trainspotting

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«Esa Anne Diamond.» «¿Eh?» Kelly se le queda mirando. «Yo me la follaba», dice Begbie. Alison y Kelly levantan las cejas y miran al techo. «No, pero su cría sufrió la muerte súbita esa. Igual que la cría de Lesley. La pequeña Dawn.» «Eso fue una verdadera pena», dice Kelly. «Pero en realidad fue algo bueno. La chiquilla habría muerto del puto sida si no hubiese muerto de muerte súbita. Una puta muerte más fácil para un crío», afirma Begbie. «¡Lesley no tenía el virus! ¡Dawn era un bebé perfectamente sano!», le espetó Alison, enfurecida. Pese a sentirse molesto también, Renton no puede dejar de notar que Alison siempre habla pijo cuando se enfada. Experimenta una leve oleada de culpabilidad por ser tan superficial. Begbie sonrió haciendo una mueca. «¿Quién puede decirlo de todos modos?», dijo Dawsy servilmente. Renton le echó una mirada fija, dura y desafiante, cosa que nunca se atrevería a hacer con Begbie. Agresividad desviada a donde no será devuelta. «Lo único que estoy diciendo es que nadie lo sabe de verdad», se encoge Dawsy dócilmente. En la barra, Spud y Gav balbucean a dúo. «¿Crees que Rents se follará a Kelly?», pregunta Gav. «No sé. Ha terminado con ese tipo, Des, digamos, y Rents ya no se ve con Hazel. Sin compromiso y tal, ya sabes.» «Ese cabrón de Des. Odio a ese gilipollas.» «... no conozco al tipo, digamos... sabes.» «¡Sí que lo conoces! Es tu puto primo, Spud. ¡Des! ¡Des Feeney!» «... ah, sí... ese Des. Sigo sin conocer realmente al chico. Sólo me he encontrado un par de veces con el tipo desde que éramos enanos, ¿sabes? Es heavy sin embargo, Hazel en la fiesta con ese otro tío, y Rents con Kelly, sabes... heavy.» «De todas formas, esa Hazel es una vaca amargada. Nunca he visto a esa chica con una sonrisa en la cara. Eso sí, tampoco es de extrañar, saliendo con Rents. No debe ser muy divertido andar por ahí con un capullo que siempre está completamente colgado.» «Sí, es lo que digo yo... es demasiado heavy...» Spud se pregunta brevemente si Gav estará soltándole una indirecta o no al darle la vara acerca de la gente que siempre está colgada, antes de decidir que es un comentario inocente. Gav era legal. El embrollado cerebro de Spud se vuelve hacia el sexo. Todos los que estaban en la fiesta parecían haberse enrollado, todos menos él. Realmente le apetece echar un polvo. Su problema es que es demasiado tímido para impresionar a las mujeres cuando no va de nada o está sobrio, y demasiado incoherente cuando va fumado o bebido. Últimamente se interesa por Nicola Hanlon, que él cree que se parece un poco a Kylie Minogue. Hacía unos meses, Nicola le había hablado mientras se iban de una fiesta en Sighthill a otra en Wester Hailes. Se habían enrollado bien, acabando por despegarse del resto del grupo. Ella se mostró muy receptiva y Spud había hablado libremente, colocado por el speed. De hecho, parecía pendiente de todas y cada una de sus palabras. Spud no quería llegar a aquella fiesta, simplemente deseaba que pudieran seguir caminando y hablando. Se metieron por el pasadizo subterráneo y Spud pensó que debería intentar rodear a Nicola con el brazo. Entonces se le vino a la cabeza un pasaje de una canción de los Smiths, una que siempre le había gustado titulada: «Hay una luz que nunca se apaga.» and in the darkened underpass I thought Oh God my chance has come at last but then a strange fear gripped me and I just couldn't ask66 La triste voz de Morrisey resumía cómo se sentía. No rodeó el hombro de Nicola, y sus intentos de ligársela después resultaron lamentables. En vez de eso, fue a chutarse a un dormitorio con Rents y Matty, deleitándose en la gozosa libertad de preguntarse ansiosamente si se lo haría con ella o no. Si el sexo y Spud coincidían, era por lo general cuando quedaba poseído por una voluntad más fuerte. Aun así, el desastre nunca parecía andar muy lejos. Una noche Laura McEwan, una chica con una impresionante reputación sexual, lo agarró en un pub del Grassmarket y se lo llevó a casa. «Quiero entregarte mi virginidad culera», le había dicho. «¿Eh?» Spud no se lo podía creer. «Que me folies el culo. Nunca lo he hecho así antes.» «Eh, sí, eso suena... chachi, eh, digamos, eh, de acuerdo...» Spud se sentía como un elegido. Sabía que Sick Boy, Renton y Matty habían estado con Laura, que tenía tendencia a unirse a una pandilla, follarse a todos los tíos que hubiese en ella y entonces buscar otra. La cuestión era que ellos nunca habían hecho lo que él estaba a punto de hacer. Sin embargo, Laura quería hacer algunas cosas con Spud antes. Le ató las muñecas y después le pegó los tobillos con celofán. «Hago esto porque no quiero que me hagas daño. ¿Entiendes? Lo haremos de costado. En cuanto empiece a sentir dolor se acabó. ¿De acuerdo? Porque a mí nadie me hace daño. Ningún puto tío me hace daño jamás. ¿Me has entendido?» Hablaba ásperamente y con amargura. «Sí... perfecto y tal, perfecto...», dijo Spud. No quería hacerle daño a nadie. Se quedó atónito ante semejante imputación. Laura dio un paso atrás y admiró su obra de artesanía. «Que me jodan, pero qué hermoso», dijo, frotándose la entrepierna mientras el desnudo y maniatado Spud se hallaba tendido sobre la cama. Spud se sentía vulnerable y extrañamente mimoso. Nunca le habían atado y nunca le habían dicho que era hermoso. Entonces Laura se metió la larga y delgada polla de Spud en la boca y empezó a chupársela. Se detuvo, con una maestría en parte intuitiva, y en parte aprendida, justo antes de que un extático Spud se corriese. Entonces abandonó la habitación. Spud empezó a ponerse paranoico con lo de las ligaduras. Todo el mundo decía que Laura era una majarona. Había estado follándose a todo el que podía desde que logró internar a su pareja estable, un tío llamado Roy, en un hospital psiquiátrico, harta de su impotencia, su incontinencia y sus depresiones. Pero sobre todo lo primero. «Se pasaba siglos sin follarme correctamente», le había dicho Laura a Spud, como si eso fuera justificación suficiente para que le encerraran en la casa de los locos. No obstante, razonó Spud, su crueldad y falta de escrúpulos eran parte de su atractivo. Sick Boy se refería a ella como la «Diosa del Sexo». Volvió al dormitorio, y le miró, atado y a su merced.

y en el osc u ro p a sa d iz o su b t errá neo / p ensé D ios mío a l fin h a llega d o mi op ort u nid a d se a p od eró d e mí / y senc illa ment e no p u d e p ed írt elo. 66

/ p ero ent onc es u n ex t ra ñ o t emor


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