Política y Miseria

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La nueva generación de movimientos fue portadora de un conjunto de novedades respecto al movimiento sindical, entre las que destacan el arraigo territorial, el énfasis en la identidad, la cultura y la autonomía, el destacado papel de las mujeres y las familias, los emprendimientos productivos, de educación y salud, la capacidad de formar a sus propios dirigentes y el empleo de nuevos modos de acción (Zibechi, 2003a). Gracias a ese conjunto de características, algunas de las cuales los diferencian de los movimientos sociales de los países centrales, los sectores populares consiguieron crear nuevas formas de vida, tejidas con base en relaciones sociales no capitalistas, en los territorios que comenzaron a controlar. Lo cierto es que en poco tiempo tales movimientos triunfaron, en dos sentidos: - Derrotaron a los gobiernos neoliberales o impusieron una nueva relación de fuerzas en los principales países de la región. Los levantamientos callejeros masivos se sucedieron en Venezuela (1989 y 2002), Ecuador (1997, 2000 y 2005), Argentina (2001), Bolivia (2000, 2003, 2005 y 2008), Paraguay (1999 y 2002), Perú (2002), y se produjeron grandes movilizaciones en Brasil, México y Colombia, que fueron sistemáticamente encabezadas por estos nuevos actores. - Se convirtieron en los referentes político-sociales del conjunto del movimiento popular, desplazando de ese papel al sindicalismo. Hoy pocos dudan que los sin tierra, los indios, los pobres de las barriadas urbanas y otros movimientos similares, se han convertido en los actores más influyentes. Ha triunfado el movimiento social. Así lo reconocen gobiernos y academias, partidos de izquierda y de derecha, todos fijan ahora su atención en los movimientos sociales, convertidos en las nuevas estrellas del firmamento teórico y político. Con el vocablo “triunfo” no pretendo dar a entender que estos movimientos hayan conquistado el poder o que sus demandas hayan sido satisfechas, lo que evidentemente no ha sucedido en ningún país, con la relativa excepción de Bolivia. Quiero señalar que han adquirido una importancia decisiva en la amplia constelación de colectivos y organizaciones del campo popular, porque en el centro de escenario políticosocial se ha instalado un nuevo actor: los marginados, los habitantes del subsuelo, los subalternos, que son los protagonistas del último ciclo de luchas. Su triunfo es ese, haberse convertido en los actores más destacados del mundo de los oprimidos. Eso quiere decir que ya no se puede hacer política ni gobernar, sin tener en cuenta a los movimientos de los de abajo.


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Política y Miseria by Rafael Leonardo Uzcátegui - Issuu