Yuyarccuni Año II N° 2
Maria Valdivia
Introducción En el Perú la noción de dictadura se asocia al tiempo corto, específicamente al período de Alberto Fujimori (1992-2000). Arbitrariamente, la memoria ha sido cercenada en casi su totalidad, ha olvidado los períodos que fueron de Augusto B. Leguía (1919-1930), Oscar R. Benavides (1933-1939) y Odría (1948-1956), sólo por mencionar aquellas coyunturas relacionadas con las rupturas democráticas y el ejercicio de la violencia política como actividad sistemática. Este silencio es permisivo en la medida que no nos permite entender su propia génesis sumiéndonos en observaciones que sólo exponen las consecuencias más recientes3. Se omite en la formulación de la historia peruana la presencia de grupos políticos insurgentes desde la democracia y la manera como sus actores ejercieron el deber de ciudadanos como críticos a las dictaduras de turno. Esto impide, por ejemplo, la recuperación de fuentes históricas y archivos que debieran ser de conocimiento público, administrados aún por las fuerzas armadas, quienes controlan qué, quien y las razones por las que se investigan ciertos hechos, impidiendo que los archivos históricos se constituyan en elementos fundamentales del derecho a conocer y explicar como fue el pasado y sus implicancias en el presente, entendiéndose que “no corresponde al poder central prohibírselo o permitírselo” (Todorov, 2000, p. 16). Es cierto que fuera de los archivos militares, existen una multiplicidad de fuentes periodísticas, folletos, revistas o algunos testimonios escritos sobre las persecusiones a los apristas, pero estos documentos se encuentran dispersos, discontínuos o en proceso de destrucción, estando ajenos a un exámen formal. El olvido, ha esfumado, 3
Es lo que ocurre con las discusiones en torno a los años de la violencia política en el Perú (19802000), en que se registran dos posiciones muy marcadas, una considera que con Sendero y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru se originó la violencia en el Perú, la cual cobró 67,500 víctimas y más de 15,000 desaparecidos. Otra, manifiesta que ambos grupos no son más que diversas expresiones de la violencia producto de las disputas entre la izquierda y la derecha política del país. Paulo Drinot, ha señalado que es conveniente situarse más allá de esta polarización ideológico-partidaria y la necesidad de interesarse en las razones por las que la violencia, en este caso política, se encarna en determinados momentos. Nuestra reflexión gira en torno a entender cómo surge la violencia y también cómo se le “soluciona”. Soluciones parciales o conflictos forzados al olvido impiden una conciencia democrática que admita el reconocimiento de los hechos, el establecimiento de culpas y finalmente resarcimientos y perdón. Aspectos que, si se pasan por alto, no sólo comprometen a los actores de los hechos, sino a la sociedad en su conjunto, incorporando a la memoria la experiencia de la impunidad, la impunidad en todos los aspectos del desenvolvimiento social. Acerca de esta discusión, v. Drinot “El ojo que llora, las ontologías de la violencia y la opción por la memoria en el Perú”, 01/01/17, <https://paulodrinot.files. wordpress.com/2012/02/6-drinot1.pdf>. 244