Cuadernos Hispanoamericanos 783 (Septiembre 2015)

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plo, o España donde, salvo un grupo de adelantados poetas catalanes –entre los que cabe destacar a Salvat Papaseit y su primer libro, Poemes en ondes hertzianas–, el futurismo se atenuó bastante para producir lo que conocemos como ultraísmo. En América, a pesar de que ya 1916 se hacía eco del futurismo en una pequeña población como Arequipa (Perú) el joven Alberto Hidalgo, el movimiento no conoció otra fortuna que la de inspirar otros movimientos que, copiando sus maneras, pretendían metas distintas. Así, cabe hablar de hijos del futurismo cuando hablamos del estridentismo mexicano o del modernismo brasileño, del runrunismo chileno y del ultraismo argentino. Pero basta mentar el nombre de algunas de sus revistas para darse cuenta de la dimensión de la herencia: Motocicleta, en Quito; Irradiador, en México; Rascacielos, en Lima. Sea como fuere, todos los libros importantes de la vanguardia americana que pudieran tener alguna deuda con el futurismo retrasan su salida hasta finales de la década de los años veinte: ahí está El hombre que se comió un autobús, de Alfredo Mario Ferreiro, aparecido en Montevideo en 1928, o los Poemas Automáticos de Manuel Agustín Aguirre, aparecido en Quito en 1929; ahí está Urbe (1924), de Maples Arce –que fue traducido al inglés por John Dos Passos–, y Descripción del cielo (1928), de Hidalgo, que es un libro de poemas carteles en el que cada pieza está impresa sobre una hoja de grandes dimensiones plegada en varias partes, de manera que se invita a cada propietario a leer y compartir el poema pegándolo en una pared. En Uruguay se llegó al caso fantástico de que una de las mejores producciones futuristas era una parodia del futurismo. Si algún movimiento puede decir que ha alcanzado el éxito es a partir de ese momento en que sus parodias son tan buenas que podrían incluirse en la lista de obras principales del propio movimiento: Aliverti Liquida, un libro producido por un grupo de muchachos, poetas y pintores, que querían echarse unas risas a costa de las maneras futuristas, contiene algunos de los mejores poemas visuales futuristas. Es al futurismo, por ponernos exagerados, lo que el Quijote a los libros de caballerías. Sin dejar de ser un libro de caballería, da un paso más allá para ser también parodia de aquello que ama. La reinvención del futurismo tiene mucho que ver, de nuevo, con la idea base desde la que partieron todos los vuelos futuristas, los serios y los bromistas, los divertidos y los macabros, los que se conformaban con armar gresca y los que pretendían inventar una nueva meta física: la idea de transformar la vida a través del arte. Una de las proposiciones evidentes del arte de cambiar la 17

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