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Adenda. Diálogo con el barrio chino
Adenda
Diálogo con el barrio chino7
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¿Qué significado real o simbólico tiene para el Perú y los peruanos que en pleno Lima exista un Barrio Chino donde se presentó y acentuó la comida china para los peruanos?
En primer lugar, la existencia de esta ciudadela china dentro de Lima, nos dice a gritos a cada uno de los peruanos que nunca olvidemos que en nuestra historia republicana ha tenido notable importancia el arribo, en estos últimos 160 años, de cerca de doscientos mil chinos, más su descendencia cuya cantidad actual es mucho más del 10% de la población total del Perú que en este coloquio se ha dicho. Esta es una realidad que antes fue invisibilizada, ya no se puede ocultar más.
Nos dice, además, que esta importancia reside en que ellos, los culíes, los que vinieron en las décadas que siguieron y los que siguen llegando actualmente, se han esforzado y han dado su inteligencia y sus energías para participar en la riqueza de nuestro país y para dar ciertos servicios indispensables. Nos muestra que ello no queda allí; esta presencia también ha repercutido en que estos inmigrantes nos han trasmitido patrones y estilos de su particular cultura cantonesa. Por lo tanto debemos reconocer con entusiasmo que los chinos han chinizado a este país, y de esta manera han ampliado y han remodelado nuestro marco cultural y nuestra identidad. En suma, nos han transferido parte de su carga genética y nos han impregnado de su milenaria civilización.
El barrio nos dice a su vez que la ubicación social y económica que los chinos o descendientes nos muestran ahora se ha logrado a punta de esfuerzo y rompiendo mil barreras de prejuicios y superando dificultades y agresiones de todas las dimensiones. Por tanto el barrio que escogieron y que han conseguido, se lo merecen a cabalidad.
Esas calles bien podría hablarnos de las seis generaciones de orientales que por ellas han transitado, de cómo han visto la creación de sus muy variados negocios, de cómo han observado y han sentido los domingos el aumento de otros paisanos de ojos rasgados que llegan como visitantes desde los balnearios de Lima o desde otras provincias del Perú; el barrio nos dirá que ha sido lugar de mil reencuentros de esos coterráneos.
De su parte Capón nos dirá que fue el lugar de la aparición de los restaurantes asiático-cantoneses, a los que los peruanos bautizamos como chifans y luego como chifas y a los cuales desde siempre concurrimos con deleite y al salir damos muestras de gratitud. Sabemos que al ir a ellos nos espera fastuosos banquetes en los cuales la sabiduría y el buen gusto siempre van juntos.
El Barrio Chino de Lima bien podría contarnos que es el único de Sudamérica, pero no es el único del Perú. En muchas provincias peruanas en los alrededores de los principales mercados por igual se convirtieron en otros barrios donde quienes atendían en los mostradores a los peruanos eran amables chinos exculíes, o sus descendientes, o simplemente otros compatriotas que por igual habían desembarcado en El Callao. Ellos eran parte de los miembros de las colonias que en esos lugares también crearon sus templos religiosos y conformaron sus partidos políticos, sus clubes Chun Wha, sus sociedades de comerciantes, sus sociedades de beneficencia e instauraron esos templos del buen comer: los chifas.
El Barrio Chino de Lima podrá agregar que en los edificios de sus calles siempre se supo combinar trabajo cotidiano sin límites de esfuerzos, religiosidad incomprendida por los kueis peruanos, pasión política o nacionalista en ciertas circunstancias, uniéndose a todo ello la necesidad ineludible de asistirse con médicos herbolarios
7 Artículo publicado en el diario La República el 8 de noviembre de 1999.
de gran sapiencia, así como la indispensable diversión teatral artística con representaciones que duraban hasta la madrugada o en otro momento con filmes en cines con solo concurrencia china. Así como también en el barrio se combinaba ese duro trabajo con las inquietudes por el juego con dados, cartas o el majhong, así como era posible caer en la tentación de los fumadores o ginkéns y participar todo el que quisiera, en la celebraciones del año nuevo lunar con su saludo correspondiente: «kon kei fat choy» y la salida de los leones y del dragón que iban tras las lechugas colgadas en la puertas de tiendas y chifas, leones y dragón sostenidos por incansables danzantes a los que los acompaña el espeso humo de los miles de cohetecillos que repiquetean los oídos de los concurrentes.
El Barrio Chino nos dice hoy a los kuei que sigue vivo al igual que hace más de cien años, y nosotros le respondemos que tenga larga vida, ya que también los limeños, los que tenemos ojos de pescado, lo hemos hecho nuestro. Y ya es tiempo que los limeños y los peruanos en su totalidad vengan a este Barrio Chino para, todos en coro y con gritos, pedir disculpa a los culíes y a todos los chinos que vinieron al Perú, porque no supimos respetarlos, no apreciamos el valor de su tradición cultural y no reconocimos todo lo que han hecho por este país. Con estas disculpas reconocemos a su vez que hay convenientes formas de interrelacionarse entre todos los seres humanos en las que el respeto mutuo en la totalidad de aspectos y la paz permanente deben ser las piedras angulares en las que se basen, y que esto es válido para cualquier lugar del mundo.