La Prensa

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EDITORIALES ADVIERTE EU

Más de medio país, incluido todo el norte, atrapado por los cárteles

E FÉLIX FUENTES

E

l Departamento de Estado de EU alertó a sus ciudadanos sobre los peligros en 20 entidades de la República Mexicana, donde grupos criminales se disputan el control de rutas del tráfico de drogas. En el 2011 fueron asesinados 113 estadounidenses y 32 en los primeros seis meses de este año, indicó. En la actualización de su alerta de febrero pasado sobre viajes a México, el Departamento a cargo de Hillary Clinton indica a sus ciudadanos que los hagan si son necesarios o urgentes, pero desalienta los turísticos. Esa alarma contradice los elogios “heroicos” al presidente Felipe Calderón, expresados por la señora Clinton y el mismo presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sobre el combate a los cárteles. Es la vieja política del “buen vecino”, de exaltar al presidente mexicano en turno para concretar arreglos de alto nivel y lanzar golpes bajos de cuando en vez por autoridades de segundo plano o congresistas, a fin de quebrar negocios, como el turismo y los intercambios comerciales. En los elogios externos resultó maestro Felipe Calderón, quien se valió de embajadores y funcionarios de allá y de acá para alabar a su persona, incluso con cifras tergiversadas sobre crecimiento económico y presuntos blindajes, como los expresados por el ex funcionario del Fondo Monetario Internacional, Agustín Carstens, hoy gobernador del Banco de México. Para esos menesteres ha sido blanco permanente José Ángel Gurría, secretario de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), a quien se ha presionado para hablar bien del rumbo económico de México, del crecimiento, de inflación e incluso insistir en reformas “urgentes” como la energética y la fiscal. Los llamados a Gurría, telefónicos o para entrevistas personales han sido constantes y a veces se tornaron insoportables, nos confió un colaborador de la OCDE. Esto encaja en la estrategia mediática de Calderón. ENRIQUE PEÑA NIETO va a padecer la pena negra para levantar al país del caos en que ha caído, sobre todo en rubros de crecimiento, desempleo, pobreza e inseguridad. Respecto al turismo, el gobierno priísta tardará años en reencauzarlo, si el Departamento de Estado yanqui describe como estados inseguros a Baja California y Baja California Sur, Sonora, Chihuahua, Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas, Durango, Sinaloa, Zacatecas, San Luis Potosí, Aguascalientes, Jalisco, Michoacán, Colima, Morelos, Estado de México, Veracruz, Guerrero y Chiapas. Es decir, más de media república se encuentra a merced de los cárteles y las entidades del norte —¡todas!— están marginadas del turismo e inversiones de dentro y fuera de México porque la delincuencia, además de comerciar drogas, asesina, secuestra y causa terror. El hampa también cobra derechos de piso, despoja de casas, ranchos y pequeñas empresas a millones de familias que huyen a Estados Unidos o se concentran en el Estado de México y el Distrito Federal, donde la población se hacina y la vida ya es imposible. Es el Departamento de Estado de EU el que describe la situación de horror e inseguridad de México, no periodistas que el gobierno de Calderón acusa de mentirosos. Es la terrible, escalofriante herencia para Peña Nieto, quien antes de convertirse en Presidente de la República se entrevistará con Barack Obama y tendrá oportunidad de plantear una estrategia conjunta para buscar salida del infierno en que cayó México. Según Calderón, una violencia criminal desafiaba al Estado cuando él llegó al poder y por ello “fueron militares, fueron marinos, fueron policías, fueron ministerios públicos los que dieron un paso al frente”. Calderón mintió. Dijo que “la fuerza fue la única opción ante el crimen”. Sólo él, y hay videos, declaró por sí mismo la guerra causante de más de 70 mil muertos. Fue casual, pero muy festejada, la lluvia de estiércol de caballos, impulsada por el viento de los helicópteros hacia el balcón de Palacio Nacional, donde estaba Calderón y su familia. Inspiraron el fétido olor y pareció una repetición del ¡ya basta! de las víctimas del narcotráfico al agónico calderonismo.

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Viernes 23 de Noviembre de 2012 Cd. Reynosa, Tam LA PRENSA <

SE CAYÓ EL TEATRITO

Peña Nieto estrenará un Ferrari último modelo RICARDO ALEMÁN Ningún presidente mexicano —en el último medio siglo— llegó al poder con las condiciones favorables con las que asumirá el cargo Enrique Peña Nieto. ¿De qué estamos hablando? Casi nada, que Peña Nieto asumirá el poder presidencial no sólo como el hombre capaz de regresar al PRI a Los Pinos —luego de la noche negra de 12 años de cuestionables gobiernos del PAN—, sino como aquel político que hizo realidad “el milagro” de empujar la vuelta de un viejo partido al que apenas en el año 2000, todos daban por muerto. Pero además, Peña Nieto llegará al poder en medio de una impensable estabilidad económica y política, que contrasta con las crisis políticas, sociales y económicas que marcaron los gobiernos y la sucesión de Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón. Y es que contra lo que les ocurrió a los últimos ocho presidentes —que debieron enfrentar duras crisis económicas, políticas, electorales y sociales—, Peña Nieto llegará al poder con una estabilidad económica impensable, que el mundo entero elogia, lo que contrasta con la crisis económica que dejó Luis Echeverría, con la quiebra del país que heredó López Portillo, con la tragedia económica que dejó De la Madrid y, mucho menos, no llegará con otro “error de diciembre”, como el que generaron Salinas y Zedillo. Peña no heredará la fractura del PRI que dejó De la Madrid, tampoco el sambenito del fraude salinista, perpetrado por Manuel Bartlett; tampoco el alzamiento zapatista, la muerte de Colosio y Ruiz Massieu, y tampoco la carga del fraude electoral, que persiguió a Calderón. Si acaso enfrentará la protesta rencorosa de “los morenos”; un puñado de renegados de la democracia que estarán contentos sólo cuando les regalen el poder. O sea, nunca. Pero tampoco es todo. Peña arrancará su gobierno llevando en

sus alforjas dos reformas vitales para el buen desempeño económico y fiscal de su administración. Nos referimos a la reforma laboral, cuyos cambios no sólo actualizan sino que modernizan la relación obrero patronal, lo que será un importante detonante para la creación de empleos y la inversión extranjera. No menos importante es la reforma de contabilidad pública —que igual que la reforma laboral, envió al Congreso y apoyó desde el gobierno el presidente saliente, Felipe Calderón—, que permitirá que el nuevo gobierno priísta, el de Peña Nieto, mantenga el control fiscal, financiero y contable de los gobiernos estatales. En otras palabras, que mediante estos controles, el gobierno federal mantendrá el control y el equilibrio en los tres órdenes de gobierno. Arrancar el gobierno federal con esas reformas —el que marca la vuelta del PRI al poder presidencial—, coloca a la administración de Peña Nieto en una plataforma que no había existido en muchos años. Pero esa es sólo una parte de las ventajas del nuevo presidente y de su gobierno. Además, iniciará con otras dos reformas propuestas por el propio Peña Nieto y que en horas aprobará el Congreso. Nos referimos a la reforma administrativa que propone regresar a la Segob algunas de sus facultades históricas, como el manejo de la fuerza policiaca y la inteligencia, entre otras. Se pretende que la actual Secretaría de Seguridad

Pública desaparezca para enviar sus funciones a una subsecretaría de Gobernación. De igual manera, el Cisen regresará a Gobernación. La segunda reforma propone la desaparición de la Secretaría de la Función Pública y, en su lugar, la creación de una Comisión Nacional Anticorrupción. En este caso, el de Peña Nieto será un gobierno que igual que el de Miguel de la Madrid, arrancará con una marcada inclinación a propiciar la transparencia y luchar contra la corrupción. Por eso la gran pregunta. ¿Será capaz el nuevo PRI de combatir, en su nueva etapa, la corrupción que en sus primeros 70 años lo caracterizó? Por todo lo anterior, queda claro que Enrique Peña Nieto llegará al poder presidencial en condiciones políticas, económicas y sociales impensables, además de herramientas, instrumentos y reformas que no había tenido en su arranque ninguno de los presidentes del último medio siglo. Por todo lo anterior, la clase política juega con la metáfora de que el 1 de diciembre, Enrique Peña Nieto estrenará un Ferrari último modelo. Y muchos preguntan: ¿sabrá manejarlo? Al tiempo. EN EL CAMINO La diferencia entre “morenos” y amarillos será la violencia política de los primeros y la institucionalidad de los segundos. Y la veremos el 1 de diciembre.

Poderosa Morena BARTLETT El 20 de noviembre, aniversario de la Revolución Mexicana, culminó el Congreso Nacional, fundacional del Movimiento Regeneración Nacional, Morena, estructurado ya con los elementos de partido político. Reunidos delegados elegidos en trescientos distritos y en treinta y dos estados, eligieron, mediante voto secreto: un Consejo Nacional y aprobaron Documentos Básicos. Fue un evento mayor, indiscutible, en la política nacional. El 9 de septiembre de este año, en el zócalo del DF, López Obrador convocó a Morena a organizarse mediante una gigantesca movilización, a elegir delegados y reunirse precisamente el 20 de noviembre e integrarse en congreso nacional. Parecía imposible en ese lapso y cobertura nacional, pero se hizo. Único en la historia de nuestros partidos políticos. Los medios de comunicación de todas las regiones del país, testimoniaron esa gigantesca operación, narraron eventos auténticos, participación ciudadana entusiasta, altamente motivada; debates; desde luego problemas; elecciones y finalmente su congregación en el DF con alegría comprometida. Este genuino movimiento nacional se origina en una división en la izquierda, provocada por una elección de la dirigen-

cia del PRD, inescrutable y que inexplicablemente, meses después, el Tribunal Electoral, otorgó el supuesto triunfo, a una de las partes, despojando deliberadamente a AMLO de su base partidista, forzándolo a iniciar un movimiento para la regeneración nacional, que en cinco años de trabajo incesante en todo el país, generó una fuerza popular que en las elecciones federales, con todo y fraude, se le reconocieron cerca de 16 millones de votos, deviniendo la segunda fuerza política nacional. Esa es la fuerza estructurada para buscar su registro político nacional, la más poderosa organización de la izquierda mexicana. Resulta de la conjunción de un liderazgo político nacional incontestable, AMLO y una circunstancia política, económica y social que generó la masa ciudadana, indignada, desesperada, decidida a participar políticamente para cambiar la dramática situación del país. Morena es mucho más que los partidos de izquierda en alianza, que nunca han alcanzado solos la votación nacional lograda por Morena. Fenómeno político que repercute en los estratos más pobres, pero se fortalece particularmente en las zonas de clase media, que acceden a información que les permite superar la manipulación televisiva, radiofónica

y a las maquinarias de gobernadores e intereses económicos. Obviamente el Congreso exitoso de Morena, provocó la descalificación de medios, comunicadores y demás plumíferos. Desató la crítica al líder y a los congresistas: mesianismo, populismo, radicalismo, que descubre automáticamente a una derecha rabiosa y desde luego preocupación por esa fuerza ciudadana que fluyó a la ciudad de México, decidida y entusiasta. Morena es ya una organización política, con un programa alternativo al de la gobernación neoliberal que se continúa ya, claramente en el peñanietismo anunciante de la profundización de la política oligárquica hegemónica. No es desde luego una izquierda light, negociadora, aliancista, buscadora de “consensos”, al estilo de las socialdemocracias alemanas, inglesas, españolas que fueron barridas por gobernar como derechas neoliberales. Morena será oposición indubitable, obligada a generar el cambio que exigen esos millones de mexicanos indignados, Morena es ya la voluntad organizada de la lucha por la justicia social y la soberanía, enajenadas por las derechas que se suceden ahora en el poder, amenazando las esperanzas de los mexicanos que se revelan.


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