porádicamente se dio intercambió. Los dominados ayllus de hatunrunas y mitimaes de los pueblos cordilleranos, pero más gravemente aún los más aislados, habrían pues mantenido una economía virtualmente cerrada, casi autárquica. Consumían el estrecho espectro de productos que podía producir el área donde estaban o habían sido asentados. Según el mismo autor, el trueque sólo se dio activamente en la costa. Allí la producción artesanal especializada, con trabajadores desligados de las faenas agrícolas, impulsó un dinámico comercio de insumos y alimentos 543. Sin duda, las razones de esa sustancial diferencia se remontaban al largo período de independencia anterior al surgimiento del Imperio Inka. En efecto –como extensamente desarrollamos en Los abismos del cóndor, Tomo II–, entre el colapso del Imperio Wari y el surgimiento del inka, con la sola excepción del cordillerano pueblo inka, los pueblos donde se alcanzó el mayor desarrollo material y cultural fueron los de las costa: los icas, hegemonizados desde Chincha, y los chimú en toda la costa norte. Y ambos tenían precisamente una larga experiencia comercial, habiéndose acostumbrado al uso y consumo de innumerables productos que llegaban desde más allá de sus fronteras, incluso desde Chile por el sur hasta México por el norte. La referencia de Espinoza parece pues indicar que la sujeción de chinchas y chimu al Imperio Inka no había eliminado del todo su demanda por productos que se daban y elaboraban fuera de sus propios territorios. Así, sus necesidades de intercambio, aun cuando debieron emenguar, no habrían desaparecido del todo.
Tributación agobiante Pues bien, disponiendo los hatunrunas, yanaconas y mitimaes del 60 % de los recursos, pero trabajando y explotando el 100 % de los mismos, debe entonces concluirse que el nivel promedio total de tributación de este sector de la población fue del orden de 40 %. También a este respecto hemos cambiado pues la cifra que pusimos en nuestra primera edición (¡70 %!). En ella –debemos admitir que sin mayor análisis–, aceptando a rajatabla el trillado y famoso criterio de los tres tercios iguales en el reparto de la tierra, dimos por válida la afirmación de Núñez en el sentido de que durante el Imperio Inka los trabajadores andinos producían “33,33 % como trabajo necesario y 66,66 % como trabajo supletorio” 544. Bastante más sensata parece ser pues la cifra de 40 %. Ese nivel de tributación quizá sólo se da hoy en algunos países desarrollados. Pero cuidado, solamente entre los sectores de más altos ingresos. Y no precisamente entre los más pobres, que quizá sólo tributan los impuestos al valor agregado (5 – 10 %). Proporcionalmente, ese mismo tipo de tributos, que virtualmente son casi los únicos que pagan los más pobres en los países subdesarrollados de hoy, son bastante más altos, como ocurre en el Perú, donde debe estar en el orden de 15 – 20 %.
En esos términos, debe considerarse que la carga tributaria que pesaba sobre el sector poblacionalmente más numeroso y pobre del Imperio Inka era pesadísima, sumamente onerosa, habida cuenta de que lo que les quedaba apenas aseguraba la subsistencia. Y con el agravante de que, en ausencia de indicios que permitan suponer lo contrario, eran en verdad los únicos que tributaban –como también ocurrió en casi todos los imperios de la antigüedad en todas las latitudes–. La variada y copiosa producción agrícola y ganadera, pero también textil, que los ayllus de hatunrunas entregaron como tributo, fue la más importante modalidad de ingreso de que dispuso y manejó a su arbitrio el po-
TAHUANTINSUYO: El cóndor herido de muerte • Alfonso Klauer
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