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He estado varias veces en Moquegua. Yo diría que desde mi nacimiento he recorrido sus calles angostas y he gozado de su clima. He recibido siempre demostraciones de afecto entre los amigos que frecuentaba desde mis años de niñez y he aprendido en sus delicados guargüeros, en su delicioso penco, en sus piscos y en sus fiestas que Moquegua es una tierra singular.
No sé si porque está adornada todavía, pese al terrible terremoto, con los atributos de la ciudad colonial o porque, aunque haya pasado el tiempo, Moquegua aún mantiene ese espíritu bucólico, sencillo que se niega a abandonar. Quizá sea la vocación de amistad que siempre ofrece a quienes la visitan.
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Nadie queda indiferente cada vez que visita Moquegua y observa su plaza en la que su pileta destaca ocupando un lugar especial o recorre sus céntricas calles casi ahorcadas por antiguas casonas que nos van contando en sus piedras de calicanto, en sus mojinetes y en sus zaguanes la sencillez de su gente y la felicidad con la que los moqueguanos hablan de sus tradiciones y su historia.
Tres veces benemérita y muy noble ciudad son algunos de los títulos con los que se le conocen y que habla muy bien de su comprobado compromiso a favor de la Patria puesta de manifiesto en innumerables veces en que los hijos moqueguanos dejaron en claro que el respeto por la ley y el amor por el suelo a veces deben escribirse con sangre o con una cuota de sacrificio.
Así ocurrió en Torata y en Los Ángeles, en el Alto de la Villa y en Chen Chen, en San Antonio y en cuanta oportunidad tuvo el moqueguano de demostrar que está hecho de un corazón grande e indomable pero que puede ser también capaz de cantarle a la vida, al amor y a la esperanza.
Eso dicen las letras de Amparo Baluarte transformadas en música o los párrafos escritos por Mercedes Cabello que fue en su época un grito predecesor de la mujer peruana que buscaba un espacio en el difícil mundo dominado por los hombres. Esperanzas y fe es lo que se lee en cada párrafo de los Siete Ensayos de Mariátegui. Amor y cariño es lo que aprendemos cada vez que repasamos los Retazos de Luis Kuon Cabello.
No hay nada en Moquegua que no cautive nuestro espíritu y nos haga sentir parte de un pueblo noble y trabajador al que la historia aún no ha recompensado adecuadamente pero que la naturaleza se ha encargado de resarcir grandemente por tal olvido. Un clima maravilloso con sol todo el año, una tierra fértil en la que la uva y la palta se convierten en inmejorables muestras de las bondades de su suelo, un río que, aunque pequeño, produce un valle fértil en deliciosas frutas. No por gusto se le llama la Perla de los Andes.
Pero es su gente lo que hace valiosa a Moquegua. Pocos lugares hay con gente tan acogedora, tan atenta al visitante, tan querendona de su tierra y de sus tradiciones. Y que por eso ha demostrado en diversas oportunidades que Moquegua es una tierra que merece respeto, como cuando aquella dama moqueguana le dijo al invasor chileno ansioso de cobrar el cupo “Parece que no hubiera sido parido por mujer alguna.”
No dudo que fue por esto que Santa Fortunata decidió quedarse aquí, encantada de esta gente acogedora y desde siempre le brindo su protección cada vez que se recurría a ella en busca de alivio. Búsquese a las más ancianas, a los caballeros más canosos y nos contarán que Fortunata demostró en varias oportunidades su aprecio por esta gente en acciones milagrosas, en apariciones providenciales, incluso en momentos tan difíciles como en motines y revueltas, a favor de los moqueguanos.
Mucho se puede escribir sobre Moquegua, pero nada de ello será en su contra, pues quién lo haga seguramente no ha logrado interpretar su filosofía ni ha leído el mensaje de sus balcones ni de sus mojinetes. Más aun, quizá no ha sabido descifrar aquel mensaje de su emblemático Cerro Baúl: que el futuro de Moquegua está signado por la riqueza de sus entrañas y el trabajo e inteligencia de su gente. No hay lo uno sin lo otro.
Feliz día Moquegua.
| Muro Matriz y Pileta Plaza de Armas de Moquegua. |
Moquegua: todos te saludamos
LA PRENSA REGIONAL - VIERNES 25 DE NOVIEMBRE DEL 2022 Recuperación de plaza de armas de Moquegua tiene reconocimiento nacional
Recuperación de la plaza de armas ocupó el segundo lugar en Concurso Nacional XIX Bienal de Arquitectura Peruana Cusco 2022
MOQUEGUA
DIARIO PRENSA REGIONAL
El proyecto denominado “Recuperación del Ambiente Urbano Monumental de la Plaza de Armas de Moquegua”, ocupó el segundo lugar en el Concurso Nacional XIX Bienal de Arquitectura Peruana Cusco 2022, en la Categoría Revalorización del Patrimonio, Subcategoría Recuperación de Ambiente Urbano Monumental, cuyo tema para esta edición fue “Construyendo el patrimonio del Futuro”.
Este importante reconocimiento a Moquegua, se dio tras la evaluación de arquitectos de reconocida trayectoria nacional e internacional. El evento fue organizado por el Colegio de Arquitectos del Perú, con apoyo del Ministerio de Vivienda, Construcción y Saneamiento, donde se expusieron y premiaron a las mejores obras a nivel nacional.
El proyecto fue presentado por el arquitecto Raúl Menaut Manchego, joven profesional moqueguano, que labora en la Subgerencia de Estudios de la Municipalidad Provincial Mariscal Nieto y el alcalde, Abraham Cárdenas Romero, depositó toda su confianza para que elabore el diseño arquitectónico de las mejoras en la recuperación de la plaza de armas de Moquegua.





Moquegua señorial
GUSTAVO VALCÁRCEL SALAS
Moquegua siempre ha sido una ciudad para vivir lejos del bullicio estresante, ausente el tráfago moderno y la polución nos permite disfrutarla a plenitud.
Al transitar por las estrechas calles y espacios urbanos de la zona monumental, apreciamos por doquier las altas fachadas, las portadas de piedra de calicanto ostentosamente labradas con escudos nobiliarios, reflejo de una sociedad que también usaba el arte alfarero para presumir de su hidalguía, digno marco de los portones de dos hojas, tallados con una diversidad de molduras, decorados con clavones de bronce. Puertas flanqueadas por las ventanas de fierro forjado en sus más variados estilos, en algunas de ellas aún se aprecia el pescante hoy viudo de velas y farolas; puertas que dan acceso a los soleados patios empedrados con canto rodado y baldosas de calicanto, precedido de la infaltable hojanvila, que por el techo asomaba a la calle con arracimadas flores de un intenso morado (en otros lares buganvilla, buganvilia y bougainvillea), acompañadas de enredaderas, geranios, diamelas…
Patio al que dan las habitaciones de quincha, ventiladas por ventanales enrejados que semejan puertas suspendidas, permitiendo que se imponga la claridad del sol, que hace más vivo y alegre lo que ilumina. Y al interior de la casa, un holgado corralón que en su tiempo sirvió de establo, cumplían las funciones de las cocheras de hoy. Era frecuente tener allí un horno, del que las amas de casa con singular arte hacían brotar en desfile interminable alfajores, guargüeros, hojaldrilla, alfajorillos, turrones y medio millar de sabrosos etcéteras.
En no pocas viviendas, la cava para almacenar el vino, que hace un siglo la imaginación local fue convirtiendo en una misteriosa red subterránea, llena de mitos y leyendas, por la que transitan duendes noctámbulos y almas intranquilas resguardando quiméricos tesoros. Y en todas las casas, siempre un espacio para agasajar al visitante, bien con una copa de damasco, o de leche'monja, se diría una ambrosía de propiedades reconstituyentes.
Con razón el poeta Torres de Vidaurre, entusiasmado por nuestra ciudad, la recordaba por sus “románticas casonas, alfajoradas con penco”.
Todo un armonioso conjunto de habitaciones, que tienen como elemento distintivo el notable techo de mojinete en sus diferentes formas y orientaciones. El vocablo mojinete ya se usaba en Moquegua a fines del s. XVII para designar al techo que inicialmente fue de dos aguas, de forma triangular. En el siglo XIX apareció el de forma trapezoidal, ambos tipos de techo matizan nuestro paisaje urbano; con él supieron domesticar al clima, tuvieron la habilidad de cautivar a la primavera y retenerla en sus habitaciones para siempre.
La fachada tradicionalmente era enlucida con barro, pintado con ocre azul o rojo en sus diversos matices; pintura preparada por los mismos albañiles que la obtenían de las vetas circundantes; colores con los que a fines del XIX los propietarios mostraban su simpatía por Piérola o Cáceres, hasta que perdieron su simbolismo y quedaron como tonalidades típicas de la ciudad; pero, en las últimas décadas se optó por mostrar la piedra vista, que no siendo lo tradicional, no deja de darle un encanto señorial.
Moquegua es pues, una ciudad con personalidad arquitectónica definida en sus casas, calles, barrios y parques, en los que palpita su alma y su espíritu. Eso explica que en cada ocasión que fue afectada por un terremoto, se levantó sin perder su tradicional estilo urbanístico, por la decisión propia y espontánea de sus habitantes, sin que medie autoridad, ni bando municipal alguno. No necesitaban imitar a nadie; heredaron un estilo, el mismo que sus antepasados crearon con su natural arte e ingenio, como respuesta al medio en el que habían nacido, y que enriquecido por una generación se trasmitió a la siguiente.
Por eso sus visitantes ilustres a inicios del siglo XX, decían que, al visitar Moquegua, “cuando se contempla su panorama, produce la sensación de una ciudad de cuento”; como en toda ciudad de abolengo, “recorrer por sus calles y venerables casonas, llenas de evocaciones, registros de historia y de nobleza, no es pasear: es desarchivar...”. Y al marcharse, hacían votos “porque permanezca tal como está; porque ante sus muros se detengan fulminados los demoledores” (Luis Alayza y Paz Soldán, 1940). O simplemente la calificaban como “una de las ciudades más interesantes del Perú … que el conjunto de obras de arquitectura civil de Moquegua es digno de ser preservado como expresión de un paisaje urbano de calidad” (G. Viñuales y R. Gutiérrez, 1972).
Roguemos para que nunca tenga vigencia en nuestra ciudad la encendida plegaria que el maestro Raúl Porras Barrenechea elevaba por la conservación de Lima: ¡De los terremotos, de los alcaldes, de los constructores, líbranos Señor!

| Moquegua señorial [Foto: Bengi Pancca – Prisma] |
Moquegua es pues, una ciudad con personalidad arquitectónica definida en sus casas, calles, barrios y parques, en los que palpita su alma y su espíritu. Eso explica que en cada ocasión que fue afectada por un terremoto, se levantó sin perder su tradicional estilo urbanístico, por la decisión propia y espontánea de sus habitantes, sin que medie autoridad, ni bando municipal alguno.

LA PRENSA REGIONAL - VIERNES 25 DE NOVIEMBRE DEL 2022 Huaynaputina: el volcán moqueguano que atrae al mundo
ROSI MERY MERMA LOZANO
El volcán Huaynaputina permanece ´dormido´ pero hace más de 400 años hizo erupción dejando pueblos enteros desaparecidos. Hoy sus alrededores son visitados por turistas y científicos de d i f e r e n t e s r a m a s q u e estudian las consecuencias de aquella explosión.
Los estudios sobre este fenómeno natural que arrasó con la vida de alrededor de 1500 personas que vivían en los pueblos aledaños al volcán han sido permanentes. Uno de los últimos y más importantes es del 2015 cuando inicia el proyecto Huayruro, impulsado por el Gobierno Regional de Moquegua junto al Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico (Ingemmet)
El volcán Huaynaputina, que erupcionó en el año 1600 d. C., hoy es conocido a nivel mundial por la comunidad científica, ya que a fines de octubre la Unión Internacional de Ciencias Geológicas (IUGS por sus siglas en inglés) anunció la lista de los primeros 100 geositios de interés geológico del mundo, entre ellos “Los depósitos piroclásticos de la erupción del volcán Huaynaputina del año 1600 d. C., en Calicanto-Moquegua”.
Jersy Mariño ingeniero geólogo del Ingemmet, explicó porque el volcán fue considerado uno de los 100 geositios “El primer motivo es debido a que la erupción permite entender el impacto de las
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grandes erupciones en el planeta y el segundo es el pueblo que fue sepultado y barrido por la erupción, ambas c a r a c t e r í s t i c a s f u e r o n tomadas en cuenta por los evaluadores para considerarla como patrimonio geológico mundial”.
Gracias al Proyecto Huayruro se logró conocer el impacto local de la erupción del volcán Huaynaputina, comprobando la existencia de cinco pueblos sepultados: Calicanto, Estagagache, Cojraque, Moro Moro y Chimpapampa.
José Luis Peralta representante del Centro de Operaciones de Emergencia Regional de Moquegua recordó que para conocer las riquezas culturales que se mantienen sepultadas alrededor del Huaynaputina se utilizaron georadares, que mostraron una radiografía de los pueblos sepultados.
Es en el año 2019 cuando se hizo la primera excursión geoturística “Ruta del Huayruro” que recorrió los 12 geositios propuestos. La última se realizó en noviembre de este año, tras conocerse que el volcán Huaynaputina fue declarado uno de los primeros 100 geositios del mundo.
En esta última excursión, se reunieron más de 50 interesados en conocer Calicanto, la zona específica declarada geositio a nivel mundial, entre ellos científicos geólogos y estudiantes del Perú y países como México, Chile, Estados Unidos, entre otros. Ellos visitaron el distrito de Quinistaquillas, con el fin de visitar el pueblo incaico de Calicanto, que se ubica a 13 km al sur del volcán Huaynaputina y a 2.5 km del distrito del distrito mencionado, además de recorrer otras zonas sepultadas por la erupción del Huaynaputina.
Hugo Delgado, de nacionalidad mexicana, investigador del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México resaltó el valor social del nuevo geositio, “tiene un valor social en el sentido de que la gente se apropia del conocimiento de su entorno el origen del lugar de un volcán qué es un momento dado explotó que ahora está dormido pero que puede despertar por lo que deben tener este conocimiento relacionado los peligros potenciales”.
El Gobierno Regional de Moquegua, mediante el proyecto Huayruro, propone poner en valor el geositio e integrarlo a un nuevo circuito turístico regional, que comprendería los distritos de Omate, Quinistaquillas, San Cristóbal y Cuchumbaya, que, sumado a la gastronomía de la zona con camarones, truchas y cuyes, el vino y el pisco que producen, y las numerosas tradiciones culturales y religiosas como la Semana Santa de Omate, lo convierten en el siguiente gran destino turístico de Moquegua.
El volcán moqueguano que ocasionó la pérdida de cientos de vidas permanece vigilado las 24 horas del día por el Instituto Geofísico del Perú.
EL HUAYNAPUTINA
El 19 de febrero de 1600 d.C. el volcán Huaynaputina, ubicado en Moquegua, a 65 kilómetros de la ciudad, presentó una gran erupción de tipo Pliniana, la cual es considerada la mayor erupción volcánica de Sudamérica y una de las 5 mayores en el planeta en los últimos 2 000 años.
Según algunos cronistas, más de 20 pueblos quedaron sepultados por la ceniza, al menos 1500 personas murieron, se registraron varios terremotos y un año después (1601) se originó el descenso de la temperatura, provocando uno de los veranos más fríos de la historia en el hemisferio norte del planeta.





en soles
