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Prólogo
Krzysztof Makowski
La reflexión sobre los antecedentes mediterráneos históricos y prehistóricos de la cultura occidental industrializado en el apogeo de su expansión colonial ha servido para construir la conocida secuencia del desarrollo de las culturas humanas en tres etapas de supuesta vigencia universal —salvajismo, barbarie y civilización— correspondientes a tres periodos tecnológicos: paleolítico, neolítico (con chalcolítico) y edades de metales (Bronce y Hierro).
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El famoso arqueólogo australiano Gordon V. Childe, influenciado por los postulados filosóficos del materialismo histórico de Marx y Engels, ha reinterpretado el modelo de evolución lineal de tres etapas mencionadas desde la perspectiva dialéctica. La «revolución neolítica» con las nuevas estrategias de subsistencia a base de la agricultura y de la actividad pastoril, previa a la domesticación de plantas y animales, condiciona la transición hacia la vida sedentaria. Le sigue la Edad de Bronce, la segunda revolución, la revolución «urbana», causante del surgimiento de la civilización y la aparición de la propiedad privada, de las clases antagónicas, y del Estado.
La idea de que las sociedades del pasado (y del presente) se pueden clasificar entre las «civilizadas» y no civilizadas, siendo las primeras muy parecidas una a la otra, y las segundas, tan megadiversas como lo son el registro etnográfico, han calado hondo y mantienen su vigencia en el imaginario compartido por varios investigadores y la mayoría de aficionados. Por medio de la lista de las características de lo que es una civilización o no, la que varía de autor en autor, se expresa la suposición de que las expresiones culturales del pasado han sido formas evolutivamente imperfectas de los componentes de la civilización occidental, concebida como un ideal y un fin de la historia humana, siguiendo a Hegel.
Según esta manera de pensar, toda civilización antigua debe compartir, se supone, con los tiempos actuales, sistemas de gobierno burocratizado provisto de medios coercitivos, del aparato fiscal y del control de territorio, expresiones de artes figurativas, y de preferencia la escritura como medio principal de comunicación social, así como una condición indispensable: la red de ciudades cuya existencia está condicionada por amplios excedentes agrícolas y un intenso comercio a larga distancia.
Contrariamente a lo que se podría suponer, ni la arqueología, ni la antropología, ni menos la historia comparada ha confirmado la validez de la suposición expuesta
Introducción
arriba. Por el contrario, el desarrollo de las ciencias histórico-sociales mostró la arbitrariedad de los criterios utilizados para equiparar a fuerza los rasgos distintivos del mundo global industrializado moderno con las realidades del pasado. Los estudios realizados en la segunda mitad del siglo XX evidenciaron que la historia de la humanidad se compone de varios procesos paralelos originales cuyos destinos confluyen a medida que se afianzan los procesos de globalización. Las prehistorias e historias de la India, del Sudeste Asiático, de Mesoamérica y de los Andes Centrales tienen innumerables aspectos originales que no se dejan entender a partir de una sola línea de desarrollo y siguiendo la perspectiva eurocéntrica.
Los estudiosos de estos pasados descubren inventos ingeniosos, estrategias novedosas y adaptadas a retos medioambientales particulares, formas de organización social y política inéditas, sistemas de intercambio y distribución de productos muy distantes de las que imperan en la economía del mercado, urbanismos sui géneris, incomparables en forma y en contenido con las ciudades antiguas del Mediterráneo y modernas de la Europa medieval o renacentista. El camino para descubrir las complejidades y acercarse al entendimiento de las idiosincrasias de las sociedades asiáticas y americanas fue trazado por antropólogos durante el siglo pasado. Basta recordar a Franz Boas, Bronislaw Malinowski, Marcel Mauss, Claude LéviStrauss, Maurice Godelier, Clifford Geertz, sus alumnos y seguidores.
El valor universal de las teorías evolucionistas ha sido también seriamente cuestionado por generaciones de arqueólogos. Recientemente, Norman Yoffee (1993, 2005) demostró que ni las jefaturas ni los señoríos (complex chiefdom) pueden ser considerados antecedentes de ciudades-Estados en las cuencas del Éufrates y Tigris, donde habría acontecido —según Gordon V. Childe (1974)— la primera revolución urbana en la historia de la humanidad. Ello se debe al hecho de que estos conceptos de la organización política pre-, o mejor dicho no-estatal, fueron forjados a partir del estudio de diversas áreas muy distantes una de la otra, entre el continente americano y Hawái, y pertenecen a historias que no guardan ninguna relación con la de Mesopotamia.
Maurice Godelier (1969, 1975) ha desarrollado una profunda y bien fundada crítica del carácter universal de los modos de producción en cuyo contexto habrían acontecido transformaciones del modo de producción basado en el parentesco, presentándose nuevas relaciones sociales que implicaban la aparición de la propiedad privada y la
Krzysztof Makowski
formación de clases de carácter antagónico (esclavismo, feudalismo). Cada uno de estos modos de producción —asiático, antiguo, germánico— fue extraído por así decirlo de la historia de otra región del continente euro-asiático (respectivamente, Mesopotamia y Egipto, Mediterráneo y Europa occidental), y ninguno de ellos está concatenado con los demás formando parte de la misma secuencia causa-efecto.
Todos estos aportes críticos, intencionalmente libres de eurocentrismos implícitos, cito a título de ejemplo y sin pretensiones de resumir ni menos agotar el rico debate posmoderno y poscolonialista en medio del cual emergen y se consolidan las reconstrucciones de procesos e instituciones. El área centroandina quizá haya aportado mayor número de evidencias que cualquier otra zona para demostrar que los modelos evolucionistas eurocéntricos con su definición de la «civilización urbana» no son de aplicación universal y resultan de poca ayuda para entender los procesos acontecidos en los Andes Centrales. Papel pionero, particularmente importante, ha tenido el debate que se desarrolló entre la etnohistoria y la arqueología a partir de las investigaciones de John Murra (1980, inter alia), María Rostworowski (2002, 2006, 2007, inter alia) y Tom Zuidema (2010, inter alia).
El presente libro es la compilación de una selección de textos escritos en los últimos veinte años y cuyas sucesivas versiones fueron publicadas en español, inglés, italiano, polaco y japonés en volúmenes compilados y en revistas especializadas, algunas de difícil acceso. Todos los textos comparten el mismo tema —el urbanismo andino— y la misma preocupación metodológica, la de interpretar los complejos arquitectónicos de supuesto carácter urbano a partir del análisis de formas, sistemas de comunicación y visibilidad, así como probables funciones, ubicando a cada uno en su particular contexto cultural, y sin dejarse sugestionar por las eventuales similitudes con otros procesos urbanos, por lo general superficiales y aparentes.
Los cuatro capítulos de los que se compone el volumen están dedicados cada uno a diferentes áreas de los Andes Centrales y diferentes periodos en los que aparecen manifestaciones de arquitectura y tipos de asentamientos que merecían en la opinión de algunos estudiosos el adjetivo de “urbano”. En el primer capítulo discutimos el sorprendente fenómeno de arquitectura monumental compleja, a menudo con decoración parietal figurativa, cuyas primeras expresiones fueron construidas entre fines del IV° milenio a.C. y la primera mitad del IIIr milenio a.C., verbigracia
Introducción
Ñanchoc en el valle de Zaña, Sechín Bajo en el valle de Casma o Caral-Chupacigarro en el valle de Supe. Algunos investigadores se sirven de la coincidencia fortuita de fechas absolutas, para convencer a sus lectores que en estos valles peruanos se ha llegado a niveles de desarrollo en todos los aspectos comparables con Mesopotamia o Egipto y en el mismo tiempo que en estas dos áreas. Según ellos, en todos estos casos, el andino incluido, se trataría de civilizaciones, producto de revoluciones urbanas. No obstante, a diferencia de Próximo Oriente, la aparición de la arquitectura monumental en los Andes ocurre en el pleno proceso de domesticación de plantas y en el contexto de desarrollo tecnológico muy incipiente (Periodos Arcaico Medio y Tardío), sin conocimiento de cerámica, metales o medios de transporte terrestre y marítimo. Otra gran diferencia es la falta de continuidad en las tradiciones urbana y arquitectónica monumental, la que en cambio se percibe con tanta fuerza tanto en Egipto como en Mesopotamia. Las capitales de estados prehistóricos que se desarrollaron en la segunda mitad del Ir milenio y en la primera mitad del II° milenio en la costa del Perú, cuyas características se discute en la segunda parte del libro no se parecen a centros ceremoniales del Periodo Arcaico ni tampoco son el resultado de la evolución continua a partir de antecedentes arcaicos. Esta revisión de casos invita al lector a una reflexión teórica comparativa sobre los modos de concebir el urbanismo en la literatura del tema. Esta reflexión se desarrolla en la tercera parte del libro y que conduce a la conclusión que es menester entender los sistemas de asentamientos que se desarrollan en el Perú prehispánico en su propio contexto, tan distante y original en comparación con otros urbanismos preindustriales, de los cuales cada uno, hay que decirlo, tiene sus particularidades. Por lo tanto, en lugar de manejar el modelo de un solo urbanismo, similar al contemporáneo se debería pensar en múltiples urbanismos. La cuarta parte está dedicada a un caso específico de estudio, perteneciente al periodo final de la larga secuencia prehistórica andina. Se trata de los asentamientos en el valle de Lurín (Ychsma), donde la administración inca ha construido el famoso centro ceremonial y oráculo de Pachacamac, destino de peregrinajes, el tercer templo de culto imperial en Tahuantinsuyu en cuanto a la importancia. El caso ilustra a perfección las características particulares del urbanismo andino.
Krzysztof Makowski
Departamento de Humanidades. Arqueología Pontificia Universidad Católica del Perú
Krzysztof Makowski Urbanismo andino. Centro ceremonial y ciudad en el Perú prehispánico
Krzysztof Makowski

del urbanismo andino1
Çatal Hüyük y el Periodo Formativo Precerámico centroandino
Han transcurrido varios años desde que tuve la oportunidad de expresar mis ideas sobre el controvertido tema de las características de la complejidad social en el Periodo Precerámico Tardío, gracias a la invitación a un simposio internacional, «Los orígenes de la ciudad en el Perú prehispánico», organizado por Ruth Shady en agosto de 1998.
El título de la ponencia —«El síndrome de Çatal Hüyük: observaciones sobre las tendencias aglomerativas tempranas», publicada en el año 2000— sintetizaba la idea central: las arqueologías comparadas proporcionan sugerentes pruebas de que en el lapso desde el inicio de la transición hacia la vida sedentaria hasta la difusión del uso de cerámica, las condiciones ambientales propicias y las avanzadas estrategias de subsistencia posibilitaron que los asentamientos caracterizados por extensión y complejidad fuera de lo común de las estructuras, como Jericó o Çatal Hüyük, surgieran y se desarrollaran durante varios siglos, en algunos casos de manera excepcional.
Estos asentamientos, cuya complejidad pareciera incompatible con el desarrollo tecnológico propio de las fases precerámicas del proceso de neolitización, habían
1 Este texto fue publicado por la primera vez en «La arquitectura pública del Periodo Precerámico Tardío y el reto conceptual del urbanismo andino», en Boletín de Arqueología PUCP, nro. 10, 2006, Procesos y expresiones de poder, identidad y orden tempranos en Sudamérica, Primera parte P. Kaulicke y T. Dillehay (eds.), pp. 167-200. Lima: Fondo Editorial PUCP, Lima 2008.