Prefacio
El mundo andino colonial representó una realidad sumamente compleja, heterogénea, cambiante y diversificada, según el momento histórico, el lugar y el grupo social y familiar. Las investigaciones desarrolladas en la segunda mitad del siglo XX por John Rowe, John Murra, Tom Zuidema, María Rostworowski y numerosos otros eminentes representantes de la escuela de etnohistoria peruana, como Franklin Pease, Waldemar Espinoza Soriano, Edmundo Guillén Guillén, Luis Millones y Juan Ossio, estuvieron volcadas sobre todo a recuperar y evidenciar esos aspectos y momentos de la historia andina que mostraban cómo los descendientes de los incas y las otras antiguas etnias de la región no habían aceptado pasivamente la dominación española y, más bien, habían opuesto a esta una obstinada y exitosa resistencia socio-política y religiosa que les había permitido perpetuar en el tiempo su cultura ancestral. En el famoso libro de Nathan Wachtel La vision des vaincus, de 1971, se encuentran bien sintetizados y expresados muchos de los aportes y planteamientos de esa tan fecunda generación de estudiosos, que renovó ab himis la historiografía peruana y echó las bases de los modernos estudios andinos. En las conclusiones, el autor, hablando precisamente de la resistencia indígena a los españoles, escribía: «Resistencia pasiva, cierto, por fuerza de inercia, pero una fuerza querida y cultivada, inercia ferozmente defendida. Aquí la tradición misma constituye el medio de rechazo: un rechazo silencioso, obstinado, que se renueva en cada generación. Y en la medida en que los restos de la antigua civilización inca han cruzado los siglos para llegar a nuestros días, se puede decir que también este tipo de revuelta, esta praxis imposible, ha de alguna manera triunfado». Se trataba de una perspectiva —la expresada en las sugestivas palabras de Wachtel y definitivamente compartida por los demás etnohistoriadores de los Andes de las décadas de 1960 a 1980— que ahondaba sus raíces en la visión romántica de la cultura andina elaborada por Luis Valcárcel y los indigenistas cuzqueños de los años de 1920 y 1930, al mismo tiempo que se veía influenciada por la escuela francesa de los Annales, con su precipuo interés por los fenómenos de larga duración. Lo que estos investigadores privilegiaron fue la búsqueda y el análisis de todo elemento de continuidad y persistencia cultural, es decir, de los rasgos que desde la época prehispánica mutatis mutandis habían perdurado hasta el siglo XX. Por esto, muchos de ellos se volcaron al estudio de las diferentes vías y mecanismos mediante los cuales los andinos habían sabido y podido mantener muchas de sus antiguas formas de vida social, económica y religiosa a lo largo de los periodos colonial y republicano. Fue así que dichos etnohistoriadores lograron evidenciar y