con la dictadura. Esto es cierto, pero no lo es menos que a mitad de los años sesenta las condiciones de vida de la posguerra española habían cambiado considerablemente gracias al desarrollo económico producido por el turismo, la emigración y la consolidación de un entramado industrial. Las clases medias estaban accediendo mayoritariamente a la educación y a la cultura y las influencias externas se filtraban a través del turismo, de la mayor movilidad de los ciudadanos españoles (de la misma emigración) y de la rebelión que protagonizaron los jóvenes universitarios. El páramo no aparecía tan desolado como lo había estado en las décadas anteriores. De otro modo, nunca podría haberse instituido Barcelona como el centro de toda esta renovación de las letras hispánicas, ni Seix-Barral como uno de los motores de la edición europea, a la que pronto siguieron otras editoriales de una indudable calidad en sus propuestas y sus catálogos como Tusquets o Anagrama. El panorama sociocultural de la mayoría de los países hispanoamericanos de donde procedían aquellos escritores extraordinarios no distaba mucho del español y, en algunos casos, superaba a este último en desarticulación política y atraso cultural. Recuérdese la agitación de la Argentina de Frondizi, de Onganía y finalmente de Isabelita Perón, que desembocaría en la terrible dictadura de los años setenta; o el Perú de Manuel Prado y Belaúnde; o la Colombia de las guerrillas y los ejércitos de liberación; o los gobiernos de Alessandri, Frei y el Frente Popular de Salvador Allende en Chile. Esta situación se refleja claramente en la mayoría de las obras de los escritores que constituyeron este movimiento de renovación de la literatura hispanoamericana, tanto en los séniores y los juniores como en los integrantes del núcleo duro del boom. Es decir, el mecanicismo sociopolítico no es suficiente para explicar la complejidad de una serie de producciones literarias que escapan, precisamente, a sus condicionamientos más inmediatos a causa de diversas circunstancias difícilmente explicables de un modo simplista. Ahora bien, es cierto que estos escritores constituían una élite intelectual tanto en relación con sus países como con América Latina en general gracias a sus posibilidades de educación, de conocimiento de otras culturas, de contacto con otros espacios, etcétera. Y, dentro de esa élite, por las también especiales circunstancias que todos conocemos: la élite de la élite la constituyó el grupo del boom. 67
CUADERNOS HISPANOAMERICANOS