Líderes empresariales del Caribe

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Líderes Empresariales del Caribe

UN VIAJE SIN REGRESO En efecto, el padre de don Alberto Azout llegó a Barranquilla, logró vincularse a una empresa como simple empleado y, si bien consiguió trabajo, los ingresos eran tan escasos que no le permitían siquiera enviar dinero a su casa en Jerusalén, donde seguramente pasaban todavía graves dificultades. En tales circunstancias no podía tener vida, con la preocupación a cuestas. Por ello decidió irse los fines de semana a Puerto Colombia, donde llegaban barcos de todo el mundo con numerosos turistas que paseaban por el amplio muelle, por las calles y almacenes, para ofrecerles sus mercancías como telas y encajes, chalinas y ropa femenina, importadas de países extranjeros (Francia, en primer lugar). La necesidad, pues, lo volvió comerciante. En las ventas le fue bien, tanto que cinco años después, en 1928, ya tenía ahorros suficientes para montar su propio negocio, aunque debió pedir un préstamo a sus jefes con base en una razón de primer orden: quería casarse con una bella jovencita judía, a quien conoció en Barranquilla, no en su amado país oriental. De hecho, sin pensarlo dos veces le aprobaron el crédito. Prefirió, no obstante, trasladarse con su mujer a Cartagena –“Es un buen sitio para vivir”, decía–, montar allí un almacén de telas importadas: La Flor de Europa, y quedarse definitivamente en Colombia, en la costa Caribe, tras descartar por completo su idea de regresar a Israel y comprar una pequeña finca para estar con sus viejos, a quienes por fin pudo ayudarles como Dios manda. De nuevo, los resultados fueron positivos. Las ventas crecían, el negocio también y hasta debió abrir otros almacenes por la alta demanda en La Ciudad Heroica, donde sus dos únicos hijos tuvieron una infan102


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