Espíritus Libres 1, Egresados UdeA

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policía, quien lo llevó a recorrer Guayaquil y lo engolosinó con los periódicos que llevaba a la casa en el bolsillo; la muerte por enfermedad de una hermana de 18 años y la muerte por riña cantinera… el olor del jazmín…“Crecí jugando fútbol en las canchas de Aranjuez y Santa Cruz. ¡Qué días tan felices!”. En 1959, cuando la señorita Inés le hizo el examen para que lo recibieran en primero de primaria en la escuela San Agustín, Juan José “recitaba con la misma propiedad el catecismo del padre Astete y la alineación del DIM”, un equipo que fue “de perdedores” en esos, y en otros tiempos. “Qué bueno ser hincha de un equipo pequeño como el DIM. ¡No humillamos a nadie y siempre vamos por la vida de derrota en derrota hasta la victoria final!”. En sus años de adolescente, Juan José, que para entonces ya vivía con su familia en Itagüí y se educaba en el Colegio de El Rosario, aprendería a valorar el humanismo de los curas que lo pusieron en contacto con los libros clásicos de la literatura, pero al mismo tiempo se rebelaría contra esa educación católica y se definiría por el agnosticismo. En 1970, a la hora de dar el paso a la universidad, pensó en estudiar Arquitectura o Sicología, pero ya sabía lo que quería ser en la vida: escritor. Por eso, al igual que muchos de los autores que había leído con excitación, eligió el camino correcto: el periodismo, el cual estudió en la Universidad de Antioquia.

desastre cotidiano que debía redactar como noticia, en ansiosas jornadas en sus martes de “descanso”, escribió Tuyo es mi corazón, su primera novela, en 1984. Contrariado por los patrones del periodismo informativo que se aferran al discurso de la objetividad y de paso normalizan y envilecen a los reporteros, Juan José buscó reencontrarse consigo mismo exiliándose en el territorio feraz de los libros, y ahí nació su segunda novela, El cielo que perdimos, en 1990. Con el paso de los años los egresados de las universidades recuerdan, si acaso, a uno o a dos de sus profesores. Juan José evoca las clases de literatura y poesía del profesor Elkin Restrepo que lo “marcaron profundamente”. Y ahora, los ex alumnos de Comunicación Social y Periodismo del Alma Máter evocan las clases de periodismo y literatura de Juan José —enriquecidas de anécdotas, apuntes biográficos y bibliográficos, las cuales se trasladaban de los salones a los bares y cafés, a las calles y parques de la ciudad—, que tan intensamente los provocaron para investigar y escribir como reporteros, pues se trata del profesor que ellos tienen en sus mentes a pesar del paso devastador del tiempo y de “sentir que es un soplo la vida”.

Para 1978, Juan José era corresponsal en Medellín del periódico El Tiempo y “sacándole tiempo al Tiempo” y al Fotografía: Julián Roldán / Perfil: Carlos Mario Correa Soto

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