Prólogo
Desde la llegada de los primeros evangelizadores al Continente Americano, la figura de la Virgen María se constituyó en un pilar fundamental para llegar con el Evangelio de Jesucristo a todos los habitantes del nuevo mundo. Basta mirar a los largo del continente las diversas advocaciones de la Virgen que con sus características propias están impregnadas en el alma de los cristianos. Los diversos nombres que han recibido las advocaciones de la Virgen María, demuestran la cercanía del pueblo con la Mujer y la Madre, tan sensibles a la realidad de los pueblos americanos. El Ecuador no se excluye de esta realidad, una vez que se implantó el cristianismo en el territorio que hoy constituye la República, la figura de María marcó la óptica para la vivencia del Evangelio. En la primera fundación de Quito, en las orillas de la laguna de Colta, en Chimborazo, en la Iglesia de Balvanera, se lee: “Primer templo de Cristiandad en Ecuador”, una iglesia hermosa y sencilla, en su fachada esculpida en piedra se observa el escudo de la Orden Franciscana, en el interior del templo la figura de María en la advocación a Nuestra señora de la Balvanera; esto confirma la fuerza de la Virgen María en la evangelización de los pueblos. Desde esta mirada podemos admirar la presencia de la Virgen en nuestra comunidad, una figura que resale fuertemente en la devoción mariana del pueblo ecuatoriano es la Virgen de la Nube, considerada hoy como la “Madre del migrante ecuatoriano”, la que acompaña al cristiano. La Virgen de la Nube se ha constituido en la Madre de los humildes y sencillos, desde su aparición en el cielo de Quito no ha dejado de ser presencia en el pueblo ecuatoriano. Llevada por el Padre Julio María Matovelle a la provincia del Cañar, se ha convertido en la reina
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