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EnlatumbadeJesús

Hace poco estuve en Jerusalén,la ciudad de las tres religiones. Como muchos visitantes, lo que deseaba intensamente era conocer la tumba donde, según la tradición,fue enterrado Jesús, elsalvadordeloscristianos.

Era un día lluvioso. MientraselbusnosllevabaalaCiudadVieja de Jerusalén (la parte histórica de la ciudad y que está rodada por una muralla), la guía argentina nos explicaba a todos los latinoamericanospresenteselrecorridoque haríamos: esto es, el camino por el que Jesús fue conduci- dohaciaelGólgota.Dentrode la Ciudad Vieja, se podía encontrar decenas de tiendas de artesanías,depuestosdeventa de ropas y casas de cambio, ademásdeinnumerablesára- bes jaladores. Por el intenso movimiento, pues, es posible compararunapartedeestelugarconcualquiermercadosudamericano.

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Alamparodelosparaguas, fuimos conducidos disciplinadamente por la guía. Avanzamos por cada tramo que habría realizado el hijo de Dios hacia su crucifixión final; luego, alcanzamos lo más esperado: el sepulcro. Sobre este, se ha construido una basílica que,por su corte ortodoxo,no tiene nada de las pompas de las iglesias católicas.En suma, aquella es más bien sobria y obscura por dentro. Miles de personasdediversasnacionalidades acuden aquí en peregrinajey,porende,sedebehacer una fila muy larga antes deingresaralacripta.

Dentro de la basílica, muchossearrodillaban;otrosoraban en voz baja; pocos tomaban fotografías. Había un éxtasissilenciosoyprivado.Elsepulcro está cubierto por un edículo, de forma de panal, con una sola brevísima y estrechaentrada.

Peroyendomásafondo,elcuerpo–más exactamente,lacarne–deJesúsesundilemapara loscristianosdeOccidente.¿CómoesqueDios pudotenerunhijodecarneyhueso?¿Quéclasede avatarfue?

Cuando llegó mi turno, un religioso ataviado de negro, cuidador como varios de los quehabíaahí,mehizounaseña para que pasara. Entonces ingreséaledículoypudeapreciar la tumba de Jesús. Se trataba de una concavidad marmórea,en donde había un saliente, especie de soporte, so- bre el que había varias velas encendidas y algunas de ellas ya muy derretidas. Entendí quebajoestasvelasestuvoalguna vez el cuerpo del nazareno. Sin embargo, también pensé en ese instante, por el tamaño se trataba más de la cripta de un niño que la de un hombre. Me persigné y salí pronto ante la insistencia del cuidador.

Jesús? La respuesta espiritual señala que, al igual que Moisés antes y Mahoma siglos después, el Salvador ascendió a los cielos. En cambio, una crudahistoriadiríaqueelcuerpo–osusrestos–estáencualquier parte: porque Jesús fue unrebeldeylastumbasdelos rebeldes no llevaban nombre; y,además,si seguimos al ilustreRenan–queensuViedeJésus comparó por un momento a éste con un curandero–, podemos imaginarnos que antes a muy pocos le interesabanelentierrodeunhumildechamán(aunqueestotambiénpasaennuestrosdías).

Pero yendo más a fondo,el cuerpo –más exactamente, la carne– de Jesús es un dilema para los cristianos de Occidente.¿Cómo es que Dios pudo tener un hijo de carne y hueso? ¿Qué clase de avatar fue? La historia divina o semidivinadeJesúsescandalizóen sumomentotantoajudíoscomo a musulmanes, quienes compartenelmismoDios.

¿Dónde está el cuerpo de

Posteriormente,los cristianos,conSanAgustínalacabeza, buscarían una solución al problema de la encarnación mediante el dogma de la Trinidad: Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo a la vez. Esta idea,porsupuesto,provocócríticas cáusticas, como las de VoltaireenelsigloXVIII.

No soy quién para resolver un problema de siglos. Pero mequedépensandoenlacriptaquecontempléporunosminutos. En ella, me repetí para mí mismo, cabía mejor un niñoynounhombre.Estoquizá podríaserdealgunaayudapara las especulaciones teológicasdelmisterio.

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