Rafael Aliena_Adelaida Martínez y el honor de la pobreza

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porque la realidad tiene sus resistencias). Un sujeto que, en definitiva, podemos también (por lo menos los días impares) conjugar en positivo. En segundo lugar, opto por el agente porque hacerlo creo que reporta otras dos ventajas corolarias. Una: Bajamos de la altura de la abstracción, con lo que no sólo ganamos con la vida y el calor que nos traen los relatos, sino que, sobre todo, enriquecemos analíticamente nuestro acercamiento, pues empezamos a hablar de estrategias y respuestas ante la pobreza, de los mecanismos psicológicos a través de los que opera, de las decisiones que -para bien o para mal- toma la gente, de sus bloqueos, etc. Y dos, y sin olvidar que no hablamos de gente en tiempo de vino y rosas: Abandonamos ese "cuadro triste habitual en la literatura sobre la pobreza".16

La imaginación moral de la pobreza Abordamos aquí un asunto difícil de tratar. Con frecuencia hemos sentido que los textos nos decían algo que no estaba ahí. Esta es una experiencia corriente, y gran parte de nuestro quehacer como lectores consiste en desentrañar el conjunto de ideas implícitas o de ideas que dan luz y que sirven como el trasfondo de inteligibilidad del texto. Pero nos interesa ahora otra experiencia, similar aunque distinta, al menos si entendemos “idea” como algo que está bien articulado y que podemos aislar de otras esferas diferentes a la del pensamiento (por ejemplo, de las esferas de las creencias, sensibilidades, imágenes, percepciones o actitudes). Nos interesa lo que, a falta de otro término, llamaremos la imaginación moral de la pobreza. Esta expresión fue, que sepamos, acuñada por el crítico literario Lionel Trilling en su libro La imaginación liberal (fuente de inspiración recurrente en este apartado) y ha sido usada después por otros autores.17 Que estamos en territorio ambiguo lo demuestra el hecho que difícilmente vamos a encontrar una definición (desde luego no en nuestros autores de referencia). Que estamos ante una idea-fuerza lo demuestra, ad hominem, el que después de haber leído a Trilling uno no pueda desprenderse de este concepto: nos resulta imprescindible, transmite lo que ningún otro y, aunque no sepamos al modo lógico lo que es, sí sabemos que es algo importante.18

El pobre como partícipe de una interacción vs. el pobre como objeto de compasión Esta distinción está inspirada en el ensayo de Lionel Trilling, “Las maneras, los hábitos y la novela” (publicado por primera vez en 1948) 19 y más en concreto en un comentario que hace de la novela The Longest Journey (El viaje más largo), de E.M. Forster. En ella -según nos cuenta

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