84 | Luis Guillermo Lumbreras
y generosa si los campos pueden ser irrigados; pero, la irrigación implicaba un ejército estable de trabajadores que redujera las irregularidades del terreno, hiciera los canales, limpiara las acequias y que —además— sembrara, cuidara y cosechara la tierra. En la costa central, había una población suficiente para cubrir las demandas de trabajo sostenido y la tecnología del riego fue perfeccionándose a lo largo del tiempo. Eso comprometía la participación de los productores directos de los bienes de consumo y de otros trabajadores que se ocupaban de una serie de tecnologías especiales, ligadas sobre todo al abastecimiento del agua y a la organización de los ciclos de trabajo. Desde luego, no era solo un problema de población o de tierras y semillas, ni de disponer de instrumentos adecuados para sembrar, cosechar o construir canales. Para ser útiles, las obras de riego debían cubrir extensiones muy grandes, de varios kilómetros de área, en medio del desierto, lo que implicaba la necesidad de una coordinación eficiente en la construcción, uso y mantenimiento de las obras y los territorios involucrados, es decir, suponía un problema de gestión. La obtención de alimentos, tanto en calidad como en volumen, dependía de la calidad y cantidad de la fuerza de trabajo disponible. En la costa central y norte del Perú, se trataba de la creación plena de los medios de producción por los trabajadores. De allí se deriva que los territorios debían tener ciertas fronteras definidas por derechos derivados de la habilitación particularizada de los campos. Una nueva forma de relaciones sociales requería regular los vínculos de reciprocidad, restringiéndolos a la comunidad de productores asociados a la tierra, con establecimiento de un “exterior” definido por el acceso a la tierra. De algún modo, la adscripción de los individuos a linajes de parientes no es otra cosa que un registro notarial de los derechos que los individuos de una comunidad tienen sobre los bienes de esa comunidad de trabajadores asociados. En la costa norte y central de los Andes centrales, pero especialmente en la costa central, esta cuestión tenía una serie de componentes asociados. Las relaciones sociales —comunes en la mayor parte de las sociedades agrícolas—, basadas solo en los productores directos de los bienes de consumo —los agricultores—, eran inadecuadas para el desarrollo de esta parte del territorio. Fue necesario dar lugar a relaciones de nuevo tipo, con “especialistas” que no participaban como trabajadores directos de los campos y que, por lo tanto, no tenían una relación objetiva, directa, con el trabajo agrícola concreto ni con los productos de ese trabajo. Fue indis-