Romper el silencio, 22 gritos contra la censura

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El 3 de marzo de 2004, con los videoescándalos de René Bejarano llenándose los bolsillos de billetes que recibía a manos de Carlos Ahumada, dueño de El Independiente, todo terminó. Y en Zacatecas los compañeros me preguntaban con burla: “¿te tocó algo?”. La última portada del diario retrataba a los miembros de la redacción anunciando el adiós. Estaban todos menos los corresponsales. Se cerró el periódico y me quedaron a deber poco más de 18 mil pesos. Nunca pagaron ni una sola nota. Luego supe que algunos de los reporteros demandaron a Ahumada. Yo me quedé sin saber qué hacer y con los bolsillos vacíos. El barco al que me invitaron a subir, se hundió. Editor, dirECtor, publiCista, FotóGraFo y voCEador Mi padre me consiguió mil 500 pesos para mi pasaje de ida y vuelta al Distrito Federal y una comida. Llegué a las oficinas de la Revista Contralínea en el centro de la ciudad y hablé con Miguel Badilllo y José Reyes, director y subdirector, respectivamente. Tomó un par de horas ponernos de acuerdo para sacar una edición mensual de Contralínea en Zacatecas. Tendría 12 páginas de información local y el resto se completaría con la edición nacional. Definimos los dos reportajes del primer número: uno sobre el abandono del municipio de Vetagrande tras una intensa actividad minera y otro sobre la contaminación generada por una procesadora de metales en Fresnillo. Haríamos periodismo de investigación, seríamos un medio de reporteros para reporteros, con total libertad y la garantía de que nuestras condiciones laborales serían justas. El ingreso obtenido por la venta de revistas (mil ejemplares mensuales a 20 pesos de precio de portada) sería 122


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