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Comentario
Dioses de Lambayeque Existe una relación indudable entre personajes míticos identificados en los vasos A y B de la colección de Denver y los de la copa del Museo Larco. Estas relaciones de identidad son muy estrechas, por ejemplo, cuando nos referimos a la Deidad de las Leguminosas y los Tubérculos, que muestran solo pequeñas diferencias formales. Del mismo modo, el personaje de los Spondylus, evidentemente, realiza el mismo gesto creador y básicamente mantiene el mismo atavío.
En el caso de la mujer que pare peces, que ha sido representada en actitud de parto, el tema es un poco más complicado, pero se reitera su relación con el canal lleno de peces y crustáceos, que tienen rumbos de ingreso y salida, igual que los que circulan por el canal que une el cuerpo de la deidad serpiente con las burbujas en donde se encuentran las mujeres que paren peces, en el vaso B de Denver. La importancia del personaje en la copa del Museo Larco, es que el canal de peces, puede adoptar formas rectas o tener ramificaciones, pues se bifurca en dos canales simétricos con el mismo contenido.
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El personaje de cuatro rostros es un tema novedoso respecto a los vasos de Denver y los relieves de Huaca Las Balsas. Este personaje, sin embargo, renueva un tema muy antiguo que procede por lo menos desde épocas moche, en donde un personaje de cuatro rostros es conocido, aunque poco estudiado. La copa muestra un rostro antropomorfo de frente y dos rostros zoomorfos de perfil; sin embargo, en las representaciones escultóricas de cerámica, muestra un cuarto rostro formando una cruz, que se relaciona con las cuatro direcciones de este mundo. El personaje de la copa del Museo Larco, ha sido representado en algunas vasijas de cerámica de estilo lambayeque, una de ellas corresponde a las ilustraciones fotográficas referida de modo muy genérico, textualmente así: “La representación escultórica de esta pieza mayor es de indudable herencia Moche. No hay pedestal pero arco y gollete son evidentemente Lambayeque”(Jorge Zevallos, 1989: 45). Es decir, no se hace referencia explícita al simbolismo del ceramio y su importancia en el campo mitológico. Sin embargo, su presencia en la copa del Museo Larco, no hace sino resaltar su importancia e ingresar de este modo, en nuestro modelo de comprensión del mundo mítico lambayecano.
En las excavaciones del proyecto San José de Moro, han sido encontradas en contextos funerarios, vasijas que expresan el mismo concepto y muestran a dos rostros antropomorfos opuestos, que se alternan con dos rostros de animales, también opuestos, que parecen ser de zorro: “Probablemente se trataba de una deidad antropomorfa capaz de transformarse en el ser hocicudo, el cual parece tener más rasgos caninos que de otro tipo” (Quilter, 2010: 190-191). En este caso, han bautizado estas piezas, con el nombre de Jano, la deidad romana de doble rostro y que podía miran en direcciones opuestas. Debemos anotar que el rostro antropomorfo, en este caso, muestra los clásicos colmillos de las deidades moche.
De otro lado, un escenario con discurso mítico propio, debe considerarse en los dos campos de procesiones de aves. Sobre todo, por ser un icono muy reiterado en la costa peruana en general, apareciendo en la forma de un ave mítica (para utilizar un término genérico que implica un sistema de jerarquías y roles) que luce ornamentos o artefactos que la identifican y que son también exhibidos por deidades con cuerpos humanos y comparten el tocado semicircular con un gran penacho, quizás el ornamento de mayor jerarquía. Debemos al mismo tiempo, integrar el concepto de “madre” de las aves, como una posibilidad de jerarquía dentro de una misma especie, concepto que en la animalística andina, es una figura bastante común. Los animales tienen sus propios “señores” “padres” o “madres”, que encabezan y lideran sus poblaciones. De este modo podríamos comprender a una procesión de aves que llevan en una hamaca a un personaje de alto estatus dentro de su propia especie. El uso de estas hamacas o andas era en el pasado peruano precolombino, potestad exclusiva de personajes de elite. En uno de los campos de aves, además, una hilera de los personajes acompaña el grupo tocando instrumentos musicales, resaltando la importancia del personaje que transportan.
Es interesante el panel de aves relacionadas con un árbol dentro del cual se define con claridad un nido de forma ovoide. No podemos dejar de lado la comparación de esta forma con los nidos del chilalo (Furnarius leucopus), un hornero que hace nidos de barro y es protagonista de relatos en la tradición oral norteña, pues enseñó a los hombres a preparar el barro y hacer cerámica. No sería extraño que este panel de aves de la Copa Larco, represente a esta especie de modo específico, pues adquieren la imagen de un personaje trabajador, al llevar instrumentos como palas al hombro.
De otro lado, consideramos necesario resaltar el hecho de que determinadas aves, han sido consideradas como sagradas y protagonistas del mundo mítico prehispánico; es el caso del cóndor, el águila, el halcón, el picaflor, el búho, el corequenque y los papagayos entre los más importantes. Sin embargo, las aves marinas productoras de guano también tuvieron un rol religioso de extraordinaria importancia. La deidad del guano de las islas era llamada Huamancantaq y era sujeta de ofrendas y ritos específicos antes de poder obtener el fertilizante (Buse, 1973). Aunque no existe un icono que haya sido identificado como la deidad del guano, es posible que sean las aves que lo producen las que protagonizaron el mito. Esta forma de deificar el mundo animal, puede observarse también en otros contextos, para lo cual mencionaremos como ejemplo comparativo, un “disco de adorno” en la que un mono con enorme tocado y vestido ricamente, coge una soga en forma de U sobre la cual está parado, de la cual se suspenden ocho figuras de monos sin tocado (Antze, 1965, fig. 44). Es evidente que la figura principal sobre la soga, reúne estos conceptos de “señor” de los monos que se suspenden de la soga, sin los atributos ni la vestimenta y adornos de su líder o “padre”.