Boletin 198 marzo 2014

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I.E.C. Informa / Marzo 2014 /

Recortes de Prensa

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Cuando las murgas y máscaras ceutíes guardaron sus tipos y disfraces en sus baúles al finalizar los carnavales de 1936, nadie pensó que estos no volverían a salir a las calles hasta 47 años después a escondidas continuaron cantando sus coplas en diferentes lugares de la ciudad, pero sin que trascendiera a la calle. Hace unos años pude hablar con una persona que había vivido este entresijo de coplas en voz baja, me refiero a ese gran chirigotero que fue Mariano Puig: “Recuerdo que estando trabajando en una bodega que existía en el callejón del Lobo, allí se reunían muchos componentes de los que en los a los treinta sacaban murgas como Roque, Pozo, Lara, Moreno, Vilches, Navarro y tantos otros. Tras las barricas de vinos y tocando con los nudillos en ellas a modo de caja, cantaban

aquellas coplas que yo he aprendido de escuchárselas. También recuerdo que Roque Guerrero siempre venía con una copla nueva que había sacado a tal o cual motivo, pero estaba claro que estas no salían de las cuatros paredes de la bodega. También se reunían en el patio de las gaseosas, el patio de la Tahona, en la Plaza de Azcarate y sobretodo se reunían en la bodega donde yo trabajaba “La Alicantina” y esto era debido a que el gran director y autor de murgas Roque Guerrero vivía muy cerca”. Otro lugar de reunión de los murguistas era la tienda de comestibles-bar de la viuda de

Sánchez, lo que después fue Púb. Chaplin, según me comentaron, los sábados al mediodía era el día que se reunían. Se organizaban verdaderas veladas de carnaval entre coplas y algún valiente que se disfrazaba de lo que primero encontraba en la tienda. A buen seguro que existieron muchas más bodegas, tascas y reuniones carnavaleras. Quede esta pequeña semblanza como testimonio de lo duro que tuvo que ser para estos autores y directores de murgas dejar de cantar por las calles llegado el mes de febrero y limitarse a pequeñas tertulias, por supuesto, con las puertas cerrada.

El legado cultural del Carnaval Cada febrero, durante una semana, cientos de ceutíes viven la fiesta del carnaval, primero son las agrupaciones, tras muchos meses de duros ensayos, ofrecen sus mejores repertorios y puestas en escena con una enorme teatralidad, sus coplas están llenas de crítica y buen humor. Compiten en buscando la gloria, los premios y el reconocimiento a través del concurso oficial que se celebra en el teatro Revellín. El fin de semana siguiente al concurso, los grupos callejeros toman la ciudad inundándola de disfraces originales para parodiar la realidad. Los más apasionados del carnaval preparan sus disfraces, letras satíricas y músicas desde que acaba el verano. Según los datos que se tienen actualmente los primeros apuntes sobre el carnaval ceutí, lo tenemos a mediados del siglo XIX. Nos tenemos que retrotraer a 1886, que es cuando tras consultar diferentes hemerotecas hemos podido encontrar algún dato sobre estas fiestas. Los bailes de máscaras se celebraban en el teatro Principal, situado en la calle Galea. En este lugar las diferentes sociedades recreativas se alternaban para celebrar sus fiestas. El primer dato referido a una agrupación carnavalesca se remonta a 1886, “las viejas ricas”. Sólo se tiene constancia de esta agrupación, pero serian muchos más los grupos que salían a recorrer las calles de últimos de siglo con sus máscaras y coplas del momento. Las sociedades culturales y recreativas que organizaban los bailes de máscaras

en estos últimos años del siglo XIX eran: El Casino Africano, fundado en 1871, El Liceo de Ceuta, La Peña, Ateneo de Sargentos, Circulo Africano, La Juventud Africana, Circulo Popular, Club Abilense, Peña Africana y las musicales, de las cuales a buen seguro salían grupos de calle, Sociedad Filarmónica, El Instituto Popular de Música ó la Peña Musical. . Según los diarios, la ciudad se entrega a estas fiestas y son varios los grupos que se han inscrito en los diferentes concursos. Como representación de todas estas destaca la denominada “Tuna Abilense”, que estaba integrada por alumnos del colegio Santa Ana, centro escolar que entre sus materias sobresalían la música y el alto grado de aprendizaje de sus alumnos no en vano el mismo estaba dirigido por el médico gaditano Celestino García.

Como buen testimonio histórico de que el carnaval ceutí tuvo un gran auge en siglos pasados fue la publicación de unas bases para regir el concurso de 1892, el alcalde Ricardo Cerni tras reunirse con la comisión de fiestas del Ayuntamiento hizo público una nota oficial: “Deseando el cuerpo capitular que presido que durante dicho carnaval se patente una vez más, por este vecindario, el alto sentimiento de cultura que le distingue y que en todas las fiestas públicas ha sabido siempre demostrar; he acordado como estímulo y afín de que no decaiga el justificado concepto que merece por tan preciada como honrosa cualidad establecer los premios siguientes. Se adjudicara un premio de 500 pesetas para aquella comparsa compuesta de seis o más personas que durante los tres primeros días de carnaval próximos, se distinga llamando más la atención general por el lujo o ingenio que despliegue en sus disfraces y coplas. Así mismo se adjudicara otro premio de 150 pesetas, a la máscara sola o comparsa compuesta de menos de seis personas que reúna iguales condiciones que la anterior señalada. También se adjudicara otro premio que lo constituirá un precioso objeto de arte propio para obsequiarse a la señora que se presente en los paseos públicos o en los bailes de sociedad con el mejor o más ingenioso disfraz”. También anuncia la corporación municipal que se formara un jurado censor compuesto

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