turismo Idelfonso es un kallawaya que camina hora y media entre los cerros desde su casa hasta llegar a atender a sus visitantes en el albergue de Caluyo. Además de ser un yatiri, sabio sanador, con la actividad turística se ha convertido en una persona multifacética: administra el hospedaje, se asegura de que tengamos comida caliente y sabrosa en la mesa, es nuestro guía y está a cargo de compartir ritos ancestrales que por cientos de años practican en su comunidad. Cubierto con un poncho rojo, tiende sobre una mesa un aguayo y nos da la bienvenida en español. En un ambiente iluminado solo por velas, explica la importancia de dar gracias a la Madre Tierra por todo lo que se tiene y lo vital de encomendar a los achachilas para que todos los proyectos y actividades salgan bien. Luego toma unos algodones y empieza a formar una especie de nidos –12 en total– que dispone en orden sobre la superficie de la mesa. En Machajuyai, lenguaje kallawaya, se comunica con otro comunario e inicia
En Caluyo el hospedaje también cuenta con lo básico para una noche reparadora.
el rito repitiendo frases inentendibles para el resto. Con expresiones que revelan fe coloca sobre los nidos grasa de llama, azúcar, claveles, incienso y otros elementos. Luego nos invita a replicar lo visto, siempre susurrando los deseos personales.
Los kallawayas durante un rito ancestral en Caluyo.
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Este ritual concluye en el cabildo, un lugar sagrado donde se arma una fogata y se entrega la ofrenda a las llamaradas. “Si se quema rápido y todito es que ha aceptado”, explica haciendo alusión a que el ritual fue exitoso.