La Sociedadde la Ignorancia

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en algún campo especializado, como en tanto que ciudadanos que tienen que decidir democráticamente y con conocimiento de causa sobre procesos crecientemente complejos. Ciertamente y al menos a medio plazo, esa amenazante obsolescencia cognitiva en los individuos no se producirá en su campo profesional, especializado y donde sean expertos; pero sí en aquellos conocimientos generales que precisan para, en tanto que ciudadanos con derecho a voto, poder decidir democráticamente y con conocimiento de causa sobre los procesos crecientemente complejos que configuran la vida humana actual. No cabe duda de que la profesionalización y especialización laboral de los ciudadanos –en tanto que trabajadores- recibirá suficiente apoyo de todo tipo para garantizar a medio plazo que, en general, se alcancen los altos estándares productivos de la “sociedad del conocimiento”, ni es necesario poner de manifiesto nuevamente cómo aumenta la distancia entre la gente y los países que han logrado incorporar las nuevas herramientas tecnológicas y adaptarse a las recientes exigencias cognitivas, y los que no. Sí que es momento, en cambio, de plantear la duda, objetivamente justificable, de qué se hagan similares esfuerzos para preparar y formar los individuos en tanto que ciudadanos y para que puedan hacer frente a las exigencias responsables de sus decisiones políticas y de voto en cuestiones de gran complejidad e importancia para todos. La habitual limitación a lo meramente productivo a corto plazo (sin duda uno de los peores vicios de nuestra sociedad) suele dejar, cada vez con mayor frecuencia, las cuestiones políticas, éticas y sociales a largo plazo y que atañen al conjunto, a merced de la benevolencia o responsabilidad individual. Como si se tratara de algo sin importancia o de mucho menor interés, se relega todo ello no sólo a la responsabilidad individual, sino al espacio de “tiempo libre” o de “ocio”, en una competencia totalmente desproporcionada con los alicientes, tentaciones, diversiones y propuestas de consumo desaforado que la sociedad “del consumo” y “del espectáculo” ofrece. Frente a la creciente obsolescencia cognitiva de los ciudadanos (que son la condición última de la democracia), poco pueden hacer a largo plazo las mejoras en la alfabetización de la población, en documentalística, en facilitar el acceso a la información o, incluso, los notables e indudables avances tecnológicos pues, en última instancia, deben ser ciudadanos de a pie y con sus concretas dotaciones neuronales o fisiológicas, los que se hagan cargo de la información generada colectivamente y en constante crecimiento exponencial. En última instancia, también y necesariamente han de ser ciudadanos de a pie los que deciden democráticamente a partir de su buen entender personal sobre las cuestiones humanas más complejas. La Sociedad de la Incultura / 53


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