Quodlibet Verano 2011

Page 53

el tercer movimiento, en el que Mahler presenta una serie de fragmentos temáticos que son tratados de una manera salvaje, casi anárquica, salvo por un interludio en el que el material temático es más tradicional y está presentado de una manera más coherente. El conmovedor adagio final es de una intensidad lírica poco común, y tiene como cualidad unificadora el hecho de que Mahler utiliza aquí fragmentos temáticos de los otros movimientos. El director de orquesta Bruno Walter, personaje cercano a Mahler y su más grande promotor en los años siguientes a la muerte del compositor, se refirió en estos términos a la parte final de la Novena sinfonía: “Nos ofrece una atmósfera de transfiguración lograda por una singular transición entre el dolor de la despedida y la visión del radiante cielo.” Mahler compuso su Novena sinfonía entre 1909 y 1910, prácticamente al mismo tiempo que escribía su ciclo de canciones sinfónicas titulado La canción de la Tierra, sobre la colección de poemas La flauta china de Hans Bethge. Así, es lógico que la sinfonía y el ciclo compartan un ámbito sonoro similar y, sobre todo, una componente emocional análoga. (Hay quienes dicen, por cierto, que La canción de la Tierra debió ser en realidad la Novena sinfonía, pero que el compositor se resistió a numerarla así por el miedo supersticioso a las novenas sinfonías que solían ser preámbulo de muerte). Si el primer movimiento de la obra contiene esa premonición de la muerte a la que se han referido los especialistas, el adagio final es un episodio conmovedor y contemplativo en el que algunos han querido oír la despedida de Mahler, el adiós a una vida que él sabía que se le terminaba. (No está de más recordar que la última canción del ciclo La canción de la Tierra lleva por título Abschied, es decir, Despedida). La Novena sinfonía se convirtió de hecho en una obra póstuma, ya que no se estrenó sino hasta el 26 de junio de 1912, en Viena, un año después de la muerte del compositor, bajo la dirección de su amigo Bruno Walter. Mas a fin de cuentas, todo el terror, toda la superstición de Mahler respecto a su Novena sinfonía como símbolo del último trance, quedó en lo meramente anecdótico; antes de morir, Mahler escribió un movimiento completo de su Décima sinfonía y dejó bosquejos y apuntes suficientes para que el musicólogo Deryck Cooke terminara la obra, cuya primera versión fue estrenada en 1964, más de medio siglo después de la muerte del compositor.

52


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.