Quodlibet Primavera 2012

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Tres Nadie tiene nombre propio: es el relato del caballito que saltó del carrusel… Los nombres son voces, rasguños, tirones, hacinamiento de acentos, letras cortadas, aristas, vértebras, falanges en un plato, alfileres en la conjuntiva de tus ojos, nacimientos en el ropero, congelamientos, párpados en la pared que abre los párpados, piedras sobre piedras, llamamientos, contestaciones, ecosistemas, autos cayendo en la corriente, aviones que vuelan en círculos, sangre que no anda, una oreja sobre el sillón, el aroma para un recuerdo, lo innombrable y lo nombrable, ataderos, piales, asunciones, cremerías, astilleros, destilerías, trenes, sirenas en los trenes, peces en el viento, monjas en la habitación, condones, pastillas para dormir o despertar, oficinas donde los difuntos trabajan, bolsas para esconder el cadáver de una rana, el cuerpo de una hormiga, de la miga de tu amiga que con su levadura endulzaba la bravura. Ah, de los que se desdicen, desmembran, minan, minusvalúan, condecoran al ratón, anzuelan las quejas, le pagan por su silencio al silencio. Nadie tiene nombre propio: es el relato del caballito que saltó del carrusel, de los que engañan con dulces a los niños, del blanco que se movió de lugar, del revólver que disparó contra su amo, de la silla corriendo para que no te sientes, del automóvil encendiendo sin motor, del finado que en el más allá pide permiso para retirarse, de los restos que sepultaste bajo tu comedor, de la cartera que sirve de mansión a una nostalgia, del jilguero acompañando a un elefante hasta tu puerta, de tu piel como carnada, del cementerio en su tedio, del jardín de matatena donde encerraron a mi niña, del búho que es profesor, del perro que da lecciones de español a un policía. Nadie tiene nombre propio: ni los que destazan, planean sobre carroña, muerden y obligan hacia un pozo algunas nubes, ataviados de dados y que juegan a su vida en mesas de tapete verde, se externan extenuados y murmuran y declinan la mirada, de antepecho y vivientes sin balcón, halcones al mediodía, torvos de tanto sorbo en las cuencas llenas de miel, en el tesoro líquido que es mi amada.

!GG


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