ENVIVA : Mata Ortiz Ceramics

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HECHO EN MATA ORTIZ

TALENTO APRENDIDO UN ALFARERO DE MATA ORTIZ MUESTRA CON ORGULLO SU ÚLTIMA CREACIÓN, SIGUIENDO EL ESTILO CLÁSICO DE SU MAESTRO, QUEZADA.

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TEXTO DE LUIS ROMO CEDANO FOTOGRAFĂ?AS DE RAECHEL RUNNING

By reviving the ancient pottery traditions of Paquime Indians, the small town of Mata Ortiz in the state of Chihuahua has gone from the brink of disappearing to being recognized around the world

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H HAY ALGO FUERA DE LO común en este pueblo del noroeste del estado de Chihuahua. Su nombre honra a un soldado muerto en combate contra los apaches y el camino que lleva hacia él está plagado de curiosos letreros en inglés. Desde la

formidable zona arqueológica de Paquimé, en Casas Grandes, 30 kilómetros al norte, no deja de aparecer una suerte de mantra: Mata Ortiz Pottery. Y aunque Mata Ortiz, de lejos, parece un lugar medio dormido con su hermosa estación de ferroca-

rril abandonada, al recorrer sus calles uno descubre el secreto de su despertar: las exquisitas vasijas de barro que se fabrican en todos sus rincones. Suelen ser de color crema, terracota o negro, con figuras humanas y animales geometrizadas, grecas, cuadrículas y líneas ocres, marrones, negras y naranjas sobre la superficie pulida y brillante. Automáticamente, uno las asocia con la peculiar cerámica de Paquimé que acaba de ver en el Museo de las Culturas del Norte, junto a la zona arqueológica, pero éstas tienen un extraño aire vanguardista que sin dificultad les permite lucir en un lounge neoyorquino o un restaurante de París. Cada familia del pueblo las hace y las vende. Algunas cuestan cientos o miles de dólares, que han ayudado al pueblo a redescubrir su identidad y, de paso, hallar una nueva prosperidad para todos.

ÉRASE UNA VEZ… La historia de este movimiento artístico se remonta varias décadas en el pasado. Buscando leña en el monte, un joven ranchero llamado Juan Quezada encontró una cueva tapiada que escondía un entierro de los indios Paquimé. En la zona abundan

“Era tan ignorante que ni siquiera sabía que el que hace ollas se llama alfarero”, recuerda hoy el primer artista de Mata Ortiz, Juan Quezada.

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ABRIENDO CAMINOS EL ARTISTA JUAN QUEZADA CAMINA POR LAS TIERRAS ÁRIDAS QUE CAMBIARON EL RUMBO DE SU FUTURO.

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huellas originarias del florecimiento de esta cultura entre los siglos XI y XIV d. C. Junto a los restos de un hombre y una mujer, llamaron la atención de Quezada unas ollas y, a sus entonces 14 años, se dispuso a crearlas él mismo. Tuvo que empezar de cero. “Era tan ignorante que ni siquiera sabía que el que hace ollas se llama alfarero”, dice recordando sus inicios artísticos. Le tomó años aprender los procedimientos para fabricar el barro, confeccionar las pinturas con materiales naturales y aprender técnicas y tiempos de cocimiento. Para hacer los pinceles recurrió a fibras vegetales y pelo de animales, pero ni con las fibras de los cinco magueyes locales conseguía las líneas finas y rectas que había visto. “Tras múltiples experimentos —dice—, probé con cabello de niño y me salió el trazo que buscaba”. Algunos comerciantes que pasaban por Mata Ortiz veían sus versiones y se las compraban titubeantes, cuenta el artista. Alguno de ellos las llevó a Nuevo México y allá, en 1976, las vio el antropólogo estadounidense Spencer McCallum, quien quedó encantado con su perfección. McCallum indagó sobre el origen de tales ollas, siguió su rastro y dio con Juan Quezada. El encuentro sería decisivo en la vida de Quezada y de todo Mata Ortiz. El antropólogo se llevó la docena de ollitas que había terminadas y encargó otras más, montó exposiciones en los Estados Unidos, logró venderlas en grandes galerías y hasta escribió un TÉCNICA MINUCIOSA (ABAJO) UNA MUJER PINTA UNA OLLA.; (ARRIBA, DERECHA) CADA CREADOR APORTA SU ESTILO; (PÁGINA OPUESTA); LAS LÍNEAS MÁS FINAS SE TRAZAN CON CABELLOS.

DE PASO… Mata Ortiz es un destino de viaje de primer nivel, pero de ningún modo aislado. Por parentesco espiritual y cercanía, forma una ruta natural con las ruinas de la gran urbe prehispánica de Paquimé, inscrita en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Sin embargo, desde Mata Ortiz también se pueden visitar otros puntos sorprendentes por caminos pavimentados o terracerías:

MATA ORTIZ 6km En el Valle de las Cuevas subsisten varias cuevas poco conocidas, así como construcciones de la cultura Paquimé.

13km La Colonia Juárez fue un asentamiento mormón fundado por colonos estadounidenses a finales del siglo XIX. Tiene un templo de mármol, casonas y huertas de manzanas y duraznos.

30km La Hacienda de San Diego fue propiedad del famoso terrateniente chihuahuense Luis Terrazas y aún hoy conserva en la fachada sus iniciales.

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libro sobre Quezada. Sin darse cuenta, CÓMO LLEGAR: Desde Ciudad Juárez, también su vida había dado un giro: se maneja 275 km hasta Casas Grandes había convertido en el promotor del y la zona arqueológica de Paquimé, ceramista chihuahuense. Quezada, quien por las Carr. Federales 2 y 10 (vía no había previsto tal triunfo, estaba feliz. Janos). Desde Chihuahua, cubre 290 La bonanza llegó a su casa y él comenzó a km por carreteras de cuota y libres, repartir dinero entre sus familiares, “hasta vía Ricardo Flores Magón. Una estatal que un día pensé: ‘esto no está bien’”, dice. de 27 km une Casas Grandes y Mata Ortiz. Se pueden reservar tours desde Entonces, a diferencia de otros artistas Ciudad Juárez con Chihuahua Tours que guardan celosamente sus secretos, (Tel. 656 616 1688; chihuahua_tours@ decidió enseñar a los demás a hacer yahoo.com.mx; chihuahuatours.com) sus propias ollas. De sus hermanos, la y desde Chihuahua con Tours Chihuaenseñanza pasó a todo el pueblo, donde la hua (Tel. 614 411 1738; ranatours@ ganadería dejó de ser la principal ocupahotmail.com; tourschihuahua.com). ción. Hoy, hay cerca de medio millar de alfareros en Mata Ortiz y otros pueblos del rumbo produciendo esta cerámica admirada en el mundo entero. Muchos de ellos han conseguido desarrollar un estilo individual. Eso sí, todos ellos trabajan a mano, pues esta técnica es precisamente la primera cualidad que define las ollas de Mata Ortiz. En 1999, Juan Quezada fue galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, el más alto galardón que un artista mexicano puede recibir.

UN DESTINO PARA VISITAR A pesar de los reconocimientos y la fama, don Juan sigue siendo el mismo ranchero amable de siempre. Día tras día, llegan visitantes a Mata Ortiz y él los recibe en su casa vestido con botas vaqueras de piel de avestruz, jeans y sombrero tejano. Les cuenta su historia con hablar tranquilo y bien articulado, cargado de modismos norteños y la clásica che suave de los chihuahuenses. Si uno pregunta por su casa, cualquier vecino se la muestra. Y todos pueden entrar literalmente hasta la cocina y

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platicar con él. En ella están sus premios y sus recuerdos, incluida aquella foto en que posa con Laura Bush, la esposa del ex presidente de Estados Unidos George W. Bush. Sigue siendo el gran maestro alfarero, fundador de todo un movimiento artístico en Mata Ortiz, el mismo que rescató a un pueblo entero del olvido y, tal vez, de la desaparición. Uno puede encontrar estilos de vasijas más audaces y llamativos en otras casas. Él mismo lo reconoce con el gusto de un maestro que ve a sus discípulos superarlo. Y ciertamente, si uno visita Mata Ortiz y no está Juan Quezada, no tiene por qué ser una tragedia. De todos modos, uno puede pasar el día o la semana conociendo el trabajo de otros artistas y la excursión valdrá la pena. No hay galerías o tiendas. Cada uno vende en su casa, algunos ya sólo trabajan por encargos y otros ofrecen incluso cursos a los visitantes. Eso sí, para llevarse una pieza del primer alfarero de Mata Ortiz, no hay que olvidar una billetera bien abultada. MADE IN MATA ORTIZ Driving from the magnificent archaeological site of Paquime in the state of Chihuahua, one road sign repeats like a mantra: Mata Ortiz Pottery. Mata Ortiz, 30 minutes away, looks like a ghost town from the distance. But as soon as you arrive, you discover what revived the poor town: beautiful handmade pottery, created using the technique of the Paquime Indians who lived in the region between the 11th and 14th centuries. Over the last few decades, Mata Ortiz has experienced an artistic and social renaissance—a miracle, many say. It all started with Juan Quezada, a 14-year-old rancher who found ancient painted pots in a cave and taught himself to imitate them. When anthropologist Spencer McCallum saw one of the pieces, he made his way to the town and then started to promote Quezada’s work across the border. Surprised by the positive response, the young potter saw an opportunity to save the town and taught his family and neighbors how to work the clay. Today, more than 500 people in Mata Ortiz are potters. There are no galleries or shops; rather, every family sells at home. Visitors from around the world can buy pots, take art classes and listen to Quezada tell his story in the kitchen in front of his many awards (including the National Prize for Arts and Sciences by the Government of Mexico from 1999) and memories.

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