Romper el silencio, 22 gritos contra la censura

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tar, que no puedes investigar, que no puedes publicar, que no sigas. ¿Y qué haces si saben todo de ti, dónde vives, quiénes son tus amigos, qué es lo que te duele más? Ya no recuerdo en dónde encontré mis llaves, pero me duché y dormí más de medio día. Pienso que era el miedo de tiempo atrás. VI 30 de mayo de 2011. Periodo de elecciones a gobernador. Escuché un tronido mientras esperaba a que el semáforo cambiara a verde. Pensé que era un transformador y seguí conduciendo hacia mi casa. Al rato me llamaron del periódico: “Nos aventaron una granada, vente a cerrar la edición”. La granada había estallado justo en medio de los autos del director editorial y del jefe de policiaca. Era media noche y no había ninguna alma en la calle. Sólo hubo daños materiales: los vidrios, la fachada, los carros. También se rompió la paz de más de cien personas que trabajamos en la redacción. La policía nunca llegó. Pero sí un puñado de Zetas que no se responsabilizaban del hecho. “Nosotros no fuimos, jefe —le dijeron al director. —Lo que se les ofrezca”. El Ejército se apareció una hora y media después. Ese día recordamos lo solos que estamos. Meses después hubo detenidos. Los sicarios confesaron haber lanzado la granada para ver qué pasaba. No sabían cómo usarla y experimentaron. VII Febrero, 2014 COMTE MATEO: @kowanin DÓNDE QUIERES LA CABEZA DE MARIO

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