bizas 44. Cabello de Valboa a su turno registró la invocacion que realizó Cápac Yupanqui en la ceremonia en que se le reconoció como Inka, pidiendo a sus hermanos que le guarden lealtad y no fuesen sus competidores y perturbadores de la paz 45.
pero con resquebrajaduras en el frente interno, asomaron nuevamente los chankas sobre la ciudad del Cusco. Este episodio, azarosamente, habría de constituirse en el detonante que dio paso a la formación del Tahuantinsuyo.
Yahuar Huaca murió asesinado 46. El propio Túpac Yupanqui, el segundo Inka imperial, “en la flor de la edad”, habría muerto envenenado –según refiere Del Busto 47–.
La invasión chanka: detonante del imperio
Murúa por su parte consigna que el Inka no bebía en vasos de oro o plata, sino en keros de madera que ponían de manifiesto el veneno cuando la bebida había sido deliberadamente emponzoñada 48. El mismo cronista afirma que el Inka no dormía de día, y que en las noches mudaba de cama para huir de las acechanzas 49. De allí que Hernández y otros enfaticen que dentro del grupo dominante las intrigas eran cosa frecuente, las pugnas entre facciones muy intensas, y la eliminación física de los rivales moneda corriente 50. Incluso en circunstancias difíciles, como cuando los chankas volvieron a aparecer a las puertas del Cusco, en el siglo XV, había disputas intestinas. Quizá la mejor evidencia es el hecho de que Pachacútec, uno de los hijos de Huiracocha –el entonces Inka gobernante–, “estaba desterrado del Cusco” –conforme refiere Pease 51–. Es probable sin embargo que, siendo eventualmente Pachacútec de un ayllu distinto al que gobernaba en el Cusco, la referencia a “destierro” no haga sino alusión al hecho de que vivía con su madre en la tierra de sus ancestros maternos. Pues bien, en ese contexto, cuando el pueblo inka cumplía tres siglos de vida autónoma y en trance de consolidación territorial,
Los ayllus chankas que sobrevivieron a la caída del Imperio Wari habían estado constituidos por campesinos pobres y rústicos de las áreas ayacuchanas más alejadas. Sin duda tuvieron que subsistir en medio de las terribles restricciones que sobrevinieron tras la derrota militar del imperio que había sido forjado y liderado por su élite. A partir de esa población supérstite, la nación chanka se recompuso, encerrada 300 años dentro de sus fronteras, con una producción agrícola de subsistencia, casi sin intercambio con sus vecinos. ¿Cómo solventaron el desarrollo de un poder militar suficiente como para emprender una nueva aventura bélica y expansionista? Es un misterio. No obstante, es obvio que los estrategas chankas, que sin duda ambicionaban reeditar las glorias –y dividendos– de su viejo y recordado Imperio Wari, habrían evaluado a todos sus distintos vecinos. Quizá no tanto para decidir en qué dirección expandirse. Sino para resolver por dónde comenzar. El primer golpe debía ser no sólo de rápida ejecución, sino poco riesgoso y rentable. Hacia el norte, suficientemente guarnecido tras las caudalosas aguas del río Mantaro, moraba el pueblo huanca. Hacia el occidente, en la costa, estaba asentada la nación ica. Ésta, hegemonizada desde Chincha, sus-
TAHUANTINSUYO: El cóndor herido de muerte • Alfonso Klauer
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