LA FLORA MUTIS, TOMO I

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quina de Tena ya que aún no poseía garantías de sus cualidades curativas. 1774. López Ruiz halla la quina en los alrededores de Santa Fe; envía muestras al virrey, las pasan al estudio de Mutis y éste rinde informe favorable a ellas en 1776. 1778. El gobierno español encarga a López Ruiz el organizar el comercio de la quina de Nueva Granada con 2.000 pesos de honorarios. Este empleo le duró hasta 1783. 1778. Según él mismo lo dice, López Ruiz encuentra la quina en los montes vecinos a Guaduas. 1783. Septiembre 29. El ministro de Indias manda a Caballero y Góngora que castigue a López Ruiz, retirándole de sus cargos, por haberse atribuido un hallazgo que no es suyo. 1790. Tantas discusiones se suscitan sobre la validez curativa de las quinas neogranadinas que el rey determinó suspender el estanco de la quina en el Nuevo Reino así como los envíos de ella a la botica real-de Madrid. Libre el comercio, se desató la destrucción de los árboles por los particulares e inclusive el destinarla para leña. 1800. El gobierno de Madrid envía en comisión a Luis Rieux para que informe sobre las diferencias surgidas. 1801. Informa Mutis al virrey Mendinueta de ciertas interioridades de la comisión de Rieux. Los peruanos desacreditaban las quinas neogranadinas y el comisionado se había puesto a hacer despachos a la península de quinas del sur. 1803. Al mismo virrey — según parece — comenta Mutis la opinión de Humboldt y la experiencia de Bonpland a favor de las quinas neogranadinas. El episodio se clausuró, según insinúan Mutis y su biógrafo Gredilla, retirando por autoridad real a Gómez Ortega y a Barnades de sus cargos en el Jardín Botánico de Madrid por haber acompañado a Rieux en su farsa y mandando que éste fuera hecho preso en Nueva Granada. Así comenzó una de las principales industrias de exportación de Colombia, que precedió en importancia a la del café, y que murió

cuando los ingleses y holandeses, aprovechados de nuestra negligencia, y por no seguir la conducta de Mutis y de Caballero, hicieron con nuestras semillas, las plantaciones quineras de Java, de la India y de la Indochina. Otros tributos pagó Mutis a la maldita sed del oro. Es verdad que la orden real expedida en l.° de noviembre de 1783 y que aprobó la Representación, tan llevada y traída, le señaló dos mil pesos anuales para gastos de la Expedición; verdad que los trabajos de ésta costaron a las cajas de Santa Fe una crecida suma de la cual Mutis era único administrador y fiscal; pero por lo mismo él debía vigilar sus inversiones y mirar por que sus empleados cumplieran estrictamente con sus obligaciones. Y mientras Mutis se bastaba con poco y todo se lo gastaba en libros y en el prestigio de la ciencia y en su gabinete, los más pequeños halaban de la manta en favor de sus personales intereses. * Y estas necesidades pecuniarias que al sabio no arredraban, habían de ser, por fin, las que, después de la muerte de Mutis enajenaran las voluntades de unos con otros, entre los miembros de la Expedición y condujeran al descrédito de esa institución gloriosa. Así el plan de grandeza española llevaba, por obra de la pequeñez de los hombres, un gusano que horadando, horadando, había de lastimar primero sus ramas y después postraría el árbol frondoso. En las empresas mineras de Mutis se cumplió lo que Caballero y Góngora dijo en su Relación de Mando: No hay gente más pobre que los mineros, ni que pueda menos satisfacer sus empeños. Que es lo que en Antioquia se dice entre los tales: El minero se va, dejando un hueco en la tierra y una deuda donde mejor puede. Las minas del Sapo, tierras vírgenes donde entonces había muchos cafuches, fueron una academia para Mutis, quien se muestra satisfecho de tener en esa soledad su biblioteca de 200 libros y su hermoso microscopio. Fueron, sobre todo, su campo de estudios mirmecológicos a los que dedicó tiempo, solicitudes y también no pocos sinsabores. Allí, desamparado de los poderes públicos, bebió la vida neogranadina hasta el fondo de la copa.


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