Romper el silencio, 22 gritos contra la censura

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traía la misma información, pero hasta este momento supe que, a diferencia mía, sí se fue con todo. Lo demás fue cosa de tiempo. En el transcurso del día vimos en redes sociales que en Culiacán se dio una compra masiva del semanario, pero las conclusiones de algunos contactos de Facebook eran que el “decomiso” fue por el reportaje sobre las empresas de lavado del político priísta Óscar Lara Aréchiga y no por la entrevista con El Licenciado. Así que nos pusimos a terminar la edición, pero no estaría lista hasta el martes próximo. La portada fue similar a la de Ríodoce, pero no tuvimos ningún problema porque éste ya estaba fuera de circulación. Salí de la imprenta de Noroeste, sin frío y con antojo de café, cuando una camioneta roja me cerró el paso. En la parte de atrás de mi vehículo traía cuatro fardos de periódicos listos para entregarlos. Cuando una voz me gritó que me orillara, a unos metros del Ayuntamiento, sentí que mi hora había llegado. Tantos años esperando el final y ahora lo sentía aquí, tan sin chiste, sin dramatismos. Pero en realidad no iban por mí, sino por los periódicos, así que en una operación que duró unas cuatro horas, toda la edición fue requisada. Cansado al final de la jornada, asfixiado por el calor del asfalto, paranoico todavía, invité al caer la noche a un amigo a tomar unas cervezas en El Guayabo. Ahí me encontré a Javier Valdez acompañado de Griselda, su esposa. Al saludarlo me preguntó si nos habían comprado toda la edición. Respondí afirmativo. —Vamos afuera a platica, —me soltó delante de la compañía que tenía en la mesa. Afuera le comenté lo que sucedió. Me había quedado con algunos ejemplares que logré esconder y salvar de la requisa, así que le obsequié uno a Javier, y quedamos en platicar luego y estar al pendiente. “Ya se calentó todo, hay 242


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