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Cuzco, una ciudad diferente
Krzysztof Makowski
Un sistema de dos asentamientos satélites y de atalayas formaba un anillo de protección y vigilancia alrededor de Pueblo Viejo-Pucará. El clima de loma estimula el crecimiento de pastos sobre las laderas del cerro en el periodo de estiaje. Los pastores de la comunidad de Cucuya (Santo Domingo de los Olleros en la cabecera del valle de Chilca) a la que pertenece toda esta zona vienen cada año a pastar sus rebaños de bóvidos y óvidos. Cuando el fenómeno de loma se debilita, es el turno de pastores de caprinos. La presencia de cercos para el manejo de ganado, incluido empadre y separación de crías, en dos sectores de Pueblo Viejo (Watson 2012; véase también Kolp-Godoy y otros 2014) sugiere que la riqueza de las pasturas ha sido una de las razones para la fundación del asentamiento. La otra razón probable fue la necesidad de garantizar la defensa de Pachacámac, en el caso de algún conflicto, como el que enfrentó a los incas con el señorío Huarco de Cañete (Rostworowski 1978-80). La recurrencia de proyectiles de honda y la producción de cabezas de porra, con varios ejemplares acabados encontrados a lo largo del asentamiento, refuerzan la hipótesis mencionada.
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Pueblo Viejo-Pucará, con sus 12 hectáreas de espacios construidos, sin contar el área asociada de andenes y sitios menores en la periferia de aproximadamente 26 hectáreas, es el asentamiento de carácter habitacional más extenso entre los que fueron habitados tras la conquista inca en el valle bajo de Lurín y se conservaron hasta la actualidad. Gracias a las excavaciones en el área que suman cerca de 6.000 metros cuadrados, realizadas en todos los cinco sectores con la arquitectura residencial y la limpieza de vegetación y de escombros superficiales de un poco más de 30 por ciento de la superficie construida, seguida por el levantamiento detallado de los vestigios arquitectónicos se dispone de la información detallada sobre la organización espacial del sitio, así como sobre las características y las funciones de arquitectura y los comportamientos funerarios de los habitantes.
La organización espacial del asentamiento evoca una organización social frecuente en la sierra: dos mitades, alta y baja, cada una respectivamente con dos aglomeraciones de arquitectura a manera de barrios (¿aillus comunes?), además de la gran residencia de carácter palaciego con dos anexos de servicios, la que se transforma en la morada del quinto aillu en el Periodo Colonial Temprano, con lo que se tuguriza y pierde por completo su carácter original. Un segundo palacio de tamaño mucho menor que el precedente se encuentra en la cima intermedia de Lomas de Pucará (Sector IV), dominando visualmente en los días despejados la entrada desde la orilla del océano Pacífico hasta la quebrada de Pucará (Makowski y otros 2005, 2008).
Palacio del curaca principal, Sector 2, durante la época de estiaje cuando las neblinas favorecen la aparición del fenómeno de loma, Pueblo Viejo-Pucará, valle bajo de Lurín, Lima.
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Según toda probabilidad, se trata de la residencia de la segunda persona, el curaca subalterno sobre la gente de la mitad superior. Las estructuras palaciegas cuentan en su diseño con los mismos elementos de los que se componen los módulos residenciales comunes, a saber, depósitos de dos pisos, ambientes techados rectangulares que se adosan a ellos, plataformas destinadas como lugares de descanso, depósitos subterráneos y canaletas con hoyos alineados en su fondo para empotrar, en fila, grandes cántaros de almacenamiento. La gran diferencia está en la extensión del conjunto, en el número, dimensiones y diversidad funcional de ambientes y, sobre todo, en el diseño planificado: todas las unidades de vivienda se distribuyen en tres de los cuatro lados de un patio central con el que se comunican por medio de pórticos. El cuarto lado está ocupado por espacios no destinados a fines residenciales y, en particular, por el área de cocina. Se adosan a este lado espacios ceremoniales en forma de plazas cercadas o abiertas. A diferencia de las unidades-patio comunes, las estructuras palaciegas fueron construidas con sus patios y plazas en un tiempo breve y su diseño planificado se mantuvo hasta el final del uso. Su traza es aproximadamente ortogonal, pero adaptada al relieve del terreno.
La estructura ubicada en el Sector II de la mitad baja del asentamiento es incomparablemente más extensa que la de arriba y, sin duda, fue destinada como residencia del curaca principal. Dos extensas plazas alineadas y cercadas de muros anchos se adosan a su fachada. Las plazas poseen una sola entrada desde la fachada lateral que es común para ambas y completamente independiente del único acceso al palacio. Una estrecha puerta conduce de una plaza a la otra. Los muros, de una altura aproximada de 2 metros, impedían ver lo que pasaba alrededor del palacio en los espacios del otro lado del cerco perimétrico, salvo las actividades que se desarrollaban en una plataforma elevada del ushnu colindante con las plazas y en la alejada terraza del Templo de la Cima, al sur del edificio (compárese con los ushnus de los sitios de La Puruchuca y San Juan de Pariachi en Villacorta 2005: 117, 118, figuras 18-21).
La plataforma, interpretada como ushnu, se ubica al lado de la cocina del palacio donde el muro que separa las dos plazas llega a la fachada. Un estrecho pasadizo con una escalera permitía descender a las plazas a la persona que dirigía las ceremonias o realizaba una ofrenda desde la plataforma. Esta persona pudo haber estado sola o con acompañantes, quienes podían haber sido congregados antes en el patio central del palacio. La función ceremonial de las plazas se desprende no solo de la falta de conexión con los sectores domésticos, la presencia del ushnu y la vista que se extiende al Templo de la Cima. Lo sugieren también los hallazgos de fragmentos de concha Spondylus sp. esparcidos en la superficie y la presencia de una gran roca cerca del centro de la segunda plaza, similar a la que recibía culto en el templo mencionado.
Un énfasis aparte merece la relación espacial directa entre las dos áreas residenciales de familias de mayor estatus y los corrales para ganado. Un conjunto de corrales se encuentra al sur de la gran residencia palaciega, frente a su fachada principal. El otro conjunto se encuentra contiguo al límite norte del Sector I, que comprende una aglomeración de unidades residenciales excepcionalmente grandes. Cada una cuenta con un patio interno y, por lo menos, con cuatro habitaciones techadas y ocho depósitos de dos pisos. Los corrales del Sector I tienen cámaras funerarias asociadas.
La arquitectura de las casas comunes tiene el mismo diseño modular que las residencias de élite. No obstante, en el caso de la unidad residencial común, se trata de un solo módulo compuesto de dos ambientes rectangulares intercomunicados por un pasadizo, y de dos depósitos de planta rectangular alargada, por lo general dispuestos en fila en el centro entre ambos recintos originalmente techados, con un corto pasadizo en medio de ambos. Sin embargo, es frecuente también la ubicación de un depósito en uno de los lados cortos de la estructura, en L. La construcción de cada conjunto doméstico se iniciaba con los depósitos que suelen tener dos pisos de altura aproximada de 1 metro cada uno.
Los depósitos no solo separaban las ambientes y, a veces, las casas contiguas, sino también ofrecían apoyo a los techos, ligeramente inclinados a dos aguas, y hechos de materiales perecibles. Pequeñas ventanas cerradas con lajas de pizarras una por piso constituían únicos accesos a las cámaras de los depósitos. La entrada desde el exterior daba al interior de uno los dos ambientes rectangulares que constituían un módulo. La forma más recurrente en el asentamiento es la de un módulo completo de dos depósitos y dos recintos rectangulares. Las plataformas para descanso, los depósitos subterráneos, los fogones y áreas de quema, los vestigios de actividades encontradas en los pisos y las capas de ocupación encima no dejan lugar a duda que la mayoría de recintos rectangulares tuvieron funciones residenciales y eran escenario de toda clase de actividades de vida diaria.
Algunas casas con ubicación privilegiada poseen una terraza-pórtico con banqueta en el frontis. A juzgar por los hallazgos en los pórticos este espacio era destinado
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para recibir, consumir y producir. Las casas comunes fueron construidas de dos a tres lados de un patio, parcialmente cercado de un muro pircado, creando una especie de unidad vecinal. En todos los casos investigados, la formación de una unidad-patio se inicia con la construcción de una a dos casas a las que se agregan otras después de algún tiempo.
En la mayoría de las unidades-patio se han localizado áreas de entierros humanos. Algunos de los depósitos fueron transformados en cámaras mortuorias para recibir variado número de individuos. Los cuerpos sentados en posición flexionada fueron quizá sepultados con un envoltorio simple y vestidos puestos a juzgar por la posición de elementos óseos y de adornos. Solo en algunos casos valvas de Spondylus princeps y pocas vasijas utilitarias constituyen la única ofrenda. Los textiles no se conservaron. La posición y la desarticulación parcial o total de algunos individuos indican frecuentes desplazamientos en la cámara para hacer sitio a nuevos cuerpos. Hemos podido comprobar que las funciones funerarias adoptan depósitos concentrados en un área dentro de cada conjunto de edificaciones construidas alrededor de los patios comunes. Ello ocurre tanto en las agrupaciones de casas comunes como en conjuntos residenciales de carácter palaciego. El espacio destinado para los entierros pierde sus funciones originales del área habitacional y queda adaptado para fines funerarios. Frente a los depósitos transformados en cámaras se encuentra con frecuencia vasijas-ofrenda empotradas en el piso, así como conopas. Ocasionalmente se construía también cámaras especialmente para el uso funerario. Tales cámaras se encontraron en ambos palacios. Los hay también en algunas unidades-patio y adosados a cercos de ganado.
En todos los sectores donde se concentran las casas comunes hay también viviendas mucho más extensas antes mencionadas que comparten varias características con los dos palacios y, como ellos, poseen un patio central construido con dos a tres módulos residenciales, dispuestos por lo general alrededor, salvo que la pendiente lo impida. Ciertos ambientes en las unidades modulares suelen ser adaptados a funciones no residenciales, como depósitos, cocinas y otras áreas de actividades productivas.
El número de depósitos de dos pisos es también elevado en comparación con las unidades habitacionales comunes, y el coeficiente depósito/recinto residencial es siempre mayor que 1:1. La distribución de entierros y su composición demográfica (Watson 2012) no deja lugar a duda que los residentes se sepultaban al lado de los

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lugares donde transcurrió su vida. Como es común en la sierra, en los periodos tardíos (Salomon 1995) los vivos realizaban sus tareas diarias al lado de las sepulturas de sus familiares y vecinos. La comparación entre viviendas de élite y las viviendas comunes invita a considerar que el estatus de los residentes de Pueblo Viejo-Pucará se sustentaba en la capacidad de mantener bajo el mismo techo un número importante de familiares y allegados, así como poder agasajar periódicamente un número aún mayor.
Durante las excavaciones, se ha encontrado un volumen considerable de artefactos potencialmente suntuarios, como conchas de Spondylus princeps, artefactos de plata y aleaciones de cobre, objetos de piedras duras talladas como morteros, cerámica decorada fina en estilos Cuzco Polícromo A (imitaciones locales), IncaLurín, Chimú-Inca en todos los sectores del asentamiento. Buena parte de estos objetos fue depositada en entierros como ofrenda dentro de las cámaras funerarias y afuera de ellas, así como en algunos casos como ofrenda de fundación y clausura de espacios domésticos4 .
No obstante, la distribución de estos objetos resultó sorprendentemente uniforme al comparar el sector residencial de carácter ‘popular’, el Sector III, con el palacio del curaca principal (Sector II; Alexandrino 2015). En el Sector III hay solo una unidad residencial de élite frente a una plaza para reuniones y ceremonias. La casa estuvo en uso en la parte final de la historia del asentamiento, cuando el palacio principal se tugurizó, sus plazas y el ushnu quedaron clausuradas. Pudo haber correspondido, por lo tanto, al curaca principal. En cambio, los sectores I y V (Makowski y Lizárraga 2011) se componen solo de unidades de vivienda de élite. Por la ubicación cercana al santuario de la cima los residentes del sector V, pudieron haber sido especialistas religiosos. Las únicas dos unidades domésticas poseen, además, organización espacial muy particular (Kolp-Godoy y otros 2014). Los habitantes del Sector I estarían quizá a cargo de los rebaños de camélidos (Watson 2012), dada la cercanía a extensas cercaduras para ganado en la quebrada adyacente.
Las plazas adosadas a la fachada del palacio principal y el patio de este mismo edificio formaban el lugar donde se desarrollaban los rituales comunitarios. Existen premisas para pensar que la localización del altar para libaciones —el ushnu—, el que domina visualmente las dos plazas cercadas dentro, fue cuidadosamente
4 Véase la página www.valledepachacamac.com.
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elegida para que desde su plataforma se pueda observar el astronómico Sur en el espacio preciso entre dos estructuras circulares de los que se compone un santuario de la cima y en el sentido opuesto la cima del cerro de mayor altura y relieve muy característico, un probable apu. En esta misma dirección en las noches despejadas de noviembre y diciembre cuando, en la sierra se intensifican las lluvias, la constelación andina de la llama se veía en todo su esplendor desplazarse entre las dos estructuras mencionadas (Makowski y Ruggles 2011).
El templete está constituido por una plataforma y dos estructuras circulares que cuentan con dos entradas cada una. La función ceremonial del conjunto se desprende tanto de las características de la arquitectura como de las ofrendas asociadas a lo que según toda probabilidad constituía el lugar de culto. La plataforma fue creada mediante la construcción de un muro de contención de aproximadamente 1,5 metros de alto —por el norte— de lado del asentamiento. El lado opuesto y los lados laterales fueron apenas delimitadas, pues se ha aprovechado la morfología plana de la cima.
En el muro se abre el único acceso formalizado, y de carácter más bien simbólico, porque no existía ningún obstáculo para acceder al área ceremonial desde los tres lados restantes. Este acceso está formado por una escalera monumental de ocho peldaños, de 1,80 metros de ancho. La escalera se ubica de tal manera que está perfectamente visible desde la plataforma del hipotético ushnu y desde las dos plazas ceremoniales en la residencia palaciega principal (Sector II). También se ven desde el palacio los edificios circulares. Se trata de las únicas estructuras circulares en todo el asentamiento Pueblo Viejo-Pucará. El grosor de sus muros hace pensar en una altura aproximada de unos 2 metros. No obstante, el área alrededor está casi limpia de derrumbe. Puede ser que las estructuras fueron demolidas ex profeso en el marco de la extirpación de idolatrías. En todo caso, la presencia de dos accesos desde el lado Este, distantes un poco más de medio metro uno a lado de otro, en cada una de las dos pequeñas estructuras, sugiere que las paredes hayan tenido originalmente cierta altura, quizá la de la estatura humana.
Una de las estructuras circulares (EA-67) rodea un promontorio rocoso trabajado intencionalmente. La segunda estructura (EA-65) contiene una impronta circular central de una posible huanca. El espacio interno de ambas estructuras es tan reducido que no se podría caminar fácilmente ni alrededor de la huanca ni
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menos alrededor del afloramiento rocoso. La iluminación desde las direcciones preestablecidas se perfila, por lo tanto, como la única razón posible de la entrada doble que posee cada estructura. El seguimiento del avance de la luz y de la sombra que se proyectaba por medio de una entrada estrecha sobre la superficie de nichos o ambientes reducidos contaba entre los métodos utilizados para definir el tiempo ceremonial en la arquitectura inca (Ziólkowski y Sadowski 1992: 46-64).
Es también probable que la ubicación de dos estructuras circulares en el horizonte Sur-Sur-Este respecto a la plataforma del ushnu tuvo un significado astronómico, relacionado, por ejemplo, con la observación de la Cruz del Sur y de Alfa Centauri (Llamacñawin), dos constelaciones de crucial importancia en la astronomía indígena. Cornejo (1995) identifica varios santuarios de altura del Periodo Horizonte Tardío en el valle medio del río Lurín y los relaciona con la administración cuzqueña: Aviyay, Nieve Nieve y Chaimayanca. Estos santuarios difieren formalmente de la plataforma con dos estructuras circulares de Pueblo Viejo. Cabe mencionar que las diferencias formales no necesariamente son relevantes, dada la gran diversidad de templos y lugares sagrados registrados en el sistema de ceques en el Cuzco imperial (Van der Guchte 1990, Bauer 2000). La función de huaca que tuvieron tanto el afloramiento rocoso, como las dos huancas, se desprende tanto de las asociaciones como de los paralelos en las fuentes etnohistóricas.
La estructura circular que rodea el afloramiento rocoso (EA-67) se asemeja a las descripciones hechas para los sitios ceremoniales —huacas, epifanías de los apus locales— de la sierra de Lima (Taylor 1999; ver también Duviols 1979). Cabe mencionar que promontorios rocosos trabajados y dispuestos al interior de estructuras arquitectónicas también han sido registrados en varios sitios incas del valle del Cuzco (por ejemplo, Intihuatana de Písac: Van der Guchte 1990: figura 8). Espacios de culto similares han sido reportados por el licenciado Polo de Ondegardo cuando recopilaba información acerca de la religión y gobierno de los incas en el siglo XVI (Polo 1916: III-189 [1571]).
El culto de las huancas, voz quechua que significa ‘piedra muy grande’, según Bertonio ([1612] 1984:sub voce) o ‘piedra labrada dura’ (Anónimo [1586] 1951, sub voce), está también documentado en las fuentes etnohistóricas concerniente a la sierra de Lima. Según lo ha comprobado Duviols (1973, 1979), las huancas son siempre dos y marcan el centro de cada una de los dos mitades de los cuales



Vaso decorado con mazorcas, período Inca, Pueblo Viejo-Pucará, valle bajo de Lurín, Lima.

Mortero de piedra en forma de cabeza de camélido, periodo Inca, Pueblo Viejo-Pucará, valle bajo de Lurín, Lima.
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se compone el espacio ceremonial de una comunidad de la sierra en los Andes Centrales en los siglos XVI y XVII. Está organización dual carece, por supuesto, de vinculación con el modo de concebir el espacio por los conquistadores españoles. Una de las huancas, vinculada con el ancestro fundador y protector del núcleo urbano (huanca marcayoc), se erguía en los puquios, acequias, entradas y en cualquier otra creación del fundador:
«Cómo se llama el marcayoc o marcachara, que es como el patrón y abogado del pueblo, que suele ser algunas veces piedra, y otros cuerpos de algún progenitor suyo, que suele ser el primero que pobló aquella tierra, y así se les ha de preguntar si es piedra o cuerpo» (Arriaga 1999: 128).
En el caso de Pueblo Viejo-Pucará está función cumplía probablemente la huanca conservada en el centro del asentamiento, en medio de corrales para el ganado y en la cercanía de la residencia en la que vivía, según toda probabilidad el curaca-cacique principal. En los alrededores hay varios grandes afloramientos de roca. La contraparte del huanca marcayoc la constituye la huanca chacrayoc (Arriaga 1999 [1621]: 121; Duviols 1973, 1979). Esta, como el nombre lo indica, se ubicaba en medio de los campos de cultivo y su presencia aseguraba buenas cosechas según Arriaga (loc. cit.). En la sierra andina, el pueblo (quechua: marca) se encuentra localizado, por lo general, cerca de las fuentes de agua, en el fondo del valle o en el borde de la terraza que domina al valle encañonado.
En cambio, los campos de cultivo ascienden las laderas casi hasta el límite de las pasturas. Así, se impone una oposición natural entre el centro de la mitad productiva de arriba y el centro de la mitad poblada de abajo. En un esquema clasificatorio recurrente en la realidad cultural andina, uno de estos centros se relaciona con un ancestro masculino, el otro con la figura ancestral femenina. En el Cuzco imperial y en muchos otros centros de la sierra, la deidad ancestral femenina propicia la fertilidad de los campos: por ejemplo, la pampa de Pachamama en el Cuzco (Rowe 1979: 36, An-7:1, Ayllipampa; véase también Mariscotti de Görlitz 1978) en las chacras cercanas al pueblo. En cambio, el ancestro principal masculino domina el paisaje desde la cumbre de uno de los cerros: por ejemplo, Huanacuari, que se fusiona con la huanca marcayoc del Cuzco (el tercero de los hermanos Ayar) y de Zañu (el ancestro no inca, Urbano 1981).
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En Pueblo Viejo-Pucará, es muy probable que la huanca de abajo, una deidad protectora de ganado, sea masculina. En tal caso, la organización del espacio habría seguido lo habitual en el Chinchaysuyo costeño en lugar de adaptarse a la lógica de organización recurrente en los suyos serranos (Hocquenghem 1984). Esta lógica invertida, en la que los ancestros y las habitantes de las tierras bajas mandan sobre los habitantes y las deidades de las tierras altas, está insinuada también por el hecho de que la residencia palaciega más grande, de aspecto realmente monumental, se encuentra en la parte inferior del asentamiento. El hipotético palacio del curaca de la mitad de arriba es más chico en comparación con el de abajo.
Nuestros hallazgos en las dos estructuras circulares y en la vecindad de ellas concuerdan bastante bien con el repertorio de ofrendas a la huacas mencionado por los cronistas y por los religiosos, encargados de la extirpación de idolatrías, como Polo de Ondegardo ([1571] 1916) y también en la lista de Cobo ([1653] en Rowe 1979). Se trata de láminas y algunos pendientes de metal, cuentas y fragmentos de conchas de Spondylus sp. Mención especial amerita una conopa de piedra con forma de maíz (zarapconopa), así como valvas, cuentas y fragmentos cortados de conchas Spondylus sp.
La calidad de ofrendas y las dimensiones del templo son plenamente comparables con los que caracterizan a uno de los santuarios de las cimas mas famosos en el Tahuantinsuyo, el santuario de Catequil. En las ruinas del pequeño edificio cuadrangular John y Theresa Topic (Topic y otros 2002) encontraron valvas de Spondylus sp. y algunas ofrendas de vasijas chimú-incas e incas, incluidos aríbalos. Los hallazgos de huesos desarticulados de camélidos y vasijas fragmentadas usadas para preparar (ollas), servir (cántaros) y consumir alimentos (cuencos y platos) sugieren que en la proximidad de la huaca el afloramiento rocoso y de la huanca-piedra vertical en Pueblo Viejo-Pucará se realizaban actividades que implicaron consumo de carne e ingesta de bebida, posiblemente chicha.
Conclusiones
La evidencia recogida por el autor a partir de casi 25 años de investigación de campo en dos asentamientos en el valle de Lurín (Ychsma), que destacan por su importancia, la que se expresa en tamaño y en la complejidad arquitectónica — Pachacámac y Pueblo Viejo-Pucará— invita a reconsiderar las interpretaciones de estrategias políticas inca en la costa central.

Escalera de comunicación entre agrupaciones de recintos alrededor del patio común, Sector 3, Pueblo Viejo-Pucará, valle bajo de Lurín, Lima.
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Según Rostworowski (1972, 1999, 2002a, 2002b; véase también Espinosa 2014), quien ha reconstruido estas estrategias a partir de las fuentes históricas del siglo XVI, la administración inca, no ha alterado ni la estructura política y religiosa, ni tampoco la organización económica del señorío costeño cuyas tierras se extendían entre la margen derecha de Chillón y las lomas de Lurín. La razón ha sido el supuesto prestigio panandino del dios Pachacámac y de su oráculo. Siguiendo el tenor de esta interpretación, varios arqueólogos han asumido erróneamente que todos los edificios de los periodos tardíos en el valle de Lurín, donde no hay préstamos formales claras o mampostería de arquitectura Cuzco, fueron construidos antes de la conquista cuzqueña.
El caso de las pirámides con rampa (Eeckhout 1999a, 1999b, 1999-2000, 2010 inter alia) es el más conocido (véase también López-Hurtado 2010, 2011). Los resultados de mis investigaciones contradicen de plano esta hipótesis. La mayoría de los edificios construidos en Pachacámac durante el Horizonte Tardío y la totalidad de las construcciones de Pueblo Viejo carece de características consideradas diagnósticas para la arquitectura imperial del Cuzco de piedra y adobe. No obstante, las asociaciones firmes con la cerámica inca provincial no dejan lugar a duda acerca la fecha de la construcción y del uso. Estos resultados invitan a volver a interpretar los vestigios de la aquitectura de los periodos tardíos con una nueva conclusión acerca del impacto que ha tenido la conquista inca en el valle bajo de Lurín.
Resulta evidente que los invasores incas se apropiaron del paisaje sagrado de un relativamente modesto centro ceremonial de Cuniraya Viracocha, Urpaihuachac y Cavillaca y lo ha transformado por completo, para crear en el lugar un nuevo culto imperial, del dios Pachacámac, el que anima el mundo. El valle de Luren Ychsma cambió de nombre por el del valle de Pachacámac. El viejo nombre se ha conservado solo en las denominaciones tradicionales de los aillus (Makowski 2002; Espinosa 2014). La deidad, que residía según las fuentes en las entrañas de la tierra y controlaba los movimientos telúricos (Rostworowski 2002a; Eeckhout 2008) ha tenido quizá también la faceta de ser contraparte nocturna de Punchao (Conrad y Demarest 1984: 108).
La administración imperial estableció también un nuevo asentamiento urbano militar, con mitimaes de Huarochirí en Pueblo Viejo-Pucará y sometía a las poblaciones de Lomas, llamadas Caringas, al poder de los señores de las montañas, de sus aliados. Esta fundación fue parte de una política cuyo propósito aparente era reorganizar la gestión de Lurín de tierras y recursos, convirtiendo al valle en una

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despensa de Pachacámac. Las nuevas fundaciones como Huaycán de Cieneguilla (Álvarez Calderón 2008) se diferencian unos de otros en cuanto a las características de la arquitectura pública y doméstica, lo que probablemente se relaciona con el origen de los residentes desplazados por la administración imperial.
Sigue siendo un tema de debate si, y en qué medida los asentamientos que se caracterizan por la presencia de plataformas con rampa, formalmente comparables a las pirámides con rampa de Pachacámac fueron fundadas por el gobierno inca o este se haya limitado a construir nuevas áreas de viviendas y arquitectura pública (Eeckhout 1999b, 2009, 2010; Makowski 2002a, Makowski y otros 2008). Este es, por ejemplo, el caso de la Pampa de las Flores (Eeckhout 1999b) y Panquilma (López Hurtado 2012). En cualquier caso, está claro que la distribución espacial de los asentamientos con la ocupación de viviendas durante el Horizonte Tardío está estrechamente relacionada con las zonas principales de cultivo y de pastoreo en el valle y con el amplio conjunto de lomas que se extienden entre Lurín y Chilca.
Pachacámac ha cambiado por completo el aspecto, siendo transformado por las labores de construcción emprendidas quizá por cada uno de los incas. Se ha construido la Tercera Muralla, que delimitaba los campamentos, la red de calles pavimentadas y de canales, las fuentes de agua y estanques en un marco arquitectónico, la Pirámide del Sol con la plaza de Peregrinos, el Cuadrángulo, el acllahuasi, la mayoría de pirámides con rampa, el edificio conocido como Palacio de Taurichumbi. Los cercos perimétricos de las pirámides con rampa han creado un barrera para el acceso desde el valle: la Segunda Muralla. El Templo Pintado fue ampliado y su fachada decorada con pinturas murales.
Es más que probable que la construcción de las pirámides con rampa y la eventual reutilización de algunas ya existentes durante el Horizonte Tardío fue la parte medular del proyecto imperial en Pachacámac. Se trataba no solo de asegurar el lugar para que los grupos de peregrinos y tributarios con el origen determinado puedan reunirse y encontrar el albergue sino ante todo crear un espacio de tributación y de legitimación de la administración local en el ambiente religioso y festivo. Los visitantes entraban al recinto de Pachacámac inca a través de las puertas en la Segunda Muralla y se reunían en las plazas frente a las plataformas escalonadas con rampa, donde probablemente se congregaban las autoridades, cada uno de acuerdo con su posición jerárquica, el curaca y sus allegados en la terraza superior bajo la sombra. Un sistema especial de accesos permitía descargar los tributos en los almacenes situadas en la parte trasera de las pirámides. Durante las excavaciones se ha obtenido abundante evidencia acerca de la preparación de bebidas y comidas para banquetes. Los recintos de las pirámides con rampa tuvieron sus propias fuentes de agua, gracias a canales y puquios. El curaca y sus subordinados —mandones— podían presidir actos ceremoniales desde la plataforma elevada después de que los visitantes hayan depositado sus dones y sus impuestos en forma de productos alimenticios en el almacén en la parte trasera del edificio.
Plataformas similares en miniatura se encuentran en un número notable de asentamientos a lo largo de la costa central. Tanto las plataformas como las pirámides con rampas carecen de ambientes domésticos claramente estructurados (Villacorta 2004). Por otro lado, hay un número relevante de pruebas sobre el carácter sagrado de los espacios arquitectónicos (Farfán 2004). Los edificios cuya función palaciega fue debidamente apoyada, como Puruchuco (Villacorta 2004, 2010) o Pueblo Viejo-Pucará (Makowski y otros 2005), tienen características diferentes en comparación con las pirámides con rampa y se caracterizan por la presencia de extensas zonas residenciales, como así como depósitos, zonas apropiadas para recepción y banquetes así como espacios para ceremonias religiosas.
Ante las pruebas presentadas, debe quedar claro que los intentos de distinguir tipológicamente y desde el punto de vista formal los edificios con la función de templos, de los que son solo palacios, están condenados al fracaso (Makowski y Hernández 2010). En Lurín, como en otros valles de los Andes Centrales, todo el paisaje, con la arquitectura monumental o sin ella, se convertía en el escenario de las ceremonias de propósitos múltiples. No es posible, como en las sociedades industriales y posindustriales, separar dos cosmovisiones y dos esferas de la vida: la secular y la religiosa. Tanto la política como la economía, y también la guerra, necesitaban de sanción y de fundamento en la religión y en el culto.
No es de extrañar, por ende, que luego de la conquista la administración inca juzgara necesario transformar el paisaje, promover nuevos lugares de culto y de fiesta. Así, mediante la incorporación de dioses imperiales y de sus rituales en el sistema de creencias locales de la costa, se esperaba lograr la aceptación del poder del Cuzco sobre las tierras yungas de la vertiente occidental de los Andes.
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Krzysztof Makowski Urbanismo andino. Centro ceremonial y ciudad en el Perú prehispánico

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