Códice de Madrid

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Los escritos mayas han sido encontrados en dinteles, escalinatas, estelas, paneles, altares, pinturas murales y vasos cerámicos, así como en los pocos códices mayas que el celo inquisitorial del clero español no consiguió destruir, pues a juicio de fray Diego de Landa (2010: 47) no tenían cosa en que no hubiese superstición y falsedades del demonio. El mayor auge cultural de los pueblos mayas se dio entre el 250 y el 900 de nuestra era. Sin embargo, las selvas tropicales se encargaron de ocultar y preservar para la posteridad gran parte de tal esplendor desarrollado en las Tierras Bajas, una vez que las ciudades fueron abandonadas por la teocracia militar que migró con sus familias y riquezas hacia Yucatán. A la llegada de las huestes españolas, a principios del siglo XVI, el conocimiento que los pueblos de Yucatán tenían sobre ese glorioso pasado y las imponentes ciudades era mínimo... Por ejemplo, Hernán Cortés, durante su dilatada y sufrida travesía, realizada entre Coatzacoalcos (México) y Honduras, pasó a corta distancia de Tikal y Uaxactún, pero no vio algo que evocara esas antiguas acrópolis. En la actualidad, pese a la nefasta depredación realizada por saqueadores o huaqueros, los arqueólogos están sacando a luz, junto con ofrendas funerarias, murales, vasos cerámicos, escalinatas y paneles, cuyas inscripciones constituyen la base de los estudios que epigrafistas mayas realizan y que facilitan la comprensión objetiva de lo que los mayas realmente constituyeron y realizaron. El inicio del desciframiento de los jeroglíficos egipcios se remonta a 1799 con el descubrimiento de la Piedra Rosetta, un decreto de Ptolomeo V, escrito en tres versiones: jeroglíficos egipcios, escritura demótica y griego antiguo. En el caso de la escritura maya, el proceso ha sido más lento. En el desciframiento de los glifos mayas, a mi juicio, Diego de Landa, fraile franciscano, a pesar del gran daño que hizo mediante el Auto de Fe de Maní, durante el que quemó 27 códices mayas, es sin lugar a duda el pionero principal, gracias a su crónica Relación de las Cosas de Yucatán que constituye el punto de partida del estudio de la escritura maya. Le sigue Sylvanus Morley con sus publicaciones The Inscriptions of Copan (1920) y su monumental obra The Inscriptions of Peten (1937-1938). A continuación hay que nombrar a José Antonio Villacorta, historiador guatemalteco, por su edición facsimilar de Códices Mayas, en 1930. J. Erick Thompson es otro de los destacados por haber descifrado el Glifo G, la Serie Lunar y los Nueve Señores de la Noche; y por sus magnas publicaciones Maya Hieroglyphic Writing (1955) y A Catalog of Maya Hieroglyphs (1962). Un parteaguas en el desciframiento de los glifos mayas lo representa Yuri Valentinovich Knórosov, quien propuso que la

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escritura maya tiene una base fonética y que los pictogramas de Landa no corresponden a un alfabeto sino a un silabario. Tal propuesta desató una fuerte polémica entre los estudiosos de la cultura maya, y J. Eric Thompson fue de los adversarios más severos. Sin embargo, años más tarde, epigrafistas de la Universidad de Harvard, en Cambridge (Massachusetts, Estados Unidos), entre los que se encontraban Merle Green, Peter Mathew, David Kelley, Floyd Lansbury y Linda Schele, dieron la razón a Knórosov y emplearon su método para descifrar la historia de las dinastías gobernantes de Palenque. Otro gran pionero de la interpretación de los glifos mayas es Heinrich Berlin Neubart quien, entre 1957 y 1958, descubrió lo que llamó glifo emblema, es decir la escritura del nombre de un buen número de ciudades, lo que permitió encontrar información de distintos señoríos en variados lugares del mundo maya, ya sea con motivo de alianzas matrimoniales, guerras o actividades comerciales. Finalmente, hay que destacar como una excelente epigrafista pionera a Tatiana Proskouriakof, quien en la década de 1960 consiguió descifrar los glifos de estelas de Piedras Negras, mostrando que narran los hechos más destacados de la historia de siete gobernantes: nacimiento, matrimonio, entronización real, victorias alcanzadas sobre otros señoríos y muerte. Su logro revolucionó la interpretación del contenido de las estelas mayas. Ciertamente, entre los mayas leer y escribir estuvo reservado al sector sacerdotal y a algunos dirigentes políticos. Según Landa (2010: 47), enseñaban a los hijos de los otros sacerdotes y a los hijos segundos de los señores que les llevaban para esto desde niños, si veían que se inclinaban a este oficio. Que las ciencias que enseñaban eran la cuenta de los años, meses y días, las fiestas y ceremonias, la administración de sus sacramentos, los días y tiempos fatales, sus maneras de adivinar, remedios para los males, las antigüedades, leer y escribir con sus letras y caracteres en los cuales escribían con figuras que representaban las escrituras. Al iniciarse la decadencia de los principales señoríos mayas, tal exclusividad en el arte de leer y escribir incidió en que, conjuntamente con la disminución significativa del grupo sacerdotal, se redujera significativamente el número de los que pudieran hacerlo, los que se habían concentrado en Chichén Itzá, en Yucatán, donde habían continuado reproduciendo y facilitando antiguos códices, con el fin de que los nuevos sacerdotes pudieran realizar con propiedad sus ritos, así como tener en qué enterarse sobre sus conocimientos científicos ancestrales y sus hechos históricos relevantes. En tal contexto se puede comprender lo relatado por el Popol Vuh sobre el viaje que Qocaib, Qoacutec y Qoahau, señores cavec, nihaib y ahau quiché respectivamente, hicieron a la corte


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