ELDIARIO

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EL DIARIO

Edición 694

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Opinión

Editorial

L

Una gran región económica

a década pasada fue perdida para la región centro oriental de Colombia, fuera de Bogotá; el modelo impulsado por los ocho años de gobierno de Uribe Vélez terminó preferenciando e induciendo importantes masas de inversión hacia el occidente del Río Magdalena, especialmente Antioquia, el eje cafetero y el Valle del Cauca, los cuales registraron crecimientos importantes con Medellín como líder, la recuperación de las ciudades del eje cafetero encabezadas por Armenia, después del terremoto, y la paulatina recuperación de Cali que hoy vuelve a sitio preponderante.

Entonces, el primer gran fraude contra los boyacenses -y por extensión, con el nororiente colombiano- comenzando el nuevo milenio, lo hizo Andrés Pastrana, el presidente de más ingrata recordación en Boyacá, cuando modificó los diseños de la Doble Calzada que había realizado la administración Samper y que determinaban una autopista tal como el tramo inicial de la Caro–Briceño; luego, Uribe lo consumó con la leonina concesión que hoy no ha logrado terminar la carretera paralela, mal llamada doble calzada, cuya condición ha resultado inferior a la carretera original construida hace más de 50 años.

Entre tanto el nororiente, en el eje Tunja-Bucaramanga, Cúcuta y sus correspondientes transversales hacia la altillanura, y al valle del Magdalena quedaron a la zaga, como en un segundo orden, enrarecida la situación con las difíciles relaciones de Uribe con la República Bolivariana de Venezuela. Un día en Tunja, recién salido del Ministerio del Interior, Fernando Londoño Hoyos dijo que el destino de los boyacenses seguía siendo el mismo de hacía más de 50 años: detener el comunismo internacional, que después del 9 de abril se hizo con los Chulavitas al servicio del régimen y que en 2004 debería repetirse para atajar a Chávez.

El mismo Andrés Pastrana, sin ninguna consideración eliminó de un plumazo el avance de la recuperación, terminación y pavimentación de la Transversal de Boyacá, que también había previsto el Plan de desarrollo de Samper, para unir la Marginal de la Selva con la Troncal del Magdalena Medio, obra que todavía está a menos de medio camino; luego, en el gobierno de Álvaro Uribe se abandonó la carretera Alterna al Llano y la llamada carreta de la Libertad que conduce de Socha a Sácama y Arauca.

En estas condiciones quedaron postergadas las grandes obras para la verdadera integración intrarregional que debió suceder en este tiempo.

Reflexiones

Teófilo de la Roca El escribano del desierto

P

roveniente de la provincia de Galilea, más exactamente de la población de Nazaret, llega a las orillas del río Jordán, el Jesús que por espacio de 30 años se ha preparado para una hora histórica que fue anunciada por profetas. En el escenario del Jordán, actúa el último de los profetas del Antiguo Testamento: Juan Bautista. Es el encargado de bautizar con agua, no sin una palabra, llamando a la conversión, al cambio de vida. El bautismo de Juan es apenas el signo del bautismo que está por venir, el del Espíritu Santo, el del nacimiento al Reino de Dios, el que hará surgir al nuevo Pueblo de creyentes, el que creará la era de los cristianos. El Jesús que llega a las orillas del Jordán, arriba al lugar del bautismo con agua, para hacer del mismo bautismo el signo de su fidelidad al Padre, para hacer de aquel rito el comienzo de una nueva etapa de vida, la del contacto con la gente, la del valor profético para ser signo de contradicción, para colocarse en la línea de su Padre Celestial y manifestarse en Israel como el rey anunciado, como el Mesías prometido, como el creador de la disciplina del Reino de Dios que va a ser la opción de vida de los nuevos creyentes, de los bautizados en el Espíritu Santo.

Pero lo peor que ha pasado en la región es el retraso eterno de la terminación de la carretera del Cusiana que une a Sogamoso con Aguazul. Es vergonzoso que la vía principal de acceso a los campos petroleros de Cusiana y Cupiagua no haya sido construida en 20 años, a pesar de haberse extraído de allí, durante este mismos tiempo, una de

las principales riquezas del país. Es una vergüenza para todos, para el gobierno central, para los gobiernos regionales, para la clase política, para los gremios económicos y demás organizaciones sociales existentes en este corredor. También han quedado aplazadas las obras de la doble calzada Zipaquirá–Chiquinquirá, que ojalá se extendiera hasta Bucaramanga y, de allí, a la anunciada y aplazada siempre doble calzada hasta Cúcuta. Tampoco se han completado las transversales que unen este eje con zonas estratégicas en la altillanura y el valle del Magdalena, tal como se ven con las obras de la transversal del Carare que va desde Barbosa hasta Cimitarra y la carretera de Cúcuta hasta Arauca, pasando por Cubará. Y para completar, durante los ocho años del gobierno de Uribe se predicó la excelencia de “los carbones siderúrgicos de Boyacá que necesita el mundo” y que para ello se construiría, ahora sí, el Ferrocarril del Carare, obra que hoy no existe en los planes del gobierno. Por eso ahora que el presidente Santos diga que hizo un consejo de Ministros, -el de Zipaquirá, con los gobernadores de los Santanderes y Boyacá- con el propósito de ver la región, constituye una gran oportunidad para que sea el comienzo de una nueva era para este gran corredor de tantas oportunidades. Un excelente campo de trabajo para el Gobernador Juan Carlos Granados como presidente de la Asociación de gobernadores de Colombia.

Nadie que no defienda derechos humanos, puede considerarse del Cristo así porque sí Cumplido el ritual del bautismo con agua, Jesús sale todavía para una etapa preparatoria de su misión: la del retiro, la de la soledad, la del ambiente de desierto, para madurar en su convicciones y principios, para afianzarse en su propia claridad, para resistir inclusive ante el plan que puedan terminar trazándole las fuerzas oscuras de un demonio que hasta última hora, buscará “sabotear” lo que se avecina: la predicación del Reino de Dios y los signos de fe que van a surgir una vez que el Jesús formado en Nazaret, bautizado en las aguas del Jordán, entre en escena, ya para cumplir con cuanto ha sido anunciado; el de un Salvador que ungido por el Espíritu de Dios, declare la liberación de los oprimidos por el mal. Los cristianos, que por el bautismo hemos sido ungidos por el Espíritu Santo, que por el bautismo hemos sido declarados hijos de Dios, estamos llamados a que nuestra vida de creyentes lleve la fuerza del Espíritu Santo, que nuestra participación en la historia del mundo vaya enriquecida por el gran precepto de hacer el bien. En el mundo de nuestros días se habla mucho de esfuerzos inútiles, de actos ineficaces para grandes objetivos como son el de establecer la paz, el de crear nuevos órdenes, queremos decir estructuras que garanticen el imperio de la justicia, el sentido del bien, de la dignidad humana.

Falta, sin embargo, la humildad humana para transformar la vida y las estructuras a partir de un cambio interior, de un profundo sentido de vida, para descubrir que no pueden surgir signos de seguridad en el mundo, como no se actúe desde la perspectiva de Dios, de sus preceptos. La ineficacia histórica está en no acogernos a la sabiduría de Dios, que es la que garantiza la justicia y la paz. Los seguidores del Cristo, en el mundo, estamos para actuar desde una nueva concepción del hombre, de la vida, de la Historia. Siempre para declararnos defensores de los derechos esenciales de todo ser humano, los que le puedan permitir sentirse persona, digna por lo tanto de una educación, de un techo, de una asistencia social, de una forma digna de vivir, de un trabajo, de una estabilidad económica y por lo tanto, de una estabilidad emocional. La eficacia en la Historia, se mide por la actitud humana, sensible, que se pueda tener frente a esta, a la vida, al concepto de desarrollo. Porque se trata humanizar el quehacer humano, de que tecnología y ciencia, sean respuestas dentro de la liturgia de la vida, propia de civilizaciones y culturas que sean como el altar de ofrecimiento al Creador, de la gran búsqueda humana de un nuevo orden de vida, de obras según Dios y no según las mezquindades de los profanos de la Historia.


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