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Judith Pamela Butler*, en defensa de las vidas

Queer

Alfonso Flores Verdiguel

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ourdes, como ya es costumbre cada que terminan sus clases, va en busca de sus amigas, quienes normalmente se reúnen día con día en la pequeña barda donde se localiza esa bella buganvilia que da al frente del módulo de las salas de audiovisual. Una vez reunidas, se detienen allí para platicar las incidencias del día y otras misceláneas para después tomar camino hacia el exterior de las instalaciones del CCH Naucalpan, abordar su transporte y dirigirse cada una a sus casas.

Hoy Lourdes llegó un tanto pensativa, cosa que sus amigas notaron de inmediato. —¿Qué te pasa Lulú? —preguntó una de ellas. —Nada, sólo que hoy en clase de filosofía una compañera le preguntó al profesor que si sabía qué significaba el término Queer » dentro del movimiento feminista —Lourdes vio las caras de sorpresa de sus compañeras con los típicos gestos de interrogación como cuando ignoramos alguna palabra o algo que oímos raro—. Pues la misma cara que pusieron ustedes la puse yo.

—Pero anda Lulú dinos que le contestó tu profesor a la chava que le hizo la pregunta, estamos ansiosas de saber qué significa Queer —casi como un ruego le solicitaban a Lourdes sus amigas que les dijera lo expuesto por el profesor y saber el significado de la palabra.

—Sentémonos en este nuestro lugar favorito a la sombra de esta hermosa buganvilia, y les cuento, poco más o menos de lo que me acuerdo, lo que explicó el profesor. Pues bien, el profesor comenzó preguntándonos que qué entendíamos por ser una «persona normal». Todos nos quedamos mirándonos unos a otros sin saber qué contestar, pero el profesor nos invitaba a que participáramos y dijéramos lo que pensábamos. Hasta que por fin un compañero participó:

—Yo creo que ser normal es vestir a la moda, ver el futbol, sacar a bailar a las muchachas en las fiestas.

* Judith Pamela Butler, nace en 1956, es una filósofa judeo-estadounidense que ha realizado importantes aportes en el campo del feminismo, la filosofía política y la ética. Ha sido una de las teóricas fundacionales de la teoría Queer. Es considerada de las filósofas y pensadoras más influyentes dentro del campo de la filosofía política contemporánea y teórica de género más leída del mundo. Es profesora desde 1993 en la Universidad de California y pertenece al Departamento de Estudios Psicosociales del Birbeck College y a la European Graduate School. Por parte de nuestra querida UNAM se le otorgó el título de Doctora Honoris Causa.

—Muy bien compañero —le expresó el profesor, quien seguía invitándonos a participar. Uno que otro se animaba a participar, algunos decían que ser normal es levantarse por la mañana, desayunar y salir rumbo a la escuela; otros opinaban que el ayudar a sus padres en las tareas de la casa y cosas por el estilo. Finalmente yo me animé a participar. ¿Y qué fue lo que tu planteaste? —preguntaron las amigas—. Pues yo plantee que ser una persona normal es que a nuestra edad tengamos ciertos gustos por ciertos géneros musicales, ir acorde con las normas morales que nos exige nuestra sociedad, pero también normal es que pueda uno tener amigas y amigos, y que a nuestra edad nos gusten, en el caso de las mujeres, los hombres y tener novio. En ese momento, el profesor me interrumpió… —Lourdes ha planteado un aspecto clave para ir descifrando nuestra enigmática palabra, sí, nos han hecho creer que lo normal es que nos relacionemos con personas; lo normal es todo aquello que la sociedad y los gobiernos, sobre todo los gobiernos neoliberales, les conviene que se perpetúe, que no cambie casi nada. Pero, todo aquello que vaya fuera de esa normalidad o en contra es condenada, perseguida e incluso castigada con la muerte.

Entonces yo le pregunté al profesor qué si tan malo era el término Queer.

Durante mucho tiempo sí, Lourdes —me contestó—. ¿Pero por qué profesor y qué tiene que ver con lo normal? El profesor dirigiéndose hacia todo el grupo, dijo:

—Les voy a poner un ejemplo con respecto a lo que nos cuestiona su compañera: supongamos que cualquiera de sus compañeras un día viniera vestida con un traje, camisa, corbata, zapatos de hombre, con un bigote postizo y peinada con gel y el pelo todo echado hacia atrás como lo usan muchos hombres. ¿Qué pensarían cada uno de ustedes de su compañera?

—¿Qué contestaron en el grupo Lulú? —preguntó alguien.

—Pues la mayoría pensaba que no era normal que de pronto una compañera que parecía normal de repente diera un cambio tan repentino, otros pensaban que posiblemente era lesbiana, otros simplemente la verían con rareza. En ese momento el profesor nos aseveró que habíamos dado la respuesta, y continuó diciendo: —y es que aquí, algunos y algunas de ustedes analizaron o pensaron el ejemplo que les di con ciertos prejuicios, sin saber en realidad qué causas reales fueron las que orillaron a su compañera a vestirse ese día emulando ser un hombre… Ahora bien, cuando en la sociedad se determina que ciertas personas no son normales es ahí cuando empiezan a darse la xenofobia, el racismo o el antisemitismo, de forma, por demás, arbitraria, pues señala al otro como contrario, inferior o incluso anormal. Ahora aquí viene el quid del asunto. El término Queer se dio en ese sentido a finales del siglo XIX cuando al gran escritor Oscar Wilde, autor de excelentes obras, entre otras el “Retrato de Dorian Grey”, al cual se le tachó, en sentido peyorativo, de Queer, es decir, señalando la desviación de la norma sexo-genérica, el salirse de lo “normal”. Desde entonces Queer se empezó a utilizar como un término despectivo para los hombres gays y como un insulto general para cuestionar aquellas personas asociadas con la atracción hacia personas del mismo sexo, del mismo modo que la frase “eso es muy gay ” se viene usando recientemente para implicar que algo está fuera de la norma.

Las amigas de Lourdes preguntaron si hasta ese punto había llegado la explicación del profesor. Lourdes respondió:

—No, la compañera que hizo la pregunta sobre el significado del término Queer cuestionó al profesor diciéndole que si no se había hecho nada al respecto para neutralizar los ataques, descalificaciones e insultos a ese tipo de personas, entonces, el profesor replicó:

—Entre los movimientos feministas han surgido grandes mujeres que han adoptado el término Queer como un adjetivo que las identifica y no como un insulto; otras mujeres han defendido la postura de esas feministas, que no se les persiga o discrimine, entre ellas está la filósofa norteamericana llamada Judith Butler, autora de una serie de libros donde defiende los movimientos feministas y la equidad de género.

Otra compañera preguntó al profesor que qué proponía la filósofa Judith Butler; el profesor nos explicó algunos aspectos de los planteamientos filosóficos de un libro que había leído hace un poco más de tres años que lleva por título Cuerpos que importan y que en una de sus partes refriere a lo que posiblemente responda a la pregunta de nuestra compañera: en ese libro de Butler propone o sugiere una estrategia, que le parece de suma importancia, y que consiste en crear un tipo de comunidad en la que no sea tan difícil vivir en armonía, en la que las vidas Queer lleguen a ser comprendidas, valoradas, merecedoras de apoyo, en la cual la pasión, las heridas, la pena, la aspiración sean reconocidas sin que se fijen los términos de ese reconocimiento en algún otro orden conceptual de falta de vida y de rígida exclusión1. Incluso, replanteó el profesor, Butler dice que sí es posible que tanto la política feminista como la política Queer se movilicen precisamente a traves de prácticas que destaquen la des-identificación con aquellas normas reguladoras mediante las cuales se materialice la diferencia sexual 2 .

—Por lo que entendemos —plantearon las amigas de Lourdes— es que Judith Butler piensa una comunidad exclusiva Queer, ¿eso no es sectarismo Lulú?

—Qué curioso —dijo Lourdes—, lo mismo cuestionó otro de mis compañeros, pero el profesor le respondió: no, según Judith Butler, plantea en el libro mencionado que el término Queer fue precisamente el punto de reunión de las lesbianas, los hombres gay más jóvenes y, en otro contexto, de las intervenciones lesbianas y, todavía en otro contexto, de los heterosexuales y bisexuales para quienes el término expresa una afiliación con la política anti-homofóbica… Esta posibilidad de transformarse en un sitio discursivo cuyos usos no pueden delimitarse de antemano debería defenderse, no sólo con el propósito de continuar democratizando la política queer, sino además para exponer, afirmar y reelaborar la historicidad especifica del término3. —Y con esto concluyo —dijo el profesor—: en todo centro educativo no sólo debe darse respuesta a las problemáticas y retos de la realidad social, sino que deberíamos adelantarnos, y ser uno de los espacios que lidere el cambio político y social en estos peligrosos “tiempos anti-intelectuales”, como también los ha denominado Judith Butler, sino reconocer la valía de cada una de las personas, independientemente de sus preferencias sexuales, el sexo es algo natural mientras el género se construye socialmente, esto último, nos dijo el profesor, se los dejo de tarea.

—Oye, Lulú, la verdad es que sí estuvo intensa la plática de tu maestro.

—Pues sí, pero también deja muchas dudas, aunque mi profesor dejó abierta la posibilidad de que en otra ocasión visitemos a Judith Butler y que ella nos comente a detalle su filosofía política en defensa de la mujer.

—Ese día que las lleve el maestro a ver a Judith Butler nos invitas Lulú.

—Sí, por supuesto —respondió Lulú.

Si quieres saber más consulta: Butler, Judith. Cuerpos que importan. Paidos, 2002.

3 op.cit. p. 323.

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