Política y Miseria

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siguientes, varios taxímetros de los telares (con los que se contaban las pasadas del telar) aparecen rotos o adulterados, lo que evidencia que una parte de las bases obreras optó por resolver las cosas a su manera. Cada vez que obreros y, sobre todo, obreras, acusan a algún capataz de “abusos”, la directiva del sindicato eleva una queja a la Oficina de Personal, sin más consecuencias. Así fue como se llegó a sendos paros, sin autorización del sindicato, en la secciones Mezclas y Telares, al no haber sido atendidos sus reclamos. La empresa respondió suspendiendo a los delegados o cambiándolos de sección, algo que los obreros siempre rechazaron. Cada medida que tomaba la empresa para intensificar los ritmos de trabajo, era respondida por los obreros con una multiplicidad de medidas, que podían ir desde la negativa lisa y llana o la más habitual contrapropuesta para ganar tiempo o buscar las formas de negociar. Cuando no quedaba más remedio y debían acatar los cambios impuestos, los obreros optaron por exigir una compensación económica. Es evidente que la burocratización de las relaciones laborales no consiguió impedir la proliferación de conflictividad “salvaje”. En julio de 1962, poco antes del estallido de octubre, la empresa remitió una carta muy dura al sindicato, señalando que los delegados de sección “llegaron a dar órdenes a operarios dentro de la fábrica, tomando de esta manera atribuciones que no les fueron otorgadas y que no les corresponden”. La empresa señala su sorpresa ante el rechazo de la sección Telares al aumento de días de trabajo a los obreros de los telares automáticos, asegurando que era el “único caso que conocemos en el Mundo, en que el personal rechaza el aumento de días de trabajo en períodos de crisis”. La asamblea de la sección había decidido “que la Empresa no podía hacer trabajar más días al personal de ese grupo de telares, si no se daba más días de trabajo al resto de la sección”. Actuaban como una comunidad. Para la empresa, se trata de una cuestión de principios, igual que para los obreros. Aquella señaló que “no estamos dispuestos a permitir que el personal o esa Agremiación pretenda inmiscuirse en nuestros planes de producción”. Para los obreros, era cuestión de mantener el control del trabajo, en la única sección que tenía cierto poder para hacerlo, y asegurar un mínimo para todos los obreros. Poco después, la asamblea de telares decidió “no trabajar más con este señor Zegna” (jefe de la sección), cuestión que al parecer era el sentir unánime de los tejedores. El sindicato envió una carta asegurando que “no se responsabilizará de lo que pueda ocurrirle al Sr. Zegna si este no toma con un


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