LaBatallaDeCadaHombre

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Pagar el precio

La batalla de cada hombre

disfrute todo con gran emocion y mi imagen de creyente reluda mas y mas brillante. Segtin las normas del mundo, yo era todo un exito. Excepto por un pequefio problemita. De acuerdo con las normas de pureza sexual que Dios establecio, ni siquiera me acercaba a la vivencia diaria de 10 que era su vision para el matrimonio. Habfa dado certeros pasos hacia la pureza sexual, pero aprendfa que las normas divinas eran mucho mas altas de 10 que jarnas me imagi­ ne y que las expectativas de mi Padre hacia mi, superaban todos mi suefios, Pronto reconod que me hallaba bastante lejos de la meta de santidad que Dios tram. Todavfa me deleitaba en las hojas sueltas donde aparedan modelos semidesnudas, todavia luchaba con pensamientos de doble sentido y las miradas ardientes. Mi mente continuaba sofiando despierta y tenia fantasias con antiguas novias. Esto era macho mas que un simple indicio de inmorali­ dad sexual. Estaba pagando el preeio y las cuentas se me iban acumu­ lando. Primero, no podia mirar a Dios a cara descubierta. Nun­ ca podia adorarlo plenamente. Y como sofiaba estar con otras mujeres, y hasta cierto modo disfrutaba el recuerdo de las con­ quistas sexuales del pasado, sabfa que era un hipocrita y, por 10 tanto, continuaba sintiendome distanciado de Dios. Las personas a mi alrededor no estaban de acuerdo conmigo y me dedan: «jVamos, hombre! jPor amor al cielo, nadie puede controlar la vista ni la mente! jDios te ama! El problema debe ser otro». Pero yo sabfa que no era asf. Mi vida de oracion era muy endeble. En cierta ocasion mi hijo se enfermo y tuvimos que correr con el a la sala de urgencia. ~Me apresure a orar en ese momento? No. Lo unico que pude hacer fue apresurar a otros para que oraran por mi. «~Llamaste al _pastor para que ore?» le pregunte a Brenda. «~Llamaste a Ron? ~Llamaste a Red para que ore?» A causa de mi pecado no tenfafe . . en rrus oraciones.

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Mi fe tambien era muy debil en otras esferas. Si como ven­ dedor a comision y ante la competencia perdfa varios negocios seguidos, no podia estar seguro de si la causa de tal reves era de alguna manera mi pecado. No tenia paz.

Estaba pagando elprecio de mi pecado. Mi matrimonio tambien estaba sufriendo. A causa de mi pecado no me podia comprometer con Brenda al ciento por ciento porque ternfa que en el futuro me dejara. Eso le robo inti­ midad a Brenda. Pero eso no era todo. Brenda me confeso que tenia unos suefios pavorosos en los que Satanas la perseguia. ~Acaso mi inmoralidad privaba a mi esposa de la proteccion espiritual?

Mi esposa estaba pagando un precio. En la iglesia no era mas que un traje vado. Acudfa allf con una desesperada ne~esidad de perdon y de que me ministraran. Nunca llegue a la iglesia listo para ministrarles a los dernas. Por supuesto, mis oraciones en la iglesia no eran mas efectivas que en cualquier otro lugar.

Mi iglesia estaba pagando un precio. Recuerdo que escuche un sermon en el que el pastor hablo sobre el «pecado generacional», los patrones de pecado que heredan los hijos de sus padres (Exodo 34:7). Y mientras estaba sentado en el banco de la iglesia recorde que durante la Gran Depresion mi abuelo dejo sola a su esposa criando a sus seis hijos. Mi padre dejo a su familia para involucrarse en multiples relaciones sexuales. Y ese mismo patron 10 herede yo, de 10 cual di evidencia al involucrarme en multiples relaciones en la uni­ versidad. Y aunque salvo, reconod ahora que aiin no habfa solu­ cionado este asunto de la pureza en mi vida, y me amedrentaba pensar que le traspasara a mis hijos el mismo patron.

Mis hijos podrianpagarun precio. Finalmente logre establecer la relacion que existfa entre mi inmoralidad sexual y mi distanciamiento con Dios. Esta­ ba pagando enorrnes penalidades en cada esfera de mi vida.


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