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TÍTULO I: LA TENDENCIA POSVIRREINAL (1821-1846

celebraciones estratégicas, que hemos denominado Posvirreinal, 1821-1846, Constructora 1847-1871, Difusora o Educadora 1872-1896, Consolidadora1897-1921, Poscentenario 1922-1946 y Polidisciplinaria 1947-1971. Estas tendencias no escaparon a la influencia de las escuelas historiográfica, aunque no de manera determinante, centrando fundamentalmente en la historicista, romántica o literaria, la científica alemana y la de los Annales.

En el caso de la historiografía peruana, nos han servido los trabajos de Joseph Dager y Francisco Quiroz en cuanto al siglo XIX y en Lohmann, Burga, Regalado y Drinot para el siglo XX, cuyos aportes los hemos mencionado en la Introducción General.

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Para cada tendencia hemos tomado a un autor que consideramos representativo, respecto del uso de los conceptos en estudio para periodizar la historia peruana. Así tenemos como insignes de cada tendencia a José María Córdova y Urrutia, Sebastián Lorente, Manuel de Mendiburu y Bonet, José de la Riva-Agüero, Raúl Porras Barrenechea y Guillermo Lohmann Villena conjuntamente con Ricardo Levene, a ellos los acompañan un elenco de contemporáneos que mencionaremos.

TÍTULO I: LA TENDENCIA POSVIRREINAL (1821-1846)

La característica principal de la Escuela Histórica: su carácter episódico y narrativo, más basado en el acontecimiento, se forja en momentos en que luego de terminado el proceso que dio lugar a la separación política del Perú y a su nuevo formato nacional y republicano, la historiografía, se había visto restringida por las décadas de gran convulsión, y no había quien narre esos hechos y menos quien los interprete, de tal forma, que surgen actores de los acontecimientos y sucesos que toman la pluma motivados por los nuevos tiempos, sobre todo por la necesidad de ir gestando una historia general del sujeto histórico Perú y común a una novedosa nacionalidad.

En esos tiempos, la Escuela Histórica era quizás solitaria en la historiografía, más cerca de la literatura, que se constituye en la pieza o herramienta que usan los historiadores, por su mejor adaptación a la metodología del relato, lo que tenía ya en su sangre la ilustración, el romanticismo y el discurso, que reinaban por encima del positivismo y la rigurosidad comprometida con la verdad de los hechos. En ese marco adquiere la periodización una especial importancia en la historiografía peruana, producto de la existencia de varios acontecimientos, que como se dice marcaron la historia, y a partir de ellos la periodización de la misma. El criterio no será otro que el político, muy lejos de aplicar categorías sociológicas, antropológicas o económicas, pero sin que exista uniformidad, de tal forma que la denominación diferirá según el autor, aunque los hitos históricos serán más comunes.

Podemos fácilmente comprender y entender, que, durante todo el conflicto de la separación o independencia del Perú, la historiografía brillaría por su ausencia229, y recién, luego del cambio de gobierno surgirá un nuevo futuro, que fue la afirmación como Nación, lo cual necesitaba una narrativa sobre el pasado que acompañe al nuevo proyecto político. Además, la adopción de una nueva forma de relacionar a los habitantes del territorio, requería de un periodo de formación de instituciones inéditas, y en otros casos, adecuar las existentes a las circunstancias del presente y su futuro.

Pero en la construcción de la nación no son sólo estos dos planos a tener en cuenta, sino también cómo articular el pasado y ponerlo de pilar, como afirma Joseph Dager: “Una nación para empezar a ser pensada, imaginada, debe establecer entre su pasado y su presente una línea de continuidad”230 . En otras palabras, una continuidad, que para los tiempos era difícil de lograr, ya que la visión del periodo inmediato anterior estaba disminuida y hasta despreciada por el discurso libertario. Entonces, debían sedimentar las pasiones. Y finalmente, toda nación se basa en la transmisión de un ideario o si se quiere,

229 “La guerra de la Emancipación y los primeros años de anarquía subsiguientes a la Independencia, impiden el desarrollo de los estudios históricos”. (Porras Barrenechea, Raúl, Mito, Tradición e Historia del Perú. Instituto Raúl Porras Barrenechea, Lima, 1969, 73). 230 Dager, Joseph, Historiografía y Nación en el Perú del Siglo XIX, Fondo Editorial de la Pontificia

Universidad Católica del Perú, Lima, 2009, 77.

imaginario, que tenga la capacidad de persuadir a los nacionales de la importancia y beneficio que trae una visión política en común, el sentido de pertenencia a una sola patria. Son las Primeras historias republicanas, que Quiroz manifiesta:

“Lima necesitaba de una nueva versión histórica que deje de basarse en el imperio colonial español, y vuelva sus miras hacia otros fundamentos: su modernidad material, su inserción en la civilización occidental y su papel en la gesta libertadora”231 .

En otras palabras, que rompa con el pasado virreinal, lo que explicaría el desdén con qué fue tratado este innegable importante periodo político. Discrepando por cierto en lo de imperio y colonial, ya que ninguno de estos conceptos consideramos válidos, y como ya hemos manifestado, encontramos contradictorio que por un lado se diga que las naciones son fenómenos del siglo XIX y por lo tanto no hay España, por otro lado se afirme que hay Imperio Español, que de tal poco o nada tenía en materia política, desde que las dos casas reales que dominaron este espacio no eran oriundas de la península ibérica. El historiador en la introducción de la obra citada sigue a autores como Smith, Hobsbawn, Anderson, entre otros, quienes tienen consenso en que las naciones nacen en el correr del siglo XIX. Esta es una muestra de la incongruencia con que hoy en día la historiografía trata este periodo de la historia del Perú.

A esta tendencia en la historiografía peruana la denominamos posvirreinal, que cronológicamente la fijamos a partir del fenecimiento del virreinato y la representamos por un quinteto, integrado por José María Córdova, a quien Joseph Dager ubica en la primera generación: los nacidos entre 1799 y 1813, denominada la generación de los Fundadores, y a quien consideramos el más representativo de estos tiempos; conformada además por José Manuel Valdez y Palacios, Juan Basilio Cortegana, constituyendo el elenco principal de la historiografía posvirreinal que se ocupa de generar una historia

231 Quiroz, Francisco, De la Patria a la Nación. Historiografía peruana desde Garcilaso hasta la era del guano, Fondo Editorial de la Asamblea Nacional de Rectores, Lima, 2012, 237.

lineal e integrada temporalmente del sujeto histórico Perú. Agregamos a Justo Apu Sahuaraura, que si bien no postula en su obra una historia integral, si nos resulta importante en este contexto por ser un referente de la visión del pasado inmediato al virreinato, como fue el incario, de manera que nos permite ver cómo se redescubre este tiempo en contraste con el que fue su inmediato continuador, que de manera integral esta historiografía posvirreinal toma las partes altas para lo anterior y posterior al virreinato, y a éste lo coloca al fondo, debajo de ambas en términos axiológicos. Y finalmente a Bartolomé Herrera de quien se puede colegir su concepción a partir del famoso sermón, al que nos referiremos más adelante. Hacemos presente que en este subtítulo nos extendemos más que otros, en razón de que se trata de tiempos de aceleración, como nos señala Reinhart Koselleck, motivados por la ruptura con la Monarquía católica y el cambio de la forma de gobierno que el Perú había tenido, de monarquía a república.

En cuanto al contexto histórico, este periodo acusa una pubertad en materia política, determinada no sólo por la autonomía lograda que implicó un grave acontecimiento derivado de la separación de la Monarquía católica, sino por la nueva forma de gobernarse el territorio, que desde por lo menos los tiempos incaicos estuvo sometido a una unidad política patrimonial y privada, bajo un severo régimen sucesorio del poder. Este cambio obligaba a un reacomodo de todas las fuentes del poder, desde el ideológico, pasando por el económico y político y terminando, en el militar232, que por la naturaleza de los hechos definidos en ese campo tuvo mayor importancia, deviniendo en permanentes superposiciones personales y caudillescas,como que en los años que median entre 1821 y cuando Ramón Castilla asumió por segunda vez la Presidencia de la República en 1845, apenas en 24 años, más de cincuenta veces hubo juramento para dicho cargo, y además, luego de las batallas de Junín y Ayacucho, las disputas de límites derivaron en guerras con países vecinos, lo que explica la ausencia de una referencia historiográfica233, que

232 Mann, Michael, Las Fuentes del Poder Social, Alianza, Madrid, 1991, 1997. Este sociólogo y politólogo en esta obra establece como fuentes del Poder, el ideológico, el económico, el político y el militar, que nosotros aplicamos en nuestro análisis político, tanto de la coyuntura como del pasado. 233 “En la síntesis histórica no aparecen todavía las nuevas corrientes de indagación, ni sus normas hermenéuticas. La Historia sigue siendo simple compilación de hechos, sin prestar atención al estudio de las instituciones, ni a la evolución social. Los únicos conatos de esta época son los de pacientes colectores de fechas y de hechos, analistas como Córdoba y Urrutia en sus Tres Épocas, tan citadas y útiles en su tiempo, y tan huérfanas de verdadero espíritu histórico;” Similar crítica también es aplicada por Porras al trabajo de Mariano Pagador La Floresta Hispano-Americana y el de Manuel Atanasio

Fuentes Estadística de Lima. (Porras Barrenechea, Raúl, Mito, Tradición e Historia del Perú, 77).

mayormente se limita a personajes veteranos de guerra, como también es el caso del coronel Mariano Pagador, otro historiador que nos dejara La floresta española-americana (Lima:1848) o políticos que desde sus perspectivas el tiempo presente era superior al tiempo recientemente pasado, inmensamente por debajo del futuro, por lo que todos los males se le imputan a este tiempo anterior, el virreinato, pero no bajo esa denominación temporal, sino el acuñado de colonia.

De los autores estudiados, vemos que Córdova y Urrutia segmenta la historia en función de las monarquías Incaica, Austriaca y Borbona, mientras que Valdés y Palacios usa un criterio estrictamente temporal, un antes, durante y después, pero teniendo como centro a la independencia. Basilio Cortegana, en su obra inédita Historia del Perú en 13 tomos, periodiza la historia peruana en tres épocas Incaica, Colonial y Emancipación. Además, hemos estudiado a Justo Apu Sahuaraura y a Bartolomé Herrera, que, si bien no hacen una historia lineal y menos la periodizan, sí nos han mostrado el peculiar interés en visiones regionales y religiosas, respectivamente. Tomando en consideración a estos cinco escritores y agregando a Mariano Pagador, rastreando en su lenguaje, podemos determinar el uso de los conceptos virreinato y colonia para la referencia temporal que nos ocupa, no sólo en la periodización, sino en su obra misma, además partiendo de ubicarlos en las tendencias que los historiógrafos escogidos han señalado.

Para Joseph Dager, Córdova representa el género biográfico, conjuntamente con Manuel de Odriozola, Manuel de Mendiburu y Nicolás Rebaza, coincidente con lo que denomina primera generación en mérito al nacimiento entre 1799 y 1813234, estableciendo una segunda generación para los nacidos entre 1816 y 1836, a quienes considera en una tendencia romántica. Por su parte Francisco Quiroz, considera a todos los mencionados en el párrafo anterior, con excepción de Sahuaraura y Herrera, como los productores de las primeras historias republicanas de corte nacionalista y criolla y, en cuanto a Herrera, lo agrupa con Vicuña Mackenna para presentar la tensión entre godos y criollos235 . Manuel Burga, si bien no los individualiza o clasifica, los enmarca en el afán de

234 Dager, Joseph, Historiografía y Nación en el Perú del Siglo XIX, 100,101. 235 Quiroz, Francisco, De la Patria a la Nación. Historiografía peruana desde Garcilaso hasta la era del guano, 255.

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