EL Diario de Ana Frank

Page 119

EL DIARIO DE ANA FRANK

16 de abril de 1944 Muy querida Kitty: Recuerda bien el día de ayer, porque es muy importante en mi vida. ¿No es un acontecimiento significativo para cualquier muchacha recibir el primer beso? Pues ésa es la razón. El beso de Bram en mi mejilla derecha no cuenta, como tampoco el que el señor Walker depositó en mi mano derecha. Voy a contarte cómo fue. Anoche, a las ocho, estaba con Peter, sentada a su lado en el diván, y él no tardó en rodearme con sus brazos. -Corrámonos un poco -dije yo-, así no golpeo con la cabeza contra tus libros. El retrocedió casi hasta el final, y yo pasé mi brazo por su espalda para sentirme abrazada, de manera que quedé literalmente sepultada. No era la primera vez que nos sentábamos así, pero nunca hasta entonces habíamos estado tan cerca el uno del otro. El me estrechó fuertemente contra sí; mi seno derecho, al tocar su corazón, hizo latir el mío con golpes más rápidos. pero aún no habíamos terminado. El no descansó hasta lograr que reposara mi cabeza sobre su hombro, y apoyar la suya en la mía. Después de unos cinco minutos, me incorporé, pero él, enseguida, tomó mi cabeza entre sus manos y la estrechó contra sí. ¡Oh, era delicioso! Casi no hablé, tan grande era mi placer. Un poco torpemente, él acarició mi mejilla y mi brazo, jugó con un rizo de mi cabello, nuestras cabezas la una pegada a la otra la mayoría del tiempo. No puedo describirte, Kitty, la emoción que se apoderó de mí. Me sentía demasiado dichosa, y creo que él también. Alrededor de las ocho y media nos levantamos. Me quedé mirando cómo Peter se ponía las zapatillas de gimnasia para hacer la ronda de la casa lo más silenciosamente posible. No sé todavía cómo fue, pero antes de bajar, él me besó de repente, en la mejilla

izquierda, entre los cabellos, al lado de la oreja. Me precipité escaleras abajo sin volverme, y espero ansiosa la noche de hoy. Tuya, ANA

Lunes 17 de abril de 1944 Querida Kitty: ¿Crees tú que mis padres me permitirán estar sentada con un muchacho en un diván y que nos besáramos? ¿Un muchacho de diecisiete años y medio y una muchacha de casi quince? En el fondo, creo que no, pero en este asunto debo confiar en mi propia opinión. ¡Me siento tan tranquila y segura en sus brazos, con todos mis ensueños! ¡Qué impresión la de sentir su mejilla contra la mía, y qué delicia saber que alguien me aguarda! Pero efectivamente, hay un pero-, ¿se contentará Peter con eso? Desde luego, aún no he olvidado su promesa, pero... ¡es un muchacho! Ya sé que empiezo demasiado pronto. ¡No haber cumplido quince años y ser ya independiente! Para los demás, eso podría ser incomprensible. Estoy casi segura de que Margot nunca besaría a un muchacho sin que antes fuera cuestión de hablar de noviazgo o de matrimonio; pero ni Peter ni yo forjamos ningún proyecto. Sin duda, mamá tampoco tocó a ningún hombre antes de conocer a papá. ¿Qué dirían mis amigas si me supieran en los brazos de Peter, mi corazón contra su pecho, mi cabeza sobre su hombro o con su cabeza pegada a la mía? ¡Vamos, Ana, es vergonzoso! Pero, en realidad, yo no creo que lo sea para nosotros, que estamos privados de todo, segregados del mundo y abrumados de preocupaciones y angustias, sobre todo en los últimos tiempos. ¿Por qué nosotros, que nos amamos, habríamos de guardar las distancias? ¿Por qué esperar hasta la edad conveniente? ¿Por qué pedir demasiado?

© Pehuén Editores, 2001.

)119(


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.