MÉRIDA, YUCATÁN, MÉXICO Lunes 15 de abril de 2019 // Editora: Mariela Chuc
primeros cristianos durante la Semana Santa”. Después, a lo largo del segundo milenio, solo era usada por quien podía pagar, pero en el siglo XVI fue sellada por el sultán Suleimán y así debe permanecer hasta la llegada del Mesías, afirma la tradición judía, cuando caerá para permitir el paso junto al lugar donde se ubicaba el Templo, custodio del Arca de la Alianza con los Diez Mandamientos y punto cardinal del origen del mundo. “Los musulmanes destruyeron los santuarios y solo cuando llegaron los frailes (los franciscanos llevan más de 800 años en Tierra Santa), comienza a cambiar poco a poco", indicó el religioso sobre una larga tradición de hostilidades, cruzadas y reconquistas, que enfrentó a musulmanes y cristianos, quienes imponían sus normas cuando se hacían con el control de la deseada porción de tierra, donde la presencia judía se había visto reducida notablemente. Aún crisol de credos, más de dos mil años más tarde y al diluirse la contagiosa alegría del Domingo de Ramos, los fieles se preparan para el duelo con una sucesión de misas entre semana que preceden a la llegada del Jueves Santo, cuando comienzan los días más intensos. En esta jornada, solo un pequeño grupo de privilegiados -una exclusividad impuesta por las limitaciones de espacio- participa en la ceremonia que simula el Lavado de Pies que Jesús h i z o
LAS CENTRALES
PEREGRINOS CRISTIANOS portan ramas de palmera y de olivo durante una procesión en el Monte de los Olivos en Jerusalén, siguiendo la ruta que, según la tradición, recorrió Jesucristo en su entrada a Jerusalén.
sición del Cenáculo al huerto de Getsemaní, a las faldas del Monte de los Olivos, para iniciar la rememoración de la Pasión. Quizá con el deseo de dar con el árbol sobre el que Jesús descansó antes de sucumbir al miedo de ser apresado y muerto, los creyentes se dispersan sobre el terreno y, en silencio, oran largamente antes de poner rumbo a la Iglesia de San Juan en Gallicanto, para recordar cómo Pedro negó tres veces a su maestro antes de que cantara el gallo. LA VÍA DOLOROSA Y EL VIERNES DE PASIÓN
UN GRUPO DE PEREGRINOS llevan un cruz grande de madera en su camino hacia la Basílica del Santo Sepulcro en la procesión del Viernes Santo en Jerusalén. Miles de peregrinos recorren una ruta a través del casco antiguo de Jerusalén por la Vía Dolorosa. a los doce apóstoles en la Última Cena, protagonizado en Tierra Santa por el patriarca latino en la pequeña sala del Cenáculo, extramuros de la
ciudad vieja. El doloroso recuerdo de este momento en el que Jesús desveló a sus seguidores más cercanos la inminencia de su traición, la incertidumbre de su futuro y dio origen al sacramento de la eucaristía. Este hecho hace difícil para algunos peregrinos, con la emoción a flor de piel, la tran-
La conmoción de la noche aumenta en el amanecer del Viernes Santo, el día en que una multitudinaria procesión de miles de creyentes de todo el mundo recrean el "Vía Crucis" o camino a la cruz, un trayecto que se popularizó en la Edad Media. Por la Vía Dolorosa, la arteria de la ciudad vieja que desemboca en el Calvario, los fieles rememoran los pasos de Jesús a su crucifixión estación por estación, hasta catorce, algunos de ellos portando sus propias cruces que, de vez en cuando, pasan de mano en mano entre los viajeros menos devotos, algunos
25
interesados en inmortalizar el momento en una curiosa selfie. Uno a uno, los fieles dedican unos instantes a recordar la condena a muerte del Sanedrín, la entrega de la cruz, la caída de Jesús bajo la madera, el encuentro con su madre, la ayuda que le prestó Simón de Cirene con la cruz, el tierno gesto de la Verónica, su segunda caída, su encuentro con unas mujeres que lloran por él y la tercera caída. Aquí, la procesión que recorría las angostas callejuelas de la ciudadela, abarrotadas, desemboca en el recinto que da entrada al Santo Sepulcro, la imponente basílica bizantina construida en el siglo IV a petición de Helena de Constantinopla, madre del primer emperador cristiano, Constantino, para señalar el lugar donde yace la tumba de Jesús. El sobrio templo dividido al milímetro entre las iglesias griega, armenia y católica acoge en su interior las cinco últimas estaciones del Vía Crucis: Jesús es despojado de sus ropas, clavado en la cruz, donde muere, es descolgado y colocado en los brazos de María antes de ser sepultado. Los peregrinos, abrumados, se sumen en el recuerdo del desgarrador pasaje en el suelo donde se sienten tan próximos a las experiencias y sacrificios que, de acuerdo a las escrituras, hizo por ellos el hijo de Dios. Jerusalén no solo es morada de los creyentes que van y vienen; también es hogar de un pequeño porcentaje de cristianos de diferentes orígenes, mayoritariamente árabes y ortodoxos, que tienen el privilegio de ser parte de la escena de Tierra Santa, a veces disputado, eso sí, por las restricciones de movimiento impuestas por las autoridades israelíes en un contexto de conflicto. Toni es uno ellos, nacido en Jerusalén, capaz de apreciar, a pesar de coexistir con ella, la devoción en los ojos de los peregrinos que llegan, el deseo de ver, explorar y conocer cada rincón del lugar durante estas fechas, que concluyen con el Domingo de Pascua, con la conmemoración del episodio bíblico de la Resurrección de Jesús, tres días después de su sepultura. "Jesús nació, vivió y murió aquí. Durante la Semana Santa, todos los ojos del mundo están sobre nosotros", dijo sobre el momento en que se reviven las horas que marcaron el fin de Jesús y fundaron una de las grandes religiones de la historia.