
8 minute read
Los loros
Dioses de Lambayeque Túcume, supimos que tradicionalmente, la siembra de los mates es una tarea femenina, que se realiza al término de la tarde, antes del oscurecer. En la lengua quechua, el término puru es utilizado para referirse a los mates, siendo muy notoria su referencia además a las aves. Los puru puru, pueden han sido traducidos como “plumaje redondo como bola” (Farfán, 1984: 179). “El primer inca llevaba por adorno de su gente de guarda unos mazos de plumaje redondo que llaman “puru puru” (Valcárcel, 1984, Tomo 6: 56). Cuando se traduce el término puruchuco, se traduce como “gorro o tocado de plumas”. Los mates le hubieran podido servir al zorro lambayecano para fabricarse alas postizas y subir al cielo, pero no tuvo el arte ni el conocimiento para hacerlo (Narváez, 2000). El solo hecho de tal intento, nos refiere al poder de los mates a consecuencia de su relación con las aves. En el conocido “tema de la presentación” de los moche (Donnan, 1978), el personaje ave que presenta la copa al personaje central, no solamente tiene un traje de plumas, sino que además porta un mate en la otra mano. Creemos que esta asociación no es casual.
En los relatos cajamarquinos, se da cuenta de como hacen los “brujos” para volar como las aves cuando se colocan mates en los sobacos (Iberico, 1997: 35-36). Esta relación adquiere mayor sentido cuando examinamos la íntima relación entre mates y cabezas humanas, pues como hemos discutido en otra parte, es recurrente el reemplazo de la cabeza humana decapitada, por un mate, como diversos contextos arqueológicos lo han mostrado. Al mismo tiempo, el tema debe incluir el mito de la cabeza que vuela, tan difundido en la cultura andina, que debe ocurrir por su relación metafórica con mates y por lo tanto con el poder de volar como las aves. Por esta razón, la cabeza puede ser mostrada de modo independiente, como un ente vivo, tal como ocurre en la cerámica prehispánica en la que es bastante común la representación de cabezas humanas, consideradas desde siempre –siguiendo los cánones del arte europeo- como “huaco retratos”. Muchas veces estas cabezas, llenas de vida, tienen solamente pies en la ubicación del cuello, como expresión de movimiento independiente. En la época colonial temprana, el surgimiento del mito de Inkarri expresa de modo dramático tales conceptos. El “hermano” Españarrí, el conquistador, le corta la cabeza y se la lleva a España, manteniéndose la convicción local que Inkarri volverá algun día, pues su cabeza está viva, de ella surgirá nuevamente su cuerpo entero.
Advertisement
En síntesis, creemos que el complejo mítico de las aves es bastante amplio, no solamente considerando la diversidad de las especies involucradas, algunas de las cuales será difícil identificar, sino además por sus relaciones con el medio ambiente, el color de su plumaje, sus propias interrelaciones y las que establecen con el ser humano, la flora y otros órdenes y familias de sus ecosistemas. Si duda, son aspectos que el hombre prehispánico observó a través de milenios, conocimiento que acumuló y fue transformando en mitos, leyendas y fábulas con diversas implicancias en la moral y el orden social establecido.
Los loros
Imágenes de loros y papagayos han sido bastante difundidas en la iconografía peruana en general y costeña en particular (Fig. 297,ML 020297). Estas representaciones han tenido lugar en diversos materiales, sobresaliendo en número las representaciones en cerámica ritual. Son conocidas además las representaciones de loros en objetos de uso exclusivo de las elites, por lo tanto en objetos de metales preciosos y artesanía muy fina. Generalmente, los loros están asociados al maiz, por ser uno de los cultivos más difundidos, generando una relación cultural entre ambos, pues de modo natural, los loros se alimentan de bayas o frutos de árboles de distintos sistemas de bosques, además de brotes tiernos de distintas especies, incluyendo las del bosque seco de la costa norte.
Estas aves han sido bastante apreciadas además por su plumaje, pues era materia prima para vestimenta de lujo solamente al Fig. 297 alcance de lo más alto de la nobleza. Esta actividad generó la existencia de diversos especialistas, no solamente de la elaboración de los tejidos, sino además de los que criaban estos animales en cautiverio y de 2 quienes los capturaban y comerciaban. Muchas de estas especies han sido importadas a la costa desde los territorios de la Amazonía en donde abundan y en donde se desarrollaron diversas tecnologías para la captura, el desplumaje y la comercialización de estos productos. Como

Dioses de Lambayeque sabemos, las plumas pueden regenerarse en algunas especies, e incluso pueden cambiar de color con la aplicación de diversas soluciones acuosas elaboradas a partir de algunas plantas o sangre de determinadas ranas, conforme a los conocimientos y tecnologías ancestrales de los grupos étnicos amazónicos. Esta técnica ancestral extraordinaria, es conocida en el mundo amazónico como tapiragem: “A los tupinambá les gustaban las plumas de color amarillo, para conseguirlas, arrancaban las plumas verdes y, en las heridas, aplicaban la sangre de una determinada rana, haciendo que las nuevas plumas saliera de color amarillo. Algo similar hacen los grupos del Vaupés, quienes arrancaban las plumas del pájaro, mezcla del color azul o naranja, y aplican la secreción de una pequeña rana sobre las heridas. Con ello consiguen que salgan plumas de un intenso color amarillo, siendo de un efecto permanente, pues parece que, si se vuelva a arrancar, las nuevas plumas saldrán del mismo color” (Cruz García, 2007: 171). Si bien estas comunidades corresponden a las regiones más orientales y septentrionales de la Amazonía, las tradiciones pueden haber sido compartidas por otros grupos étnicos, más cercanos al área andina, tema que debería ser materia de estudios adicionales.
De hecho, los loros y papagayos han sido además, utilizados como mascotas y parte importante de los oficios religiosos, pues fueron considerados como una forma de expresión de los oráculos, dada su facilidad de “hablar” e imitar palabras y sonidos diversos.
Una de las representaciones más evidentes relacionadas con los loros, es la que aparece en la base del vaso B de Denver, en donde está relacionada directamente con el maíz, haciendo de este vínculo un tema inherente a la tradición andina prehispánica. La cosecha del maíz está relacionada íntimamente con los loros, animales que deben ser ahuyentados para asegurar la cosecha. La presencia del loro comiendo maíz en el contexto general de un mito de creación, como el vaso B de Denver hace que este personaje se constituya en un protagonista indiscutido y muy conocido, pues su presencia en la cerámica, textiles u objetos de metal y madera es tan recurrente en las culturas peruanas y de modo especial aquellas de la costa peruana, que amerita un estudio específico.
Sin embargo, su rol debió ser más complejo, pues aparece también asociado con calabazas (Lagenaria siceraria), por lo tanto establecen con ellas una relación simbólica que hemos sugerido líneas arriba, pero cuyo significado específico desconocemos. Los loros también van acompañando a diversos personajes que debieron utilizarlos como mascotas pues van siendo asidos con las manos por delante del cuerpo, colocándolo en frente (ML021089), aunque estos animales van también en la espalda o el hombro de sus dueños. Hay escenas de personajes sobre literas y cargadores, en las que la imagen de loros son parte del contexto. Como sabemos solo personajes de elite van en litera. Hemos observado imágenes de loros acompañando un contexto iconográfico en donde el protagonista es una estructura templo dentro de la cual aparece un hombre sentado llevándose la mano a la boca, que podría ser considerado como un “sacerdote” (ML021241). Sin embargo, queremos destacar el hecho de que el loro se encuentra dentro de un espacio rectangular cuyo fondo está decorado con “piel de ganzo”, lo que desde nuestro punto de vista lo ubica dentro del plano celeste. Esta figura no es ajena a la iconografía andina en general, pues la podemos observar en territorios tan distantes como los de Huánuco, en los Andes centrales del Perú, en donde la figura de un loro está dentro de un espacio circular cuyo borde externo está decorado con círculos y punto central y cuyo fondo es un conjunto de puntos pequeños, semejantes a la “piel de ganzo” (Pulgar Vidal, 1976; Fig. 42).
Por su relación con el maíz, frente al cual una bandada genera un voraz y destructivo consumo de los frutos, se ha sugerido un significado especial relacionado con la “mala fortuna” o la “mala suerte” dentro del concepto de “chiqui” que ha sido propuesto por Gentile (2001), que puede entenderse además bajo el concepto de “crisis” que personificaría el loro, cuando se presenta como una de las plagas que afectan de modo severo la producción agrícola. Representan así, el momento en que se deben realizar diversos rituales para conjurar esta “suerte adversa”, pues se debe alejar a los loros de los campos utilizando un arma de ataque como la honda, en rondas no solo diurnas sino nocturnas. Esto debía exigir además otros rituales específicos en los campos, explicándose de este modo el uso de ciertos instrumentos como bastones de ritmo que tienen cascabeles y una plataforma sobre la cual el único personaje es el loro, pero además los silbatos y vasos silbadores que tienen en el loro al personaje protagonista (Gentile, 2001; 87). El enfrentamiento entre loros y hombres, para lo cual se utiliza un arma cuyos proyectiles pueden causar la muerte, sugiere un rol de combatientes y un cierto prestigio de los loros en este campo, de otra forma no se entiende como en un enfrentamiento entre deidades tan importantes como