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2. REVISIÓN DE LA LITERATURA

2. REVISIÓN DE LA LITERATURA

El internet y las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) se han desarrollado con el paso de los años y ahora son parte de la cotidianidad humana. El inicio de esta digitalización mundial comenzó en el año 1968 con el experimento militar ARPANET de Licklider y Taylor, una red sencilla y funcional antecesora del internet que permitía enviar mensajes en código sin recepción externa del enemigo en el campo de guerra (Reindgold, 1996, citado de Martínez-Bravo et al., 2021).

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Décadas después el internet se convierte en una fuente de información, conocimiento e intercambio que influye en casi todos los aspectos de la vida, así como en el consumo, en la comunicación, en la producción, en los ámbitos culturales, de entretenimiento, la economía y demás (Trejo-Quintana, 2017). Igualmente, para GutiérrezMartín (2003) las máquinas se han convertido en algo más que una herramienta de trabajo, siendo de esta manera un medio de comunicación interpersonal geográficamente ilimitado, con una gran cantidad de información y una puerta de acceso al intercambio cultural y mundos diversos. De esta manera, según Trejo-Quintana (2017), se hace necesario desarrollar capacidades de uso sobre las TIC y los ambientes digitales.

Sin embargo, a pesar de que el internet y las TIC son casi indispensables en la actualidad, no todos tienen acceso ni conocimientos o capacidades para su manejo (Baller et al., 2016). Es así que, a este fenómeno de inequidad se lo conoce como brecha digital. Para García-Ávila (2017) la brecha digital se define como desigualdad entre las comunidades que tienen acceso al internet y quienes no, por lo cual indica que se trata también de una brecha social.

Por consiguiente, Según Sánchez et al. (2017) la brecha digital se asocia a tres perspectivas: en primer lugar, a las posibilidades de acceso, puesto que varias zonas y diferentes grupos sociales no cuentan con conexión a internet, ni computadoras o teléfonos inteligentes para navegar por la red. En segundo lugar, se toma en cuenta al tipo de uso

que la población le da a las TIC, ya que en ocasiones no son conocidas todas las posibilidades y aplicaciones que la tecnología puede ofrecer. Y en tercer lugar, se considera la relación de la raza, el género, la edad y la cultura con el acceso y uso de la tecnología. Así, en definitiva, la brecha digital está separada en dos elementos: el acceso y el uso.

De esta manera, los autores García et al. (2016) consideran analfabeta digital a una persona cuyo acceso o conocimiento sobre el manejo de las TIC es limitado o muy precario. De acuerdo a ello, Sánchez et al. (2017) menciona que la alfabetización digital y mediática son claves para la reducción de la brecha y el analfabetismo digital, además de también ser indispensable para el desarrollo de la sociedad de la Información y el Conocimiento.

Por otro lado, a modo de aclaración, cabe mencionar que la alfabetización digital y la alfabetización mediática son dos aspectos diferentes. La alfabetización digital se trata del desarrollo de habilidades cognitivas, técnicas, sociales y críticas que permiten a los individuos generar procesos de empoderamiento en cuanto al intercambio, la intervención y la colaboración mediante las TIC (Martínez-Bravo et al., 2021). Mientras que la alfabetización mediática o educación mediática se encuentra más ligada con la capacidad para criticar, interpretar y valorar la información que los medios de comunicación comparten (Trejo-Quintana, 2017) y así también, según Morejón-Llamas (2020), se trata de un proceso de acoplamiento en el manejo de las plataformas digitales con la debida responsabilidad de utilizar correctamente la información.

En la actualidad ambos estudios se complementan entre sí, siendo necesaria una alfabetización digital dentro del proceso de alfabetización mediática. De esta manera, de acuerdo con Arrieta & Montes (citado de Sánchez et al., 2017) existen tres niveles en el proceso de alfabetización digital: en primer lugar, el usuario debe comprender y saber usar programas, aplicaciones, dispositivos y herramientas digitales; el segundo nivel se trata de la habilidad para comprender, analizar y evaluar críticamente el contenido de las TIC; y por último, las personas tienen que desarrollar capacidades para crear y compartir contenido red, mediante las herramientas digitales.

Así mismo, según Guillén et al. (2016) la alfabetización digital consta de cinco dimensiones: Instrumental, cognitivo-intelectual, socio-comunicacional, axiológica y emocional; y bajo estos espacios se debe trabajar para que la alfabetización digital sea efectiva.

La dimensión instrumental corresponde a los conocimientos de tipo práctico para el uso del hardware, (parte física: ordenadores, teclado, teléfono, etc.), y el software (parta intangible: programas, las aplicaciones y demás). La dimensión cognitivo-intelectual se refiere a la parte cognitiva para la mejora de habilidades de búsqueda, análisis, interpretación, selección y recreación de la información. La extensión socio-comunicacional se trata del aspecto interpersonal de las TIC, en el que es necesario desarrollar habilidades y comportamientos adecuados para la comunicación a través de las nuevas tecnologías. La dimensión axiológica corresponde a la toma de conciencia sobre el poder de las TIC en el entorno cultural y político, por lo cual se busca alcanzar valores éticos y democráticos sobre el uso de la información. Finalmente, la dimensión emocional corresponde al control de las emociones, el desarrollo de empatía y la creación de una identidad digital.

Así también, según la UNESCO (citado de Trejo-Quintana, 2017) los elementos claves para una eficaz alfabetización mediática son: entender el papel de los medios (digitales), comprender el funcionamiento y las condiciones bajo las cuales trabajan los medios, evaluar críticamente el contenido que se comparte, participar en los medios para el desarrollo de la autoexpresión y participación y, finalmente, revisar las destrezas necesarias para la creación de contenidos.

De la misma manera, Durán Becerra & Machuca Téllez (citado de Morejón-Llamas, 2020) determinan que la alfabetización mediática es una vía mediante la cual se evita la desinformación al comprenderse la información, lograrse la comprobación de la veracidad de datos y fuentes, entenderse el contenido, su cohesión, intención y las estructuras de los medios.

Como tal, la alfabetización digital y mediática son importantes pautas para lograr la inclusión social (García, 2017), pero además es necesaria, puesto que con la pandemia por COVID-19 del 2020 los procesos de digitalización se han acelerado en todos los ámbitos de la vida, como la educación, la vida social y el trabajo; e igualmente mediante el desarrollo de habilidades y capacidades en el uso de las TIC se promueve el acceso a una amplia cantidad de empleos, se generan procesos de empoderamiento personal y social y la construcción de capital intelectual y social (Martínez-Bravo et al., 2021).

Por otro lado, el impacto de las TIC y las redes sociales han influido en la interacción desde el núcleo familiar, siendo estos los nuevos medios de comunicación e interacción social. Los jóvenes y adolescentes son quienes más acceden a los medios digitales, puesto que según Sánchez et al. (2017) el uso de las TIC se está dando cada vez más en edades tempranas. De esta manera, el manejo de dispositivos y acceso a las redes han permitido que este grupo generacional de personas hallen un lugar en el que formar comunidades de amigos, compartir experiencias y tener autonomía frente a los adultos (Linne, 2014).

Es por ello que, en lo que concierne a la crianza, los padres se enfrentan a una relación padre-hijo multipantalla conectados a internet, por lo cual sus conocimientos sobre el manejo de las TIC y la información son una pieza clave en el seguimiento de cómo los jóvenes destinan el tiempo al consumo en multipantallas (Marta-Lazo & Gabelas-Barroso, 2008). Como tal, existen dos tipos de consumidor: el consumidor pasivo que se caracteriza por aceptar como válida todo tipo de información y el consumidor activo o crítico quien analiza, interpreta y produce la información.

Como tal, es necesario que los padres y madres desarrollen las habilidades de un consumidor red activo, puesto que según Torrecillas-Lacave et al. (2017) la participación de los progenitores en los procesos de educación mediática de sus hijos garantiza una formación íntegra y según Romero et al. (2021), el “núcleo familiar es esencial en la educación de valores y competencias de cara a una alfabetización mediática eficaz” (p. 52).

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