Fue, entonces, que la existencia volvió a reinar y todo el mundo siguió viviendo como si nada. A excepción del pescador, que quedó atrapado en un limbo y en una extraña situación: la bandera que sostenía estaba unida a una cadena que, en su extremo opuesto, era sujetada por un elefante hecho de luces pequeñas y tenues que jugaba a pescar. Constelaciones de objetos perdidos adornaban el lugar, y el tiempo allí, nunca transcurría.
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