Psicoanalisis y malestares

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Investigación

CIENTIFICA

mentables porque lo invade la culpa al extremo de psíquico, lo físico y lo social. Quien se siente culpable, merece un castigo, busca por distintas vías, pues la meta es sólo una, pagar una dura pena. Un sujeto así no puede experimentar «la tranquilidad del alma». En los que delinquen por sentimiento de culpa, confirma Freud, la compulsión oculta del síntoma, es lo real de la necesidad de castigo por la culpabilidad inconsciente. Freud y Lacan destacan la reiterada compulsión presente en la clínica, malestar, sufrimiento o goce. Como si el sujeto no pudiera frenar sus aspiraciones estoicas de mortificación y prefiriera el dolor antes que el placer, o bien como si la repetición compulsiva formara la oportunidad de perpetuar en el presente las situaciones desagradables. Desde esta perspectiva, se evidencia la imagen de los sujetos que fracasan al triunfar. Cabe mencionar que Freud explica que no existe una consciencia moral antes de que pueda registrase la presencia de un superyó, pero la consciencia de culpa existe antes que el superyó, y por tanto antes que la consciencia moral. Esta consciencia de culpa primigenia se origina en la angustia frente a la autoridad externa, deriva del conflicto surgido ante la necesidad de amor y el esfuerzo de la satisfacción pulsional; de ahí resulta la inclinación a agredir, como primer acto moral donde se inserta al prójimo. Freud en Malestar en la cultura (1976), resalta los términos referentes a la misma constelación y que se adhieren al superyó, entre ellos constan la consciencia y sentimiento de culpa, la necesidad de castigo y el arrepentimiento. Insiste que la dureza del superyó y la severidad de la consciencia moral (que es función del superyó) son lo mismo y se expresan en el sentimiento de culpa. La angustia que indica se encuentra en la base de todo vínculo, es una angustia frente a la instancia crítica, se expresa como una necesidad de castigo, y representa a un yo masoquista, que debido a la exteriorización pulsional ha devenido tal, ante la presencia de un

superyó sádico. Ello demuestra una especie de ligación erótica entre el yo y el superyó. Entonces la impedimenta agresiva es cambiada en sentimiento de culpa al ser oprimido y transferido al superyó. La impedimenta agresiva del superyó en el caso de tensión se vuelve audible como reproches, mientras que sus exigencias permanecen inconscientes. El superyó como instancia de la segunda tópica, tendrá a su haber la estructuración y la división del sujeto contra sí mismo. La culpa previa a la instauración del superyó se exterioriza como angustia social. La angustia no ligada, aparece como necesidad de castigo; de suerte que representa los reproches de la consciencia moral y ejerce su accionar de enjuiciamiento y censura a los propósitos del yo. La consciencia moral como función y resultado del superyó ejerce su función censora; pero el censor es el superyó, cuya labor es agresiva y silenciosa. La consciencia moral freudiana difiere de la kantiana en la que voz interior pende de un principio objetivo y de validez universal, es absolutamente insobornable. La freudiana en cambio, en su relación con el deseo inconsciente puede negociar y tornarse sobornable. El neurótico conoce el recurso del engaño y la mentira. La consciencia moral tiene en este punto una clara percepción del yo; sin embargo es diferente la consciencia moral, como función del yo, de la angustia superyoica que se exterioriza como pura angustia o plena necesidad de castigo. Es la culpa muda que empuja a esa necesidad de castigo, no demanda, no hace lazos con la formas inconscientes y la consciencia de culpa.

Bibliografía Constante, A. (2009). La textura del mal. México: Universidad Nacional Autónoma de México. Freud, S. (1979). «Carácter y erotismo anal (1908)». En Obras Completas (vol. ix). Buenos Aires: Amorrortu.


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