Edición del 2 de junio al 9 de junio de 2017

Page 23

DEL 2 AL 8 DE JUNIO DE 2017

ternacional en su instrumento (al que nada más conocen diez personas) o a Los Ángeles Azules (FAOT 2017), que garantizan un éxito popular seguro, la clase política se inclina por los segundos pues, desde muchos puntos de vista, también es cultura. Podemos observar cómo el Festival del Pitic, desde el momento en que la clase política descubrió su potencial populista, ha mantenido este debate interno, resultando en un indefinible batiburrillo sin rumbo fijo. Primero habría que definir la naturaleza del festival, sus objetivos y sus metas para traducirlos en un diseño de contenidos que muestre una coherencia. Es un hecho que a todos no se puede contentar, al querer hacerlo, no se contenta a nadie. Los artistas locales Otro de los señalamientos que se le ha hecho a esta y a anteriores ediciones del festival es la poca dignidad con que se trata al artista local. ¿Qué es un artista local? Una definición apresurada sería aquel cuyo trabajo no tiene una repercusión nacional o internacional. Otra sería aquel artista que vive y trabaja en Hermosillo, en Sonora. A efectos de la lógica de este y otros festivales culturales de la región, la primera definición es la que priva, por lo cual, más allá de la calidad de las pro-

puestas de estos artistas locales, lo que se impone es su condición de creador regional altamente dependiente de las instituciones culturales locales. Son pocas las oportunidades en Sonora que tienen los artistas locales para percibir una remuneración “digna” a cambio de su trabajo. Por ello, espacios como los del FAOT o el Festival del Pitic son altamente disputados. Las instituciones organizadoras de dichos eventos son conscientes de ello, en consecuencia, los espacios y los horarios que se dispensan a los artistas locales, y el trato que se les da, distan muchísimo de los espacios, horarios y trato que se brinda al artista de talla “nacional” o “internacional”. Este “desprecio por el artista local” se traduce en: “Si quieres bien, si no, hay diez más en la lista”. La contradicción existente al seno de dicho comportamiento (que varía dependiendo de los organizadores, hay que decirlo), es flagrante. Si un festival como el del Pitic aspira a elevar el nivel cultural de los ciudadanos y, por ende, el de sus creadores, al tratarlos como inferiores cancelamos cualquier posibilidad de que nuestros artistas alcancen eso que han dado en llamar “talla” nacional o internacional. Lo cual nos lleva a una segunda consideración. La profusión de foros en el festival, que para algunos es inútil y excesiva y que repercute en el caos organizacional, tiene que ver con el hecho de darles trabajo una vez al año a todos

los artistas locales, sin importar su calidad. Es decir, en el pequeño escenario instalado en una esquina de la plaza se presenta la academia de danza tahitiana pero también el músico “local” que tiene una trayectoria de veinte años y varios discos en su haber. Bajo el concepto de “artista local” entra todo y la “selección” de las propuestas tienen que ver con la urgencia de contentar a todos, lo cual, una vez más, incide en la evolución del arte en la región. Una selección rigurosa de las propuestas de los artistas locales, de la mano de un trato tan digno como al artista de nivel nacional e internacional, haría que los asistentes al festival se llevaran muchas sorpresas, pues aquí, en Sonora, también hay creadores de gran nivel. Los pueblos originarios De la mano de estudiosos y expertos en el tema, la presencia de los pueblos originarios de México y de Sonora en el Festival del Pitic fue poco a poco abriéndose paso hasta conseguir su pleno derecho a mostrar quiénes son y cómo viven, su origen, su presente y su futuro, cómo piensan y cómo crean. Una labor paulatina que tuvo que tumbar muchas barreras relacionadas con los prejuicios de una sociedad que los hemos condenado a la invisibilidad. El espacio destinado a las etnias, con

23

los años, se ha convertido en uno de los más visitados y demandados por la ciudadanía en general. Específicamente en esta decimoquinta edición, los propios participantes en el foro étnico y otras voces preocupadas por la supervivencia de los pueblos originarios, señalaron en diferentes espacios públicos que los organizadores condenaron a las etnias a un lugar poco visible y los apoyos destinados a realizar el programa diseñado fueron escasos si no es que nulos. El argumento esgrimido, el escaso presupuesto, tiene que ver con la visión que los organizadores y las autoridades tienen de las etnias que habitan la región. ¿Por qué sí pagar quinientos mil pesos por un cantante extranjero y no dotar del presupuesto necesario al foro étnico para que brille en todo su esplendor? No olvidemos, una vez más, que se trata de dinero público en manos de personas cuyas decisiones reflejan una forma de entender la sociedad en la que viven, de entendernos y entenderse. El Festival del Pitic, para nuestra fortuna, se ha convertido en patrimonio de los hermosillenses que trasciende el vaivén de los intereses políticos. Es fundamental que este patrimonio sea sometido a debate público, que se rindan cuentas, se transparente el uso de los recursos y se defina su rumbo. Si no, corre el riesgo de desaparecer.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.