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A fondo

Antonio Machado, canto y cuento

POR ESCUELA SAN FEDE

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ESTE AÑO SE CUMPLEN 80 AÑOS de la muerte del autor de Campos de Castilla. Con este motivo la Escuela San Federico se ha sumado a los merecidos homenajes al poeta sevillano, recordando algunos fragmentos y piezas de su extensa obra, que tocó todos los géneros. Vayan unos versos para abrir boca del Banco de los Enamorados:

Cuando murió su amada, pensó en hacerse viejo...

El tiempo va apaciguando los dolores pero él no cree que pueda ya enamorarse de [nuevo. La aparición de la joven poetisa rompe su [idea; para expresar su asombro, recurre al verso inicial de la "Divina [Comedia".

Su vida en primera persona Nací en Sevilla en el Palacio de Dueñas, el 26 de julio de 1875, en una familia de las más ilustradas de la capital andaluza: intelectuales liberales, entregados en cuerpo y alma al ideal de una España democrática abierta al mundo. Mi padre fue el influjo familiar más próximo, "Demófilo", así firmaba. Fue el fundador de la Sociedad del Folklore Andaluz, una de sus bases era la reconstrucción científica de la historia, idioma y cultura nacionales, en una España decaída y somnolienta. Con 8 años mi familia decide trasladarse a Madrid, a mi abuelo le han concedido una cátedra en la universidad Central y en una casa grande vivimos mis abuelos, mis padres y mis hermanos. Mi hermano Manuel once meses mayor y primogénito influyó siempre en mí. Ingresamos en la Institución Libre de Enseñanza, ahí no se aprende de memoria y no hay exámenes. Mi maestro estimulaba el alma de los discípulos, se sentaba siempre entre nosotros, con un diálogo sencillo y persuasivo, nos enseñaba a pensar. Así que de puertas para fuera tuve un gran rechazo a la enseñanza oficial institucional y mi carácter se forjó más soñador e indolente que estudioso.

mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no [quiero.

La muerte repentina de mi padre y abuelo, hizo que marcháramos a París, para trabajar como traductores en una editorial, pero me entró la nostalgia y tuve que regresar a Madrid a terminar el bachiller y para buscarme un porvenir laboral. Escribo algunos libros, entre otros "Soledades", donde se reflejan mis inquietudes, ya rozo la treintena y aún aguardo un amor soñado. Preparo oposiciones para una cátedra de francés fui destinado a Soria, a quien dedico un poema

"A las orillas del Duero". Dicen de mí que soy un hombre bonachón con alma de niño, algo desaliñado al vestir, silencioso, retraído, pero hombre bondadoso y exquisito. En la pensión donde me hospedo conozco al amor de mi vida Leonor. Nos casamos. Yo tenía 34 años y Leonor 15. De vuelta a Soria desde nuestro viaje de novios, ya que el curso está a punto de comenzar, publican mi libro "Campos de Castila". Consigo una beca y nos instalamos en París, pero Leonor cae enferma y decido que lo mejor para su salud es regresar a Soria esperando un milagro

Mi corazón espera También, hacia la luz y hacia la vida

Otro milagro de la primavera

Había vivido 18 años, y habían transcurrido tres desde nuestra boda. La vida en Soria, tan llena de felices y ahora dolorosísimos recuerdos se me vuelve imposible. Pido mi traslado a Baeza, allí estuve 7 años de soledad y tristeza. Curso la carrera de Filosofía y letras, a fin de mejorar mi situación laboral y pedí el traslado a Segovia. En ese tiempo se proclama la Segunda República. Fue en Segovia donde descubrí un amor tardío "Guiomar", la poetisa Pilar Valderrama, mujer casada, fue un amor intempestivo, un amor imposible.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he [sido -ya conocéis mi torpe aliño indumentario-, más recibí la flecha que me asignó Cupido, y amé cuanto ellas puedan tener de [hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno; y, más que un hombre al uso que sabe su [doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; mas no amo los afeites de la actual cosmética, ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. y el coro de los grillos que cantan a la luna. A distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar [quisiera mi verso, como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada.

La arremetida fascista contra la República me brinda la oportunidad de luchar por la democracia al lado de mi pueblo y, si resulta necesario morir por la causa. Mi pluma es mi arma de lucha, como eficaz arma bélica

Converso con el hombre que siempre va [conmigo -quien habla solo espera hablar a Dios un día-; mi soliloquio es plática con ese buen amigo que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto [he escrito.

A mi trabajo acudo, con mi dinero pago el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho en donde [yago.

Yo soy un viejo republicano, para quien la voluntad del pueblo es sagrada. Tuve que abandonar mi país y tras 26 días de exilio, el 22 de febrero de 1939, y allí en Colliure, Francia se cumplirá mi último deseo

Y cuando llegue el día del último viaje, y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, me encontraréis a bordo ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar.

Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de Juan de Mairena

POR EL AULA DE HECHO RELIGIOSO

CASI AL FINAL DE SU VIDA, en 1936, Antonio Machado publicó un libro titulado Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo. Para ello, creó un personaje, Juan de Mairena, pensador escéptico y discípulo del filósofo Abel Martín. Ambos le sirvieron para expresar sus ideas y reflexiones sobre cultura, arte, sociedad, política, literatura, filosofía y también religión que llevaba meditando toda su vida. Mairena volvió a aparecer en Los complementarios, un libro póstumo publicado en 1971 con apuntes inéditos del mismo estilo que el anterior escritos entre 1912 y 1925. Machado fue casi toda su vida, con oscilaciones, un escéptico religioso, que se distingue del ateo o del agnóstico en que ni afirma ni niega nada, porque está siempre asentado en la duda sobre la existencia de Dios. Así, en una de las Parábolas incluidas en Campos de Castilla, de 1912, escribe:

El Dios que todos llevamos, el Dios que todos hacemos, el Dios que todos buscamos y que nunca encontraremos. Tres dioses o tres personas del solo Dios verdadero.

En el fondo, Machado nunca dejó de buscar a Dios, aunque siempre se mostró escéptico sobre los resultados de esa búsqueda. Y Jesús está presente en muchos de sus poemas. Pero un Jesús más humano que divino y un Cristo resucitado por encima del crucificado. Basta recordar el final de la saeta de los gitanos:

¡Cantar de la tierra mía, que echa flores al Jesús de la agonía, y es la fe de mis mayores! ¡Oh, no eres tú mi cantar! ¡No puedo cantar, ni quiero a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en la mar!

De igual modo, se mostró también siempre anticlerical: "Roma es un poder del Occidente pragmático, un poder contra el Cristo, que tiene del Cristo lo bastante para defenderse de él. Y el clericalismo español solo puede indignar seriamente al que tenga un fondo cristiano". Juan de Mairena tiene las cosas más claras. Para empezar, defiende la existencia de Dios y llega a decir: "El ateísmo es una posición esencialmente individualista: la del hombre que toma como tipo de evidencia el de su propio existir, con lo cual inaugura el reino de la nada, más allá de las fronteras de su yo. Este hombre o no cree en Dios, o se cree Dios, que viene a ser lo mismo". Y defiende también la divinidad de Jesús: "Siempre estimé como de gusto deplorable y muestra de pensamiento superficial el

escribir contra la divinidad de Jesucristo, de la que nunca he dudado. Es el afán demoledor de los pigmeos que no admiten más talla que la suya". Pero ya se ha alejado del dogma católico y se declara panteísta que cree en la unidad esencial de Dios y el universo, la naturaleza: "Dios no es el Creador del mundo, sino el Ser Absoluto, único real, más allá del cual nada es ni tiene realidad. Todo lo que existe y vive está en Dios." Este panteísmo se aprecia también en poemas como éste, titulado Profesión de fe:

Dios no es el mar, está en el mar; riela como luna en el agua, o aparece como una blanca vela; en el mar se despierta o se adormece. Creó la mar, y nace de la mar cual la nube y la tormenta; es el Criador y la criatura lo hace; su aliento es alma, y por el alma alienta.

Yo he de hacerte, mi Dios, cual tú me [hiciste y para darte el alma que me diste en mí te he de crear. Que el puro río de caridad, que fluye eternamente, fluya en mi corazón. ¡Seca, Dios mío, de una fe sin amor la turbia fuente!

Y, finalmente, muestra su desesperanza ante el fracaso de la búsqueda: "Amar a Dios sobre todas las cosas -decía mi maestro Abel Martín- es algo más difícil de lo que parece. Porque ello parece exigirnos: primero, que creamos en Dios; segundo, que creamos en todas las cosas; tercero, que amemos todas las cosas; cuarto, que amemos a Dios sobre todas ellas. En suma: la santidad perfecta, inasequible a los mismos santos.". O en esta casi sentencia final, donde se resume todo: "Dios no se tomó el trabajo de hacer nada, porque nada tenía que hacer antes de su creación definitiva. Lo que pasó fue que Dios vio el Caos, lo encontró bien y dijo: 'Te llamaremos mundo'. Eso fue todo".

El teatro de los hermanos Machado

ANTONIO MACHADO ESCRIBIÓ en colaboración con su hermano Manuel varias obras dramáticas. Manuel Machado era el primer firmante en libros y carteles, por lo que debía de ser el principal responsable de la estructura dramática de las obras, pero en lo que se refiere a los núcleos argumentales y al tono expresivo, es difícil diferenciar el trabajo de ambos hermanos, muy afines y entrañablemente unidos hasta que la guerra civil los separó definitivamente. La producción dramática de los hermanos Machado ha quedado bastante olvidada, quizá por el primer plano que la obra poética ha ocupado en ambos. Sin embargo, según la crítica, debería situarse en un puesto de honor entre el teatro realista de Jacinto Benavente y el teatro poético de Federico García Lorca. Sus obras fueron las siguientes: Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel (1926), Juan de Mañara (1927), Las adelfas (1928), La Lola se va a los puertos (1929), La prima Fernanda (1931), La duquesa de Benamejí (1932), El hombre que murió en la guerra (estrenada en 1941, desconociéndose cuándo fue escrita). Una reciente exposición de la Fundación Unicaja celebrada en Sevilla sobre los hermanos ha dado a conocer una obra de teatro inédita, La diosa razón.

POR EL AULA DE MITOLOGÍA PARA ENTENDER EL MUNDO

EN UN PRINCIPIO, LA POESÍA más conocida de Machado, reflejo de los campos de Castilla, parece poco propicia para la aparición de los dioses griegos. Pero poco a poco el poeta fue llenando sus textos de referencias a los mitos. Y a esos dioses se han dedicado las compañeras del aula de mitología, que nos van a leer poemas que aluden al caballo alado Pegaso, a los dioses de la música Apolo y Pan, al Caronte que llevaba la barca de las almas a la otra orilla después de la muerte y para terminar, de Nuevas canciones, el último poemario de Machado, varias estrofas en las que Machado nos relata cómo la diosa Deméter, Ceres, la diosa de los cereales, amamantó disfrazada de joven nodriza, a Demofón, el hijo de los ancianos reyes de Eleusis.

Proverbios y cantares - XVIII ¡Ah, cuando yo era niño soñaba con los héroes de la Ilíada! Áyax era más fuerte que Diomedes,

Héctor, más fuerte que Ayax, y Aquiles el más fuerte; porque era el más fuerte...¡Inocencias de la infancia! ¡Ah, cuando yo era niño soñaba con los héroes de la Ilíada!

Pegasos, lindos pegasos, caballitos de madera… Yo conocí siendo niño, la alegría de dar vueltas sobre un corcel colorado, en una noche de fiesta.

En el aire polvoriento chispeaban las candelas, y la noche azul ardía toda sembrada de estrellas. ¡Alegrías infantiles que cuestan una moneda de cobre, lindos pegasos, caballitos de madera!

Elogios: A la muerte de Rubén Darío Si era toda en tu verso la armonía del mundo, ¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar? Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares, corazón asombrado de la música astral, ¿te ha llevado Dioniso de su mano al infierno y con las nuevas rosas triunfantes volverás? ¿Te han herido buscando la soñada Florida, la fuente de la eterna juventud, capitán? Que en esta lengua madre la clara historia [quede; corazones de todas las Españas, llorad. Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro, esta nueva nos vino atravesando el mar. Pongamos, españoles, en un severo mármol su nombre, flauta y lira, y una inscripción no [más: Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo; nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.

IX

Pero caer de cabeza, en esta noche sin luna, en medio de esta maleza, junto a la negra laguna... -¿Tú eres Caronte, el fúnebre barquero? Esa barba limosa... -¿Y tú, bergante? -Un fúnebre aspirante de tu negra barcaza a pasajero, que al lago irrebogable se aproxima. -¿Razón? -La ignoro. Ahorcóme un peluquero. -(Todos pierden memoria en este clima.) -¿Delito? -No recuerdo. -¿Ida, no más? -¿Hay vuelta? -Sí. -Pues ida y vuelta, ¡claro! -Sí, claro... y no tan claro: eso es muy caro. Aguarda un momentín, y embarcarás.

El olivo II Hoy, a tu sombra, quiero ver estos campos de mi Andalucía, como a la vera ayer del Alto Duero la hermosa tierra de encinar veía. Olivo solitario, lejos de olivar, junto a la fuente, olivo hospitalario que das tu sombra a un hombre pensativo y a un agua transparente, al borde del camino que blanquea, guarde tus verdes ramas, viejo olivo, la diosa de ojos glaucos, Atenea.

III Busque tu rama verde el suplicante para el templo de un dios, árbol sombrío; Deméter jadeante pose a tu sombra, bajo el sol de estío. Que reflorezca el día en que la diosa huyó del ancho Urano, cruzó la espalda de la mar bravía, llegó a la tierra en que madura el grano. Y en su querida Eleusis, fatigada, sentóse a reposar junto al camino, ceñido el peplo, yerta la mirada, lleno de angustia el corazón divino... Bajo tus ramas, viejo olivo, quiero un día recordar del sol de Homero.

IV Al palacio de un rey llegó la dea, sólo divina en el mirar sereno, ocultando su forma gigantea de joven talle y redondo seno, trocado el manto azul por burda lana, como sierva propicia a la tarea de humilde oficio con que el pan se gana. De Keleos la esposa venerable, que daba al hijo en su vejez nacido, a Demofón, un pecho miserable, la reina de los bucles de ceniza, del niño bien amado a Deméter tomó para nodriza. Y el niño floreció como criado en brazos de una diosa, o en las selvas feraces -así el bastardo de Afrodita hermosaal seno de las ninfas montaraces.

V Mas siempre el ceño maternal espía, y una noche, celando a la extranjera, vio la reina una llama. En roja hoguera a Demofón, el príncipe lozano, Deméter impasible revolvía, y al cuello, al torso, al vientre, con su mano una sierpe de fuego le ceñía. Del regio lecho, en la aromada alcoba, saltó la madre; al corredor sombrío salió gritando, aullando, como loba herida en las entrañas: ¡hijo mío!

VI Deméter la miró con faz severa. -Tal es, raza mortal, tu cobardía. Mi llama el fuego de los dioses era. Y al niño, que en sus brazos sonreía: -Yo soy Deméter que los frutos grana, ¡oh príncipe nutrido por mi aliento,. y en mis brazos más rojo que manzana madurada en otoño al sol y al viento!... Vuelve al halda materna, y tu nodriza no olvides, Demofón, que fue una diosa; ella trocó en maciza tu floja carne y la tiñó de rosa, y te dio el ancho torso, el brazo fuerte, y más te quiso dar y más te diera: con la llama que libra de la muerte, la eterna juventud por compañera.

El final

A NTONIO MACHADO murió pasadas las tres de la tarde, un Miércoles de Ceniza, el día 22 de febrero de 1939, en la pequeña localidad costera de Colliure, al sur de Francia. Había traído consigo una pequeña cajita de madera con tierra que había recogido antes de cruzar la frontera y una tarde, hablando con la dueña de la pensión que lo acogió a él y a su familia, le dijo:-Es tierra de España. Si muero en este pueblo, quiero que me entierren con ella. Su hermano José y su cuñada Matea cumplieron su deseo, y en el ataúd, junto al traje en el que fue amortajado, vertieron la tierra que el poeta había traído consigo. Tres días después murió su madre, doña Ana Ruiz. Y cuando la noticia llegó a España hasta los periódicos franquistas se hicieron eco de la noticia y pontificaron sobre la hondura literaria. Aquellos días, en Londres, el periódico The Times publicó una necrológica donde subrayaba: "A diferencia de muchos intelectuales, quienes, habiendo abrazado al principio la República, transfirieron poco a poco sus simpatías a los nacionalistas, Machado siguió fiel a la causa republicana hasta el final".