El camino de Michi

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El camino de Michi



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ase una vez un buda que vivía en el monasterio de la segunda ­montaña situado en la cordillera gris esmeralda. En el monasterio de la pereza, los b ­ udas oraban y comían bolas de arroz inmóviles en sus pedestales. Un buen día, a Michi se le resbaló una bola de arroz de las manos, rodó hasta la puerta, cuando se agachó y miró a través de una única grieta en la madera, vislumbró de que había otro mundo más allá de los dorados muros. Pensó que podría ayudar a otros seres, a los habitantes más allá del muro, él gozaba de una buena y próspera vida, acto seguido se levantó y torpemente cruzó la puerta. Maravillado del paisaje, siguió el camino adentrándose en el bosque, caminó y caminó, al cabo de un buen rato pensó: “jo, no hay seres a los que pueda ayudar”. Tres pasos más adelante, se encontró con un caracol, al verlo caminar tan despacio, pensó que seguro lo podría ayudar, entonces le preguntó: – ¿Puedo transportarte en mi espalda para que llegues antes? – No, muchas gracias. – ¿Por qué? (Michi estaba aturdido, no entendía por qué no aceptaba ayuda) – Porque voy despacio, a mi paso, sé donde tengo que llegar, ¿qué pasaría si siempre me llevaran?, se me olvidaría caminar ¿no? Muchas gracias monje, buen camino. El monje perplejo y un tanto desilusionado siguió caminando, con el paso del tiempo le empezó a entrar mucha hambre, fue cuando se empezó a acordar de las bolas de arroz, de lo bien que vivía en el monasterio.


Al cabo de otro buen rato, se encontró con un gato, estaba agazapado y ­mirando a un punto fijo, Michi, lleno de curiosidad se agachó junto a él y le preguntó: – ¿Qué haces? – ¿No lo ves? Agradezco el pescado que me voy a comer, con este pez que tanto me ha costado pescarlo, voy a estar alimentado tres días, ¿quieres un poco? – ¡Nooooo! Yo solo como bolas de arroz, muchas gracias amigo. – Te aconsejo que comas algo, no he visto ningún árbol que de bolas de arroz en el bosque. – No te preocupes gato, soy un monje y estoy acostumbrado al ayuno (la ­palabra ayuno le resonó a mentira en su cabeza). Y siguió caminado, volvió a acordarse de las bolas de arroz, de lo bien que vivía en el monasterio, el hambre y la sed le reforzaron la idea. Siguió caminando segundos, horas y días hasta que se desplomó, una voz interior, su verdadera voz le dijo: “Tú te crees que si estabas tan bien en el ­monasterio, se te hubiera caído la bola de arroz, sólo tú lo provocaste, el ­camino ha sido duro y revelador ¿no?” Cuándo levantó la mirada, vio un lugar que desprendía luz, todos los seres eran tan hermosos. Un pájaro se le acercó y le dijo: – Querido monje, te estábamos esperando, ¿ha sido muy duro el viaje? – Sí, muy duro, sin embargo siento que ha valido la pena. Le ofrecieron pan y agua arco iris, nunca había probado nada igual, en ese justo instante se percató de que no era él quien iba a ayudar en ese viaje, si no que necesitaba que lo ayudasen para despertar de su propia mentira. Nunca, nunca más regresó al monasterio de la pereza.
































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al de tu zona de confort para probar a realizar tus sueĂąos.


Historia basada en hechos reales del buda Michi.


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