El Mechero 15/06/2023

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Incendiamos la cultura

Ramón y Nuno

Jornadas Lopezvelardeanas

Jueves 15 de junio de 2023 No. 6

Trasladar un rinconcito del mundo a otro

Salgo de mi casa y frente a mí se encuentra el Instituto

Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde”, tomo mi bolsa y camino con dirección al mercado y, un poco antes de llegar, los niños de primaria salen con mochilas monumentales de la escuela que lleva también el nombre del poeta. Si voy al Centro Histórico me puedo sentar junto a él a observar las campanas de la Catedral y si llevo prisa –como sucede frecuentemente- tal vez tome una de las avenidas principales de la ciudad: adivine el nombre. Este nombre con apellidos, y casi como si fuera una sola palabra compuesta, es parte de la identidad colectiva de nosotros los zacatecanos: crecemos con este nombre, nadamos entre las calles y avenidas que nos recuerdan al vate y hasta vamos a su casa a escucharnos en el pozo. Es muy seguro que por lo menos una vez en la vida escolar aprendiéramos un fragmento de la Suave patria, es muy probable que en algún rinconcito de nuestra memoria permanezca un par de versos o palabras aprendidas a causa de la erudición del poeta.

Sin embargo, es ya un poco más grandes, cuando nos enfrentamos al resto de su prosa y

poesía, que nos damos cuenta de la verdadera experiencia estética: Ramón y yo, Ramón y ustedes, y el diálogo que hay alrededor de la zozobra, el amor, la salida de Ítaca, la permanencia del canto del “zenzontle impávido” que también recuerda las postales de casa de mi abuela y, como esto, tantas imágenes y cadencias que no son fáciles de transportar en una humilde presentación de un suplemento cultural.

Desde la tradición clásica, el poeta lleva el sino de ser intérprete, de trasladar las palabras divinas a las mundanas, de llevar el conocimiento de un escenario a otro. Aquí un poeta que emigra las letras de otro bardo a su propia esquina del mundo: Nuno Júdice lleva un rinconcito de Jerez, Zacatecas y México a la lengua de Pessoa y Lispector. Esto llevó a galardonar con el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde al también ensayista portugués por “internacionalizar” los cantos a Fuensanta, a los fantasmas dolientes y al piano de Genoveva.

Queridos lectores, les invitamos a sentarse en una banca de cantera, en un jardín con cantos de golondrinas y palomas, a tomar una taza de café de olla o cerca

EN UN VISTAZO

Internacionalizar la poesía: Ramón López

Velarde en Portugal

Eunice Cervantes ……………………….....Página 3

Las decisiones, los libros y el poeta

Edgar A. G. Encina …………………..……..Página 4

También fue un lector Marco Antonio Flores Zavala……..........Página 5

Cuatro poemas de Irene Ruvalcaba .........………….....……….Página 6

de una iglesia donde repiquen las campanadas; tome asiento, en interiores le mostramos un rostro distinto –más humano y menos escultura- de nuestro poeta jerezano.

Edgar G. Encina nos enfrenta al proceso editorial y de publicación del bardo, de las conexiones entre un editor, el escritor y la publicación, así como del transcurso de las decisiones que se transforman en palabras y luego en libros. Así mismo, Marco Antonio Flores Zavala –quien además es una gran fuente de inspiración para quienes conformamos el equipo de El Mechero- nos abre la cortina para ver –hacia dentro y hacia afuera- que Ramón también era un ávido lector: de su época, contemporáneos, clásicos, poesía, política, periódicos y revistas; es decir, López Velarde, sobre todo, era un lector del mundo.

Eunice Cervantes nos trae un pequeño bocado sobre quién es Nuno Júdice y qué fue lo que lo llevó a recibir este galardón en la ciudad de cantera y plata.

También, como siempre, no nos puede faltar una poco de poesía y en esta ocasión les traemos enredaderas y lilas en los versos de Irene Ruvalcaba. Para continuar con aquello del proceso lector y

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de cómo es que nos enamoramos de las palabras y las historias, Ezequiel Carlos Campos nos presenta “El boom de aprender y leer”.

De igual forma, siguiendo la línea de las experiencias como lectores y escritores, nos trae Daniela Albarrán una aguda y contundente crítica desde el género con “De Woolf a Dahlia de la Cerda: repensando el cuarto propio”, porque sabemos que tener una habitación propia ya no basta y muchas veces ni siquiera eso es posible.

Sin embargo, si de mujeres con voz incendiaria hablamos, les dejamos una cobertura especial desde Juárez, Chihuahua, de la presentación de Yo también quiero un hombre para hacerlo mi puta, de Karen Cano, a través de los ojos y letras del querido Juan Ortega.

Para cerrar con broche de oro, les dejamos también nuestra esperada y subversiva colaboración de Óscar Édgar López con “Sonata azul del suicida”, una interpretación artística de El ahorcado de Naomi Lisbeth Torres. No lo olvide, ¡incendiamos la cultura!

De Woolf a Dahlia de la Cerda: repensando el cuarto propio Daniela Albarrán …….…………….......Página 7

El boom de aprender a leer

Ezequiel Carlos Campos ….......……..Página 8

Yo también quiero un hombre para hacerlo mi puta, de Karen Cano Juan Ortega……......................…..…....Página 9

Sonata azul del suicida

Óscar Édgar López…………………..Página 10

DIRECCIÓN

Karen Salazar Mar

CONSEJO EDITORIAL

Ezequiel Carlos Campos

Alberto Avendaño

DISEÑO

Consepción Escobedo

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Internacionalizar la poesía: Ramón López Velarde en Portugal

Tal como se dio a conocer en días anteriores, el poeta, ensayista, novelista, profesor y traductor portugués Nuno Júdice recibió el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde por, según se comentó en el Instituto Zacatecano de Cultura, “internacionalizar la obra del poeta zacatecano Ramón López Velarde y ponerla a disposición de los hablantes portugueses” a través de la traducción de los poemas del vate jerezano en el libro A Estrofeque Dança. Antología de Ramón López Velarde; la edición fue iniciativa de la Casa de América Latina en asociación con la editorial Sibila; en Portugal el libro fue lanzado en la edición de Folio, en el Festival Literario de Óbidos en el 2022. Esta distinción es en torno a las XXVI Jornadas Lopezvelardeanas 2023 que se realizan del 11 al 16 de junio, cuyo programa tuvo presentaciones editoriales, conversatorios, conferencias, lectura de poemas y ofrendas fl orales.

Pero, ¿quién es Nuno Júdice? Nació en Mexilhoeira Grande, Portugal, el 29 de abril de 1949. Según la crítica portuguesa, es uno de los poetas más importantes surgidos a continuación del grupo Poesía 61. Tanto así que además de la concesión de este premio, ha recibido el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2013, por su obra Devastación de sílabas, galardón que también lo han ganado personalidades como Gonzalo Rojas, Mario Benedetti, Nicanor Parra, Juan Gelman, Ida Vitale, Blanca Varela, José Emilio Pacheco y Gioconda Belli, por nombrar

a algunos y algunas poetas. Nuno Júdice es licenciado en Filología Románica por la Universidad de Lisboa y obtuvo un doctorado de la Universidad Nueva de Lisboa. Es autor de obras como O Mecanismo Romântico da Fragmentação, A Condescendência do Ser, Meditação sobre Ruínas que fue Premio de la Asociación Portuguesa de Escritores y O Fruto da Gramática, por señalar algunas; cabe destacar que parte de su obra poética ha sido traducida al español por la también poeta Blanca Luz Pulido.

Otros aspectos a destacar en la carrera literaria de Júdice: es consejero cultural de la Embajada de Portugal y director del Instituto Camões en París; publicó antologías, crítica literaria, historia, estudios de teoría de la literatura y literatura portuguesa, por lo que se puede decir que es divulgador de la literatura portuguesa, pero en especial del siglo XX. Ha recibido, además, el Premio de Poesía Pablo Neruda, el Premio Pen Club, el Premio D. Dinis de la Fundación Mateus, el Premio Literario Eça de Queiroz y fue fi nalista en el Premio Aristeion de Literatura Europea. Cuenta con obras traducidas en España, Italia, Venezuela, Reino Unido y Francia. En 1992 se convirtió en oficial de la Orden de Santiago de la Espada y en 2013 fue ascendido a gran oficial de la misma orden. Aparte del vate jerezano, ha traducido también a Corneille y Emily Dickinson a la lengua de Camões y Pessoa.

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Eunice Cervantes

Edgar A. G. Encina

Las decisiones, los libros y el poeta

Cuenta Guillermo Schavelzon en El enigma del oficio. Memorias de un agente literario (Ampersand, 2022) que por lo general cae un halo misterioso en los motivos que llevan a un autor a decidirse trabajar con un agente literario y/o con un sello editorial. A la inversa suelen existir motivos más razonados, como la prospectiva del escritor, la esperanza de ventas o, por ejemplo, el prestigio que le imprime su presencia al sello. Lo misterioso, insisto, se produce del otro lado. Lo más sencillo y común es pensar que la relación se produce porque congenian intereses económicos, pero en una sucinta revisión de la literatura del género es fácil descubrir que Schavelzon acierta. Un autor elige con quien trabajar por sintonía, gracia, fraternidad o relaciones; por intervención de terceros, recomendaciones o moda; porque la Feria del libro, la cena o el convivio; porque llueve ese día o un pájaro cantó la Marcha de Zacatecas. Es en ese sentido que las siguientes líneas exploran brevemente el panorama editorial que tuvo enfrente Ramón López Velarde e insinúan las razones que le llevaron a decidirse por los sellos editoriales que le publicaron.

El jerezano vio publicados dos títulos: uno en 1916, otro en 1919. El primero, La sangre devota, poemario proyectado desde 1910, fue estampado por Revista de Revistas, al que la crítica en la Ciudad de

México le cobijó con parabienes, al grado de estar “a punto de naufragar en un ponto de adulaciones perniciosas” 2, distinto en Zacatecas que no tuvo “mayor comentario”, puntualiza Berenice Reyes en “La altura artística del desierto”3 . El segundo, Zozobra, fue impreso por México Moderno, desaparecido en 1923, y que continuó marginal en la recepción zacatecana, acusado por “un plan que Velarde se había forjado desde los inicios de su carrera literaria. [pues] No quería tener nada que ver con esos círculos de provincianos trasnochados” 3 . Por su parte, la marca impresora fue importante para la cultura gráfica mexicana del siglo XX, por el énfasis artístico y la calidad de la propuesta.

Si bien, el contexto nacional alude a momentos de estruendo y bullicio, provocados por la Revolución y las inestabilidades políticas, el panorama editorial y libresco, por su parte, continuaba laborando con altibajos, precariedades e infinidad de retos. Además de Revista de Revistas y México Moderno es posible ponderar al menos dos sellos editoriales más a los que López Velarde pudo contemplar. Estos, según acota Luis Mariano Herrera en “La producción de libros en México (1911-1960)”4 , fueron Editorial Porrúa y Librería Botas.

Editorial Porrúa publicaba desde 1910. “El mismo año [de la aparición de La sangre devota], 1916,

el proyecto editorial ofreció en los escaparates de su librería seis títulos propios, la mayoría de literatura, con cuentos y poesía, así como una antología de poetas mexicanos del momento [con noticias biográficas, críticas y bibliográficas] hecha por Genaro Estrada”5 que incluía a más de 25 nombres, ente ellos a López Velarde 6 . Entre esos títulos estuvieron La hora inútil de Enrique González Martínez y La existencia como economía y caridad de Antonio Caso.

La Imprenta de la Librería de Andrés Botas y Miguel, fundada en 1906, comenzó a imprimir títulos propios en 1911. Inauguró con ¡Crimen monstruoso!: un periodista descubre el tremendo parricidio en Mazatlán: prisión del periodista al denunciar al parricida y sus cómplices: historia verídica y comprobada de este crimen sensacional 7 de Ramón P. Buxó, ex director del “La voz de Sinaloa”. Para 1920 había consolidado sus labores editoriales con un margen discreto de títulos literarios e históricos, que gracias a una red de distribución bien planeada circulaban por todo el territorio mexicano.

Además de estos sellos editoriales hubo otros. La numerología dice que de 1906 a 1920 existieron al menos 180 establecimientos, como imprentas y talleres, que publicaron al menos

un libro anualmente; de ellos 29 lo hicieron con 10 títulos o más, y que

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en 1916 se contabilizaron 13 libros con registro, aunque el número pudo ser mayor 8. En ese retrato general, el abanico de posibilidades que se le presentó al jerezano fue variado, que no basto. ¿Entonces, qué le llevó a definirse? Para un autor contemporáneo podría aludirse a intangibles, como la amistad, la sincronía ideológica o las redes de intereses, o tangibles, como el modelo de negocios, la calidad física del impreso o la pertenencia a una colección o de tribu literaria-cultural.

No hay que olvidar que, primero, Ramón López Velarde trabaja como redactor en Revista de Revistas el año que aparece La sangre devota. Es la época dirigida por Julio Torri, perteneciente a la misma generación, que habría de publicar en 1917 sus Ensayos y poemas con Editorial Porrúa. Que, segundo, el poemario formó parte de una serie de cuadernos anuales, cobijándose con una selecta cofradía, entre ellos estaba Saturnino Herrán, artista que realizó la portada de la mayoría de los títulos.

Que, tercero, Zozobra le mantenía en el canon nacional, pues México Moderno se relacionó con Pedro Henríquez Ureña, Manuel Gómez Morín y otros. Y que, cuarto, continuó la pertenencia al selecto círculo, pues en la colección también participó Enrique Fernández Ledesma y Amado Nervo, por ejemplo. En general, se asoma la convivencia de grupo, la practicidad laboral y se descubre el fondo de la presencia política que probablemente las otras empresas no le proporcionaban.

1Una versión del presente fue publicada en junio de 2021 en la revista Quehacer universitario, editada por la Universidad Autónoma de Zacatecas como parte de la sección “Notas al Centenario luctuoso de Ramón López Velarde”. Otra versión se prepara para formar parte del libro La denotada engañosa bondad del libro que en 2024 aparecerá con el sello editorial de Piel de Salmón.

2 José de Jesús Núñez y Domínguez, Los poetas jóvenes de México y otros estudios literarios nacionalistas, Viuda de C. Bouret, 1918, 22.

3 Berenice Reyes Herrera, “La altura artística del desierto” en Desdeñoso de la publicidad, convencido de la vanidad de la imprenta. Estudios críticos en torno a Ramón López Velarde, UAZ-IZC-IJC-SPAUAZ, 2021, 52.

4 Op. Cit. Berenice Reyes Herrera, Desdeñoso de la publicidad…, 53.

5 Cfr. Luis Mariano Herrera en “La producción de libros en México (1911-1960)” en El libro multiplicado. Prácticas editoriales y de lectura en el México del siglo xx, Kenya Bello y Marina Garone Gravier (coordinadoras), UAM-Cuajimalpa, 2020, 40-111.

6 Op. Cit. Luis Mariano Herrera en «La producción de libros en México (19111960)», 69.

7 Cfr. Genaro Estrada, Poetas nuevos de México. Antología con noticias biográficas, críticas y bibliográficas, Ediciones Porrúa, 1916.

8 Esta obra también llega a comercializarse como Un crimen monstruoso en Mazatlán cuya trama fue descubierta por un fraile carmelita.

9 Cfr. Luis Mariano Herrera en “La producción de libros en México (1911-1960)”, 40-111.

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También fue un lector

Marco Antonio Flores Zavala

Ramón López Velarde ya casi no es inédito. Está reunida la obra literaria y algo más. Están datadas las fechas y formas de sus publicaciones. Se sitúan parte de las sociabilidades en las cuales participó y con las que existieron oposiciones; hay registro de las interacciones literarias contemporáneas y las influencias en su obra y de él con escritores posteriores. Aunque todavía hay advertencias novedosas de lo lopezvelardeano.

En los siguientes párrafos va un panorama breve sobre algunos indicios de lecturas del autor de Zozobra. A él lo situamos como un lector que transcurrió en varios regímenes —políticos, ideológicos y artísticos—. El ejercicio no fue sólo voluntario, sino algunas veces obligatorio y autorizado, principalmente en su etapa juvenil. Si bien paulatinamente fue selectivo en la literatura, en la información fáctica consumió de todo. Van dos referentes.

En enero de 1916, El Nacional Bisemanal publicó “La provincia mental” (Don de febrero…), en el texto Ramón indica su asistencia a lugares de sociabilidad —templo, cantina, juzgado, billar…— siendo el juez de primera instancia. Con ironía y síntesis cita los autores distinguidos de los polos ideológicos pueblerinos. Da cuenta de los soportes de los textos, las formas de lectura y los corrillos donde se intercambiaban las ideas “imperantes o dirigidas” en la localidad. Menciona lo que conoce y tuvo alrededor de sí.

Otra entrada, que da cuenta sobre su condición lectora: El Universal, en enero de 1919, publicó en la página literaria dominical el poema “Ánima adoratriz”. En la misma plana está “La mujer X”, un poema de Enrique Fernández Ledesma, este texto fue integrado al libro Con la sed en los labios, que prologó Ramón. “La mujer X” era título de una obra de teatro y una pintura-cartel de la puesta en escena, la cual pintó Saturnino Herrán (firmó en 1917). Es dable notar: Ramón es un lector poliédrico: conoció-leyó el entorno del poema. No le es ajena la pintura, el artista, la actriz, el escritor amigo y la antología de

poemas, tan próximos en varios sentidos a su propia obra.

*

Vayamos a la trayectoria: en la “vida secular” de Ramón existieron varios medios de autoridad alfabetizada. En la etapa infantil miró cómo hacer libros del derecho registral, escribir sobre hechos consentidos por personas adultas y mantenerse en la estricta observancia de la ley —de la Constitución a los códigos civiles federal y estatal, sin ignorar la normatividad de los notarios y las reglas de los contratos civiles.

Los años de la preparatoria son tiempo de lecturas obligatorias, como los días escolarizados en Jerez. Se mantiene el tufillo parroquial y el olor de la tina de los periódicos impresos en Aguascalientes. Ese medio de vinculación y dominación simbólica fue un objeto cotidiano para el padre, pues en los periódicos debió leer lo que tocaba a su profesión: la labor notarial y actualización jurídica; agréguese, a esos medios ocurrió para la publicidad de sus empresas.

La amistad con Eduardo J. Correa tiene olor a la tinta de los periódicos intercambiados; el ojeo de libros conversados y la coincidencia en el “catolicismo social” como opción política. Ramón tuvo preferencia con Correa, sobre los amigos preparatorianos de la edad trémula. El Observador fue la opción en la temporada de búsquedas civiles. Aquiles se sobrepuso a Ricardo Wences Olivares. Ramón tuvo en los periódicos las ventanas para captar las representaciones del mundo de entonces.

Si partimos de la columna “Semanales”, publicada en El Observador, notamos que Ramón leyó periódicos provenientes de la Ciudad de México y de otros lares provincianos similares en afanes de tener un lugar en la esfera pública. También miró lo enunciado desde Aguascalientes. Lo que escribe, tras leer, imaginar y redactar, oscila en la prosa poética y los bal-

buceos de la ironía política que desplegará en La Nación.

La lectura de la prensa no es un hecho marginal, fue una acción cotidiana: leer lo local y lo proveniente de la Ciudad de México. Se detiene inquisitivamente en los reportes del extranjero, lo excepcional en lo que se irá denominando noticias y con deleite ojea las colaboraciones literarias. Es un lector aventajado que acepta y rechaza textos de otros con los que no sólo tiene distancia personal, sino también ideológica. Sus lecturas son en horas de ocio y en la comodidad del aislamiento personal.

Como Aquiles, de 20 años, suscribió las “Semanales” de El Observador. Los textos rondan la prosa poética, crónica y opinión política. Lo construye con lecturas de periódicos foráneos y el acontecer local de Aguascalientes. El periódico era un medio opositor a publicaciones políticas y oficialistas. Además de los periódicos, vale anotar: su corpus se avitualló con las lecturas preparatorianas y lo proporcionado por los amigos de Bohemio

Durante la estancia potosina situamos dos grupos de lecturas y prácticas: una es la obligatoria escolar y profesional — sobre libros y expedientes—; otra es la voluntaria, la ejercida sobre manuscritos, periódicos y libros —algunos proporcionados por Correa—. En ambos conjuntos, la literatura no fue el conglomerado mayor, aunque en su trayectoria es la más reconocida. Obviamente ambos saberes y prácticas no se yuxtaponen, establecen maridaje, donde lo cotidiano formó y acumuló su haber lingüístico. Los soportes definieron los espacios y modos de lectura; de allí que tenga importancia situar las lecturas marginadas, para suponer que sus palabras provinieron de los medios de autoridad alfabetizada donde transcurrió. La sangre devota tiene parentescos con lo tenido en sus papeles leídos.

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Desde el Arroyo del Taray, junio de 2023

Cuatro poemas de Irene Ruvalcaba

* Así como cuerpo: los viejos lilas de la jacaranda. Caballitos cansados de la gravedad. Vacilación de la mirada en tierras nuevas. Abril reclama sus estrellas a ese árbol que pensó que era hermoso.

Te estoy confesando algo importante en un tono de no tener ni idea de lo que quiero decir. Lo hago para que pienses que me duele resistirme a tanto descontrol.

Caos es una palabra enredadera. Un movimiento solitario hasta el tronco para completar la alfombrilla circular del lienzo. Para que mi muerte no tenga significado. Consolada por esta lluvia de retales eficaces. Consolada por el silencio de los viejos de la jacaranda: mi corazón.

* Sí vuelven las golondrinas. Sí hacen sus casas. Sí impregnan el aire con su aroma cristalino. Sí se meten en el corazón como balas expansivas. Sí están solas. Mienten sus cantos de apariencia estable. Mienten sus alas con la seguridad de guardar lugares, fechas y rostros familiares.

Ellas viajan en grupo; yo congrego mis bocetos de la persona que soy a donde llego. El que me besa no se quedará. De reojo, otra vez las golondrinas. Porque no se detiene la naturaleza. Porque el tiempo del amor no es relativo. Mi tía me contó que una golondrina herida vino dos años seguidos a su casa y lo supo porque la primera vez ella le curó la pata. La primavera siguiente, vino con la cicatriz.

* Ése sauce lagrimoso que me mira, ¿en qué piensa? En el pasado de los pájaros rojos con alas negras. En la mirada fija que cambia de caricia. Aperturas de luz en el remate horizontal. Interrupciones dolorosas, palidez de las hojas alargadas.

Soy yo. No hay árbol ni dios. Sólo el calor de la tarde que ralentiza el baile de las ramas en busca de un reflejo. Tiempo y sustitución de las escenas. Cambio que gira sobre sus letras. El sauce empuja sus raíces hacia al tronco en busca de un abrazo, como un bebé que juega al infinito. Árbol que detiene al sol en su caída para mejor preparar la noche. Para que no me dé cuenta del corazón la adolorido por esta tierra que es siempre exilio.

* Entrar a un jardín y salir a otro jardín. Piensa en la primera vez que mordiste una manzana. Detén la imagen con los dientes. Sopesa el jugo como a un vino sobre la lengua, hasta que la palabra manzana se destile.

Deja de clasificar las sensaciones. A lo mejor te encuentras al fruto todavía en el árbol, a lo mejor la historia se comienza a borrar.

La memoria no es lo que recuerdas. Naturaleza no significa naturaleza.

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De Woolf a Dahlia de la Cerda: repensando el cuarto propio

La primera vez que leí Un cuarto propio de Virginia Woolf me surgieron varias cuestiones que, en principio, parecían conceptos completamente ajenos a mi realidad. Sobre todo, debido a la primera frase que plantea y que resume en gran medida la idea de tener un cuarto propio: “[...] que una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas; y esto, como veis, deja sin resolver el gran problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la verdadera naturaleza de la novela”. Al leer esta afirmación, lo primero que viene a la mente es la comodidad, tal vez idílica, de tener una casa en el campo, lejos de la ciudad; un refugio donde se pueda escribir y leer sin interrupciones.

Sin embargo, esto es prácticamente imposible, al menos para mí, una mujer del siglo XXI que trabaja, a veces con dos empleos simultáneos, buscando becas y cualquier otra cosa para sobrevivir, en medio del ruido y el transporte ineficiente de la ciudad. Además, prácticamente no tengo posibilidades de adquirir una casa propia, y mucho menos en el campo. Me pregunté varias veces cómo puedo escribir si no tengo las condiciones “ideales” para la escritura, desde la perspectiva de Virginia Woolf.

Lejos de la idea idealista y profundamente romántica de tener una casa en medio del bosque, y que además con las subsistencia alimentaria y de ocio aseguradas, que es prácticamente imposible para las mujeres escritoras de mi generación, que se la pasan buscando “chambitas” que les permita pagar el alquiler, porque todas las profesiones que se dedican al trabajo literario son profundamente precarias, llega Dahlia de la Cerda con Desde los zulos, un texto tremendo, donde lo que más me llamó la atención fue su interpretación del cuarto propio y de lo verdaderamente difícil que es acceder a un espacio donde tengas la libertad de escribir, leer y crear.

Desde que yo comencé a trabajar formalmente, en 2016, en un periódico, recuerdo que trabajaba entre tres y cinco horas diarias por la noche, eso me daba el tiempo para hacer lo que yo quisiera durante el día; fue una época donde comenzaba a tener dinero y, por ende, cierta in-

dependencia, y lo mejor: tenía tiempo suficiente para continuar con mis estudios y pagarme algunos cursos extra; fue una época de mi vida que quizá no valoré lo suficiente; después de ese trabajo, entré a trabajar en una revista, en la cual trabajaba seis horas, lo cual también me permitía tener cierto tiempo libre, con lo que pude estudiar mi maestría, hacer otras “chambitas” y estudiar dos idiomas al mismo tiempo. Y ahora, que trabajo todo el día, pero que en realidad, a este momento en el que escribo esto, llevo algunas semanas en las que no tengo trabajo y aprovecho el tiempo de oficina para, desde perder el tiempo en Twitter, corregir mi tesis, leer, escribir o ver series.

Giro esto a mi experiencia personal, porque el texto de Dahlia hizo que me diera cuenta que el cuarto propio sí existía, y sí era accesible para mí, insisto, no desde la idea bucólica que comentaba más arriba, sino a partir de mi condición y mis posibilidades. También me hizo reflexionar sobre desde dónde estaba escribiendo, cuál era mi posición en el mundo y la importancia que eso tiene, es decir, nuestra posición ética, moral, social, económica y política en el mundo para poder escribir lo que estoy escribiendo ahora, por ejemplo.

Dahlia expresa que un cuarto propio para las mujeres implica, sobre todo, tener los privilegios de tiempo y dinero para escribir. Sin embargo, también se traduce en muchas otras condiciones, como no tener responsabilidades a cargo de nosotras, contar con un espacio destinado a la escritura, no vivir en condiciones de hacinamiento y tener un lugar como una oficina donde se pueda escribir y leer. Aunque debo admitir que en los últimos meses he perdido algo de autonomía en mi escritura, siempre puedo dejar de lado las tareas que tengo que hacer para dedicarme a escribir y no ocurrirá nada grave. El mundo no se vendrá abajo si detengo mis labores domésticas o laborales para leer y escribir.

Sin embargo, también me surgen cuestionamientos a partir de Desde los zulos. Dahlia menciona que ella escribe desde los zulos y continuará haciéndolo porque es ahí donde pertenece, “al barrio”. No le interesa convertirse en

una purista o en una escritora que va a un café para escribir o para observar lo que sucede a su alrededor. Lo que ella quiere es ser una escritora que escribe por y para los márgenes, para las mujeres que no tienen un cuarto propio y aun así siguen escribiendo y creando.

Cuando leí su postura, una de las cosas que más ruido me hacía era justo entender desde dónde escribía yo, porque sí, tenía un cuarto propio, pero eso no significa que sólo me dedique a la escritura o la lectura, ojalá. Ahora, hago otro tipo de tareas, como lavar los trastes y mientras lo hago procuro también pensar o escribir mentalmente, o repasar algunos versos que me gustan, y eso puede sonar estúpido, lo sé, pero cuando mi cuerpo hace alguna tarea doméstica, mi mente se revela y me obligo a pensar en lo que quiero escribir, o teorizar sobre lo que estoy leyendo para posteriormente ponerlo en el papel.

Dahlia dice que hasta lo que cocinas y quién cocina en tu casa determinará las condiciones en las que uno escribe, y cuánta razón hay en sus palabras; ahora que yo cocino lo que me como, que hago labores domésticas que antes no hacía, he perdido mucho tiempo valioso para dedicárselo a mis lecturas, y eso me duele y me enoja y me da rabia, pero una, aunque quisiera, jamás se podrá salir de lo doméstico, ni de los cuidados a los otros: y sí, odio cuidar y hacer tareas domésticas, y lo único que puedo hacer con eso es priorizar momentos de escritura y lectura; priorizarme desde lo intelectual, sobre lo corpóreo, aunque ambos estén de la mano.

Reconozco los privilegios que tengo a la hora de escribir, y sí, como Dahlia lo dice, “reconozcamos nuestros privilegios, los asumamos, entendamos cómo nos beneficiamos y cómo nos beneficia el sistema”; es verdad que tengo un trabajo donde puedo escribir, y cuento con la tecnología para escribir o acceder a libros e información, y desde ahí escribo. Pero también reconozco que todo eso puede desaparecer en algún momento y que a veces mis actividades cotidianas no me permiten tener esos momentos de creatividad ni de soledad para la escritura.

8 Jueves 15 de junio de 2023 LETRASTROMÁNTICA

MIENTRAS ESCRIBO

El boom de aprender a leer

Para Mario Vargas Llosa, lo mejor que le pasó en la vida fue aprender a leer a los cinco años, explica en muchas entrevistas. La edad podría variar para cada uno de nosotros, sin embargo, la acción de leer es, quizá, la misma: el momento en que pudimos decodificar los símbolos que dicen algo, como si nuestros ojos, el cerebro y después nuestra boca fueran el mecanismo que da vida a esas figuras impresas. Vargas Llosa explica que fue su madre quien influyó en su aprendizaje lector, en una convivencia masiva de libros familiares. En mi caso, por ejemplo, no fue así, mi hogar carecía de libros que me inquietara entenderlos. El aula fue el lugar donde aprendí a leer —obviamente mis ejercicios de casa, acompañado de mi madre, fueron parte importante en el proceso—, entendiéndolo como la acción propia de comprender lo que un libro dice. Pero fue hasta la preparatoria cuando puedo decir que aprendí a leer en todas sus palabras. Me ex-

plico: mi docente de literatura influyó en mi canon literario, me ayudó a descubrir los libros que me gustan, aquellos con la capacidad de llevarme a otros mundos, de soñar, de enamorarme, incluso aquellos que les tengo un cierto recelo. Esa clase

de literatura me enseñó a creer en los libros, por lo que la relación libroaula me lleva a las primeras lecturas serias con un afán de conocimiento y entendimiento, así como la escritura de los ensayos para pasar el semestre; una escritura que

en la actualidad sigo ejerciendo, aquella que, por seguir citando a Vargas Llosa, implica un esfuerzo de oficio, como si escribir implicara levantarse temprano, planear el texto y ponerse manos a la obra, adiestramiento que sigo aplicando en mi vida de estudiante de posgrado. Ni hablar de la lectura, desde entonces es una parte importante en mi quehacer cotidiano, más allá de un entretenimiento: es la energía a la máquina de la que hablo. Cuando el Nobel peruano explica que aprendió a leer a esa edad fue porque conoció los libros de aventuras que fueron importantes en su vida, Julio Verne y Emilio Salgari, principalmente. A esa edad yo no conocía historias, no había algo que me hubiera marcado como al escritor. Sí lo fue en esa etapa de mi vida, justo cuando lo conocí a él, a Vargas Llosa, junto con los autores del Boom Latinoamericano. Desde ese punto de vista, puedo decir que soy un lector tardío, que descubrí la literatura en un momento en que era necesaria. A todos los lectores nos pasa de distinta manera. Esa fue la mía.

9 Jueves 15 de junio de 2023

Yo también quiero un hombre para hacerlo mi puta, de Karen Cano

Juárez, Chihuahua.

En la Feria del Libro de la Frontera, el último viernes de mayo, después de las 4 de la tarde en el Centro Cultural Paso del Norte, llegó Karen Cano acompañada de su hija, su madre y su hermana a presentar Yo también quiero un hombre para hacerlo mi puta , obra que conjunta sus dos libros Pectoral Izquierdo y Ventosas. La presentación se realizó en el foro principal de este centro cultural, donde Mónica Blumen, Vanessa Castaneda y Berenice Vásquez, mejor conocida como Violenta Schmidt, compartieron con el público fragmentos de la poesía de Cano e invitaron al público a adquirir la obra. La acústica del lugar abonó a que, al declamar cada verso, se escuchara con esa firmeza y franqueza que caracterizan a los poemas de Karen Cano, sobre todo en la voz de la propia autora al leer “Yo también quiero un hombre para hacerlo mi puta”, que da nombre al libro.

10 Jueves 15 de junio de 2023
FOTOS: JUAN ORTEGA

Óscar

UN SHOT DE COLOR

Sonata azul del suicida

Qué ángeles persiguen los ojos del ahorcado, qué nubes de sangre se desploman sobre el espectador del cadáver. El dolor de la vida se aviva en el vivo, el dulzor de la muerte es secreto bien guardado de quien fenece. Alguien que se llama “H”, en esta columna, narraba con amarga ira la desgarrador a experiencia de haber encontrado a su padre suspendido del techo, la soga tensa y el cuerpo aferrado por el cuello, rígido ya, como una de esas reses colgadas del gancho en la carnicería. “N” era alegre, demasiado amigable, su mamá le llamó a comer, él no respondía y ella subió para reprender su indiferencia. Se trataba de su platillo favorito y además partirían el pastel, era su cumpleaños dieciséis; “N” tenía los ojos casi por fuera, igual que su lengua, mamá cortó la soga de la que pendía, le habló con ternura y cantó para él las más dolorosas “mañanitas” al tiempo que peinaba su rizada cabellera de querubín. “V” halló el cuerpo de su esposo en el suelo, él usó su cinturón para iniciar el sueño eterno, era divertido, un profesor de párvulos que aún ahora lo recuerdan con admiración; cuando ella abrió la puerta el pastor inglés lanzó un agudo aullido, una sonata mortuoria para su dueño.

Todos llevamos un rosario de difuntos, un cofre de lamentables sucesos, todos brindamos con vasos de lágrimas por nuestros queridos amigos idos, nuestros amados parientes en el viento, hechos polvo,

hechos puro aroma de festiva muerte. El suicida se muestra bravo y más aún: digno, pues no cabe más entereza en su determinación, más fuerza en su arrojo y más amor en la vida que al hacerla suya por entero, bebiéndola toda, quemándola hasta las cenizas y no en una larga y agobiante vida de rodillas sobre las espinas, como hacemos la mayoría.

La pintura “El ahorcado” de Naomi Lisbeth Torres nos enfrenta con un terrible suicida, nos obliga a mirarlo porque su gesto es desgarrador y convulsa su herida de la que brota rauda una sangre que salpica nuestro mirar sorprendido. Su cara estalla y casi se desprende del cuerpo, la soga tiesa confi rma su proceder. El color azul del fondo golpea nuestros ojos, que llenos de furia ven cobrar vida a ese muerto. La obra de Torres es de una energía sorprendente, notamos un lenguaje propio ganado a pulso, arte ambivalente en el que percibimos la fuerza de una tradición: la pintura expresionista, surrealista y Dada, así como el tesón de un estilo conquistado. Las alucinantes y crudas imágenes de Torres atraen de una manera poderosa, su abyecto hipnotismo, su sardónica lujuria, su pervertido exotismo, sin duda Naomi Lisbeth Torres es una artista a la que hay que seguir con atención para no perder de vista su hermosamente grotesca propuesta.

“El ahorcado”, acrílico y tinta sobre cartón, 35 x 30 cm, 2020, colección particular.

11 Jueves 15 de junio de 2023
“El ahorcado” de Naomi Lisbeth Torres.
@ naomilizbethtorresmartinez
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