuntan diseños similares en la fortaleza almohade de Salir, Helena Catarino y Rosa Varela Gomes93. Por nuestra parte añadiremos otra estrella más en el castillo de Montalbán. Pero quizá la mayor excelencia de la Torre de los Pozos es la presencia de una cartela con inscripción en caracteres cúficos (fig. 23). Nuestros autores recurrieron para establecer su significado a Mª Antonia Martínez Núñez; «según su criterio, […] la lectura y traducción podría ser: Allah ra[bbu-na] («Dios es nuestro Señor») o inna-hu 92  NAVARRO PALAZÓN, J.; JIMÉNEZ CASTILLO, P. (1995): «El Castillejo de Monteagudo: Qars Ibn Sad». En Casas y Palacios de Al-Andalus, Barcelona, Lunwerg, 94 y 95. NAVARRO PALAZÓN, J., JIMÉNEZ CASTILLO, P.(2011): «Materiales y técnicas constructivas en la Murcia andalusí (siglos X-XIII)», Arqueología de la Arquitectura, nº 8, 109. 93  CATARINO, H. (1994): «Os castelos de taipa do período muçulmano no sul de Portugal: o exemplo de Salir (Loulé)». Em OLIVIRA JORGE, V.M. (coord.): 1º Congresso de Arqueologia Peninsular, Porto, 12-18 de Outubro de 1993, vol. 4, 335-344; VARELA GOMES, R.(2002): Silves (Xelb), uma cidade do Gharb AL-Andalus: território e cultura, Trabalhos de Arqueologia, nº 23, Instituto Português de Arqueologia, Lisboa, 120, Apud MÁRQUEZ BUENO, S., GURRIARÁN DAZA, P. (2008): «Recursos formales…», op. cit., 119, n. 16.

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ra[bbu-na] («Ciertamente Él es nuestro Señor»)». Los textos incisos o esgrafiados aparecen en otras fábricas de este tipo: en la Torre Mocha del castillo de La Mola se empleó el grafito inciso sobre el encintado para escribir con caligrafía árabe94; también se han encontrado un buen número de inscripciones del mismo tipo, junto a otras representaciones, en la muralla del Albaicín de Granada, ya del siglo XIV95. Sin embargo, la inscripción que por el empleo del esgrafiado más se acerca a la cacereña es la de la fortaleza de Chivert (fig. 24); la responsable de su restauración, Vera Hofbauerová, enfatiza esta presencia en los siguientes términos: «Lo que realmente hace del muro de Alafia una obra excepcional dentro de la arquitectura islámica de la península es una inscripción en letra arábiga, realizada igualmente en estuco de cal tipo relieve, y colocada en la segunda hilada de la falsa sillería y que en realidad le da el nombre. Según la doctora Carmen Barceló de la universidad de Valencia la inscripción dice “al-fatih Allah”, su traducción es “El que concede la victoria es Dios” y podría datarse en el siglo XII»96 . La interpretación de este texto no parece unánime, dado que N. Elisseeff lo ha traducido como «para encontrar a Dios»97; Carmen Barceló también propone «Dios es el que ayuda»98, y André Bazzana, con un sentido votivo o profiláctico, «Que Dios nos aporte la fuerza», cuyo significado ha de entenderse en el contexto de lucha religiosa o ŷihād99. Este mismo autor menciona otra inscripción a la entrada de Castellar de Oliva, donde figuraba al interior de un cartucho, diciendo de ella que por haber sido picada resulta ilegible100 . Fuera del ámbito de la tapia, dominados los sencillos procedimientos técnicos del esgrafiado a uno y dos tendidos, sus hacedores continuaron aventurándose con otros diseños. Muy recurrentes han sido los motivos de gotas o burbujas, que durante siglos mostrarán con frecuencia en su interior la superficie de las piedras. Antonio Malpica Cuello, en el territorio nazarí, señala la presencia de estos diseños en los restos de una estructura defensiva en el castillejo de Gorafe (Granada),

Figura 23 - Encintado, simulación de mampostería y sillería, así como inscripción esgrafiada sobre la Torre de los Pozos (Cáceres)

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94  AZUAR RUIZ, R. (2005): «Aspectos simbólicos…», op. cit., 125. V.V.A.A. (1996): «El falso despiece …», op. cit., 248. 95  MARTÍN GARCÍA, M., «La construcción del tapial…», op. cit., p. 742. 96  HOFBAUEROVÁ, V. (2002): «Consolidación y restauración de muro de Alafia, conjunto fortificado de Xivert (Castellón). Proyecto y obra: 1999-2000», Quaderns Científics i Tècnics de Restauració Monumental, 13, I Biennal de la restauració monumental, L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), del 23 al 26 de noviembre del 2000, Barcelona, Diputació, 286. 97  V.V.A.A. (1996): «El falso despiece…», op. cit., 246. 98  LÓPEZ ELUM, P.(2002): Los castillos valencianos en la Edad Media (materiales y técnicas constructivas), vol II, Valencia, Generalitat Valenciana, 195. 99  BAZZANA, A.(1976): «Problèmes d’architecture militaire au Levant Espagnol: le château d’Alcalá de Chibert», en Chateau-Gaillard, Etudes de castellologie médiévale, VIII Colloque Internacional, Caen, 31. 100  BAZZANA, A. (1992): Maisons d’Al-Andalus…, op. cit., 98. Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014

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Figura 24 - Inscripción esgrafiada en la fortaleza de Chivert (Castellón)

Figura 25 - Esgrafiado con burbujas y escorias en la alcazaba de Granada

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añadiendo que aparece «en otros puntos de la zona»101; quizá se refiera con estas palabras a ciertas atalayas que así se revisten en el emirato, tales como la de Cúllar (Granada)102 o la más elaborada de todas, la de Santa Fe de Mondújar (Almería). Gurriarán Daza y Márquez Bueno constatan «esgrafiados de formas orgánicas y geométricas» en la alcazaba de Almería103. En la de Granada, las burbujas cubren cajas de mampostería, delimitadas por machones y verdugadas de ladrillo, con la particularidad de que algunas se adornan con escorias (fig. 25); Correia de Campos dijo de ellas que se trataba de «uma espécie de esgratifos, como adorno, a rodear o material de pequeño volumen de que a muralha é constituída»104. Esta forma de concentrar el esgrafiado sobre cajas de mampostería persiste en el mudéjar granadino con los mismos diseños; así los templos de San Juan Bautista en Benecid y de Ntra. Sra. de la Asunción en Bentarique, cuyas decoraciones, para Sabine Angelé y Patrice Cressier, «son en realidad de tradición castellana muy comparables a los esgrafiados de Segovia». Cressier, que no tiene en cuenta los antecedentes nazaríes de estos esgrafiados, designa como pioneras en su empleo a dos obras de época cristiana, el castillo de Vélez de Benaudalla (principios del siglo XVI) y la iglesia de Iniza (entre 1500-1568), rastreando su continuidad hasta el siglo XVIII. El conjunto de edificios por él estudiados muestra simulaciones de mampostería, así como burbujas, corazones y otras formas caprichosas, que para él constituyen una «escuela» o «tradición» local, que viene a desarrollarse en Sierra Nevada y su entorno105. Añadamos a esta lista de ejemplos primerizos en el esgrafiado mudéjar granadino, los fragmentos que decoraban una escalera en el castillo de Almuñécar, fechados por José I. Barrera Maturana a finales del siglo XV o principios del XVI106 . Las burbujas y otros motivos que en principio derivan de ellas, pero que luego no tienen más límite que la pericia o la imaginación del artífice (formas acorazonadas, almendradas, siluetas pisciformes, pájaros, árboles, personajes, objetos diversos, medias lunas, etc.) son abundantes en la arquitectura popular segoviana, apareciendo igual101  MALPICA CUELLO, A. (1996): Poblamiento y castillos en Granada, Barcelona, El Legado Andalusí-Lunwerg, 119. MALPICA CUELLO, A. (1998): «Los castillos…», op. cit., 284. 102  MALPICA CUELLO, A., Poblamiento y, op. cit., 139. 103  GURRIARÁN, P., MÁRQUEZ, S.(2009): Aparejos…, op. cit., 250. 104  CORREIA DE CAMPOS, [J. A.] (1970): Monumentos da antiguidade árabe em Portugal, Lisboa, edição do autor, 37. 105  CRESSIER, P. (1988) : «Eglises et châteaux dans l’Alpujarra a la fin du moyen âge : l’implantation d’un pouvoir», separata de las Actas del encuentro hispano-francés sobre Sierra Nevada. La historia, la tierra y el poblamiento de Sierra Nevada y su entorno organizado por la Casa de Velázquez de Madrid y la Universidad de Granada (octubre, 1988), Granada, 101 y ss. 106  BARRERA MATURANA, J. I. (2010): «Barcos, peces, estrellas y otros motivos en los muros del castillo de Almuñécar (Granada)», en Actes du XVIIe Colloque International de Glyptographie de Cracovie, du 4 au 10 juillet 2010, 34. Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014

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Del Encintado al Esgrafiado

Rafael Ruiz Alonso

mente en las provincias de Zamora107, Ávila, Soria, Guadalajara, Valladolid, Burgos, Granada, Almería o Cáceres. En Segovia cuenta con antecedentes desde el siglo XV, como vemos en el Monasterio de San Antonio el Real o en la Casa de los Picos, donde se nos ofrece en toda su versatilidad: en el patio ocupa cajas de mampostería, siendo visibles en su interior las superficies pétreas, lo mismo que ocurre al exterior de su torre (fruto seguramente de una restitución); en el zaguán, donde las gotas se presentan coloreadas en gris y silueteadas en blanco, componen enormes paños, sin que sepamos si llegaban hasta el suelo o si partían de un zócalo; por último, nuestro diseño participa de una decoración más evolucionada en la panda del patio que quedó sin porticar, donde varias gotas trazadas a mano alzada se dispusieron al interior de círculos dibujados con compás y encerrados a su vez en cuadrados adornados con cúspides. Tras el Renacimiento, las burbujas segovianas reviven de nuevo en el XVII para especializarse, fundamentalmente, en la decoración de templos y edificios religiosos: iglesia del convento de la Encarnación, ermita del Santo Cristo del Mercado, casa rectoral del Santuario de Nuestra Señora de la Fuencisla, parroquias de Santa Eulalia, San Marcos y San Martín en Segovia capital, o de Duratón y Alquité en la provincia. Como vemos, a pesar de que el esgrafiado ya estaba configurado en muchos lugares como una decoración tapizante y enmascaradora de los aparejos que le servían de soporte, la sensibilidad hacia los materiales vistos no había desaparecido, obligando a nuestra técnica a jugar a veces un papel no tan distante del encintado; la sinuosa silueta de la burbuja, trazada a mano alzada, se prestaba a bordear los mampuestos irregulares mucho mejor que las circunferencias tangentes, regulares y rígidamente ordenadas. La adaptación de la gota para este cometido no dejaba de ser una evolución del tradicional llagueado, pero la experimentación con sus posibilidades decorativas aún no había llegado a sus últimas consecuencias. Las cajas de mampostería entre verdugadas de ladrillo y rafas de este mismo material o de sillería, que en lo almohade y lo nazarí incorporaban llagueados o esgrafiados, siguen teniendo gran predicamento en lo mudéjar. Su ejemplo más perfeccionado es la segoviana torre de Arias Dávila, de mediados del XV108, donde ambas técnicas se reparten la superficie disponible: el esgrafiado cubre por completo las cajas con una flor de cuatro pétalos –y algún que otro diseño en menor medida-, en tanto el encintado bordea ladrillos y sillares, constituyendo un fantástico ejemplo de equilibrio entre lo constructivo y lo decorativo. A partir del siglo siguiente, aunque

107  VEGA BALLESTEROS, F., AGUIRRE SIERRA, S.(2011): El esgrafiado en la comarca de La Carballeda, Diputación de Zamora, Ayuntamiento de Manzanal de Arriba, 15 y ss. 108  MERINO DE CÁCERES, J.M.(2007): «El linaje de los Árias-Dávila y su arquitectura», Estudios Segovianos, nº 106, tomo XLIX, 28. 160

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se mantengan las cajas decoradas con esgrafiado, el encintado tenderá a desaparecer; el ladrillo se mostrará sin realce alguno (varias casas en Llerena, Málaga, Granada, etc.) o se fingirá con grafito inciso, esgrafiado y pintura (los mejores ejemplos son la casa de Ajimez en Zafra y el convento de San Francisco en Guadix). La entrada al recinto interior del castillo de Coca es otro ejemplo muy destacado de la interacción entre diferentes revestimientos murales, puesto que se conjugan en ella el grafito inciso, el esgrafiado, la pintura y el llagueado. La puerta propiamente dicha se abre bajo un arco carpanel, sobre el que se voltea, desde sendas molduras que avanzan sobre la fachada, otro apuntado, de considerables dimensiones, rodeado por un alfiz que se enriquece en su parte superior con una banda decorativa de ladrillo que deja hueco en el centro para un escudo. El esgrafiado decoró las albanegas y el derrame del arco apuntado hacia el muro interno. Sobre las roscas de ladrillo, mortero y grafito inciso fingieron dovelajes pétreos con complejos engatillados, empleándose igualmente para simular un despiece de sillería en el tímpano. La pintura cubrió las molduras laterales para sugerir piedra109. Pero el tratamiento más elaborado iba a corresponder al alfiz, conformado constructivamente como una moldura plana a través de un listel de ladrillo en saliente. En su lado horizontal, los ladrillos se bordearon con un rejuntado que redondea sus testas, tal y como hemos descrito anteriormente. Sin embargo, en los verticales, el diseño se transformó con un esgrafiado de hexágonos alargados y entrelazados, cuyo fondo es la propia fábrica de ladrillo, encintada únicamente en sus tendeles (fig. 26). Este esquema fue fingido con grafito inciso y pintura en las esquinas para colocar los ladrillos en vertical y conseguir así el efecto de escuadra en el ángulo. El esgrafiado sobre ladrillo visto no volverá a ponerse en manos de otro artífice con tanta valentía hasta el modernismo catalán. Sólo el edificio de servicios, levantado en el lado E. del patio o claustro del Nogal en San Antonio el Real, puede ponerse en línea con la fortaleza caucense aunque en una escala más modesta. El revestimiento del castillo de Manzanares el Real (terminado hacia 1490) es otra de las consecuencias más singulares del desarrollo del encintado y de su interacción con el esgrafiado. Al exterior, la mampostería integra la mayor parte de los muros, destinándose la piedra de labra a la llamativa galería, guarniciones de vanos, cornisas y otros elementos decorativos, de los que nos interesan especialmente las esferas o apometados de granito, dispuestos a tresbolillo sobre las torres superiores. La simbiosis preside la decoración pétrea, pudiendo encontrarse elementos de 109  En unión del grafito inciso, la pintura cubrió los muros por encima de esta puerta hasta la línea de merlones. No entramos en su descripción puesto que ha sido objeto de estudio por Carmen Rallo Gruss.

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raigambre musulmana, gótica y renacentista. La ornamentación esgrafiada mezcló también tradiciones diferentes, puesto que utilizó como base un elemento tan afín a la estética almohade como la red de rombos o «sebka», adornada con triangulaciones de lados curvos, «cúspides», que la dotan de un cierto aire gótico. Nuestro revestimiento debió cubrir, al menos, todas las partes altas, dado que los restos que se conservan en la torre del lado suroeste, demuestran que el esgrafiado fue pensado para combinarse con los apometados, de modo que las esferas ocupaban el centro de los rombos. Tanto es así que, en algunas zonas donde no se colocaron los adornos de granito, éstos fueron sustituidos por discos esgrafiados. Otra singularidad de esta fortaleza radica en los aspectos técnicos de su revestimiento. Ningún enfoscado ni revoco vino a cubrir los muros de mampostería y de hecho, la rudimentariedad de esta fábrica no quiso disimularse; antes bien, está clara la intención de que los materiales constructivos aporten sus distintas cualidades (texturas, formas y colores). La mampostería fue rejuntada con un discreto encintado sin relieve y de un color muy neutro, precisamente para no interferir con los blanquísimos losanges que se construyeron sobre ella. Pensados únicamente en función de su labor decorativa, los rombos fueron realizados con una argamasa de fino árido y rica en cal (fig. 27). Al arquitecto Juan Guas se hace responsable de esta obra, cuya decoración esgrafiada, tan novedosa, pudo llevar también -en opinión de Aurea de la Morena- al palacio del Infantado en Guadalajara, de lo que no ha quedado resto alguno110 . Otro posible esgrafiado desaparecido, integrado por losanges, pudo decorar la casa del Cordón en Burgos, cuya mampostería desnuda tan raro efecto causa en quien la observa. Una fuente interesante para conocer su aspecto original nos la brinda una pintura que describe la salida desde este palacio del cortejo fúnebre que acompañó al fallecido rey Felipe El Hermoso hacia la Cartuja de Miraflores en 1506 (Castillo de la Follie, Bélgica, colección particular). El anónimo artista (a veces identificado con Jacob van Laethem) dibujó sucintamente estas formas sobre la mansión y casas vecinas. Si no se trató de un capricho del pintor o de una poco fiel transcripción de la realidad, estaríamos ante otro testimonio de una moda seguramente impuesta por el arquitecto más importante del momento en Castilla, de la que apenas han quedado evidencias. Tantas veces se ha hablado de «esgrafiado segoviano» que quizá algún lector pueda sentirse decepcionado ante estas amplias perspectivas temporales y geográ110  DE LA MORENA BARTOLOMÉ, A.(1999): «La arquitectura en la época de los Reyes Católicos. Identidad y encrucijada de culturas», Anales de Historia del Arte, nº 9, Madrid, UCM, 60. DE LA MORENA BARTOLOMÉ, A.(1998): DE AZCÁRATE, J. Mª., Castilla-La Mancha/2, La España Gótica, Madrid, Edi-

Figura 26 - Detalle de alfiz esgrafiado en el castillo de Coca

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ciones Encuentro, 172.

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ficas. No puede sostenerse –como alguna vez se ha pretendido- que Segovia fuera pionera en su invención, pero a cambio sabemos que esta tierra fue escenario privilegiado de la experimentación con el llagueado y el esgrafiado111, situándose a la vanguardia de toda la península, ya en el ocaso de la Edad Media. En paralelo, las ciudades italianas de Florencia y Roma –las únicas que a este respecto podían medirse con Segovia en toda Europa- estaban obteniendo magníficos resultados en su investigación sobre las posibilidades decorativas de nuestro procedimiento; sin embargo, tampoco a Italia, como tantas veces se ha dicho, le corresponde ser considerada la cuna del esgrafiado.

Figura 27 - Esgrafiado del Castillo de Manzanares el Real (Madrid)

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111  En el momento de su construcción, el castillo de Manzanares el Real estaba en tierras segovianas. Estudios Segovianos. LVI. núm. 113. 2014

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